lunes, agosto 26, 2013

I'M A MOTHERFFF... I'M A BAD GUY SOMETIMES




Aquí Mike Tyson dándose cuenta de lo que todo cristo comprende sobre sí mismo cuando lleva seis días sobrio: que es un hijo de la gran puta...

martes, agosto 20, 2013

DEATH IN JUNE - "Little Black Angel"




Black angel, black angel
As you grow up
I want you to drink
From the plenty cup

My little black angel

My little black angel as years roll by
I want you to fly with wings held high
I want you to live by the justice code
I want you to burn down freedom's road

My little black angel

Oh lie away, oh lie away asleeping
Lie away safe in my arms
Your father, your future protects you
And locks you safe from all harm

Little black angel I feel so glad
You'll never have things I never had
When out of men's hearts all hate has gone
It's better to die than forever live on

My little black angel...

lunes, agosto 19, 2013

BLOG DE LA SEMANA (I) - DRUG PUNK


Hace tiempo que meditábamos sobre la necesidad de hacer una colección de pequeños blogs necesarios, una lista de fuentes subterráneas que son de interés para nosotros y que hemos ido encontrando aquí y allá, a través del flujo constante, a veces frustrante de la red. Renunciamos a comentarlos en profundidad, porque sería extenuante, así que, una vez por semana los mostraremos aquí para que quien quiera acceda a ellos y los explore, si es que tiene tiempo. Empezamos con el excelente DRUG PUNK, en donde es sencillo encontrar gemas ruidistas, misiles tierra-tierra hechos en el garaje y todo tipo de escoria de occidente traducida en ruido. Échenle un ojo. El lunes que viene, más...

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No se si he perdido este disco, y me perturba la idea. Porque me gustaba tanto, y porque había sido un regalo de alguien a quien quería, y porque le tenía ese cariño enfermizo que se desarrolla hacia los objetos que te permiten volcar cosas dentro, como agujeros eternos. Me lo trajeron por mi 22 cumpleaños. Eso debió ser un Bloomsday de 1997, cuando el mundo era joven, y ha estado siempre conmigo, y ahora espero volver a casa y encontrármelo allí, en algún sitio, como si no se hubiera ido nunca. Por desgracia sospecho que pasará a engrosar la lista de clásicos que uno prestó en las borracheras, el ranking de reliquias que se confiaron a otros con esa idiota generosidad, tan nuestra. Podría ser un miedo pasajero -me digo-, pero algo en el fondo de la cabeza me dice que no, que llevo demasiado tiempo sin verlo. Y pienso también que si fuese "Tejido de Felicidad" no me importaría tanto, porque "Tejido de Felicidad" podría comprarlo otra vez, y nunca notaría la trampa. Este no. Este sería para siempre un sucedáneo. Casi sonrío pensando en como la primera vez no me convenció y en como me he agarrado a él después, tantas otras, al borde de los precipicios de siempre. Viaja gratis en la tormenta, pequeño.

viernes, agosto 02, 2013

Elegancia y R&R (VII) - Van Morrison, EL REY QUE RABIÓ



Prometí hace dieciséis años que jamás volvería a pagar por ver a Van Morrison en directo. Fue un 27 de febrero de 1997, tras su infame espantada de La Riviera, y lo he cumplido con rigor y pena, porque pocas músicas han resultado tan curativas para mí, a través de los años, como la del hosco Leónidas del ‘celtic soul’ (siempre me pareció una mala etiqueta, esa). Porque si algo mágico tiene lo de Van es su inusual e intensa capacidad de sanación, elemento precioso del que muy, muy pocos pueden presumir: su música está llena de luz y transmite paz y alivio, plena de burbujeante y fluida, renovadora savia vital, lo cual fácil de comprobar sin necesidad de ser ningún experto: se pone uno el "Best of" (Vol.I) en una mañana de resacón y ahí está, esa gomosa, translúcida cualidad que lo ayuda a uno a renacer, como sacándolo perezosamente de un sueño a la vida, y sobre la que el amigo conjuga géneros clásicos con pasmosa naturalidad y autoritario, sensible vozarrón.
 
Ahora bien, el tipo es un cretino integral, cuando quiere. Y aquella noche fue así, inesperadamente. Lo he contado tantas veces que temo haber deformado mi visión del asunto,  así que busco en internet y encuentro una reseña de Diego Manrique publicada al día siguiente de aquel concierto y que fue recogida en el libro "Viaje a Caledonia" . Parte de lo que recuerdo está consignado en ella: la banda completísima –yo recordaba trece elementos, parece que eran doce, con el jefe-, las versiones dúctiles y libres de temas que esquivaban la obviedad –ningún hit de los coreables por la masa- y la estricta sumisión al mandamás, con Van como verdadero director de orquesta, llevando el pulso, cortando los solos cuando le parecía oportuno, ejerciendo de ‘capo di tutti capi’ con autoridad un poco exhibicionista, enfundado en ese saco negro que lo hacía parecer un último, diminuto y rechoncho Blues Brother.
 
También cuenta Manrique cosas que yo no recordaba. Que en la banda estaba nada menos que Georgie Fame, por ejemplo. Difícilmente lo podía recordar, claro, porque con 21 años, la verdad, yo no tenía la más reputa idea de quién era Georgie Fame. Bendita ignorancia.
 
Por desgracia sí que recuerdo bien como el concierto empezó con puntualidad extrema, y como Van sonaba ya cuando fuera había al menos 500 personas incapaces de entrar a tiempo, y que, probablemente, habían acudido con española prudencia y previsión para llegar hacia el final del pase de unos teloneros a los que no se veía por ninguna parte.
 
Y por desgracia también recuerdo como Van dio la espantada sin sentido alguno, justo antes de embocar la recta final de un bolo que, cierto, estaba siendo histórico, al menos para unos oídos jóvenes como los míos de entonces (pocas veces, incluso ahora puedo decirlo, he oído a una banda sonar así). “De todas formas”, contaba Manrique sobre la huida, “se sabe que el Van Morrison de ahora es un caballero satisfecho en amores. Eso, significa que hoy nos toca un Morrison relajado, que habla entre canciones y parece estar contento de la situación. Hasta que llega un momento que pide tranquilidad, lo requiere el clima de la siguiente canción. Lo pide una, dos, tres veces. Alguien no hace caso y Van Morrison protesta. ‘Así no puedo hacer esta canción’ y se acaba la noche”.
 
La clave, en efecto, está en la palabra “alguien”: tres mil personas se callan y tú te mosqueas por quince que farfullan –algunos de los cuales, por cierto, eran un grupo de irlandeses que estaban frente a mí- y cortas por lo sano, sin despedida, sin un "gracias", sin dar la cara, escurriéndote como una sombra de mono cabreado, con un simple mutis por el foro que viene a significar “que os den, ahí os quedáis, gilipollas”.
 
A mí, particularmente, no me gusta pagar para que me insulten, aunque ahora casi recuerde con nostalgia lo que me costó ahorrar las 3.800 calas de la entrada, dinero para un chaval de entonces: de lejos, el concierto más caro al que había ido jamás.
 
Pero aún quedaba lo mejor: alguien –ignoro si fue Van, pero supongo que sí- obligó a los pobres teloneros previstos –unos tales Outsider, dice Manrique, a los que yo recuerdo correctos y aseados- a tocar DESPUÉS de su pase. Entre eso y la floja sangre de mis propios colegas, que dieron por bueno todo el despropósito sin darle más vueltas (“Mientras estuvo, estuvo muy bien”) terminaron de sacarme de quicio para siempre. Hubiera preferido una lluvia de mecheros o de salivazos -que yo no empecé, claro-, pero para entonces, finales de siglo, Van ya se había labrado un público tranquilo, capaz de soportar sus ‘boutades’ y sus vientos de imposible ‘prima donna’ a cambio de un poco de magia destilada, o que, simplemente, acudía al concierto como a un evento social, para cubrir con elegancia y buena nota 'su' espectáculo rock del año. De hecho, mientras yo aún flipaba con todo el tinglado, la sala ya estaba medio vacía. Los pobres Outsider: tocaron para 50 personas en una sala de 3.000. Y la mitad nos quedamos por cristiana compasión.
 
No, Leónidas, no. Las cosas no se hacen así.
 
En fin.
 
Quizá ahora, que los conciertos de más de hora y media se me antojan maratones, quizá ahora que conozco gente que me podría colar en la trastienda, quizá ahora que miro los desmanes del ego de artista como quien ve llover, quizá ahora hasta hubiese agradecido el corte y el desplante. Me hubiesen resultado graciosas niñerías. Me hubiesen sonado a ‘dejá vu’ y a cuento chino. A cosa de la vida. Me hubiesen ahorrado otra hora de gloria pop incandescente, que acaso me sobra ya. Pero sucedió entonces, y yo soy cabezón y empecinado, así que -con alto riesgo de estar equivocándome- siempre que después me han dicho “Vamos a ver a Van Morrison” he contestado “No”, incluso cuando han intentado invitarme. Pero siempre que han preguntado “¿Ponemos un disco de Van?” he respondido, “Toma, claro”, estilo Don Camilo. Toda la falta de clase, toda la ausencia de elegancia esencial y humanidad que la salchicha peleona pueda tener en persona, la compensa su música, que al cabo, también es él, ahora y siempre. Es uno de esos hijos de puta redimidos eficazmente por su arte. Los hay.
 
Recuerdo un viaje sin rumbo con un amigo, cortando a través de la provincia de Guadalajara, hacia el sur, evitando las autopistas y pisándole por regionales, bordeando pantanos, escuchando “His Band and the Street Choir” (Warner, 1970) y, cerrando los ojos, aún puedo percibir la iridiscente luz que proyectaba la escena.
 
Todo eso pasó y vinieron otras cosas.
 
Bajo hasta Pontevedra ayer de mañana, a tomarme unas birras, y en el Gato Cheshire están poniendo un vídeo en directo del hombre, que embutido en una camisa amarilla, cual albóndiga del soul, imparte unas clases magistrales de sentimiento y curación emocional con gesto concentrado. Es un video de directo  antiguo, y Van tiene esa extraña y rubicunda cara suya de frustración que tan paradójica me resulta siempre.
 
Salgo a la terraza, en  la calleja que baja hacia el este, donde puedo fumarme un pitillo y escuchar su música llegando acolchada hasta mí.
 
La gente habla de cuantas ligas ganó el Tottenham. Pero eso me da igual.


 

jueves, agosto 01, 2013

EL PUÑO Y LA LETRA por LUIS BOULLOSA – Diez visiones de una musa subterránea


Esperadísimo en este tonel de los suburbios que usamos como redacción, el primer libro de LUIS BOULLOSA, manager espiritual y pimp honorífico de KAPUT, nos llega por correo certificado esta mañana. Estará en sus librerías favoritas cuando septiembre empiece a alumbrar los campos con su incierta luz de decadencia y cambio. Su nombre es “EL PUÑO Y LA LETRA”, lo pone en la calle la excelente editorial 66 RPM y se trata de un ensayo periodístico sobre el proceso de creación y la literatura en el Rock&Roll, como bien indica su subtítulo, con prólogo de Jaime Gonzalo y diez capítulos dedicados a otros tantos escritores de canciones que consideramos imprescindibles, sintomáticos o simplemente lo bastante enigmáticos para que bucear en su visionaria artesanía sea un ejercicio iluminador. Son los siguientes: Gareth Liddiard (The Drones), Pete Simonelli (Enablers), Ryan Sambol (Strange Boys), Grant Hart (Hüsker Dü, Nova Mob), Kim Warsén (Ginferno, Los Cuantos), Brendon Humphries (The Kill Devil Hills), Matt Korvette (Pissed Jeans), Aidan Moffat (Arab Strap), Julian Cope y Michael Gira (Swans, Angels of Light). Todos ellos han sido entrevistados para la confección de este volumen, aunque las entrevistas no aparecen como tales, sino integradas parcialmente en los textos. Háganle un favor al mundo subterráneo, a sí mismos, al pensamiento independiente y al solitario plumífero que lo redactó y acérquense vestidos de domingo hasta la caseta de su dealer literario para agenciárselo; recomiéndenselo a amigos, enemigos, madres y amantes; piérdanlo en metros y apeaderos, fondas de extrarradio y viajes sin retorno; transcríbanlo, cítenlo, llévenselo al retrete, ódienlo, si les parece; transmítanlo en morse a través del cableado interno, recítenselo al oído a los chivatos de la Cosmodemonican News Corp, cántenselo a sus nietos en las noches sin luna, úsenlo para limpiarse el culo o envolver el pan. Las utilidades de un buen libro son infinitas. Aquí colgaremos alguna crítica independiente en cuanto encontremos a alguien independiente, y mientras brindaremos con pernod y licor café por el glorioso arte de joderse la vista y el seso meditando sobre las zonas oscuras del alma y los callejones del  Rock&Roll. El autor, por telegrama,  nos asegura que lo escribió perfectamente sobrio, retirado en esa última trinchera del viejo occidente que es Galicia. Le creemos todo menos lo de sobrio. ¿Sobrio? Vamos, hombre. Esperamos su presencia y sus propias explicaciones, si algún día regresa de su retiro y vuelve disfrazado a la ciudad. Tengan todos un feliz verano de corrupción. //GATO PALUG

Foto (que es la usada en la portada del libro) - Salomé Sagüillo

POP IN HEAVEN (The cats are all right)


Se ha hecho esperar, pero parece que por fin el nuevo disco de Grant Hart está en la calle. Tengo intención de hablar largo y tendido sobre él, y quizá de recuperar para vosotros el artículo que hace ya unos cuantos años escribí para el Ruta 66 sobre Hüsker Dü. Pero yo me haré esperar también. Todo rueda con lentitud, últimamente. El disco de Grant se llama "The Argument", es doble y está libremente inspirado, nada menos, en “Paradise Lost”, el archifamoso poema de Milton. Promete ser un festín de pop atemporal, y no pienso perdérmelo. Grant es, también, uno de los personajes imprescindibles en el lado literario del Rock&Roll sobre los que hablo en un libro titulado “El Puño y La Letra”, que la editorial 66RPM publica el próximo mes de  septiembre y que todo buen fan de KAPUT debería tener en su selecta biblioteca. Ahorraos unas cuantas jarras de sangría, robad algo de calderilla del monedero de la abuela y haceos con ambos elementos, imprescindibles para que la llegada del otoño sea más dulce y tenga más luz. Salud.