domingo, diciembre 20, 2009

TOM WAITS - "Frank's Wild Years"




El segundo álbum de Tom Waits que me compré fue "Swordfishtrombones". El primero, "Bone Machine". Se que es una manera algo rara de entrar en el mundo del señor de los pianos borrachos, pero si sobrevives a eso ya nada te matará. De hecho, a día de hoy, siguen siendo mis discos favoritos de su larga carrera. Quizá habría que incluir también "Small Change". En todo caso, las cosas como son, en principio "Swordfishtrombones" fue demasiado para mí. No lo entendía, aunque intuía que había algo muy bueno en esas canciones arrastradas y esquizoides que no parecían atenerse a ningún patrón normal de comportamiento. No había descifrado aún, supongo, determinados códigos con las que ahora convivo a diario. Me pasó con muchos otros discos por aquel entonces, en el lapso que va de los 15 a los 18 en una ciudad de provincias, una época propensa a las experiencias iniciáticas y los excesos drogadictos porque lo demás es apenas silencio y momificación. Me pasó con los Pixies y con el "Arise" de Sepultura. A veces echo de menos esa época donde todo era nuevo; más o menos durante los treinta segundos en que tardo en recordar todas las putadas que me pasaron por entonces y como era la cosa en realidad (no hay nada más letal que la nostalgia). Ahora ya no escucho mucho a los Pixies, creo que su principal papel en la historia del Rock&Roll es precisamente el de servir a unas cuantas generaciones como puerta de entrada a placeres menos obvios que Tom Petty o Iron Maiden. Tampoco suelo pinchar a los viejos Sepultura, aunque cuando lo hago reconozco todavía ese escalofrío de brutalidad que contenían. A Waits lo sigo escuchando regularmente. Y recuerdo que aunque el disco se me quedase grande, sí podía entender "Franks Wild Years". Sigue siendo una bonita y sencilla historia sobre ese impulso superior a nosotros. Ese vértigo de libertad que a veces nos impulsa a tirarlo todo por la borda. Normalmente, se sabe, esa libertad no dura mucho y acaba quemándose pronto, víctima de la misma energía destructiva que la generó, pero al menos mientras dura puede uno reirse a gusto, observando el espectáculo, "todo naranja Halloween y rojo chimenea". Ser un salvaje -se entienda como se entienda- siempre fue más divertido, aunque a veces resulte agotador.// LUIS BOULLOSA


Los años salvajes de Frank

Frank se estableció en el valle
y colgó sus años salvajes en
un clavo que paso a través de
la frente de su esposa.

El vendía mobiliario usado de oficina
allá en la carretera de San Fernando,
pidió un prestamo de 30.000 dólares al
15 y un cuarto, y pagó al contado
un sitio pequeño con dos dormitorios.

Su mujer era un gastado trozo de chatarra de avión *1
hacía buenos bloody marys, mantenía la boca cerrada
la mayor parte del tiempo. Tenía un chihuahua
llamado Carlos con algún tipo de
enfermedad de la piel y que estaba completamente ciego.

Tenían una cocina perfectamente moderna,
con un horno con autolimpiado (todo el cotarro).
Frank conducía un Sedan pequeño.
Eran tan felices

Una noche Frank volvía a casa del trabajo:
paró en la tienda de licores,
pilló un par de Mickey’s Big Mouths .
Se los bebió en el coche, camino de la estación de servicio,
compró cuatro litros de gasolina en una lata.

Condujo hasta su hogar, regó todo lo que
había en la casa, le prendió fuego.
Aparcó al otro lado de la calle, riendo,
viendolo arder, todo naranja
Halloween y rojo chimenea.

Frank sintonizó una estación de los 40 principales,
se metió en el autopista que iba a Hollywood,
se encaminó al norte.

Nunca había podido soportar a aquel perro.



Frank´s Wild Years

Frank settled down in the Valley,
and he hung his wild years on a
nail that he drove through his
wife's forehead.

He sold used office furniture out
there on San Fernando Road and
assumed a $30,000 loan at
15 1/4 % and put a down payment
on a little two bedroom place.

His wife was a spent piece of used jet trash
Made good bloody-marys, kept her mouth
shut most of the time, had a little Chihuahua
named Carlos that had some kind of skin
disease and was totally blind.

They had a thoroughly modern kitchen;
self-cleaning oven (the whole bit)
Frank drove a little sedan.
They were so happy.

One night Frank was on his way home
from work, stopped at the liquor store,
picked up a couple of Mickey's Big Mouth’s.
Drank 'em in the car on his way to the
Shell station; he got a gallon of gas in a can.

Drove home, doused everything in
the house, torched it.
Parked across the street laughing,
watching it burn, all Halloween
orange and chimney red.

Frank put on a top forty station,
got on the Hollywood Freeway
headed North.

Never could stand that dog.



*1 "spent piece of used jet trash". "Jet" puese ser un avión a reacción, pero también significa azabache, con lo que la traducción de la frase se complica. "jet black" significa "negro azabache", con lo cual, podría tratarse de un juego de palabras con "White trash" (término usado para describir a la clase blanca pobre. En ese caso habría que entenderlo como "basura negra azabache", en el sentido social. Supongo yo...

sábado, diciembre 19, 2009

THE DWARVES - Fuck Them All






Una banda que titula su disco de debut "Historias de Terror", su obra maestra "Sangre, Tripas y Coños" y la continuación de esta "Gracias al Cielo por las Niñas Pequeñas", no deja mucho espacio a la interpretación de su mensaje. Queda claro el origen de su imaginería y la intención de provocar. Nítido que están en ese lado cacharrero y purulento de la vida donde tan difícil es no pasar por error la fina línea que separa la máscarada jocosa de la simple idiotez. Sí hay espacio, en cambio, para la pregunta inevitable: ¿por qué a nosotros, urbanitas mentalmente equilibrados y maduros, entrados en la treintena, nos siguen molando tanto los putos Dwarves quince años después de la primera vez? No sabría explicarlo. Pero tampoco puedo explicarme por qué en las empresas se juega al amigo invisible y otras muchas cosas grotescas que me pasan cada día. Ni siquiera la presente traducción de uno de los temazos incluidos en "Thank Heaven..." lo aclarará del todo. Premios Nóbel no son, no. Es la música contenida en el disco -una lección magistral de infra-garaje punkoide, humor negro de high-school y gamberrismo crónico- la única que puede, al cabo, hacernos entender. Todo empieza y acaba ahí, como suele pasar, en esa coz en la boca, ese Rock&Roll de navaja oxidada que tantos han intentado copiar sin fruto, consiguiendo sólo mostrar su ineptitud. Y es que, como afirmé una vez y los años me siguen confirmando, hasta para ser escoria hay que sabérselo hacer.// COWBOY ISCARIOT


Me las follé a todas

Me folle a una en un sótano,
me folle a una en la entrada,
me follé a una en la silla del retrete
en el reservado de los servicios.
Me follé a una en un callejón,
de pie contra la pared.

Me las follé a todas

me follé a una en Exótica
y me contagió el blues.
Luego me follé a una universitaria
no tenía ni idea.
Me follé a una del revés,
como a una muñeca china.

Me las follé a todas

Parece que cepillarme putillas
fuese lo único que hago.
Hey! será mejor que vigiles tu culo
o me lo follaré también.

Me follé a una en un tren de mercancías,
descargando toda la noche.
Me follé a una nena en Pittsburgh,
los Steelers ganaron aquella noche.
Me follé a una operadora,
y ahora me coge las llamadas.

Me las follé a todas.




Fuck Them All

I fucked one in the basement
I fucked one in the hall
Fucked one at a toilet seat
in a bathroom stall
Fucked one in an alley
Up against the wall

I fucked em all

I fucked one in Exotica
And then I got the blues
Then I fucked a college girl
Didn't have a clue
Fucked one turning sideways
Like a China doll

I fucked em all

It seems like balling bitches
That's all I ever do
Hey you better watch your ass
I'll fuck that too

I fucked one on a freight train
Rolled a load all night
Fucked a girl in Pittsburgh
The Steelers won that night
Fucked an operator
Now she takes my calls

I fucked em all

sábado, diciembre 05, 2009

THE GOLDEN BOYS - "Electric Wolfman" (Alien Snatch)

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Nos gustaban mucho los Golden Boys. O quizá era más bien que nos caían simpáticos: unos gamberros entrañables que de vez en cuando creaban canciones con clase, regadas, eso sí, en generosas dosis de caos y borrachera. De hecho, si tuviese que hacer una barbacoa a lo grande (y Dios sabe que me hace falta), los contrataba a ciegas para que animasen el pase de la tarde, mientras la gente estuviese dando cuenta aún del churrasco, los choricitos y los toneles de cerveza (Para la noche, los ZZ Top, claro). No creo, sin embargo, que se pueda sacar mucho más de los actuales chicos de oro de Austin (Texas), visto lo que muestran en su último disco. Prometían mucho hace un par de años, es cierto. Sólo les faltaba centrar su discurso disperso y apuntalar las partes más personales; superar unas referencias variadas que a veces los hacían parecer más una banda de versiones que un proyecto definido, y afilar una originalidad que pese a todo se intuía debajo de la fiesta vaquera y los desbarres varios. Por desgracia no lo han conseguido. Es más, en este “Hombre-Lobo Eléctrico” la dispersión llega al paroxismo. Hay un tema de cramposa lisergia casera (“Do the Electric Wolfman”), alguna pesadilla inducida por la mala digestión de los Fab Four (“Rock With Me Forever”), pedestres arranques en los que parecen los teleñecos atacando “Lonsome Cowboy Bill” o cualquier otra de cuando en la Velvet estaban ya los hermanos Yule (“Painsman´s Lament”), acercamientos -salvas las distancias- a lo que fabricaban los Meat Puppets de “Huevos” (“Kontrol Girls”), baladas tejanas (supongo yo) en clave perdedor de bar y algo de Rock&Roll ciertamente incendiario pero poco original (“Goddam I Love The Ocean”). Una frase incluida en uno de los temas lo refleja bien: “I´m not gonna worry anymore, what for?”. Apuntaban más alto en aquel disfrutable “Whisky Flower” de hace algún tiempo -tienen otro álbum posterior que no he podido escuchar-, pero se quedan en divertida nota al pie en la oscura subhistoria del Rock&Roll. Lo de la barbacoa, eso sí, sigue en pie./Cowboy Iscariot

ENTREVISTA CON LOS CHAVALES Y RESEÑA DE "WHISKY FLOWER"

miércoles, diciembre 02, 2009

KURT VILE - "Childish Prodigy" (Matador)

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Adoro los discos que brillan bajo su aparente desaliño (a las personas también). El tercero (creo) de este individuo, residente en Filadelfia pero con médula creativa neoyorquina, es uno de esos. Lo intuí cuando pinché “Monkey”, ajustada rendición del clásico subterráneo de los Dim Stars (aquel supergrupo de cloaca “artie”, ¿recuerdan? Donde estaban Jad Fair, un desaseado Richard Hell y dos Sonic Youth). Y es que hay versiones que lo dicen todo, y ésta situaba a Kurt Vile (gran apodo, si lo es) en el laberíntico y fantasmal espacio del Nueva York de finales de los ochenta y principios de los noventa, aquel en el que viejas momias del punk, gloriosos despojos de la charcutería no-wave y nuevas bestias ruidistas cohabitaban. Y dentro del laberinto, en concreto, en la manzana donde fabrican ese romanticismo de cochambre urbana envuelto en alambre eléctrico, mitad rímel corrido mitad broncoespasmo, que ya es una de las maneras clásicas de formular el Rock&Roll.

La impresión la confirmaba, de arranque, la cojonuda “Hunchback”, una especie de walking-no-blues callejero con polución de guitarras al fondo y una voz que invoca la sacrosanta triada yonqui Reed-Hell-Carroll. Después, cualquier atisbo de mimetismo o copia eficaz se encargan de disiparlo otras siete canciones con alma y tripas donde cobra forma el desharrapado pero principesco talento del chaval. Sin artilugios. Sin cosmética. Sólo una cortante pero densa malla de electricidad estática para ayudar a reptar a un puñado de temas imperfectos, infecciosos como el amor, emocionantes, preñados de desmañada gloria suburbial, habitantes, a veces, de un hueco de trémula paz entre mundos colisión, encabritados otras. Acústico, eléctrico, suciamente rock, aproximativamente folk (“Blackberry Song” con la que se abre la segunda cara), con el mismo sonido espacioso y nocivo de un pulmón dañado, de un ampli que empieza a fallar. Con la bendita y dolida inocencia de los que empiezan. Canciones que se hacen gozosamente cortas, como si una vocación de oscuridad luchase para acabarlas ahí, a medio minuto escaso de convertirse en clásicos. Y está (manías personales) ese saxo de “Amplifier”, reminiscente de los imprescindibles Jazz Butcher, que torna el aire en delicioso, traqueteante, amanerado, fugaz pop inglés de la mejor cosecha. Y está, también, el remate con “Inside looking out”, un arrastrado blues urbano, menor, pero apreciable en su estancada mala baba de ciudad.

Un paseo bajo la lluvia de octubre, por el fondo del tonel de los chansonniers electrocutados. Se lo que dirán los escépticos (yo también lo soy cuando me lo puedo permitir): Esto ya se ha hecho/Es un disco menor/Naciste demasiado tarde. Pero uno piensa lo que piensa y no podemos pagar para siempre los pecados de los padres, por suculentos que fuesen. Háganse un favor y píllense el disco. Se ahorrarán unas cuantas patochadas "artísticas" y otras tantas giras de reunión. Y además, Carroll está muerto y Hell y tito Lou, a estas alturas, no son capaces de hacer algo así ni volviéndose a enyoncar. Un diez. Sobre cinco. Dicho está.//Cowboy Iscariot

PD.- Vile toca en el Wurlitzer Ballroom, tu antro amigo, el próximo 11 de diciembre.