martes, enero 17, 2017

DAVIDIANS – “City Trends” (Sorry State records, 2016)




Siempre que puedo hablo de una banda brutal y algo olvidada que publicó su cacharrería noise’n’roll en Amphetamine Reptile: Halo of Flies. Resulta que eran la banda del capo del sello, Tom Hazlmeyer, un personaje a estudiar. Y resulta que pese a ese leve autonepotismo, eran de lo mejor que salió de una cuadra de por sí asombrosa (porque allí estaban Unsane, Cows, Hammerhead, Today is the Day y otros cuantos de lo mejor de aquel punk bastardo, violento e imposible de definir de finales de los ochenta y principios de los noventa).

Pues bien, escuchando a Davidians he tenido la misma sensación de angustia liberadora que los Halo me proporcionaron en su momento. En menos de veinte minutos, los de Raleigh -al parecer veteranos de otras bandas que habrá que investigar- escupen sus ocho exabruptos y se meriendan a todos sus congéneres actuales: “City Trends” (Sorry State) es un festín de punk encabronado y con querencia por el ruido pero que permite el aire pasar a través de la agresión. Me explico: acostumbrado a amalgamas de metalcore y otras lindezas; habituado a producciones detallistas pero abigarradas en extremo (porque la influencia del metal en el punk ha sido definitiva y no siempre buena, en este siglo), es un momento de gracia encontrarse con una banda que sabe que a veces hay que dejar que las reptantes líneas de guitarra se oigan sin guarnición, que la voz llegue al cerebro en crudo, que la víscera se exprese sin mayores adornos, en toda su luminosa furia.

Pelados, expresionistas, al hueso mismo del cabreo -igual que en los mejores momentos de las bandas citadas- Davidians van montados en su ola autopropulsada de chatarra y te estallan en las narices sin necesitar más que los mimbres de siempre. Porque desde luego una bomba nuclear puede destruirte, pero también puede destruirte un alambre de espino si se utiliza bien. O un martillo de carpintero en el cráneo. O un destornillador clavado en el ojo. Y así son ellos: un KO al viejo estilo, si consideramos que esa amalgama de punk/core encabritado, rock&roll venenoso, rítmica dominante y guitarras dañinas e inteligentes es ya un viejo estilo.

¿Qué los diferencia de otras bandas? En un entorno donde los punks hace siglos que tocan muy, muy bien, y aparte de lo citado, diría que su baza ganadora es una naturalidad que rara vez se encuentra en un mundo empeñado en epatarse a sí mismo una y otra vez; un mundo (o mundillo) empeñado en un “citius, altius, fortius” que a veces no lleva a parte alguna. Después de decepciones como por ejemplo la del segundo disco de Code Orange Kids, perfecto ejemplo de supersonido para nada, Davidians son un baño de sangre refrescante y necesario para el que firma.

Al 11 desde la salida hasta el final, los temas son potentes por sí mismos pero el artefacto funciona a la perfección como ente en sí, cohesionado, articulado, maligno: una especie de comadreja mecánica dispuesta a comerse tus entrañas. Y a compartir los restos con los amiguitos. Un disco necesario para los partidarios de la Orden de la Coz que queden en la sala, a estas alturas. //F.G.L.


sábado, enero 14, 2017

Canciones para perros en peligro - "PRIDE OF EGYPT" - ANDRÉ ETHIER



La  mayor virtud del pop es su condición adhesiva. “Pride of Egypt”, ese temazo de André Ethier es un ejemplo (poco obvio) de ello. Podríamos apuntar -es evidente aquí- que Ethier ha escuchado con mimo a los clásicos, porque la cosa supura dylanismo. Y, para ir más al detalle, también que el tema se da un aire al trabajo de Dan Bejar como Destroyer. De hecho me pasé un rato intentando saber si era una canción compuesta a medias. Pero no, aunque han compartido escenario y es lícito suponer una polinización de ida y de vuelta. Podríamos indicar que es de maestros saber mantener el interés de un tema durante seis minutazos en una época en la que las canciones se suelen paladear unos pocos segundos y a otra cosa. Y junto a ello, declarar que como letrista Ethier es fino y capaz de mezclar con fluidez el mito y la realidad, lo universal y lo cotidiano: si en nuestra anterior entrega Julian Cope nos ofrecía un salmo en forma de fanfarria sobre una huida vital al sur, aquí el canadiense trae en bandeja una reflexión -no menos críptica, y probablemente metafórica en parte- sobre el pueblo elegido, sus cuitas en Egipto, su paso por la historia, sus fijaciones y sus culpas presentes. Podríamos, en fin, despiezar la canción, sus detalles, sus motivos, sus similitudes, sus trucos; hablar incluso del solo que se despliega pasado el minuto tres, con perezosa furia, redondeando la jugada y desembocando en esa frase cantada con una pasmosa sensibilidad que dota de contenido a palabras de por sí anónimas: “Oh, puedes sacarme, sí, puedes llevarme contigo cada vez que salgas de compras…”. Podríamos hacer todo eso, pero las autopsias no sirven para organismos vivos. No explican esa condición adhesiva de la que hablo y que hace que un tema se quede contigo durante semanas, meses o años; que lo canturrees por lo bajo mientras te aburres en sociedad, que los masculles en tus viajes diarios por los patios traseros, que lo cantes en alto cuando estás solo, como para probar como le sienta a tu voz ese prodigio.

Ethier fue grande con los ya legendarios Deadly Snakes, un grupo que empezó facturando un garaje esforzado y brillante pero que mutó hasta convertirse en una especie de The Band del siglo XXI con el tremendo “Porcella” (2005) y de inmediato se disolvió. No tengo ninguno de sus discos posteriores, aunque me los han recomendado más de una vez, y tampoco he leído mucho sobre él, después de aquellos días de gloria. Su presencia en internet es escasa y tiene pinta que es uno de esos sabios a los que el relativo anonimato agrada más que estorba.

Así pues, no hagan ruido. Guarden el secreto.

Y escuchen la canción.


(aquí otra esforzada transcripción de oído y acaso no exenta de errores)


Pride of Egypt

Well, take your time
Take all the time you need to get settled
But you’re not a child
No, you’re not
Yehova’s posessed you
to believe you ever owned the desert
Let’s celebrate
Yes, let’s celebrate
With an avalanche of stones
That you’re a rival
When I press my black lips to your Hebrew nose
I just can't help but feel for the sphinx
She was once the pride of Egypt

Oh, take your chance on me
Well the sweets call out to the swiss
Put your money where your mouth is
We’re starving over here
Yes, we’re starving for expansion
Turn the cameras on us
Lets’ patronize somebody
Yes, and let’s rewrite all the myths
that led us up here
And when the stars above on the atmosphere
And the roads lead not to Rome
But to Olympus
We can all be brought to justice
Yes we can

Put a line right through my name in your diary
I can see you
Yes I can see you
But I can’t afford the suppression of your memory
I’m a ghost to you
Yes and I’m hunting your people’s collective memory
And we can house the refugees in the pyramids
But there’s no accounting for the numbers
We can’t build a tomb around those figures

Ohhhhhh, alright

Oh now
Oh you can take me out
Yes, you can take me with you every time you go shopping
But let’s victimize somebody, right now
Well, you know what it takes to stone a martyr
I’m a fool for you
Yes I’m a fool to think that you’ll ever let me have you
But if there was ever a better friend
Let me be you, I would like to meet him
I was once the pride of Egypt

Yes I Was

miércoles, enero 11, 2017

Canciones para perros en peligro - "DISASTER" - JULIAN COPE




A veces pienso en Julian Cope y me lo imagino fumándose unos pitillos con Varg Vikernes en el porche, mientras cae la tarde. Han descubierto, como todos sabíamos, que tienen más cosas en común que diferencias y ahora, ya viejos, esperan a que el mundo acabe de una puta vez con una larga, larga conversación. Otras veces, en cambio, me lo imagino con André Ethier. Es el ocaso, y ambos cantan a duo ese temazo que es “Pride of Egypt”. Cope se inventa alguna línea sobre los megalitos y la revolución armada. André le deja, porque es canadiense y muy educado. Luego se hace la oscuridad y el valle queda en silencio. Ya no están ni Ethier ni Vikernes. Sólo está Cope, en la oscuridad, sentado en su mecedora, recordando quizá las épocas en las que estuvo a punto de ser una estrella del pop, las épocas en las que tocaba con los dedos la fugaz gloria que se llevaron en el saco Ian MacCulloch y otros talentos medianitos.

En la exigua lista de artistas que han sabido cambiar su discurso acorde con el cambio de su vida y sin que su obra se resintiese, Cope ocupa un lugar mayor. Buen ejemplo de tal cambio son, para quien quiera visualizarlo con rapidez, los dos directos que incluyo aquí. Separados por apenas cinco años, retratan una marciana evolución que va desde el enfant terrible mefistofélico enfundado en cuero -y poseído a medias por Bowie y por Morrison- hasta el visionario triposo y viajero del tiempo; del revisionista pop al deconstructor kraut  (siempre manteniendo el gancho melódico). En el primero hay una furia controlada que roza el disloque pero no termina de liberarse nunca. En el segundo el mundo ha estallado y ha comenzado el proceso de recomponer el puzzle de un modo nuevo e imaginativo. Pero es que esos cinco años son, precisamente, los que usó Cope para convertirse en otro; para abandonar finalmente la persecución de las portadas, retirarse del foco, planear su imprescindible libro “The Modern Antiquarian” (que publicaría en el 98 tras al menos ocho años de trabajo) y publicar dos discos prodigiosos como son “Peggy Suicide”(91) y “Jehovakill” (92).

Después de aquello su carrera siguió siendo interesante, su pensamiento certero y su activismo estajanovista, pero allí estaban los hallazgos mayores. Sin embargo, volvamos al primer directo. Ya en él, pese a que pertenece a la época del muy pop y cromado “Saint Julian” (87), flotaba algo más que el simple brillo del pop oscuro; algo distinto al nihilismo decadente y romantizado de compañeros de época como los excelentes Jesus o los sobrevalorados Bunnymen. Ya había algo que funcionaba por encima y por debajo de los parámetros mainstream.

En el 97, quizá como tardío eslabón, como confirmación de que, en efecto, en aquellos años pop había existido una marea de fondo que conducía hasta el abismo chamánico, el sello Island publica “The Followers of Saint Julian”. Es un recopilatorio de rarezas y caras B que cubre tan sólo el lapso 86-87, y el típico disco que a primera escucha parece lo que promete: un cajón de sastre para completistas. Sin embargo, a largo plazo se ha convertido en uno de los discos de Cope que más escucho. Hay algo en él de locura, ensayo y contra ensayo; de mente incómoda con su situación que no ha encontrado todavía el agujero por donde escabullirse hacia otra dimensión, encerrada en su propio placio de hielo. Contiene, además, dos versiones excelentes (“Levitation” de los Elevators y “Non-Alignment Pact” de Pere Ubu)  y un tema extraño, entre clásico y visionario, excelentemente cantado y que define, quizá, ese ansia de cambio de la que hablo. Me lleva dando vueltas en la cabeza un puto mes: “Disaster”.

He sacado la letra aproximada, no sin algún problema y con la inestimable ayuda de The MPress:

Confident at last we have set our sails for Egypt
Penury and Newgate left behind
We are all alone, oh but we have new horizons
Saviours of the feeble and the blind

Oh we have fled from disaster
Oh we have fled from our her sign
Oh we have sailed all these passing days
Shallow in friendship and grace

Taking men aboard we began to have misgivings
Victims of an opulent parade
But smiling now we leave the golden island of our fathers
Sharing off the errors of our ways

Oh we have fled from disaster
Oh we have fled from her sign
Oh we have failed all these passing days
Shallow in friendship and grace

I’m praising the day when the cold sea mist was lifting
Cold that drives a wet dream to our eyes
I’m smiling, smiling, idle restlessness  I’ve known
Looking for an oath that is my own

But now I leave the shanty towns for castles in the south
Should I trip and stumble full into the lion’s mouth
We are drifting needlessly
Won’t you come and marry me?
We are drifting needlessly
Won’t you come and marry me?
We are drifting needlessly
Won’t you come and marry me
Before our ship could reach dry land?

Sería, ¿no es cierto?, un excelente himno para cualquiera que tenga que dejar su mundo atrás. Y eso la gente lo hace todo el tiempo.

A veces imagino a Julian Cope murmurándolo, con la última luz.

Y yo lo canturreo también.