domingo, octubre 09, 2011

LOS CUANTOS (Astoria Club, Madrid, 6-10-11)

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Voy a tratar de contener mi tendencia al panegírico, porque últimamente la aborrezco. El panegírico es el refugio de quien no sabe escribir y le hace un flaco favor, por otra parte, a quien lo recibe, tenga éste o no capacidad para sobreponerse a los halagos. En todo caso, y en un momento donde la cantera madrileña va sobrada de bandas destacables (y tiene alguna que otra histórica), quizá sean Los Cuantos, de las que conozco, la más en forma y la más talentosa de todas, y también la más sintomática de todo ese abrasado paraíso del underground que tanto da que hablar y tan poco de comer. Lo de anteayer fue sencillamente, el último clavo en una cruz que ya estaba bien clavada a tierra; un gozoso exceso de calidad comunicativa, Rock&Roll encabritado y blues arrancacorazones después del cual lo único que queda es brindar, emborracharse y asumir que el que sabe, sabe, y los demás estamos para contarlo bien y aplaudir. Me gusta sobre todo, y creo que es una de sus singularidades esenciales, que la violencia de su sonido pueda ser oscura o luminosa (o ambas cosas a la vez) pero no sea nunca amarga ni neciamente encabronada. Es violencia, sí, pero parece, suena, celebratoria, expansiva y vital, ritual, acaso, puesto que algo de ritual tiene gran parte de la buena música, si no toda.

Entre las pocas críticas que he escuchado sobre ellos está la de que la voz de Kim Warsen se acerca demasiado a los parámetros de Tom Waits o Nick Cave (aunque jamás oí criticas cuando Cave remedaba malamente a Dylan o porque Waits usase, como usa, y bien que hace, orquestas de violín, trombón, huesos y plagio). En todo caso, los apabullantes temas nuevos que cayeron en el bolo del Nasti empiezan a desmentir incluso eso. Y a mi Kim me parece un frontman impagable y, de nuevo, sumamente peculiar. Luego está, claro, el lujo asiático (o Riojano) de tener –dentro de una banda impecable y potentísima- a Javi Colis empleando todo su talento exclusivamente en las seis cuerdas y llegando a un nivel de síntesis francamente difícil de definir. Está Javier en ese nivel de maestría en la transmisión en el que al crítico se le agotan ideas, metáforas y comparaciones e intuitivamente, para acercarse al hecho, empieza a pensar en pintores más que en músicos (con preferencia por el Greco, Caravaggio y los maestros holandeses). Y esto no es panegírico, es incapacidad mía, pero es que, asumidas influencias indudables como Fred Frith o Marc Ribot, tiene razón Colis cuando dice que, en cierto modo y con todo el respeto, él ya sólo se compara consigo mismo. Toda la puta y santa razón. El resto no le anduvieron a la zaga, en este caso, y la banda sonó densa grumosa y explosiva como nunca. Sin prisioneros.

Había sido un bolo con una aceptable atención de público (setenta u ochenta, calculo), y de público entregado, no comatoso, como he visto tantas veces en el apestoso rollito cool madrileño, y era vox populi cuando acabaron los cuarenta minutos de akelarre y la gente se apelotonó a repartir parabienes y echarse sus cigarros a la puerta, que había sido, también, el mejor del que se tenía noticia en la corta historia de la banda. Eso es mucho, lo dice quien se los ha visto casi todos.

No confío, decir otra cosa sería mentir, que su talento en ebullición les lleve a ningún sitio. Espero, sin embargo, que logren llegar a alguno pese a él (como apuntaba el otro día hablando de Lüger). Creativamente han sabido llegar a un punto magnífico a base de no complicar demasiado las estructuras, usar los trucos y los guiños con enorme oficio y ofrecer materia prima de primerísima calidad, de esa a la que le basta un poco de pimentón para ser la hostia. Por supuesto un camino largo exigirá mas cosas, lo cual es parte del interés. ¿Qué se hace cuando uno elige un palo y lo borda? La versión de los Ramones es “sigue haciéndolo veinte años y cuando quieras cambiar algo que sea cosa del productor”. Conociendo el percal, esto será distinto.

En fin, a mí el éxito empieza a parecerme un concepto relativo y a veces molesto, pero acabaré esta crónica como lo hubiese hecho cuando aún pensaba que el ostracismo de los grandes era injusticia y no aprendizaje y necesaria ascesis, cuando opinaba que “la fina línea que separa el talento de la mendicidad”, por citar una frase mía que le gusto a Colis, era una frontera injusta y no una prueba de temple: Si estos no triunfan en plan Tony Montana, yo, definitivamente, me hago portugués (lo deseaba hace tiempo).

Fdo.- LUIS BOULLOSA

PD.- Hacéos un favor y escuchad su disco en bandcamp.

PD2.- Antes de Los Cuantos tocó Tom Bennet que, la verdad, me gustó bastante, así que prefiero hablar de él más tarde y con más tiempo.

PD3.-LA foto que encabeza este post es de Cuco Calamaro, al que podéis encontrar en su Facebook.

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