martes, noviembre 23, 2010

WOODEN SHJIPS

Photobucket

Discutía con alguien el otro día a altas horas sobre si el concierto de los Shjips en El Sol se llenaría poco, mucho o hasta los topes. Yo apostaba por la tercera opción, aunque parezca extraño. Primero porque son la cabeza más visible de un movimiento al que no se como llamar, pero que existe. Segundo porque a través del último año me he dado cuenta de que le gustan a personas con tendencias musicales casi opuestas. Tercero porque el rollo repetitivo, duro y supuestamente (y muchas veces discutiblemente) psicodélico está de moda, lo que añadirá un puñado de enterados de pega que el año que viene estarán en otro sitio. Público fluctuante y falso, cierto, pero inevitable, por desgracia, como sabrá todo el que haya acudido recientemente a un concierto de los Strange Boys. //G. P.

sábado, noviembre 13, 2010

NO MADRID

Photobucket

Esto iba a ser una crónica del segundo concierto de LOS CUANTOS, pero mi sencilla y demoledora resaca me impide ir más allá de la nota a pie de página. ID A VER A LA PUTA BANDA, haced algo bien DE UNA PUTA VEZ. Moved el culo. Si quereis saber de que va el rollo, dos posts más abajo hay una crónica en toda regla de su debut en El Perro. Baste decir que el segundo bolo fue aún más demoledor que el primero. Y añadir que, como la imagen vuelve a demostrar, Javier Colis sigue siendo el tío que mejor posa para las fotos del rock español.// LUIS BOULLOSA

jueves, noviembre 04, 2010

RAFAEL BERRIO – 1971 (Warner)



Mi heterónimo favorito de Pessoa vive en la playa de Gros, en San Sebastián. A veces hace discos excelentes de rock o de pop, como si apenas tuviese importancia. Otras, se despereza y llega aún mucho más lejos, concediendo obras maestras con la parsimonia de quien nada tuviese ya que ganar o perder, la diestra en el lugar del corazón y el farias en la boca, a medio consumir. Colecciones de canciones que, como esta, atraviesan las llamas con el paso sereno aunque doloroso de lo cierto. Es 1971 un viaje solemne hasta la entraña desde el primer tema, ese estremecedor “Como iba yo a saber” en el que la distancia empedernida del escéptico se entrega, maniatada, a la aplastante realidad del amor. No es el único que toca la fibra y arranca sus invisibles tendones para exponerlos a la luz. Para eso está además “Simulacro”, crepuscular reflexión de jinete herido cuya sobria potencia metafísica hiela el aliento. Para eso está “Este álbum”, familiar y por ello universal tempus fugit (¿o era ubi sunt?), quizá el más escalofriante que recuerdo en esta mañana de octubre, y desde hoy una de las canciones definitivas en lengua española. Para eso están otras siete incursiones donde se confunde con macerada inteligencia lo orgánico y lo espiritual: del polvo enamorado de “Las mujeres que amamos” a la cariñosa y descarnada sátira de “Mis amigos” , del conceptismo pop trufado de ironía tabernaria de “El amor es una cosa rara” a la emocionante sencillez de “Tu tienes a tu lado a un ángel”.

Muy adecuadamente, están envueltas las visiones de Berrio en músicas alejadas del standard rock (la guitarra, sólo cuando se precisa), ritmos sin adscripción definida que rasean el tango o el fado sin que la voz, preclara, ni el templado piano de Joserra Semperena, en estado de gracia, les permitan caer en la vulgaridad de un género; arreglos de cámara y de camarote, de catedral y de burdel, inspirados, frenados en su punto exacto de barroquismo, con la capacidad evocadora suficiente para transformar un frío apartamento de Madrid en una tasca de Corinto, Lisboa o Buenos aires. O en una tumba. O en cualquiera de esas camas olvidadas donde nacieron los sueños que nos sostienen aún.

Tiene Rafael Berrio -siempre la tuvo y los años la han ido templando hasta una precisión difícilmente humana- esa rarísima capacidad para que lo callejero suene noble y lo profundo sea común. Para que Omar Khayam, Pessoa y Baroja se paseen por sus palabras sin estorbar, porque están en realidad en el tuétano, no en la hermosa superficie. Para reproducir la complejidad de la vida levitando un paso por encima del mar de confusión. Es así como guía este barco donde uno reaprende más cosas de las que esperaba, como que la rima es prescindible a veces, cuando es necesario hacer notar su ausencia; donde uno recibe consejos sobre como morir y como no morir, y dudas sobre como vivir, y frágiles “salmos rescatados de la infancia”; donde uno escucha, sólo muy al fondo, los ecos de aquel poeta joven que liderara -aún en deuda con Dylan y Lou Reed- a los magníficos Amor a Traición, y comprende que un hombre son muchos hombres y que el truco está en no guardar a los peores para el final.

Sabemos que el arte raramente inventa y que a menudo consiste en contar lo que todos conocemos de sobra pero con la hondura y la nitidez que nos falta. Aún sabiéndolo, es hermoso asistir al momento, ver como el milagro se encarna en un disco aparentemente simple que vale por la carrera de muchos novelistas. Rafael lo ha vuelto a hacer; lo ha vuelto a hacer, el cabrón, mejor que nunca. Suena “1971” con ese tono quedo con el que los amigos viejos nos apoyan en la caída y con ese énfasis necesario con el que nos ayudan a renacer.

Y yo hacía muchos años que no lloraba con un álbum (de canciones).

Que sea para bien.


LUIS BOULLOSA

miércoles, noviembre 03, 2010

LOS CUANTOS (El Perro Club, 27-10-10)



Supergrupo del underground, supernova de incógnito -como aquellos Dim Stars, que a principios de los noventa comandara hacia el desastre Richard Hell (con Don Fleming, Robert Quine, Thurston Moore y Steve shelley)- Los Cuantos aparecían por sorpresa en el panorama madrileño, como una curiosa flor de otoño que uno no podía dejar pasar. Primero porque asistir al primer bolo de una banda, sea cual sea, es siempre iluminador. Después porque una integrada por gente como Javier Colis (Vamos a Morir, Mil Dolores Pequeños), Julen Palacios (Familia Atávica, Malas Lenguas), Kim (Blues Tumulto, Ginferno) y otros animales con esa mordiente, es siempre una promesa de música contrapelada, libre y en constante mutación.

Y como prometía, fue. Arrancaron –batería, dos guitarras, teclados, trompeta, voz- con un cegador fogonazo de ensangrentado rastro No Wave (no conozco el nombre del tema, quizá no lo tenga aún), continuaron con un puñado de temas que oscilaban entre el exabrupto y el oleaje de fondo, probablemente no desarrollados aún en todas sus posibilidades, pero ya tensos, electrizados, y terminaron antes de que nos diésemos cuenta, dejándonos con ganas de mucho más. Cuánto hubo en todo ello de improvisación -tras sólo un puñado de ensayos conjuntos- y cuánto de ciencia, de intensidad medida, no lo sabría decir. Y ese es otro punto a su favor. Sé, eso sí, que fue aguda, brillante, extática, la pujanza de unas guitarras que, a estas alturas, ya más que neoyorquinas podemos llamar madrileñas (letal combinación esa de Colis y Palacios). Y sé también que me cautivó la voz -personal pese a ser reminiscente del Nick Cave narrador de nanas truculentas o de algunos momentos de los Gallon Drunk- y la trompeta que pespunteaba enajenada los arranques eléctricos. Y sé qué sonaban engrasados, dañinos y certeros, incluso en sus momentos de letargo, como una promesa de oscuridad.

Se han superado, quizá sin saberlo del todo ellos mismos, con el debut más prometedor que recuerdo en tiempo. Se les exigirá mucho a partir de esto. Esperamos que afronten el reto con la misma descarada, impetuosa naturalidad que esa noche los hizo grandes.// GATO PALUG

(Crónica escrita para la web RATED MUZIC y encontrable AQUÍ)