martes, noviembre 17, 2009

SOON... The Jesus Lizard!!!

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Si, niños y niñas: Aquella banda era como un accidente de coche, pero ligeramente más disfrutable. Quince años después del primer contacto aún sigo quitándome astillas de cristal día sí día no. Hace nada se reunieron otra vez y Touch&Go ha reeditado, remasterizados, un puñado de álbumes IMPRESCINDIBLES para entender de que iba todo aquello, si es que alguien lo supo alguna vez. Eran (son, quizá) una bomba nuclear de hardcore mutado y reptante con el reyezuelo lagarto David Yow como sanguíneo y demoledor ariete. La víscera, el cerebro y humor negro como la vida misma, retratados en una entrevista que en estos momentos se gestiona en las cocinas de KAPUT con la redacción en pleno (o sea, yo, mi ardilla Hércules y mi colección de sadomaso japonés). Stay tuned for more senseless noise pollution!

miércoles, noviembre 11, 2009

VALLEKAS (vive y lucha)

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O al menos eso ponía en la camiseta de un colega mío que tocaba la guitarra en un conjunto punk.


(Por si a alguien le importa, todo fue bien. Incluimos algunas reflexiones post concierto de nuestro colaborador L. B., publicadas originalmente en su blog "Twistin' The Night Away")

Al día siguiente de dar un concierto se tiene resaca: todo es un poco desvaido, un tanto triste, ligeramente nublado y empapado en una especie de zumbido de fondo, como de altavoz sobrecargado. El día después uno se pregunta cuál es la razón por la que se hace lo que se hace, aunque todo haya salido bien. Llegaste, probaste sonido, te aburriste un buen rato esperando, te tomaste unas cervezas y un bocata de lomo con queso charlando de cosas -de cualquier cosa- con los que iban llegando. Y después, poco a poco, la sala se llenó y tu te subiste ahí y tocaste, y gritaste una serie de cosas que quizá se entendieron y quizá no, mientras la gente se agitaba en las primeras filas en un forzado amago de éxtasis. Y bajaste otra vez. Te dieron la enhorabuena. Te dijeron “Cada vez mejor, eh?”. Te dijeron “Muy compacto, cada vez mejor”. Un colgado te preguntó “¿Eres de Detroit?”. Los camareros invitaron a alguna copa más en vista de el asunto había salido bien. Y a recoger, antes de que sea peor. Y a tomar copas a destajo celebrando algo un tanto desenfocado. Celebrando que se llegó hasta allí, quizá. Que se sigue ahí, quizá. Que se está vivo, supongo. Que se crean cosas con lo que hay a mano. Los viejos rockeros urbanos... Somos los bardos de una tribu secreta y discreta de gente normal: curriquis, borrachos, algún pensador de incógnito. El barrio mismo, floreciendo a su curiosa manera, entre tercios de Mahou, canutos y visitas al tigre para ponerse unos tiros. El barrio desperezándose de su agobio semanal con los gastados ritos de la lujuria y la intoxicación. Somos la conciencia de esa casta, envuelta en trapos sucios, domingos aburridos y problemas para llegar a fin de mes. Una conciencia un tanto confusa y un poco triste, pero que va tirando, gracias, y ofrece ocasionales llamaradas, ocasionales carcajadas, ocasionales momentos de lucidez de los que surge la música, a trancas y barrancas. Será por eso por lo que se persiste, sí, pero al día siguiente hasta las respuestas son borrosas. Al día siguiente, en la insulsa vida de las oficinas, uno descubre que haber estado allí no le da más sentido al aquí, sino que le quita el poco que quedaba. Se añora algo impreciso, con ese deseo de ser un indio que le anida a uno en algún lugar, dentro, oculto profundamente bajo la capa de polvo y chatarra de los años pero vivo. Y se entiende que es un sarcasmo celebrar cualquier cosa. Pero se sabe que es la única manera de vivir.

lunes, noviembre 09, 2009

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La gente de giradiscos está trayendo buena parte de lo mejor que ha pasado por Madrid en los últimos tiempos. Compruébenlo en su myspace. A estos en concreto no los conozco, perdonen ustedes mi ignorancia, pero tienen buena pinta. Saludos a la galaxia.

viernes, noviembre 06, 2009

Poeta pop con alma punki




(Teniendo en cuenta que la edición de nuestro querido KAPUT en papel se retrasa y no sabiendo si determinadas cosas podrán entrar en la versión final, vamos soltando lastre. Aquí un tardío obituario en honor Antonio Vega a cargo del Arraiano mayor y Partisano del Pop, Mr. Aser Álvarez. yo tendría alguna cosa que decir al respecto, pero serían casi todo balbuceos nostálgicos y cruces de cables, así que mejor me callo).

“Hagámoslo bien, aunque no vaya a ninguna parte”. Esta frase preside el altar mayor de la bodega donde fermentamos la revista subterránea que ahora te sostiene. Semejante mandamiento vale para casi todo en la vida aunque sea poco práctico y más bien suicida, sobre todo en este país, donde hay que morir para que digan que has hecho algo en la vida. Entonces te conviertes en un mito y todos hablan bien de ti; las falsas alabanzas ruedan por los medios, rebozadas en mierda, y se amontonan entre palabras paja y patatas huecas. No podemos permitirnos el lujo de morir porque todavía no hemos hecho nada realmente bien. Acaso somos inmortales, hasta que se demuestre lo contrario, como con Antonio Vega. Se han dicho tantas tonterías y babosadas sobre él estos días que no sabemos muy bien por donde empezar. Quizás sea mejor hacerlo por el principio, como en la biblia de Dylan Thomas.

Mi oficio consiste en escribir obituarios sobre tipos vivos que sólo serán noticia cuando mueran, porque vivos no pasan de muertables más o menos conocidillos. El trabajar fuera de foco me otorga una libertad que ahora añoro. La actualidad se me viene encima y me adelantan las ruedas de mi propio coche en plena curva. El miedo al vacío me atenaza. La tensión congela mis neuronas y nuevamente recurro al sagrado opio del redactor urgente. Apenas una bolita como una nuez me une cósmicamente a Antonio Vega y a Thomas de Quincey. Ambos lo hacían bien, aunque no fuese a ninguna parte. Cuando podían, claro.

Estamos tumbados en una calle de Malasaña. El tórrido verano del 79 huele a pólvora y bodicrín barato. Buscamos el calor de las piedras y descubrimos juntos el “acojonante estado de bienestar” que nos proporciona esa nueva sustancia, muy de moda entre los rockeros, que nos traslada a algún lugar lejano, adyacente al jardín de antes de haber nacido. El descubrimento de la serenidad total hace que las bulliciosas tabernas del barrio, el orujo de hierbas y la chusma hueca del Penta carezcan ya de sentido para nosotros. Manadas de muñecas peregrinan a Malasaña desde los arrabales y William Burroughs desaparece tras una pesada cortina que huele a sábana picante de Tánger. Antonio Vega asegura que la materia prima del poeta es la palabra, aunque un tipo humilde como él nunca diría algo así. Palabras e imágenes ambiguas con fogonazos perdurables y destellos permanentes, añado yo, siempre pedante, incluso en estado de pedo. De Quincey asiente en silencio, aguanta el humo plateado, tose hasta la muerte y dice que el opiófago sólo se dedica a la ingesta de opio, aunque él haya escrito textos soberbios entre trago y trago de paraíso atormentado. Sólo del caos puede emerger el orden y el rigor, aseguran las comadrejas que corretean por el barrio. Perderse totalmente para recuperarse totalmente, o nunca jamás.

Encendemos la radio. Loquillo está emocionado y algo acojonado; con la muerte en los tacones. Juan de Pablos solloza y no es capaz de articular palabra. Diego Manrique pone algo de realidad. Teddy Bautista hace vomitar hasta a las ardillas enfarlopadas. Antonio Vega ha muerto. Suena un tema suyo de fondo y la emoción viaja a través de las paredes. Antonio parece sonreir tras su flequillo y susurra un poema en la oreja de Marga, que se acurruca en posición fetal, respirando el aliento de su canción. Burroughs lanza un latigazo de cuero sobre su cuaderno de polvillo verdoso. Harto de tanto barullo, De Quincey apaga la radio sin abrir los ojos y se vuelve a tumbar en el catre destartalado de la esquina. El pelma de Calamaro sigue encanutado y dando la chapa con su retórica inconexa de cerebro centrifugadora. Entonces me levanto y coloco la radio bajo las ruedas traseras del camión de la basura, que ahora dobla la esquina del Pico. Hacemos una yam en su capilla ardiente, de cuerpo ausente, sin pagar derechos.

Babosos y hornadas juegan al futbolín en Casa Camacho mientras Gallardón llora la muerte del poeta del pop. Una “plaza” del barrio lleva ahora el nombre de Antonio Vega. Es un pequeño espacio, un meadero, en la confluencia de las calles de Corredera Alta de San Pablo, Velarde y Fuencarral, a unos metros del Penta, donde ahora suena Yes, alguna melodía new wave y rock sureño. Un susurro llega al congreso. Antonio Vega ha sido el único artista pop español capaz de movilizar al jefe de la oposición. Enfrascado en pleno debate sobre el estado de la nación, Rajoy lató pleno y sacó unos minutos para mandar un mensaje de condolencia a la familia de Antonio.

El mismo día de su entierro, los investigadores del aire descubren en la atmósfera luminosa de Madrid veinte sustancias pertenecientes a cinco clases de drogas: cocaína, anfetaminas, opiáceos, cáñamo y ácido lisérgico. Ahora entendemos el egoísmo supino de esos seres misteriosos que corren por las calles disfrazados de deportistas. Doce años después de su propio entierro, Antonio Vega vuelve a cantar La chica de ayer, con su voz más íntima y verdadera, en la plaza del Dos de Mayo. Enrique Iglesias juega en el parque infantil y el Rata se mete un tiro entre los niños. Ya no hay tabernas, ni poetas, ni futbolines en varios quilómetros a la redonda. Y es que Malasaña ya no es lo que era. Pero la música de este tipo, que un día decidió perderse para siempre en los desiertos helados en busca de inspiración, nos sigue haciendo crujir las vértebras con su poética ambigüedad melancólica. Como una colilla que se consume en el suelo, dibujando círculos de humo perfectos.// ASER ÁLVAREZ

martes, noviembre 03, 2009

Oido, cocina???


Yo, particularmente, desconocía casi por completo la carrera de Israel Galván, pero nada en que colaboren los Orthodox puede carecer de interés, así que me voy de cabeza a ver "El final de este estado de cosas, Redux", guiado por mi viejo colega el instinto y a riesgo de ser calificado de pedante, modernillo y otra serie de cosas que por desgracia para mi progreso en esta puta sociedad, no soy.

El asunto transcurrirá los días 5, 6, 7 y 8 en el Teatro Español, dentro del Festival de Otoño de Madrid...

Y aquí tenemos un poco de información sobre el espectáculo en concreto...

Algo de crítica en acción...

Y una entrevista...

lunes, noviembre 02, 2009

Liga de No Alineados

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(Texto de Luis Boullosa incluido dentro de un artículo colectivo sobre nuevas bandas de Madrid, publicado en el Ruta de este mes. En la foto, La Familia Atávica ruega silencio)


...Claro que nos queda por explorar el extraño reino de lo fronterizo y lo bastardo, esa bullente franja, quizá lo más vivo de la supuesta “escena” del Foro, cuya definición es a contrario: los que no inclinan su cerviz bajo el castrante yugo de la etiqueta; nuevos diosecillos unos, prodigiosos supervivientes con espíritu hardcore los otros (hazlo tú y no dejes que te toquen los cojones) de aquella empanada irreal aunque trenzada con mimbres ciertos que fueron los recopilatorios “Madrid Terminal” (Subterfuge) y “Cómete Madrid” (BCore). Y es que, las cosas claras: jamás ha existido en la capital un panorama tan asombrosamente rico y talentoso como hoy (sí espejos donde mirarse y con los que comparar la propia estatura, francotiradores pírricos como Vamos a Morir o Mil Dolores Pequeños). La mera lista de la mitad de los implicados aquí y ahora en el cotarro ocuparía el total de este artículo. Ginferno, El Fabuloso Combo Espectro, Cohete, Grabba Grabba Tape, Rip Kc , The Joe K Plan, Disco Las Palmeras!, Mater Dronic, Decapante, La Débil, Desguace Beni, Rosvita, Dead Capo… por decir algunos que merecerían serio tratamiento individual y raramente lo tienen, condenados al reino del fanzine y el blog, y al bendito Myspace que ayuda a que los Lüger, por ejemplo, puedan meter a 150 personas en un bolo sin apenas avisar. Los grupos definen lo que hay. Van mis cinco favoritos por sintomáticos.

Margarita lo es de la madurez del panorama, una devastadora aleación de desabrida intención punk (inteligente, Wire, no los Pistols), tics heredados del mejor “indie” americano underground (Jesus lizard y otras bestias) y una pegada de las que te dejan el cerebro bailando unas semanas. “Tenemos que ver más con Sonic Youth que con Chuck Berry, aunque Chuck Berry es un jefe también”, dicen ellos, y lo refrendan en unos directos brutales. En su excelente y bien acogido disco “Parque Mágico” yacen más pruebas; un puñado de canciones densas, rápidas y gorjeadas histéricamente, sin concesiones más que a su propio arte, ese que habla, dicen, de “las ciudades, las personas, la buena literatura, los olores, ver a la gente fumar y la suela de los zapatos”.

La promesa/realidad son Lüger, un fenómeno natural de difícil explicación, de descarnada y al tiempo exuberante contundencia. Sexteto de anómala articulación Kraut Rock y planeadora visión con doble cabeza rítmica y dado a los virajes tóxico-interestelares, que conocí cuando los vi pasarle por encima a los pobres Intelligence como un escuadrón de combate en perfecta mutación de ruido y forma. Su idea madre era encontrar un espacio de expresión más libre. Parecen haberlo conseguido y además acaban de terminar la grabación de su primera referencia con Paco Loco. Una ola de música cósmica y poliédrica, en fin, que hay que ver en persona y que los convierte en uno de los mejores combos de Madrid desde ya.

Reznik, por su parte, son el ejemplo no del talento desbocado, sino de la voluntad y la actividad extenuante (promoviendo los seminales Liar Fests, tocando en todo puto agujero donde dejasen poner un ampli, siendo, en fin, esa banda-pegamento que ayuda a que una escena coagule adecuadamente). Comenzaron como trío y se han quedado en dúo instrumental de guitarra y batería, con primer disco -“El Mal”- recién salido del horno bajo el ala de Alone records (gracias sean dadas por su existencia). El trabajo no refleja del todo la tensa oscuridad que Diana y Lolo si consigue invocar sobre las tablas, esa especie de pasión fría y displicente, entre lo exaltado y lo gélido que es el principal y cortante activo de una banda que, en su gloriosa simplicidad, unas veces remite a Burzum y otras a los Joy Division. Ya es mucho.

El embrión por desarrollar pero en cuya melaza ya se intuye el bicho que es, son La Familia Atávica, con reciente disco autoeditado (Goo Goo G.joob Records), “Espíritu Espanto”, en el que se despejan algunas incógnitas y se plantean otras. El dúo Palacios/Cortés es en su mutante directo una ración suculenta de rock experimental, cubista y casero, con un tentáculo en los Residents y afines, otro en los Minutemen y su libertad radical de pensamiento y actuación y el tercero en el panel de mandos, intentando reprogramar el rumbo de la nave espacial a hostia limpia. El disco, irregular pero con momentos que amortizan la compra con creces, un tratado (en clave punk, en el fondo) sobre el error, lo aleatorio, el ruido subliminal, el desarrollo de la conciencia en los androides domésticos y otros temas de ineludible actualidad. Hay, inevitablemente, algún eco de lo aprendido en la nave de Javier Colis ("Te vas a Enterrar") y varios potenciales hits para el mundo del cortocircuito y la alienación tecnológica.

Y en el extremo que no podemos dejar de comentar, lindando con las bandas salvajes de hardcore y de metal (los brutales Adrift, por citar un ejemplo palmario y aquí ninguneado), están los Moho, a caballo entre mundos, en un páramo propio. Son un trío oscuro, poderoso y agreste que sólo necesitó un día para facturar su tercer largo, el devastador, imperfecto y luminoso “Chotacabra”, un engendro basado en la ausencia de ornamento innecesario, la repetición y la reverberante simplicidad. Misteriosos y únicos, hermanos eremitas y desaseados de los High On Fire por momentos; cofrades en otros de ese metal agónico de paso lento y acorazado, casi procesional, que es indefiniblemente autóctono. Otros que se han pateado las tablas hasta el hueso.

Príncipes, todos, por derecho.