lunes, noviembre 02, 2009

Liga de No Alineados

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(Texto de Luis Boullosa incluido dentro de un artículo colectivo sobre nuevas bandas de Madrid, publicado en el Ruta de este mes. En la foto, La Familia Atávica ruega silencio)


...Claro que nos queda por explorar el extraño reino de lo fronterizo y lo bastardo, esa bullente franja, quizá lo más vivo de la supuesta “escena” del Foro, cuya definición es a contrario: los que no inclinan su cerviz bajo el castrante yugo de la etiqueta; nuevos diosecillos unos, prodigiosos supervivientes con espíritu hardcore los otros (hazlo tú y no dejes que te toquen los cojones) de aquella empanada irreal aunque trenzada con mimbres ciertos que fueron los recopilatorios “Madrid Terminal” (Subterfuge) y “Cómete Madrid” (BCore). Y es que, las cosas claras: jamás ha existido en la capital un panorama tan asombrosamente rico y talentoso como hoy (sí espejos donde mirarse y con los que comparar la propia estatura, francotiradores pírricos como Vamos a Morir o Mil Dolores Pequeños). La mera lista de la mitad de los implicados aquí y ahora en el cotarro ocuparía el total de este artículo. Ginferno, El Fabuloso Combo Espectro, Cohete, Grabba Grabba Tape, Rip Kc , The Joe K Plan, Disco Las Palmeras!, Mater Dronic, Decapante, La Débil, Desguace Beni, Rosvita, Dead Capo… por decir algunos que merecerían serio tratamiento individual y raramente lo tienen, condenados al reino del fanzine y el blog, y al bendito Myspace que ayuda a que los Lüger, por ejemplo, puedan meter a 150 personas en un bolo sin apenas avisar. Los grupos definen lo que hay. Van mis cinco favoritos por sintomáticos.

Margarita lo es de la madurez del panorama, una devastadora aleación de desabrida intención punk (inteligente, Wire, no los Pistols), tics heredados del mejor “indie” americano underground (Jesus lizard y otras bestias) y una pegada de las que te dejan el cerebro bailando unas semanas. “Tenemos que ver más con Sonic Youth que con Chuck Berry, aunque Chuck Berry es un jefe también”, dicen ellos, y lo refrendan en unos directos brutales. En su excelente y bien acogido disco “Parque Mágico” yacen más pruebas; un puñado de canciones densas, rápidas y gorjeadas histéricamente, sin concesiones más que a su propio arte, ese que habla, dicen, de “las ciudades, las personas, la buena literatura, los olores, ver a la gente fumar y la suela de los zapatos”.

La promesa/realidad son Lüger, un fenómeno natural de difícil explicación, de descarnada y al tiempo exuberante contundencia. Sexteto de anómala articulación Kraut Rock y planeadora visión con doble cabeza rítmica y dado a los virajes tóxico-interestelares, que conocí cuando los vi pasarle por encima a los pobres Intelligence como un escuadrón de combate en perfecta mutación de ruido y forma. Su idea madre era encontrar un espacio de expresión más libre. Parecen haberlo conseguido y además acaban de terminar la grabación de su primera referencia con Paco Loco. Una ola de música cósmica y poliédrica, en fin, que hay que ver en persona y que los convierte en uno de los mejores combos de Madrid desde ya.

Reznik, por su parte, son el ejemplo no del talento desbocado, sino de la voluntad y la actividad extenuante (promoviendo los seminales Liar Fests, tocando en todo puto agujero donde dejasen poner un ampli, siendo, en fin, esa banda-pegamento que ayuda a que una escena coagule adecuadamente). Comenzaron como trío y se han quedado en dúo instrumental de guitarra y batería, con primer disco -“El Mal”- recién salido del horno bajo el ala de Alone records (gracias sean dadas por su existencia). El trabajo no refleja del todo la tensa oscuridad que Diana y Lolo si consigue invocar sobre las tablas, esa especie de pasión fría y displicente, entre lo exaltado y lo gélido que es el principal y cortante activo de una banda que, en su gloriosa simplicidad, unas veces remite a Burzum y otras a los Joy Division. Ya es mucho.

El embrión por desarrollar pero en cuya melaza ya se intuye el bicho que es, son La Familia Atávica, con reciente disco autoeditado (Goo Goo G.joob Records), “Espíritu Espanto”, en el que se despejan algunas incógnitas y se plantean otras. El dúo Palacios/Cortés es en su mutante directo una ración suculenta de rock experimental, cubista y casero, con un tentáculo en los Residents y afines, otro en los Minutemen y su libertad radical de pensamiento y actuación y el tercero en el panel de mandos, intentando reprogramar el rumbo de la nave espacial a hostia limpia. El disco, irregular pero con momentos que amortizan la compra con creces, un tratado (en clave punk, en el fondo) sobre el error, lo aleatorio, el ruido subliminal, el desarrollo de la conciencia en los androides domésticos y otros temas de ineludible actualidad. Hay, inevitablemente, algún eco de lo aprendido en la nave de Javier Colis ("Te vas a Enterrar") y varios potenciales hits para el mundo del cortocircuito y la alienación tecnológica.

Y en el extremo que no podemos dejar de comentar, lindando con las bandas salvajes de hardcore y de metal (los brutales Adrift, por citar un ejemplo palmario y aquí ninguneado), están los Moho, a caballo entre mundos, en un páramo propio. Son un trío oscuro, poderoso y agreste que sólo necesitó un día para facturar su tercer largo, el devastador, imperfecto y luminoso “Chotacabra”, un engendro basado en la ausencia de ornamento innecesario, la repetición y la reverberante simplicidad. Misteriosos y únicos, hermanos eremitas y desaseados de los High On Fire por momentos; cofrades en otros de ese metal agónico de paso lento y acorazado, casi procesional, que es indefiniblemente autóctono. Otros que se han pateado las tablas hasta el hueso.

Príncipes, todos, por derecho.

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