miércoles, diciembre 26, 2012

WOODS - "Bend Beyond" (Woodsist)

Cada cierto tiempo hay una banda así. Lo fueron en su momento los Beachwood Sparks en su saltarín y agreste álbum homónimo, y lo fueron los Vetiver  del pastoral road trip que era “To Find me Gone”. Fuego, Madera, vistas del mar a través de los pinos y todas las demás convenciones que a uno le pueden convencer un día sí y otro en absoluto pero que, bien formuladas, coagulan en una sensibilidad al tiempo recia y delicada que parece apuntar a algún punto de la psique colectiva. Por eso convence y cautiva a veces, supongo. Ahora les ha tocado el turno a WOODS con su “Bend Beyond”. Jóvenes y reconocidos, reflejados en las listas de mejores discos que la alta y baja music press del nuevo milenio factura como churros, lo cierto es que se han ganado a pulso su presencia en ellas con un disco notable que sin abandonar una cierta pulsión casera -un residuo de lo-fi que la modernidad parece exigir como sello sonoro de una supuesta independencia- arranca alto con las remarcables “Bend Beyond” y “Cali in a Cup” y se desliza luego grácilmente en un vuelo a media altura que es acompañante perfecto para tardes de esperanza. Quien tenga de esas para gastar, lo agradecerá sin duda.

Curiosamente, trabajan desde Nueva York (y afueras), por mucho que su artesanía traslade a la línea marina y al cielo irisado de una California hipotética. Son magias -blancas o negras- de la música misma que un sonido tramado entre la lluvia transporte a uno a ese momento en el que ésta escampa y la luz se cuela, gloriosa, entre el nubarrón: que la costa este lo lleve a uno intacto hasta la oeste cuando, en todo caso, no se conoce ni la una ni la otra. Situables musicalmente, por ascendencia, en el mismo viejo cajón donde cría polvo el sueño hippy, el fantasma ahogado de Randy California, el Young de “Zuma”, Love, los Byrds y otros tantos espectros de navidades pasadas que se nos antojan, inevitablemente, más felices (salvas las distancias que procedan), una escucha atenta permitirá percibir, sin embargo, que el evocado por WOODS es un paraíso (perdido) por el que transitan de segunda mano, un poco como el niño que, en cama después de la sesión televisiva de la tarde, sueña con la arena y el mar aunque fuera caiga una nevada de pánico.
Si se deja correr unas cuantas veces, el disco se carga más aún de razón, sin desvanecerse, permitiéndole a uno viajes laterales e iluminando madrigueras inéditas; mostrando que hay más enjundia en sus desarrollos de guitarra –algo desmañados, como de cristal roto- de la esperada y que incluso en su fase media, la más obvia y deslucida (del tema cinco al ocho, incluidos) hay un trabajo más que serio.

Me gusta, lo reconozco, esta psicodelia modesta de raigambre rock (no folk o country, por mucho que algo haya), esa capa de pintura suavemente ácida, de caramelo raro, ese matiz gelatinoso de crisálida por el que se cuela hasta nosotros una luz alterada, a veces superficial, otras subacuática. Todo en ellos tiene que ver con eso, con la luz, ya que su narrativa escrita no es especialmente notable y dado el hecho incontrovertible de que, comparados con sus referentes, lo de WOODS (y lo de los Sparks o los Vetiver o tantos otros de la excelente manada de revisión sesentera) es música encubiertamente conservadora. El hijo del viejo guerrero: mimético en las formas pero incapaz de pelear. “No es difícil decir que no es fácil/Buscar modos diferentes de hacer que las cosas sigan igual”, dicen en "It Aint Easy", como leyéndome la mente. Pero eso es un problema del que hablaremos cuando pase el invierno. Para el transito de horas oscuras son útiles, y así lo hacemos saber.// LUIS BOULLOSA 

lunes, diciembre 24, 2012

HAPPY CHRISTMAS MY (OR YOUR) ARSE




It seems like a freeze out
It seems like a freize
Stumbling I fell down
And prayed on my knees
The ice wagon's coming
To pick up the stiffs
Had a chat with an old one
He was gone in a jiff
And Santa and his reindeer
Jumped over the moon
So hush little child
Santa's coming here soon

Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby
Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby

I hope you grow up angry
Just like your dear old dad
I hope you grow up brave and strong
Not like me - all weak and sad
You said "Daddy, daddy,
You're stinking of booze"
I kissed him and said, "Kid,
I was born to lose.
But you have a future
And a big one to say
And I hope you'll remember
All the love that I gave."

Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby
Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby

Heres to all the little kids
Who haven't got no clothes
Heres to all the little kids
Who haven't got no homes
It's Christmas time in Palastine
It's Christmas in Beirut
They're scrapping 'round for rice
Not for tutti fruits
And the Christmas lights, they blew up
Now the 'lecky's all gone dead
I look like a coal miner
And I've a pain inside my head

Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby
Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby

Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby
Tura lura luray
Tura lura lie
Tura lura luray
It's a Christmas lullaby

martes, diciembre 18, 2012

CHE S’INTRAVEDE L’INFINITO



Mis intenciones para hoy eran levantarme temprano y trabajar, pero una vez más fueron inútiles. Me mantuvieron despierto los pensamientos y la propia nocturnidad, una cosa mía no sé si física o vocacional, y aquí me quedé, escuchando una y otra vez a Franco Battiato mientras recorre el futuro en moto junto a Carmen Consoli, dos halcones callejeros sufís de gélida sexualidad new age. Lloraría si supiese llorar -que decía alguien- escuchando al viejo Franco, un tipo que me hizo mejor la infancia con esa música sensible, cachonda y cósmica que fue una de las pocas que pude compartir con mi padre.

Cuando por fin me fui a la cama el sueño, además, se negó a llegar, y cuando conseguí dormirme al fin tuve un largo, largo sueño convulso cortesía quizá, de las acelgas con patatas (deliciosas) con las que me había atracado un par de horas antes o de la visión de “Pi” (darren Aronofsky, 1998, la ponían en la tele), o vaya usted a saber de qué o de quién. Imaginaba seguir despierto: Soñé que el diablo estaba en la habitación y era el que me impedía dormir  tuve que expulsarlo (de mi costado) rezando como un loco oraciones que ya recordaba mal. Soñé que era un asesino que protegía a una mujer y que viajaba de las autopistas de occidente hasta el oriente lejano, a través de cañones fantásticos. Soñé que sobrevolaba una Europa que era esta y otra al tiempo, un mapa a escala del Mediterráneo desde el que veía arder, lejano, Sudán y, cercana, Tierra Santa, mientras, bajo un discurso de Bin Laden (voz en off), huía de vuelta a casa con varias piedras sagradas en la mano que resultaron ser, al cabo, rebanadas de pan bimbo. Soñé que hablaba con el mismo Battiato, paseando por el campo reconstruido de una Sicilia que se parecía demasiado a Galicia y que después regresaba finalmente a mi propia isla atlántica. Un sueño de regreso, establecimiento y circularidad, bellísimo y que escribo ahora mal y a toda prisa porque ya se me borra. Ya alguien lo va borrando tras de mí.
¿Es el medio el mensaje? A veces, probablemente lo es. Vuelvo, recién despertado, a la misma canción de la noche. Escuchen esa voz grave, tabaquista, recién levantada ella también de un sueño brusco y compartido, pastosa por la noche que esperaba al día, visionaria, con la que la Consoli dice “Che s’intravede l’infinito”. En ella se entrevé, en efecto, algo que no es de este mundo, ni de mis indigestiones, siquiera, ni de mis sueños afiebrados, ni del diario tráfago que nos espera, al otro lado del cristal.// LUIS BOULLOSA

viernes, diciembre 07, 2012

SWANS - La práctica espiritual más violenta del mundo

Un texto sobre los SWANS que Luis Boullosa publica hoy en El Confidencial y en el que ha conseguido no citar ni una vez a la adorable Jarboe (en la imagen, a la izda.)...

Cuando vi a Michael Gira en directo por primera vez, en Bruselas, a principios de siglo, quedé más impresionado por su telonero que por él. El duendecillo ácido Devendra Banhart era, al cabo, una presencia asombrosa y fresca entonces, luz nueva girando sobre sí misma como un torbellino. Gira era, en cambio –pensaba uno- tan sólo un viejo brujo más: Imponía respeto, sin duda, y era notable su capacidad para hipnotizar con la monocorde grisedumbre de sus temas y un dominio apenas aproximativo de su instrumento (una guitarra acústica), pero probablemente todo lo que me quedó de él tras esa noche que pasé fascinado por la exhibición de su pupilo fue una sensación extraña de amenaza y el estúpido orgullo de poder decir “Yo he visto al tipo que creó a los Swans, la banda más violenta de la historia”. Sí, ese era el tópico, para quienes no habíamos llegado a conocerlos en vida. Y sí, aquel era el hombre que había tallado en ruido puro obras maestras del sótano y la cloaca existencial en forma de LPs, como “Filth” (podredumbre) o “Cop” (‘madero’) y restallantes declaraciones de filo metafísico como “The Great Anihilator” (el gran aniquilador). El ogro cruel y ambiguo que se había definido en brutalidades como “Rapìng a slave” (violar a un esclavo):

¿Por qué estar avergonzado del odio?
No hay nada malo en arder
Trabajo duro por cada cosa que poseo
Todo lo que poseo me asfixia mientras duermo


O en “Money is flesh” (El dinero es carne), en plena obsesión por las dinámicas del poder, la obediencia y el control:

El dinero es carne en tu mano
El dinero es carne en tu mano
Cuando pagas eres un sirviente.
Te lo mereces
Te lo mereces
Es fácil sacar dinero de tu carne
La carne es fácil de conseguir cuando trabajas por dinero


En todo caso, pensaba yo en Bruselas, en 2003, Gira había ardido. Su pasado era convulso, oscuro y fulgurante, pero su presente parecía tan sólo el de una respetable leyenda underground. Una más.


Justicia poética

Casi una década después de aquello he de reconocer mis variados errores: los discos actuales del (ya no) tan joven Banhart han dejado de importarme por completo (aunque sigo atesorando sus primeras maravillas) y, mientras tanto, Gira (59 años, aparenta diez menos, los pactos, ya se sabe) ha vuelto a reagrupar a esos Swans a los que se cansó de negar porque, ha declarado, “deseaba tener de nuevo la experiencia de las cascadas irresistibles de sonido que te destruye el cuerpo”. Y, no sólo eso: parece haber logrado convertirlos en lo que nunca fueron: el llameante hype de la temporada independiente. Absurdo y genial. Tiene sentido porque lo merecen su leyenda sus conciertos y su reciente y brutal disco “The Seer”, y porque funciona como extraña, dilatada revancha para toda una generación de habitantes de las sombras. La rata de biblioteca underground -ese animal más común de lo que parece- puede hoy explayarse, decir, “oh, yeah”, repachingarse en su sofá, ponerse un whisky y brindar, apoyado en su colección de discos de noise neoyorquino por ese momento de justicia poética extrema que está a punto de suceder en su ciudad: crítica y público a los pies del demonio de dos caras, garitos llenos a merced del inclemente martillear de una banda perfecta en su exceso, genuflexos ante una ola de sonido sobre la que el brujo oscuro riza el rizo, dispuesto a poner la guinda final en forma de bonita carcajada en la cara de la nada.

O al menos eso es lo que intentan los Swans, encaramados sobre unas ‘tendencias’ “independientes” que –imprevisibles ellas- llevan unos años decantándose por la música densa, la psicodelia circular de raíz kraut y otras cosas raras que deberían venir con diccionario. Bandas, todas ellas (en España podríamos citar, sin rompernos mucho la cabeza, a los excelentes Lüger) que se apuntalan siempre en directos sólidos y epatantes. Y epatantes, cierto, eran los cisnes cuando los vi en vivo en Oporto hace dos años, recién reunificados y presentando su irregular “My Father Will Guide Me Up A Rope In the Sky”. “Sólo puede hacer usted fotos en la primera canción”, me dijo una azafata del exquisita Casa de la Música de la ciudad portuguesa, “pero no se preocupe: dura 17 minutos”. Y así fue. Excesivo e impresionante. Un compendio muy bien graduado –y ejecutado con pericia de perros viejos- de lo aprendido en el camino: de sus épocas asesinas, sus momentos de contemplación y su inherente circularidad. Quedaba, sin embargo, ese resto inconcreto, esa impresión de que el éxtasis no siempre se conseguía del todo. De que todo el mundo tiraba hacia él con demasiada intención: Gira, atípico, iletrado director de orquesta, espástico pelele de sí mismo, parecía rozar todo el rato un trance colectivo que se quedó en los labios, como un recuerdo del que se duda.

Una amiga los vio hace tres semanas en Glasgow, y parece ser que dos años de rodaje les han permitido viajar de lo sólido a lo transportador. Y no es la primera persona que me lo jura: “No sabría decirte qué canciones tocaron antes o después, yo sólo cerré los ojos y viajé. Fue intenso. La gente que estuvo, decía que era el concierto con el sonido más alto en el que había estado, y yo me tuve que ir de la primera fila porque pensaba que me iban a estallar los oídos… guitarrazos, intensidad, trance… Hay parones, luego guitarrazo que te destroza el oído, luego melodía, silencio, destrucción de sonido… Duró una hora y media más o menos, pero yo perdí la noción del tiempo. No sé cuántas canciones tocaron porque se enlazaban unas con otras, era un viaje Un conocido que trabaja en conciertos le dijo que después de ése ninguno le iba a parecer bueno. La sensación fue alucinante. A mí me colocó, literalmente, durante unos días y cuando salí de la sala, todavía retumbaba…”


Etapa Oscura, Ángeles de Luz

En esta irónica instantánea, impensable hace cinco años, en la que los Swans avanzan triunfales hacia su ciudad de usted, poca gente parece recordar el trabajo desarrollado por Gira en los anteriores tres lustros de semi-oscuridad. Labor notabilísima al mando de Young God Records, descubriendo y fogueando a algunos talentos mayores (el citado Banhart, el grupo Akron/Family, a los que usó como banda), protegiendo a algún veterano (Lisa Germano) y proponiendo siempre alternativas curiosas (Wooden Wand, Mi And Lau). En lo artístico, fue entonces cuando Gira se convirtió en un verdadero contador de historias en el sentido clásico del término. Ya no un mero invocador de fuerzas internas o demonios comunes, un onomatopéyico orfebre, un titán del ruido: No. Un narrador de verdad, un artesano de malsanos retablos que recuerdan, sí, a los de su admirado Jeronimous Bosch, y de helados esperpentos que le acercan a su no menos admirado Francis Bacon. Pictórico él, su ambigüedad y su esencial violencia están más presentes que nunca, pero, paradojas de la vida, suenan aquí acrisoladas: una cristalina y unificadora gracia atraviesa a los ángeles de la luz haciéndolos un todo. Y si bien es cierto que las canciones de Gira son siempre una o dos, permutadas con distintos nombre y significados, esa gracia basta para sanarlas.

Fue antes del citado concierto de Oporto cuando pude conversar con el hombre que da miedo. Gente educada, demasiado quizá, dotado para una simpatía gélida que guía con unos ojos de azul cristal que no ríen nunca, aunque él suelte una carcajada. Daba algo de miedo, sí, pero estuvo bien. No ha matado a nadie, que yo sepa.

“Lo primero es sentarte ahí, tú solo”, me decía hablando del proceso de escritura de las canciones”, e ir poniendo las palabras una detrás de otra, pero a veces, de pronto, hay algo se abre en la parte trasera de tu mente… algo que no sabrías definir. Es lo que siempre estoy esperando, pero sólo sucede en ocasiones. En el escenario, con la música, establecemos una situación que potencialmente tiene un final muy abierto, y la idea es la de perder tu cuerpo y perder tu mente en el sonido y que en un momento el sonido posea por la fuerza, tome el control y nos conduzca, más que al revés…”.

Luego me habló de Joseph, que es quien toma el mando cuando el trance creativo se produce: “La parte trasera de mi cabeza se abre y… es como un vómito…Yo le llamo a este individuo Joseph. Se sienta en mis hombros y mete sus manos dentro de mi cabeza. Es como un… hermano demónico”. Así lo explica, también, en “Joseph Song”, integrada en el soberbio “We Are Him”, quizá el punto culminante, incluso en lo iconográfico, de su cancionero angélico:

El escribe esas palabras sobre tu piel
Tú apartas la cara de él
Siempre hay cosas que no se pueden decir
Pero Joseph tiene la llave que las abre.


Él deja esas canciones en tu lengua
pero es hora de pagar por lo que has hecho
tus dispersos agujeros en deudas pendientes
todas catalogadas
en la cabeza de Joseph.


Tu hermano está borracho aquí, a tu lado
esperando tu aliento de vida
pero ¿cómo puedes cantar aquello que sabes falso?
Nunca borrarás la boca de Joseph de tu cara

Un primer arañazo se interna en este polvoriento escenario de madera
Una historia de nuestros mejores años desperdiciados
No hay donde escapar de la verdad de Joseph
Sus manos están en torno a tu cuello, pero te alimentan
¡Así el río ate una soga a tus pies
Y se lleve tu cuerpo y tu mente a alta mar!
Y entonces, agradece al cielo con sus colores, desde abajo, bajo
el fango universal donde Joseph crece.


No es despreciable esa idea del fango universal para saber qué es lo que intentan los Swans. Un retorno al magma, una comunión que implique de verdad, lo físico. Quizá por eso el volumen excesivo, cruel. Quizá por eso el mantra pseudo religioso.

“Mi música es mi práctica espiritual”, ha dicho Gira. “Y creo que es lo mismo que meditar… cuando va bien eres capaz de llegar a un estado en el que puedes expresarte y simultáneamente perderte dentro de otra cosa distinta, y ambos os disolvéis dentro de algo que está al tiempo dentro y fuera de ti. Eso es lo que intentan las religiones, y lo que la gente quiere, por eso quieren religión”. Interesante, viniendo de alguien a quien uno imagina perfectamente atravesando la vida al son de aquella inolvidable apertura de Miller en trópico de Capricornio: “Tenía tan poca necesidad de Dios como él de mí, y con frecuencia me decía que, si Dios existiera, iría a su encuentro tranquilamente y le escupiría en la cara”.

En todo caso, no se lo pierdan. Swans tocan hoy en Madrid en El Matadero (¿dónde sino? y mañana el nueve de diciembre en el Teatro Central de Sevilla. Quizá el año que viene toque adorar a Antony And The Johnsons, o algo peor.

Y si prefieren empezar por el principio, con los LPs, recuerden esto: los discos de 45 revoluciones de Black Flag pueden ser escuchados a 33 y funcionan. A los Swans les pasa al revés, sus discos de 33 se pueden poner a 45 sin que la cosa se desmande. Durante un tiempo, yo lo hice de ese modo.

Luego decidí que ya estaba preparado, ralenticé el giro y me zambullí.

sábado, diciembre 01, 2012

THE NOTHING BUTTS

Asoma la pata la Navidad: nuestro líder espiritual, Cowboy Iscariot, se ha retirado al ala oeste del Rancho Kaput, cual tímida, introspectiva réplica de David Koresh; Gato Palug fue visto por última vez en Pattaya beach, ciudad de vacaciones, en dura negociación con una dulce señorita, y varios colaboradores más han montado un fumadero de opio en el sótano. La música brilla por su ausencia, el ruido ha desaparecido y tenemos el silencio necesario para observar el rodar glorioso del otoño (excepto cuando las Hienas Telepáticas ensayan en el granero). Sin embargo, hay noticias de las que hay que hacerse eco inevitablemente: THE NOTHING BUTTS pasan a integrar desde ya nuestra lista esencial de supergrupos oscuros. Bajo el liderazgo del viejo lobo Spencer P. Jones (Beasts of Bourbon) están David Baker (Scientists, Beasts of Bourbon, Hodoo Gurus), Gareth Lidiard (The Drones) y su Fioona Kistchin (The Drones), y la cosa suena más que prometedora en los dos temas que hemos podido escuchar AQUÍ y ALLÁ. Los supergrupos, en general, no molan mucho: han sido una castaña desde los putos CREAM. Sin embargo, cuando están compuestos por gente que lo merecería todo y ha conseguido menos de la mitad, estrellas opacas, dioses disfrazados de mendigo, todo cambia. Aquí, como sugerencia, otros dos ejemplos de la misma exuberancia oculta: ENABLERS y FORASTERO.