miércoles, junio 27, 2012

ROYAL TRUX - "Singles, Live, Unreleased"


Paso gran parte de la mañana escuchando mi disco favorito de los Royal Trux, ese imprescindible doble de singles y rarezas que cubre la etapa 88-94 y define a la perfección lo que la desastrada parejita Hagerty/Herrema planteaba y se encargó luego de concretar con mayor o menor fortuna en varios discos, algunos de ellos brillantes. Y quizá el mayor acierto de esta recopilación es precisamente que en ella no encontramos esa reducción, esa síntesis, que amputó de los trabajos “oficiales” (sobre todo a partir de "Cats And Dogs") la parte más experimental y volada, los desarrollos de free jazz de f(r)actura prescolar pero gloriosa expresividad, el ruidismo reiterativo, cabezón y porquesí, el ansia inacabada, los lapsos de lucidez envueltos en parodia ruidista más sureña que neoyorquina, la gloriosa bronca y la falta de cortapisas, en fin, que les llevaba a arremeter como si nada contra Milton Nascimento (“Faca Amolada”) y salir asombrosamente indemnes de la osadía merced a una clase innata que es, probablemente, lo único que no se les puede discutir.
Me pasa con los Trux algo mundano y perdonable, pero que un crítico debe evitar: Me captura su imagen, el vaho de su desgana de yonquis espabilados, la belleza misma de su estampa, con esa impagable Herrema a la que hace años envié un telegrama nocturno del que no me arrepiento. Me entrego maniatado a su trampa –tan vieja, tan natural a veces- porque me cautiva una imagen que en otros discuto y que, al cabo, nunca debiera ser más importante que la música. Pero así somos, mitómanos todos. Basta con buscar el mito o infra-mito que aluda a nuestras propias debilidades y carencias. Es humano, además, e incluso necesario para sobrevivir, sentirse transportado por lo estético y dejarse llevar, de vez en cuando, olvidando el castrante rigor; sobre todo cuando, como es el caso, el sonido no hace sino reafirmar tan oxidada pose, al tiempo evanescente y carnal. Sobre todo cuando -me digo- tras el viaje opiáceo al olvido, regresamos a la casa vacía bañados en ruido, renovados y conscientes de que, aún sin toda la pirotecnia, la cosa funcionaría igual.


No es un disco fácil, pese a todo. Ni siquiera en este lejano 2012 en el que todos los post ruidos han sido incluidos ya en la psique colectiva del maníaco musical y la rata de biblioteca indie. Viéndolo en perspectiva, quitándole la citada cáscara, si se quiere, este “Singles, Live, Unreleased” le pasa por la banda a la mayor parte de los experimentalistas de raíz rock que se nos vendieron en los 90, incluyendo cualquier disco de Sonic Youth que me queráis traer de regalo. Va siendo hora de hacer esa criba, en la distancia. Va siendo hora de reconocer que a aquella generación, sector enterados, le tocó (nos tocó, como siempre, supongo) comulgar con unas cuantas ruedas de molino que no eran gran cosa (Pavement, Sebadoh, los diversos iconos vendibles previa rebaja del ruido esencial) y que no dimos la importancia que sí tenían a otros cuantos bichos muy pero que muy serios. Se me ocurren los infecciosos y quirúrgicos Jesus Lizard (y toda la detonante cuadrilla de AmRep). Se me ocurren, por viajar al otro lado del espectro, los modestos Walkabouts. O bandas como Earth o melvins (tardíamente convertidos en unos dioses que tampoco son, por pura perseverancia). O los iniciales Seaweed, olvidados. O incluso los Screaming Trees de la primera época, que en su cierto preciosismo sixties no parecían cuadrar con la desastrada y austera nihilista de Nirvana y su inmediata corte de clones. Claro que ya sabemos a donde nos llevaron esos clones. Ahora le hablas a alguien del asunto y encuentras más cristic victims que verdaderos amantes de la música o la actitud. Más Alice in Chains y “que bueno está Eddie Vedder” que alimento real. Más “Kurt vive” que interés por la vida misma. Más centro comercial que bosque, mucho más.
Da igual. Eso también es parte de la historia y como tal debe ser tratado, pero -milagros de la tecnología, aunque sea ya vieja- uno aún puede coger esos discos que pasó por alto en la vorágine de los tiempos de juventud y concederles su espacio HOY. Para esa justicia retrospectiva (y para pocas cosas más) sirve una colección de discos. Para esas sorpresas y el placer que experimento AHORA, no entonces, volviendo a cascarme de corrido los 32 temas de este artefacto dañino, roto, diríase que erróneo casi a propósito; dejándome llevar por el intoxicado, intoxicante vaivén de barrabasadas como “Shockwave Rider” o “Law Man” (Jefferson Airplane), por el funkoide retraso mental de “Womban”, el laid back junkie style pegajosamente stoniano de “Mercury” o el flotante riff/drone de “Red Tiger”. Eso sólo en el primer cd.


“Somos la mayor banda de Boogie del mundo, decía Hagerty”, y a su manera espacial y posmoderna, tenía razón. Ese alegato gritón, desbocado, tendente al desfase de guitarras metadónicas tenía los pies en una tradición en la que probablemente tenían tanto peso, o más, los Skynnird, JJ Cale o los ZZ Top –convenientemente reducidos a pulpa inyectable- que la Gauche Divine de Nueva York, siempre en busca de sus quince minutos de shock radiable. Y los Stones, claro. Eran capaces, además, de aunar el espasmo eléctrico ciego (“Baghdad Buzz”) con la pasividad contemplativa (esa especie de versión yoncarra de Tom Waits que levantan en “Cut You loose”) y de mutar el rock de desguace que abanderarían los sobrevalorados Pussy Galore (donde estuvo Hagerty) con el viaje cósmico (“Hero Zero”, “Teeth”), aunque fuese a lomos de un Chevy Impala de tercera mano. Eran un coche a punto de palmar, sí, pero quizá por ello fueron también una de las formulaciones más perfectas de la descacharrada gracia a la que en ocasiones puede llegar el Rock&Roll. Sin miedo a hacer temas con bajo, flauta y cacharros de cocina ("Statik Jakl"). Sin miedo a regresar a pulsaciones clásicas (“Cleveland”) o ingresar en el chiste ocasional (“Theme from M*A*S*H”). Sin miedo a la subida ni a la bajada. Sin temor al viaje. La vuelta, ya se verá.


Al final importa bastante poco la mucha o poca heroína que se metieran en la época, lo listos o idiotas que fueran al conducir su carrera en la época en que las discográficas saqueaban el underground en busca de nuevos tsunamis generacionales, las poses de la Herrema para calendarios de alta gama y revistas de moda e incluso un presente que ignoro parcialmente (aunque sé que Neil Hagerty ha seguido en la brecha y tengo algún disco suyo y de Howling Hex). Lo que importa es que HOY y AQUÍ los escucho con esa mezcla de inquietud, insatisfacción y amargor al fondo del paladar y con esas ganas de HACER que siempre me provoca el mejor Rock&Roll.
Prueben. A la primera puede provocar vómitos. A la segunda suele causar adicción.
Fdo. LUIS BOULLOSA

UN HOMBRE LLAMADO AL CARALLO

You won't get out of this life alive










Oyendo los grillos y viendo caer la noche. La luna se desliza rodando ladera abajo como un tonel. Otro mes así y empezaré a mandar bombas por correo.

Ayer estaba de un humor agrio y vacío y llegue a la siguiente conclusión, acaso injusta: la mejor forma de entender el nuevo underground español y de paso no perder el tiempo es agenciarse “Jane From Occupied Europe”de los Swell Maps, porque ya estaba todo allí: el recorta y pega, el dadaísmo de chico listo en el salón de su casa y las ínfulas subterráneas bajo la pinta de “no voy de nada”. Pero además eran buenos. Si no les resulta suficiente, se ponen el doble de rarezas de los Royal Trux y ya está. Además, que cojones importa la música.

La otra opción –siempre la mejor- es no hacerme caso y echar un oído a lo que se cuece ahí fuera, en SSpaña. A mí casi todo me deja frío, pero tiene que haber, por cojones, sorpresas en alguna parte. Quizá en todas partes, ¿por qué no? Rebajen un poco el espíritu crítico, admitan que el gato y la liebre saben igual (y que quizá nunca hubo liebre) y disfruten de la vida. Es lo mejor para no pensar en esa misma vida y dejar de disfrutarla.

¿Me he necrosado definitivamente como crítico?, me pregunto. Es posible, al cabo, raro sería que la música siguiera motivándonos igual mientras todo lo demás se vuelve desvaído. ¿Prescribo píldoras desganado y cuento los minutos para acabar el turno como un medicucho cualquiera? Quizá. A ellos les va bien así, al menos les pagan por una desgana que no les queda ni la mitad de lograda que a mí.

Después se me ocurre que ya de perder la ilusión, cuanto antes mejor. Tiene que haber (¡otra ilusión!) algo detrás de ese muro ficticio con el que nos han alimentado desde siempre, ese del esfuerzo y el premio, la petrificación y el premio, el silencio y el premio, el sicariado y el premio, la banalidad y el premio… pero ¿qué?

Decía Richard Harris -que el diablo le sirva generosos los scotchs- cuando le preguntaban por los años que pasó limpio -para no morir- que habían sido “los 13 años más aburridos de mi vida”. Inventarse pasiones en la mediana edad –no os hagáis líos, los treinta y muchos son la mediana edad- es complicado y artificioso, y además hay que hacerlo al tiempo que se sobrevive a las ya establecidas –difíciles de extirpar, quizá nos gustaría- y al soporífero embate de lo común. Pero es que la simple contemplación implica un riesgo cierto y mayor. Por cada Diógenes debe haber veinte suicidas.

(Y pensaba yo, haciéndome un bocata a altas horas en la cocina que es curioso que la gente insista en que la muerte es parte de la vida y a nadie se le ocurra nunca acercarse con más sencillez a la verdad: la vida es parte de la muerte).

-¿No hay nada detrás del muro, verdad?

-No, hijo, nunca hubo nada más.

Tienen razón los niños que juegan. No los enviéis a la escuela jamás.

También la tienen sus pobres imitadores, los artistas que sólo buscan el placer.

-¿Estamos a tiempo de regresar a un cierto hedonismo instintivo, comandante?

En el vuelo L-1975 hacia la nada suenan los Swell Maps y los Royal Trux a todo trapo, en medio de una noche perpétua a través de la cual puedo ver la luna amarilla saltar como un tonel sobre un horizonte recortado de papel maché. Pero era una pregunta retórica.

Sé que la respuesta es “NO”.

martes, junio 19, 2012

HASTA LA DERROTA SIEMPRE (Kaput en facebook)


KAPUT, "la revista hecha por gente con resaca para gente con resaca", fue ideada por un servidor y mi amigo H. y funcionó como fanzine en papel durante un tiempo a mediados de la década pasada. Algunos de vosotros lo sabéis y quizá incluso tengáis algun vetusto ejemplar criando polvo en las estanterías. Guardadlo, las existencias han sido liquidadas y apenas me quedan unos diez de cada número. Con el tiempo, como otras tantas cosas, servirá para recordaros que un día fuisteis jóvenes, o al menos no tan viejos, y en ese cometido, apuesto lo que sea, será más divertido que la presbicia, la acentuación de las manías y el lento convertirse en polvo.

En un último coletazo, se intentó sacar un número seis que se quedó encallado por falta de presupuesto cuando casi estaba hecho y a partir de entonces ha venido siendo, simplemente, este blog que empecé a finales de 2006. Pronto hará seis añitos, que cosmicamente son lo mismo que todo, o sea, nada, pero que para una empresa así, hecha por amor al arte, para mantener la mano entrenada y, en definitiva, porque nos da la gana, es un lapso de tiempo considerable. No, no os preocupéis, mis queridos cuarenta y seis, no lo voy a chapar.

Cuarenta y seis, en efecto. Los que lucen aquí a la derecha (y dos de los cuales, por otro lado, soy yo mismo). Esos son los que se han interesado lo suficiente por lo nuestro como para añadir a KAPUT a sus "seguimientos". Habrá, probablemente, otros tantos en la sombra, aunque lo ignoro. A partir de hoy, el que quiera, podrá seguirnos en FACEBOOK, desde AQUÍ. Por supuesto no estará allí todo, sino simplemente algunos links a nuestros artículos más interesantes (según mi propio e infalible criterio), así que por el momento esto y sólo esto sigue siendo KAPUT. Se trata, lo de facebook, digámoslo sencillamente, de un intento de que lo que hacemos llegue a alguna gente más. No es que nos guste la gente, entendedme, pero tratamos de educarla en lo posible para equilibrar esa debacle que llena los estadios y vacía las camas, las bibliotecas y los buenos garitos oscuros (esa especie en extinción). La victoria será pírrica o (más probablemente) no será.

Gracias a todos los que nos habéis seguido alguna vez. Y bienvenidos a lo que queda de vida por gastar. //texto e imagen - LUIS BOULLOSA

KAPUT EN FACEBOOK

lunes, junio 18, 2012

UNSANE en Madrid (jueves 21)



Resulta que tocan UNSANE en madrid el próximo jueves 21 y que me lo voy a perder. Para que no os pase a vosotros, os dejo el tercer cartel de la curiosa serie que ha realizado RAFAEL JARAMILLO (ver enlaces). Con los neoyorquinos vienen BIG BUSINESS, a los que no he escuchado pero, entre los que está, si no me equivoco, KING BUZZO, de los sacrosantos MELVINS. Si os habéis gastado el presupuesto del trimestre en ir a ver a "Bruce" al geriátrico Santiago Bernabéu, pues os jodéis.

CARTEL UNO

CARTEL DOS

CARTEL TRES

sábado, junio 16, 2012

HOMENAJE A MULE (sala EL SOL)




El próximo sábado 30 en la sala EL SOL de Madrid, tendrá lugar un homenaje a nuestro amigo MULE, baterista excelente, punk de alma y de música, y una de las mejores personas que hemos conocido y que, como sabéis, falleció recientemente. Allí estarán los muchos que apreciaron su presencia y los muchos (como yo) para los que fue una inspiración y un apoyo en las buenas y las malas épocas. Homiño y yo, que tocamos con él en LA CAMADA y la MASTER DISASTER GANG, vendremos desde Galicia para hacer unos temas. Tocarán también los GROOVIN' FLAMINGOS, la MULESAÑA BAND (con intervenciones de gente diversa que alguna vez tocó con él) y, al parecer, los magníficos WIPE OUT SKATERS, que tanto le gustaban a Mule y que se han reunido para la ocasión. Lo merece. Espero veros a todos por allí. Rock&Roll.

DESINTEGRACIÓN MENTAL (en falso directo)



Es siempre al releer mis cuadernos –esos en los que apenas cuento detalles o cosas tangibles, esos que son más reflexión abstracta que contabilidad, más acumulación que plan- cuando me doy cuenta, sin embargo, y sin poder negarlo, de lo turbulenta que ha sido a menudo mi vida. Sin sangres, pero turbulenta y oscura, empecinada, trabada como un mal combate de pesos medios, por mucho que a mi me hubiese gustado llevarla de manera más grácil. Paseo por uno de esos cuadernos (2009) sorprendido como siempre por las andanzas del fantasma que supuestamente fui yo: un ser algo translúcido que opina de los demás y sobre el que los demás opinan también (cartas, mensajes de móvil apuntados, reflexiones captadas al vuelo y rescatadas, heroicamente, el día después de alguna borrachera). Un fantasma vanidoso, sin duda, aunque también consoladoramente trabajador, que reflexiona, en un margen, sobre su propia incorporeidad (“Quizá haya que considerar también los diarios como obra. Sería un consuelo. Estaría haciendo algo”) y, unas páginas después, sobre lo inevitable del oficio y como sortear sus frustraciones (“Considerando que escribir, además de una necesidad y una pura  emanación -el espíritu supura por donde puede-, como un trabajo de largo recorrido e inevitablemente inacabado”). Es agradable transitar de nuevo por páginas olvidadas, de noche, en el aislamiento casi total del campo bajo la lluvia, encontrando entre la morralla diaria del pasado destellos de poesía macarra (… y una corte de lirones de competición/trastornados por el amor y las drogas de farmacia…) y momentos confesionales a los que el tiempo ha hecho justicia: “He tardado cinco meses en finalizar este cuaderno, que es en cierto modo un acta de supervivencia y en otro una de resurrección. Así de dura fue la vida entonces, y aunque poco he hablado de ello debería notarse, atravesar limpiamente las páginas, como la luz. Lo acabo justo antes de salir para Tánger, con la ilusión infantil y casi siempre falsa de que así se abre un nuevo capítulo mejor. Si no lo es, habrá que lidiar con lo que venga. Es, en todo caso, hora de cerrar algunos proyectos y de centrarse en otros que llevan tiempo abiertos y pudriéndose en la playa, al sol. La novela y la recopilación de poemas deberían ser prioritarias. La vida misma no puede esperar”.
 ¿Qué más hay? ¿Qué más da? Hay cinismos variados a los que no les falta razón (“Estoy mucho más cansado de las neurosis de los demás que de las mías. Encuentro hasta cierta gracia en las mías, y de ellas salen las palabras”), poemas semienterrados, anotaciones conscientemente pedantes y domésticas (“Poner lavadoras, leer a Jung”), paisajes de autobús (“Llovía cuando desperté, atravesando Carballino en el negro casi total de las seis de la mañana; el país disfrazado de lo que fue una vez”), títulos de canciones que después escribiría e incluso llegaría a grabar, dibujos, flyers, cuartillas de hotel con garabatos, teléfonos y hasta una línea donde apunté el tipo de película que alguien tendrá que hacer, tarde o temprano: “drama ecologista crepuscular”.
Siendo la vida la construcción de un yo que al tiempo se nos escapa entre los dedos; siendo nosotros niños que intentan desecar el mar con un hoyo y un cubo, no está de más, pese a todo, hacer ese viaje hacia atrás, hasta uno mismo, y me alegro de haber persistido tantos años (¿Trece? ¿Catorce?) en llevar estos cuadernos que empezaron siendo un simple dique contra mi  desorden natural. A veces es duro leerlos –la estupidez de uno, casi permanente, la de los otros-, pero para el que se dedica a esto, escribir, son un espejo nítido y sincero, por mucho que –ya lo sabemos- en ellos se mienta también, de vez en cuando.
“¿Tus discos?, ¿Tus libros?”, se preguntaba el otro día un viejo rock-critic en la presentación de su biografía. “Ya puedes ir dándote prisa en regalarlos, porque si no acabarán en un contenedor”. Probablemente allí acaben también estos volúmenes –entre tres y seis al año- donde va en desorden parte de lo que soy. Cabe la esperanza de que alguien se moleste en ojear alguno, alguien como yo, de los que husmean en los contenedores y consideran un manjar leer cartas ajenas. Y cabe la esperanza de que se eche unas risas, recorte algo o incluso los guarde una temporada, como esas cosas que nos llegan por casualidad, cuyo valor nos es difícil explicar y con las que no sabemos que hacer exactamente. Luego vendrán más mudanzas -la vida son mudanzas-. Pero para entonces, como sabemos, a ninguno de nosotros nos importará. Ni eso, ni nuestra vida turbulenta ni todo el esfuerzo malgastado en pos de cosas que no están. //LIRÓN DE COMPETICIÓN

martes, junio 05, 2012

QUE SE MUERAN LOS BEE GEES, QUE NO QUEDE NINGUNO



Opiniones a vuelapluma: sería interesante que la posmodernidad consistiera en algo más que en críticos con vocación epatante afirmando que las bandas que siempre fueron una mierda son en realidad la de Dios y en (malos) grupetes nuevos de aquí copiando a (malos) grupetes no tan nuevos de allí (ya sabemos donde es allí). Sin embargo, no parece que consista en nada más. Me refiero a una posmodernidad no intelectual, claro, la intelectual no te quiero ni contar; a una posmodernidad  en el rock y en España, que es como decir un dandismo en una tasca de Granollers. Dice Carlos Zanón en las páginas del Ruta 66 de este mes que los Bee Gees son la rehostia consagrada (“tienen el mejor cancionero pop después de los Beatles”, afirma tan pancho). Si es por la cantidad de gente a la que han hecho comulgar con ruedas de molino en las últimas décadas, no se lo negaré.
También hay, en la misma revista, una reseña de Mujeres –la banda, no el bendito género- unos jóvenes y apuestos elementos barceloneses que en sus entrevistas intentan desmarcarse de ser un pobre calco de los Black Lips casi con tanta energía como la que usan en sus discos y actuaciones para demostrar lo contrario. Allá ellos y quienes se los traguen. Ser un pobre calco de los Black Lips, en todo caso, no deja de consistir en ser un pobre calco de un pobre calco. A los Lips les vi hace años el peor concierto que he contemplado en mi vida, pura estafa. A los Mujeres les vi hace poco un digno y animado pase (en lo técnico y lo energético, no en lo creativo), en una fiesta de discos humeantes donde brillaron magnéticamente LAS NURSES, unos fieras de verdad a los que, en cambio, para variar, nadie hace demasiado caso.
Hablo de estos dos casos, Zanón/Bee Gees, Mujeres/Lips/Nurses porque son los primeros ejemplos de absurdo con los que me topo este mes, según dejo a un lado las cosas importantes y me entretengo en ojear páginas escritas por supuestos especialistas, pero la lista podría ser tan descorazonadora como eterna. Y el caso es que Zanón, al que entrevisté hace poco AQUÍ a raíz de su novela “No llames a casa”, escribe por encima de la media del plumilla rock y es inteligente al optimizar sus recursos en busca de repercusión: otro reciente artículo suyo sobre Echo and The Bunnymen mostraba la misma ecuación de impecable y poética, personal redacción sumada a premisa absurda. Porque, no, tampoco los hombres conejito eran nada del otro mundo, al cabo, pero queda epatante y “transgresor” sostener lo contrario y afirmar que están –de nuevo los cuatro de siempre- por encima de The Beatles (¿qué coño tendrán que ver?).
Está bien. Quizá el amigo Zanón lo piense de verdad, concedámosle, en nuestra magnanimidad, el beneficio de la duda. Si uno lo piensa de verdad, todo está permitido: está permitido afirmar que Mari Trini es mejor que Leonard Cohen, los Del Lords están a años luz de los Stones (esta es de verdad, me ha pasado), que Polly Jean Harvey no ha plagiado jamás a Patti Smith o que Raphael y Bumbury pertenecen a una digna estirpe de singer-sonwriters con la verdad por delante y carentes de impostura… Si uno no cree realmente lo que dice, en cambio, todo ese ñoño orgullo de “enfant terrible” tardío acabará siendo percibido como lo que es: mero polvo en el aire, incapaz de producir urticaria pero capaz, muy capaz, de levantar un bostezo lejanamente parecido a la náusea. Al menos, digo, entre los que llevamos un tiempo batiéndonos el cobre en el asunto de descubrir bandas, calibrar su valía y comparar su alzada con los hitos del pasado (equivocándonos muy a menudo, claro, y por tanto recalibrando, rectificando y modificando direcciones; luchando contra nuestra propia vanidad de presuntos descubridores y limando a través de los años la natural tendencia al panegírico).
Al cabo, el problema, entiéndanme ustedes, no son estos dos casos puntuales y aleatorios, sino el hecho de que ellos ejemplifican la norma por la que se rige la actual marea de plumas de la crítica rock. Si nos guiamos por la opinión colectiva de esa marea (en la que coexisten archiveros, coleccionistas, simples fans, desinformados de toda laya y presuntos genios autocoronados, además de algún honrado y persistente hombre de talento), acabaríamos en el mismo punto que si tragáramos a pies juntillas lo narrado por los periódicos de tirada nacional: fuera de la realidad. O, al menos, tan lejos de la realidad como queramos estar, entregados a un mundo opiáceo con sus propias tiranías y rebeldías generadas a gusto del consumidor lobotomizado.
Yo, particularmente, no soy partidario de la broca en el cráneo ni de la pastillita del olvido, esa que, para el caso que nos toca, lleva a la felicidad vía Wilco (o Kanye West, según tu estética en lo integrado/snob), un número no determinado de hypes de temporada y un incesante goteo de placidas reediciones en vinilo para solaz de las tardes pequeñoburguesas. Me alegro de que se mueran los Bee Gees, uno tras otro (méritos han hecho para durar menos), aunque siento que su muerte nos traiga momentáneamente un bufonesco revival que no me merezco sufrir. Pero lo que siento de verdad -aunque mi amigo E. afirme que este es un artículo carente de "capital simbólico" y guiado sólo por el odio y el resentimiento- es que donde había sinceridad y fuego ahora sólo queden cenizas y rescoldos y que raramente nadie parezca tener, al respecto, nada que decir. //LUIS BOULLOSA

domingo, junio 03, 2012

ORTHODOX (El Perro de La Parte de Atrás del Coche, Madrid)



Siempre es un placer reencontrarse con los Orthodox, de los que llevaba un tiempo involuntariamente alejado. Me topé, casi por casualidad, con que tocaban en Madrid, en El Perro de la Parte de Atrás del Coche, un garito chulo que en días concretos programa muy buenos directos (con los problemas que posteriormente reseño). En este caso iba un poco a ciegas, ya que todavía no había escuchado el último largo de los sevillanos, “Baal”, que suponía, al parecer, una vuelta a sus esencias metálicas tras la larga incursión que los había llevado del blindado “Gran Poder” al opiáceo y jazzy “Amanecer en puerta Oscura” y de este al vanguardista y procesional “Sentencia”, sublimación de una deriva originalísima que los situaba en un punto suspendido entre la más orgánica tradición y un aliento visionario y propio que los hacía (y los hace) únicos. Escuchado el disco esta mañana –aún con el zumbido de ayer en el cerebro y aún pendiente de darle unas cuantas vueltas más-, resulta que es en efecto una vuelta a un sonido más comprensible para la hueste metalera general (llámese doom o lo que sea, yo hace años que me pierdo con las etiquetas), aunque todavía oscuro, perturbador, personal, cósmico en su terrena comprensión de una épica autóctona y universal al tiempo. Un discazo, vamos, no esperábamos menos de ellos. Y también un agradable respiro en una trayectoria tan exigente para quien escucha como la suya.
Llegaban a Madrid desde el Primavera Sound, y me contaba Marco Serrato (bajo y voces) que allí se habían caído del cartel Melvins y Sleep, dos de las bandas por las que la edición de este año del festival se nos antojaba a algunos imprescindible. Influencias también, seguro, en el hacer de los Orthodox, aunque acaso no demasiado explícitas. El concierto lo abrieron unos Mothersloth que no me llamaron demasiado la atención, aunque dieron un pase serio y solvente, y cuya actuación estuvo lastrada en todo momento por el sonido. Le falla una cosa al Perro de la Parte de Atrás, una cosa que si se trata de un grupo de pop cristalino puede obviarse, haciendo un esfuerzo, pero que hablando de lo que hablamos es pecado mortal: tiene un sonido lejano, sin volumen ni presión, distinguible pero modosito, como si uno estuviese en casa, escuchando un disco al moderado volumen de la mediana edad. Y el negociado de los Orthodox, y de cualquier otra banda de estas características, necesita justo lo contrario: necesita que los graves te envuelvan la psique y te levanten las vísceras hasta la garganta. Necesita que la guitarra corte y que la batería suene al menos como una batería y no –como ayer- a caja de galletas. Luchando contra ese enemigo cuya causa ignoro, los sevillanos combatieron con dignidad porque lo suyo es crema, pero se echo en falta la intensidad que es elemento esencial de su propuesta. Una intensidad que permita alcanzar el trance a través de la lentitud y alteración o que transmita la enervante y rocosa, astral fiereza que evocan sus temas más recientes. Una intensidad que ellos invocaban pero que el sonido negaba. Cuando uno escucha mejor a un tipo que charla a cinco metros que los intrincados y circulares descensos al maesltrom de Serrato & Cia, la cosa no puede cuajar del todo  ¿Merecen esto Orthodox, una de las bandas más valiosas que poseemos? No lo merecen. Muy al contrario, ellos y nosotros merecemos que las paredes tiemblen, que el entorno se difumine y que el cuerpo y mente puedan sentirse transportados fuera de las paredes  que nos cierran; merecemos que la tierra se abra, ya sea por unos minutos de trance sónico, hacia esa realidad paralela que ellos plantean con tan inusitado fervor.

Así es la vida del Rock&Roll por aquí, en todo caso, en un país donde 95 de cada 100 garitos de conciertos han sido diseñados para otra cosa, donde los ayuntamientos son tan proclives a joder con las limitaciones de volumen como si fueran el típico vecino tarra e hijodeputa (es lo que son) y donde el común de los técnicos de sonido no tienen ni puta idea del trabajo que dicen realizar y aquellos que sí la tienen se encuentran a menudo con impedimentos casi insalvables. Orthodox son una experiencia disfrutable, en todo caso, incluso por encima de toda esa mierda. Me fui del garito, pues, con el sabor agridulce de haber vuelto a ver a una gran banda luchando a brazo partido contra una ola difícil de sortear.
Ya en casa, leyendo esos agradecimientos del álbum, a cargo de la banda en general y de cada miembro en particular (impagable guiño a la más pura tradición del heavy metal), me encuentro con mi nombre, y casi me emociono. Es un honor haber contribuido de alguna manera, aunque sea con breves reseñas y entrevistas que pocos leen al proceso de supervivencia de un ente que merece toda la reverencia que se debe a aquellos que abren caminos a despecho de la obcecación y la estulticia general. Dioses ocultos. Héroes de aquí. Si no los conoces, estás perfectamente a tiempo aún. //LUIS BOULLOSA