viernes, junio 30, 2017

NEVER ENDING ROLLING THUNDER MINDFUCK SERIES (1)


(Disclaimer: Serie de reseñas diarias de viejos discos escogidos aleatoriamente de la colección del autor. Escritas como ejercicio mañanero de reconexión neuronal, lo constatado en ellas es con toda seguridad una deformación de la realidad, si tal cosa existe. Reclamaciones al maestro armero).




CLOROX GIRLS – “This Dimension” (SmartGuy Records, 2005)

Recuerdo ver a los Clorox Girls en directo en Madrid, en la época en la que la mitad de mi generación aún tenía un fanzine. Fue en el Siroco y antes del bolo los entrevisté para el mío, Kaput (cuando aún salía en papel, bonita época la edad de piedra). El concierto estaba medio lleno y fue la típica fiesta algo forzada de ruido, desbarre y agresión pop. Producido y masterizado por Kurt Bloch en 2005 y con un artwork bastante horrendo, el disco viene a ser lo mismo que aquella noche pero sin la gracia o desgracia del directo: uno de esos ejercicios para supuestos punks a los que les cuesta confesar que lo que les mola en realidad es esa entelequia llamada Power Pop (Acepten ustedes a Graham Parker y a Joe Jackson de una vez, coño. O a Paul Collins. O vayan  directamente a los Exploding Hearts, o a los Eddy Current Supression Ring, yo qué sé).

Empiezan despachando ramoneo abrasado y melódico, bastante paladeable, y entran bien si vas en carretera, pero a mitad de metraje –y no es que sea un doble conceptual, precisamente- se hacen reiterativos y uno se va a la nevera a por unas cervezas y se olvida del tema. Usan bien sus dos trucos y medio, es cierto, y tienen una crudeza sanota y playera, pero, en definitiva, están a muchos kilómetros de sus referentes. Como recuerdo de una noche de farra, valen. Como single de cuatro canciones, también. Más allá de eso nadie los va a recordar. O al menos yo no.

Lo que sí recuerdo, en cambio, es que mientras les entrevistaba me llamó la atención la disparidad de visiones de los miembros y, simpáticos como eran, la muy diferente impresión que me provocaron. El bajista, Colin Grigson, era claramente un hardcoreta más o menos concienciado probablemente adicto a la cafeína (All, Descendents & Co.), quizá algo incómodo por ser hasta cierto punto un secundario en la banda. El cantante, guitarra y compositor de casi todo, Justin Maurer, en cambio, parecía un chulopiscinas de L.A. que matase el tiempo concedido bebiendo birras y metiendo bulla antes de acabar trabajando en la empresa de papá y ganando una pasta. El batería era batería y no participó apenas en la conversación: aunque teóricamente estaba allí, era probablemente un holograma. Por supuesto, esto son impresiones a vuelapluma perfectamente gratuitas y extraídas con fórceps de mi dañada y prejuiciosa memoria, así que puede que todo fuese exactamente al revés.

Por alguna razón que no recuerdo, tengo dos copias en CD del artefacto. Al primero que me lo pida se lo mando gratis: como dije no son nada memorable, pero pasan haciendo surf hacia el trastero con cierta gracia y sin dolor.

By FGL