Ya en su momento sonaba a otra cosa y a otra época,
así que ahora que han pasado diez años, definitivamente pertenece a un espacio
distinto y atemporal. El tiempo ha tratado bien, apartándolo de sí, a “Somos
gente”, el primer disco de LOS LLAMADOS PERDIDOS, conservado como
una crisálida en ambar, armado hoy con la misma agridulce familiaridad que nos
desarmó entonces e igual de desconocido todavía. Conservo un ejemplar de la
artesanal edición, uno de los verdes, y ahora que he vuelto a retomar contacto
con habitual con Mato Armada (voz y guitarra) y Sonia Barba (batería y voz) lo
he recuperado y lo escucho a menudo, fascinado por la simplicidad con la que
son capaces de ir desde la sombra de Los Ronaldos hasta el ala izquierda de la
Velvet Underground pasando grácilmente, de puntillas, por el pasadizo
encharcado donde duerme el hermano indigente de David Lynch.
Pop cantado en español, límpido, alienado en su
justo punto, fue arreglado con natural sabiduría por Justo Bagüeste y producido
por éste y por Javier Almendral en los estudios Blue Box en 2002, la época en
la que todos parábamos en el mismo bar de Madrid, El Alivio. Son esa producción
y esos arreglos los que elevan con aérea nitidez aquel pop gloriosamente
deshilachado sin que las canciones dejen de verse a la perfección. Difícil
resistirse, por mucho que uno las tenga más que oídas, al irónico y cristalino
encanto de “Cuando estoy contigo”, el velvetismo naif de “Andy”, la contenida
visceralidad de “No más Valium” o la ralentizada, onírica insolación de “Soy un
Gato” (mi tema favorito sin duda, a día de hoy). Como pespunte final tenían esa
pizpireta y perfecta reverencia a Chris Isaak (“Jugaste conmigo” - “Wicked
Game”) y el simpático desbarre de “Intento Sugus” que no aparece en el
Bandcamp. Difícil, también, no reconocer la calidad y la capacidad comunicativa
de unas letras que flotan con naturalidad en esa fina línea que separa lo
cotidiano de lo extraño, la paz de la alteración, nuestro mundo de ese que
permanece justo al lado, tras la puerta, y que también es nuestro.
Me alegra haber colaborado con aquel proyecto,
aunque fuese de manera totalmente lateral (les presté mi bajo, creo recordar, y
la foto de la contra es mía, en la piscina del viejo Jules, cuando éramos
jóvenes). Armada lo llamaba “música normal”. Música extraordinaria en su
honestidad y en su plateado encanto, me parece a mí. Una obrita maestra
olvidada, un milagro doméstico y al alcance de quien quiera llegar hasta él.
//LUIS BOULLOSA
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