domingo, febrero 21, 2010

MOLESTONES EN DIRECTO!!!

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DIRECTO A TRAICIÓN

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Si quiere usted, querido lector, echar un pequeño vistazo a lo que se perdió a principios de los noventa mientras se distraía fascinado por bandadas de imitadores de los Pixies y de Sonic Youth cuyo nombre ahora no recuerda, basta con que se pase por el Bukowski de San Sebastián y lo compruebe en vivo. El inimitable Rafa Berrio y compañía resucitan por dos días a AMOR A TRAICIÓN, que fuera una de las mejores bandas de su época y también una de las más injustamente olvidadas. Si lo que te gusta es el buen rock, de alma vehemente y palabra exacta, dicho queda.

Aquí, las reseñas y entrevistas anteriormente publicadas en KAPUT sobre Rafa Berrio.

viernes, febrero 19, 2010

El viejo ermitaño (sale de su cueva de vez en cuando)

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GRANT HART – “Hot Wax” (Cond'or)

Hace meses mi amigo Esteban me pasó un link de descarga de este disco. Y entonces hice algo raro: no lo escuché. Preferí esperar hasta tener en las manos el artefacto real, con su bonita portada, sus fotos (una, parece Macca, ocupado frente al micrófono) y sus letras (excelentes, de nuevo). Mis ansias de reencontrarme con uno de mis músicos favoritos diez años después de “Good News for Modern Man” (Pachyderm, 99) se quedaron allí, emparedadas en el desagradable y átono limbo digital. Y esperé y esperé, porque parece ser que nadie tiene la decencia de distribuir estas pequeñas maravillas por aquí. Esperé tanto que yo y mi dealer musical estábamos convencidos de que el hijoputa de Hart estaba cruzando el charco en persona (y en barco) para traernos el paquete a Malasaña. Pero por fin llegó. Llegó en silencio y disfrazado de mendigo, como Ulises, y solo los perros lo reconocimos. Ni una miserable reseña en prensa general, especializada o subterránea, que yo sepa. Apenas una conversación con mi amigo Julen (de los excelentes La Familia Atávica) a las tantas de la mañana en una barra inhospita. “Ha dicho que ha aprendido más con esta gente en un año que con Bob Mould en toda la carrera de Hüsker Dü”. Esta gente son varios miembros de Godspeed You Black Emperor y Silver Mt. Zion memorial orchestra que han arropado al viejo beatnick en la grabación de este “Cera Caliente”, realizada entre Montreal (Hotel2tango) y Minneapolis (Albatross). Y escuchando el disco se comprueba que la ayuda no era imprescindible, pero también que es sin duda útil: unos arreglos que son la discreción personificada enguantan en seda a los temas que lo piden, como ese inquietante retrato de amiga imaginaria que es “Barbara” y que sitúa a Hart en una hipotética cocina a oscuras desde la que intenta, pobre alquimista, resolver el eterno dilema Beatles/Beach Boys (ganan los Boys, la canción tiene ese relente circular tan de ellos y de Grant, y el resto del disco también). No es la única pequeña maravilla de un trabajo sin picos excesivos pero sin altibajo alguno. Hay bastante pop extático, perfectamente mantenido a no mucha altura, justo a la de nuestras cabezas, para que podamos ver (“Charles Hollis Jones”, “California Zephir”), momentos personalísimos de emoción pastoral que sólo podían ser suyos (“Schoolbuses Are For Children”) Y también algún texto algo más ambicioso, como “Narcissus”, sobre la que Hart se extiende brevemente en su web: “Es mi primer intento de combinar la mitología de la antigua Grecia y el rockabilly americano. Mezclando esas influencias con una atmósfera de carrito de helados he encontrado un estilo que define este periodo de mi carrera”. Lo de periodo de mi carrera entiendo que es irónico. Rieguese toda esa exquisita orfebrería pop con unas gotitas de Patty Smith y una lejanísima esencia de Leonard Cohen, termínese el discurso con dos temazos (“I Know…”, reminiscente de “Nature Boy” y la emotiva “My Regrets”) que lo devuelven a uno intacto hasta la orilla y ya se tiene un disco precioso. Tan honesto, tan modesto y tan hermoso que ni siquiera procede compararlo con su antecesor de una década atrás. Mención aparte para unas letras muy por encima de la media, con ese punto naive que se puede permitir el que ha visto mucho y esa variedad nómada que lo lleva de los viejos sueños hippies a las pasiones de una noche y del mito de Narciso al apunte confesional con absoluta naturalidad. ¡Ah!, la vida de los viejas luminarias del pre-indie… Daría para una tesis doctoral y se parece demasiado a alguno de esos comics crepusculares sobre superhéroes. Chinaski-Meets-Wolverine. Gratifica, por tanto, ver como Diógenes vuelve de pronto del tonel, cuando ya nadie lo esperaba, y como quien hubiese estado aquí antes de ayer, se invita a una ronda de cañas. El tiempo es distinto para él, supongo. llámalo locura o simple sentido común. //LUIS BOULLOSA

martes, febrero 02, 2010

Entrevista con JUAN TERRANOVA (escritor)

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A Terranova, argentino, treinta y pocos, lo conocí por un amigo común, jugando unos futbolines en los subterráneos de un tugurio de Madrid. Ganaba yo esa noche, así que empezamos bien. Luego, el amigo común me pasó su libro "Mi nombre es Rufus" (Interzona), y entonces todo fue aún mucho mejor. Reconozco que de arrancada observé escéptico aquel fino ejemplar de tapa blanda. No me gustaba la imagen de portada, el título no me decía nada y estaba (estoy) harto de leer supuestos relatos y novelas que hablan de Rock&Roll. Acercarse a ese subgénero es, nueve sobre diez veces, entrar en el terreno del tópico a bocajarro, y yo ya aguanto demasiados tópicos en el resto de mis vidas como para acabar de envenenar también mi pobre alma rockera. En España tenemos ejemplos de sobra de catástrofes con invocación a Morrison, Dylan o Cobain, incluida alguna con la firma de "literatos" ahora medio consagrados. Vease a Mr. Ray Loriga, que me cae muy bien pero lleva veinte años aprendiendo a escribir. Pues esta vez no. Esta vez tocaba sorpresa. "Mi nombre es Rufus", contra todo pronóstico, es un libro excelente que se lee rápido pero no porque sea aperitivo ligero. Su recreación del nacimiento, auge y desaparición de una banda de rock de Buenos Aires, del trayecto musical y vital que va de la rebeldía irracional a su artesanal articulación en pseudo-filosofía de vida, su ínevitable podredumbre y los canales de escape posteriores (con las agridulces desembocaduras a la edad madura que todos conocemos) es honesta, creible y está cojonudamente escrita. El encuadre histórico permite, además, una serie de apuntes sociopolíticos perfectamente integrados en la narración que, sin ser yo ningún experto en ese campo, parecen hechos con tino y cubren esa eterna relación entre el arte y el entorno (sí, el político también) que demasiadas veces nos empeñamos en negar. No es una novela perfecta y en el mundo de la música abundan los tiquismiquis que podrían buscarle defectos. Pero serían defectos pequeños e inútiles contra la decisión con la que está trazada y su propia fuerza interna que deviene, en parte, de la misma clara modestia con la que el escritor parece asumir el reto. La de las historias que son verdad, al cabo, en lo esencial, aunque hayan sido inventadas. Terranova tiene más títulos publicados. "El Canibal", otra novela suya acaba de ser presentada en España. En las posteriores líneas, él mismo se explica para KAPUT, en una entrevista centrada casi exclusivamente en "Rufus" (lo único que un servidor había leido de él entonces, aunque visto su talento, pronto habrá que interrogarle sobre muchas cosas más. Se le espera con impaciencia para la revancha al futbolo.//LUIS BOULLOSA

Más información en los siguiente links

El conejo de la suerte

El cocinero salvaje

El perro diablo

KAPUT- Me comentabas que tu no habías pertenecido a ninguna banda, ¿De donde te viene la preocupación y el conocimiento musical y el del funcionamiento interno de un grupo? ¿Tienes amigos que han sido músicos o has tenido que hacer trabajo de campo?

Juan Terranova- Aunque no tuve banda propia, sí tengo una formación musical muy esmerada. Durante mi adolescencia cursé varios años en el conservatorio de música municipal de Buenos Aires. Mi familia es muy dada a la música. Mi abuelo era coleccionista de discos, mi viejo tocaba la guitarra y tenía muy buen oído y mi hermano es violinista profesional. Aprendí entonces los rudimentos de la música erudita y después también aprendí como uno aprende casi todo lo que vale la pena, escuchando discos, curioseando, con amigos, y así. Pero soy un músico muy limitado creativamente. La novela está atravesada por mi formación musical de la misma manera que mi vida está atravesada por la música. Algo que no es excepcional en Buenos Aires, por otra parte.

K-Entiendo que en tu libro hay un interés de crónica social y política de la argentina de una época y también de tratar el eterno tema del paso del tiempo y el camino hacia la madurez… ¿Por qué una banda de rock para ejemplificar todo ello?

JT-Bueno, gracias por leer lo social y lo político en la novela. No está en un primer plano y mi intención fue que eso se sintiera pero creo que lo terminé haciendo de forma tímida. El proceso creativo, sin embargo, se dio de manera inversa. Primero estuvo la intuición. Dije: “Bueno, quiero escribir sobre rock”. Y lo social y político aparecieron porque yo lo quiero para mis libros pero también porque acompaña a la música desde siempre y más aun al rock.

K-¿Cuál es tu método de trabajo? El libro es rápido, fluido, escrito en pequeñas cápsulas, pero parece haber más reflexión de la que es evidente al empezar… ¿Cómo lo hiciste?

JT-Casi siempre digo que tengo muchas historias en la cabeza y de repente doy con la forma de contarlas y entonces surge el libro. Este fue ese caso. Quería escribir sobre el punk argentino de los 80s y 90s desde hace mucho, tenía varias imágenes en la cabeza –por ejemplo, un pibe que reemplaza su guitarra acústica por una eléctrica– y un día estaba en la redacción donde trabajaba y empecé a hacer apuntes y me gustó. Escribí más de la mitad del libro en esa redacción. Terminaba mi tarea del día, ponía primera y salía escribiendo. Entonces me di cuenta de que forma y contenido eran muy empáticos. Mientras el ruido del periodismo me rodeaba iba rescatando de poco la fuerza epigramática del punk y su ritmo. Uno asocia por lo general la escritura punk a lo pringoso, un lenguaje que explota, que se desborda y acá aparece lo contrario, lo seco, lo breve. Y eso me gustó. Poder, desde la forma, rescatar la idea de síntesis y violencia.

K-"Me costó entender (del rock) que es un hecho cultural completo, no sólo musical", dice el narrador en un momento. ¿Por qué crees que se le niega esa categoría de hecho cultural completo al rock cuando a nadie se le ocurriría hacerlo con otras disciplinas artísticas?

JT-Durante el siglo XX hubo una tendencia a autonomizar los procesos creativos y sus resultados. En eso, el siglo XIX fue mucho más rock. Política, romanticismos varios, positivismo, revoluciones con millones de disfrazados, gente escribiendo a mano, cultura analógica, valvular. Al rock se lo niega porque es reciente y por qué sigue vivo, cojo, tuerto y a los gritos, pero si se trata de negar, creo que deberíamos pensar en quién niega y por qué. Quizás no sean negaciones importantes.

K-Decía Kevin K que todas las buenas canciones de Rock&Roll hablan o de drogas o de chicas (caso de que haya diferencia, añado yo). En tu libro, el cantante de la banda comienza "improvisando monólogos afiebrados sobre la drogodependencia y las traiciones del amor". ¿Por qué un campo tan limitado (o tan vasto)? ¿Crees que eso ha ayudado al encasillamiento del rock como algo meramente juvenil y pasajero? ¿O es que realmente no hay mucho más que eso en ningún arte, amor y muerte?

JT-Cuando le preguntaron por qué hacía canciones sobre sexo y frustración amorosa, Mick Jagger respondió: "Intenten hacer un canción sobre un tipo que es feliz a ver qué les queda". El tema no son las drogas o el amor, el tema es el deseo. Esa ansiedad en la que nos sume el deseo, esa insatisfacción permanente y moderna. Por supuesto, dos de los grandes puntales del relato del deseo son el amor y las drogas. Pero también hay canciones sobre gente que lucha por sobrevivir, o que es vital en su resignación, o que incluso hay buenas canciones sobre el rock mismo y sus ritos. "Standing in line. To see the show tonight. And there's a light on. Heavy glow...". Pero lo principal es el deseo, la pantera en la oscuridad esperando el momento para bajarte los calzones.

K-El padre del narrador parece una de las conexiones que usas para hablar de la realidad sociopolítica de argentina en la época que narras. Un poco como contraste a la visión radicalmente joven de los protagonistas ¿Cuál era esa situación y cómo la viviste tú?

JT-Neoliberalismo, impostura, fin de la historia, poder adquisitivo alto para los pocos que tenían empleo. Y el refugio fueron la música, las revistas, los libros. Ibas a un recital y te encontrabas con tu gente.

K-¿Que diferencias hay con la situación actual? Quizá sean preguntas muy básicas, pero creo que, igual que yo no conozco la respuesta, muchos por aquí no la conocen tampoco.

JT-Ahora hay más dinero y más trabajo y eso hace que la gente viva un poco más relajada. Todos los países del mundo crecieron en estos primeros diez años del siglo XXI y eso se nota. La cultura digital hace que haya más música dando vueltas y eso es bueno también. ¿Cuánto va a durar esto? Dios lo sabe.

K-"La guitarra es un instrumento muy común o muy excepcional, depende de cómo se lo mire" ¿Qué reflexión musical hay detrás de esa afirmación? ¿No crees que vivimos un poco bajo la tiranía de la guitarra?

JT-Como las arpas doradas se las deja a los ángeles, Dios toca el piano. De golpe, un buen dominio de todas las voces y un amplio rango de pentagrama. El arquitecto del mundo y sus teclas. Y sin embargo, Dios mío, ¿por qué el sábado a la tarde sentís tanta envidia de San Pedro que puso al mango su Marshall y tiene un pedal nuevo de distorsión? Aparte, es sabido que San Pablo llevó una acústica a su peregrinaje por Asia porque no podía llevar un órgano de tubos. No es tiranía entonces, es divinidad. Nuestra diosa personal y festiva de las seis cuerdas. Amén.

K-"El rock como género es muy amplio y muy resistente" ¿En qué sentido resistente? , ¿Por qué es tan resistente?

JT-Para ser cuna de síntesis, sexo casual y goces efímeros el rock se la viene bancando bastante bien, ¿no? Digo, los Rolling Stone siguen sonando y si un pibe se compra una guitarra lo primero que va a tratar de sacar el riff de Enter Sandman, no El concierto de Aranjuez.

K-"Todo el rock se parece a sí mismo. La identidad viene de los matices, pero tiene una sola arteria sonora". Estoy en gran parte de acuerdo (no totalmente), pero ¿no se contradice eso con lo de que es "amplio" (entiendo que son afirmaciones del personaje no tuyas, así que en realidad la contradicción si la hay estaría plenamente justificada, pero…).

JT-Bueno, creo que lo de amplio viene a cuento de que dentro del rock, como fenómeno, conviven Rimbaud y William Burroughs, el kischt y el pop, y el teatro, el cine y la TV por cable. Pero visto desde acá, ahora dudo. Entiendo a donde apunta el narrador pero, bueno, no sé, ¿qué es lo que se entiende por rock hoy? La verdad es que entra de todo…

K-¿Qué significaron en argentina bandas como los Ramones, que al parecer impactaron fuertemente? ¿Qué efecto tuvieron sobre tu generación?

JT-Los Ramones fueron en un momento alto de la identidad cultural porteña. Ibas por la calle y veías a un tipo con la remera y ya sabías de qué ibas a hablar, cómo pensaba, qué hacía y sobre todo, te daba confianza. Si los ramones hubieran sido un partido político en la Argentina de la década del 90, ahora los chicos en vez de guardapolvos blancos, en las escuelas usarían camperas de cuero.

K-Cuéntame lo de “los Ramones resucitaron en Buenos Aires, y más de una vez”.

JT-Es simple. En Nueva York tocaban para doscientos, en Buenos Aires para doscientos mil. La Argentina fue su gran mesías. “Levántense y anden, amigos. Nosotros los necesitamos vivos”. Y ellos escucharon.

K-¿Por qué crees que entre rock argentino y el español ha habido una influencia más bien limitada, cuando en ambos países el movimiento ha existido y ha tenido sus grandes bandas? ¿Nos separan nuestros mitos, como en la cita que haces de Hefner?

JT-Creo que el centro de la cosa es lo anglosajón y todos vamos a golpear esa puerta. Sin embargo, vías exilios varios, blogs o Youtube, en Buenos Aires intentamos saber qué pasa por allá. Si estudiamos la transición, escuchamos a Obus o a Barón Rojo. Si volvemos al principio de los 90 buscamos a Los flechazos en la web. La separación se da porque la madre de todo el asunto es una gorda irlandesa que come chocolates en Picadilly Circus cuyo hijo menor se fue al Mississipi y nunca más volvió. El otro día leí la lista de temas que trae "Rompepistas" de Kiko Amat y dije "bueno, esto es lo que escuchábamos nosotros", pero me faltaban las bandas argentinas. Me sonaba incompleto. Le regalé mi libro a Kiko Amat un día que me lo crucé en Alcalá de Henares. Seguramente si él lo leyó, pensó lo mismo del mío. Es probable que el año que viene escriba una especie de autobiografía musical a través de digamos, cuarenta canciones básicas argentinas. Quizás no sea un libro "exportable" a la península, pero puede servir para estrechar lazos.

K-"Cuando tocábamos en vivo y salía bien, más de una vez sentí que la música armaba una burbuja a nuestro alrededor. Éramos cuatro contra el mundo. Nunca volvía a sentir nada parecido". ¿De donde saca esa percepción quien no ha tenido una banda?

JT-¿De las revistas de rock? ¿De un libro sobre Los Beatles? ¿De un grupo de amigos que se juntan en un parque a tocar la guitarra y a tomar cerveza? Dios mío, no lo sé. Quizás sólo de trate de una expresión de deseo.

K-"Afanar","si es evidente que es un choreo es porque está mal digerido". En las músicas de raíz siempre se ha robado sin mucho pudor, como si se diera por supuesto que el tema pertenecía a una corriente más que a una persona y que siempre que el que la tocase de nuevo hiciese sus cambios personales, podía atribuírsela. Desde ese punto de vista, la música tradicional de la(s) que viene el rock es más un ente en constante mutación, un río, que un conjunto de artistas separados. ¿Qué opinas? ¿Es la música un patrimonio común que nosotros enriquecemos o empobrecemos y deformamos a nuestro gusto?

JT-Hay una idea muy buena que se la escuché a Daniel Melero acá en Buenos Aires. El seguro que se la robó a alguien más. El tipo dice que durante los ochentas se dio en las tocadas un "estado de rock", en el cual si el bajista de turno por alguna razón no podía seguir tocando, cualquier persona del público podía reemplazarlo. En la otra mano está Rob Zombie y los mega discos llenos de samplers que hizo en los 90. La leyenda urbana decía que los ejecutivos de la Warner Bros tenían gente contratada para que leyera las listas que los fans hacían de los materiales usados para después ir a hacerle juicio.

K-Se tratan los dilemas que afrontan los personajes cuando empiezan a tener algo de éxito. En cualquier mundillo artístico se plantea ese problema. ¿Crees que hay alguna manera de mantener la coherencia en esas situaciones o es una batalla perdida? ¿Ejemplos?

JT-La coherencia es lo primero que se pierde. Uno crece, cambia y se deforma. Pero eso no es malo, es parte del ciclo vital. Ahora, el horizonte sigue siendo horizontal y siempre hay un pedazo de madera que flota y al que uno se puede aferrar para que no te chupe el Maelstrom. Es el sentido original, lo primitivo. Escribo porque me gusta contar historias. Mis historias son mi blues. Siempre puedo desenchufar, cambiar el encordado, tocar un blues de doce compases y volver a empezar. ¿No suena como querías el hit-hat nuevo? Entonces podés probar haciendo percusión con el pie en un cajón de fruta. A Johnny Cash le funcionaba. ¿La rueda de la fortuna te dejo mal parado? ¿A tu computadora le entró un virus? ¿Tu agente se escapó con tu novia y tu dinero? ¿Todos tus amigos dicen que sos un idiota narcisista? El camino es simple. Estás abajo y vas a tener que volver a escalar.

K-"Viviendo en el punk está el poder regenerativo del rock (…) con todas sus aterradores virtudes" ¿Por qué son aterradoras sus virtudes? ¿Puede curar la música? ¿Qué es lo que cura?

JT-El rock demostró que puede ser un negocio y atraer dosis monstruosas de capital. Y poder generar dinero con tu arte es una aterradora virtud. El dinero fácil se cargó un buen puñado de tipos talentosos y nada bobos. Cura porque, aunque seas feo, en los recitales se pueden conocer chicas y hacer amigos.

K-¿Qué es el rock para tu personaje ya que, como queda claro, no es “un cuestionamiento del sistema capitalista” o ya no lo es?

JT-Como música de raíces populares, el rock supo mantener una ética que otras músicas nunca tuvieron o no supieron mantener. Hay rock subversivo y rock conservador. Para el protagonista de mi novela el rock es su guitarra.

K-¿Te interesa el folklore?

JT-No, para nada. Amo la pampa y el mar de la provincia de Buenos Aires. Pero si manejo por las rutas de Argentina, por más bucólico que sea el paisaje, en mi auto nunca suena folclore.

K-Me interesó la línea que se traza desde Paganini hasta Jimi hendrix y otros héroes de la guitarra adorados por los adictos al exhibicionismo… a veces me da la impresión que si se remontan esas líneas hacia atrás se puede llegar hasta el lugar donde yace el rasgo mismo de personalidad en que consiste ese elemento. Hasta el origen verdadero de esa pulsión humana concreta (esta u otra). ¿Qué opinas?

JT-Opino que "pulsión" y "pulsar" son palabras muy parecidas. Una vez un amigo librero y músico me dijo "pulsar –por el acto de hacer sonar las cuerdas de la guitarra– es diferente a todo". Y ahí sumás otras palabras claves para el catálogo del rock: adoración, adicción, exhibicionismo.

K-¿Qué opinas sobre internet? ¿Coincides con el narrador, que dice que es el lugar por excelencias del “hágalo usted mismo? Un lugar, por tanto, esencialmente punk. Hay una clásica batalla (y supongo que será larga) por intentar que internet deje de ser eso, un lugar quizá engañoso pero todavía más abierto que lo llamado "vida real"...

JT-Me cuesta escribir si no estoy conectado a la web. Me siento desnudo. Creo que eso responde a tu pregunta. (Una vez, en verano, probé de escribir desnudo, y funcionó. Debería hacerlo más seguido. Hay que arreglar algunos temas logística, pero creo que vale la pena.) Escribí un cuento al respecto que se llama Pornopunk. Se puede leer acá

K-El personaje reniega del mito del amor como elemento de cambio, pero reconoce al tiempo como elemento de cambio… ¿Crees que es posible mantener de algún modo la chispa agresiva de los inicios o acabaremos todos pensando que “un disco de la Creedence sonando en la bandeja un domingo a las siete de la tarde. Esa es mi idea de eternidad”. Porque vale que está bien el plan de domingo, pero ¿quien coño quiere eternidad?

JT-Cuando Tom Fogerty, enfermo de SIDA y muerto de tuberculosos, bajó al infierno, ¿sabés lo que le dijo el diablo? “Joder, tío, me equivoqué, yo quería que viniera tu hermano”. ¿y sabés que le respondió Fogerty? “Ese tiene talento, abuelo. Cuando la palme, se va derecho para arriba”. (Nótese que el diablo habla como un madrileño.)

K-Al hilo de esa frase, no acabo de discernir, y eso me intriga y me parece un rasgo de calidad literaria, si tu como escritor consideras las explicaciones de tu narrador al final del libro como fruto de una mente inteligente o como excusas de alguien que sabe que se ha traicionado intenta eludir su responsabilidad (filosófica)...

JT-Mis personajes, mi narrador y yo intentamos eludir siempre nuestras responsabilidades, sobre todo domésticas y laborales. Ahora bien, más allá de todo chiste –y quedarse sin toallas limpias no es un chiste–, de Sócrates no tenemos nada. Soy hijo de una bandada de inmigrantes italianos y vascos que llegaron a Buenos Aires listos para salir rajando hacia otro lado y se quedaron. Aunque me gusten los trenes y las calles de mi barrio porteño, en mi sangre está el gen del salir corriendo. Ni mi narrador ni yo aceptamos la cicuta. Como Martín Fierro, que rompe la guitarra antes de partir al desierto, la opción de escapar a vivir con los bárbaros siempre nos resulta mucho más atractiva.

K-Dice el narrador "la gente del interior es mucho más respetuosa, fiel, valiente, curiosa y agradecida que la de Buenos Aires". ¿Por qué? ¿Qué pasa en Buenos Aires?

JT-El rasgo snob de Buenos Aires es querer estar en otra parte. Hasta tenemos una revista muy de elite que se llama así, Otra parte. Es un gesto de la ciudad central, afectada y cosmopolita. La gente del resto del país muchas veces tiene que luchar para tener lo que tienen. Me hubiera gustado incorporar algo de Kinder Videla Menguele al libro, por ejemplo, es una banda de Mendoza, Argentina, peroresulta muy difícil conseguir sus discos o grabaciones. Casi no grabaron, en realidad. Bueno, la cuestión es que hoy que parece que todo está a mano, a distancia de un click, hay todavía lugares y músicas para las que hay que esforzarse. Y eso me parece bueno. Si cuesta, vale. Otra de las cosas que te enseña el rock.

K-¿Qué opinas de la obsesión general de nuestro mundo con la juventud y qué parte de culpa puede haber tenido el Rock&Roll en ello? (aunque ahora ha llegado la hora de que algunos demuestren que de viejo también se puede)

JT-La obsesión por la juventud está en la historia universal. El rock es una nota a pie de página en esa novela porno-política.

K-Tus grupos favoritos de todos los tiempos, argentinos, españoles, ingleses y americanos (y de otros lados, si hay). También me gustaría que me dijeses qué bandas piensas que fueron social y políticamente más influyentes en tu país.

JT-Un día me levanto cruzado y escucho BB King o Eric Dolphy durante una semana y después se me pasa. (De Dolphy en un momento incluso empecé a publicar una biografía por entregas en mi viejo blog.) Me gusta mucho Molotov y Control Machete para el verano de cerveza en las ciudades balnearias de mi adolescencia. Después, lo obvio es Sumo, Todos tus muertos, Manal, Vox Dei, a nivela local –Vox Dei sonaba como Sound Garden pero mejor y con mejores ideas rítmicas en la década del setenta argentina pro-guerrilla urbana–, y también The Clash, Ramones, y cruzo muy fácil de Depeche Mode a The Cure o hasta Stevie Wonders, a nivel sajón. Y me gustan Lenine y Arthur H. Pero, vamos muchachos, hay que extender un poco las fronteras de la percepción. Siempre hay una buena banda sonando en tu ciudad. Mi grupo favorito hoy es El Perrodiablo. Son de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Y escucho mucho a Dema y su orquesta Petitera, tango cien por ciento contemporáneo. Ambos con buena línea directa en MySpace. A los Beastie Boys les llevaría los equipos gratis durante dos años. Pero no es sólo fanatismo. Después escribiría un libro o dos sobre la experiencia. Hace poco descubrí a Shantel. Y me gusta mucho la versión que hizo Yael Naim de Toxic de Britney Spears. Busquelos en YouTube. (Disfruto escuchando versiones. Es una de las cosas que más placer me da de la música. ¿Escucharon a Primus haciendo Have a cigar de Floyd?) La novela incluía en su versión original una parte bastante extensa sobre la influencia de Pink Flag en el rock británico desde Artics Monkeys hasta Franz Ferdinand. Y después saltaba a los Black Flag de Sonny Rollins y algunas otras bandas "flag". Pero lo dejé afuera. Cuando un melómano anónimo me mandó un link a Youtube donde podías escuchar Three Girl Rhumba del disco Wire me arrepentí de no haberlo puesto. Pero bueno, no quería escribir una novela para críticos de rock, sino para mis amigos y los amigos de mis amigos. Y si dejé los pasajes que hablan de acordes y ritmos es porque los críticos de música por lo general no saben de esto o por lo menos no lo agregan usualmente en sus críticas. Finalmente, no quiero ser demagogo con la península, pero tampoco miento si digo que entre los punks porteños la Polla Records fue muy importante a la hora de tomar posición frente al mundo.

K-¿Disco favorito para una mañana de resaca? (o libro, o película, o lo que sea)

JT-No pongo un disco. Pongo Radio Clásica –de “música escrita” que incluye romanticismo alemán y ópera italiana– o Radio Aspen, que solo pasa clásicos de los ochentas. Los ochentas son un buen lugar para recuperarse y siempre tienen alguna sorpresa para darte.

K-¿Qué hay después de la muerte?

JT-Después de la muerte está Dios.

lunes, febrero 01, 2010

THE STRANGE BOYS – "Be Brave" (In The Red/Rough Trade)

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(Reseña originalmente publicada en la revista Ruta 66, número de febrero 2010)

Compuesto en dos días por el geniecillo Ryan Sambol (23 añitos, menudo tipo, ya lo verán), tras la gira que les trajo por aquí con memorable concierto en el Wurlitzer Ballroom. Ensayado en L. A. en ocho jornadas más, con un nuevo batería. Grabado del tirón, sin tiempo para explayarse en solos u otras minucias pequeñoburguesas. Así se hace un discazo cuando a uno le sobra el talento. El segundo de los chicos extraños confirma lo sabido: que son una banda inspirada y guiada con cristalina mano y pluma por el que manda (al loro con las letras del chaval). Aquí, sin embargo, amplían la paleta estilística con total acierto y sin despeinarse. Siguen estando esos arranques de garaje preescolar tras los que se adivinaba la raíz americana añeja y la inspiración del dylan de anfetamina y gafas negras (joder, escuchen como dice “Louie” en “Friday in Paris” y está todo explicado), pero los rebajan con tremulas y exaltadas declaraciones personales (“Between Us”, “Laugh At Sex, Not Her”, “The Unsent Letter”), pasacalles de óxido y oropel (“I See”), primitivismos suavemente beatelianos (“Da Da”), caramelos cincuenteros como la deliciosa “Be Brave” o estremecedores picados Lo-Fi sobre el mejor Leonard Cohen (“All You Can Hide Inside”). Todo enunciado con esa inigualable voz de pato de la Warner puesto de anestésicos que muchos no le perdonarán y a otros les tocará la fibra. Y ni siquiera demasiado bien tocado. Quizá no hacía falta. O quizá era necesario hacerlo así. El boceto de una perla, casi palpable en su expresionista vitalidad.//Luis Boullosa

Y aquí está todo el trabajo que hemos publicado sobre la banda por el momento