miércoles, febrero 10, 2016

OPEN HOUSE



Todo empezó en el convento, echando unos pitillos, dándole vueltas a la vieja idea. Planes de fuga hacia delante. Hace un año anunciamos aquí que la actividad de Kaput se ralentizaría para volcar nuestros esfuerzos en una nueva revista en cuya creación andábamos envueltos. Y así fue: apenas se ha escrito aquí nada en ese año, pero hemos conseguido que esa nueva publicación, Karate Press, sea una realidad.

Los números cero, uno y dos nos han dejado el buen regusto de las cosas hechas con las tripas y –esperamos- también con algo de cabeza, y la satisfacción de una respuesta minoritaria pero entusiasta. Hemos conseguido, sospecho, algo poco común en su aparente normalidad: una revista en papel que se escribe desde ese territorio intermedio y poco definida en el que lo musical se cruza con otras disciplinas. Un intento de dar visibilidad a determinadas propuestas y de hacer periodismo de largo alcance, original y sin ataduras; sin exclusiones pero basado, lógicamente, en nuestra biografía y nuestro gusto: hablamos de lo que nos da la gana, ni más ni menos. Hablamos de lo que consideramos necesario. Y lo necesario, para nosotros, está a menudo, como reza nuestro lema, bajo tierra.

No es, pues, que la filosofía de Karate Press sea muy distinta a la que teníamos cuando este blog aún no existía y Kaput era sólo un fanzine hecho a cuatro manos (con mi buen amigo J.A. Pérez, que sigue en el barco). Pero hay diferencias sustanciales, y, ya metidos de lleno en la confección de la siguiente entrega, es quizá momento de parar un segundo, mirar atrás, evaluar y dar las gracias. Al público, sin duda, y a la tripulación. Y es que la primera de esas diferencias sustanciales es, sin duda, que esa “biografía” que une los contenidos y guía el camino no es ya la de dos colgados encerrados en un cuartucho drenando sus fobias y filias personales: la larga lista de gente que ha trabajado para que esta idea suicida saliese adelante, vivita y coleando, convierte a la revista en un trabajo eminentemente comunal, en un cerebro conjunto.

Algunos de los que han aportado materia gris a esa unión son plumas de sobra conocidas del periodismo musical español, como Jaime Gonzalo, Esteban Hernández o Eduardo Ranedo. Otros, como Mareike Philipp, El Ciento, Coronel Mortimer, Sebensuí A. Sánchez o Alfredo Caro eran casi novatos al llegar, pero han terminado por entregar algunos de los mejores artículos que hemos publicado. Entre ambos polos están inapelables escritores de raza que caminan hacia su plenitud como el siempre ácido y pertinente Emilio Cascajosa (con quien estaremos en deuda eterna por su apoyo en todos los frentes); o Carlos Lapeña, por cuyas clases magistrales sobre “clásica underground” ya hubiese valido la pena todo el proyecto; o Mikel Primigenio, responsable de la excelente web/sello/promotora Cosmic Tentacles, que aportó su soberbia trilogía sobre metal extremo; o de Félix Frog, nuestro experto en cómic y mugrienta chatarra musical; o David Bizarro, para mí el mejor periodista “musical” joven del país. Pongo lo de musical entre comillas, en su caso, porque lo suyo va bastante más allá de lo simplemente sonoro, como demostró en ese soberbio crossover abisal llamado “Semente de Cthulhu” con el que nos obsequió en el segundo número (y cuya secuela esperamos impacientes). No olvidemos tampoco el apoyo incondicional de Barbara Pistoia, Laura Camargo y Juan Terranova, que desde el otro lado del charco han apostado porque esto valía la pena con excelentes trabajos, y de otro puñado de mentes preclaras como Xavo Ros, Coronel Franz, Ray-Mond Fernández o Nacho Pérez que han aportado sus ajustadas visiones de manera más puntual, así como de estupendos fotógrafos que nos han cedido sus capturas, como J.A. Areta Goñi (Juxe), Salomé Sagüillo o Giulia Mazza.

En el aspecto visual, la cosa no hubiese sido la misma sin las brillantes portadas de Don Rogelio J, Elena Serrato y Leo Sousa. Don Rogelio se encarga también de cerrar cada mes la publicación con sus excelentes retratos. De abrirla se ocupa Jess García, con su aguda y embrutecida tira cómica Mardita Droja. A ellos se unió pronto el tándem formado por Javier Briz y Daniel Suberviola, que ilustra y guioniza una canción por número en nuestras páginas centrales. Leo Sousa es responsable igualmente de los impresionantes collages de una doble página donde rescatamos discos esenciales y algo olvidados del siglo XX y del que corre.

Por último, es de ley resaltar el trabajo de The MPress, nuestra gestora del pánico, pilar fundamental y paciente sobre el que, de algún modo, se asienta todo este castillo de cartas movedizo y brillante.

La pequeña repercusión del resultado de este gran lío, en todo caso, y el gran éxito que significa su mera supervivencia a través de un año completo y cuatro números, es evidencia de que algunos de nuestros planteamientos estaban más o menos bien encaminados: hace falta una renovación en el ámbito de la prensa musical/cultural, y esa renovación no llegará jamás a través de los canales generales ya establecidos, por dignos que sean, a menos que estos afronten una reconversión a la que no parecen encaminados. Esa transformación implica ocupar ese espacio algo abandonado de la buena literatura periodística, esa tierra de nadie entre el telegrama virtual y la promo generalista. Y ha de acometerse con el espíritu combativo del fanzine y un extra de rigor y de profundidad. Hay gente que aún quiere leer, y quiere leer buen material.

Los sinsabores ocasionales se digieren mejor sabiendo que esa gente existe y responde. Y anclados en esa certeza podemos mostrarnos moderadamente orgullosos de los resultados del proyecto de revista. Digo proyecto porque en el fondo creo que de eso se trata, de un embrión, de una casa abierta. También es un ejemplo simple de cosas que se pueden hacer funcionando desde el margen con seriedad. Lo que dure ya es otra historia, porque sostener una revista en papel, trimestral, de 80 páginas y que voluntariamente no incluye publicidad es un trabajo intenso y absorbente que no siempre coincide de manera óptima con la realidad de la vida personal, sus vaivenes, sus miserias y sus tasas. Por el momento, la nave continúa su transcurso. Por el momento hay cosas que decir y ganas de decirlas.

Hace unos meses, el citado Emilio Cascajosa y otros amigos propiciaron un encuentro artístico único que pudieron presenciar los asistentes a la presentación de la revista en Sevilla. Durante una hora, Niño de Elche, Marco Serrato y Ernesto Ojeda, tres gigantes en lo suyo, improvisaron conjuntamente (acompañados por el apoyo visual de Pilu Caballero) creando uno de esos cristalinos momentos de emoción irrepetible. Fue, también ese, un acto comunal. En su modestia, fue un triunfo de nuestro espíritu: de la colaboración, de la diferencia fructífera, de la igualdad que hermana a gente libre.

No otra cosa sino eso intenta hacer Karate Press.

Open house