jueves, abril 28, 2011

POR EL REY DE PRUSIA!

(Cuatro reseñas publicadas en el Ruta 66 de este mes a cargo de LUIS BOULLOSA)

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BO NINGEN - “Bo Ningen” (Stolen recordings)

Ver a los japoneses Bo Ningen en directo -hace poco, aplanando el paso para una Lydia Lunch que lastró a los Gallon Drunk hacia una versión efectiva pero castrada de sí mismos- fue un festín. Su mismo aspecto -con su cantante y bajista, sea hombre o mujer, ejerciendo de maga suprema entre la niña de “The Ring” y un sueño húmedo de Kurosawa- gana por sí solo parte del combate, en un mundo que sigue rindiendo instintiva pleitesía a la imagen (¿Cuál no?). Después, su rock pesado, amalgama blindada pero oscilante de metal setentero, contundencia punk y guitarreo tóxico, arde sobre las tablas con explícito y malsano fulgor. Puro cartílago de proto-rock con guitarras de psicodelia achicharrada en fuzz que podría poner de acuerdo sin mayor esfuerzo a Blacksabateños, Hellacoptos y lügerianos. Para sí querrían esa dinámica en la repetición, los pasmados de los Wooden Shjips, que unos meses atrás me aburrieron con su sobrevalorado, pétreo y derivativo drone. En disco, la cosa es distinta, menos sorprendente. Siguen estando varias cabezas por delante de muchos, pero falta esa llama interior en un sonido por momentos algo confuso. Es un trabajo apreciable, musculado, potente y visceral, pero aún así sólo lejanamente indicativo de la postnuclear alzada que alcanzan en directo. Que seguir pagando por ver a los Stooges (o a Metallica, si se quiere) lleva lustros siendo una pérdida de tiempo lo sabíamos todos (incluso los que lo hacían), pero barrabasadas así lo confirman gozosamente. No nos hacen falta las momias. Ya pasaron el testigo, la médula, la vida, a bandas como esta. A la espera de mayor concreción disco, la próxima vez, estate allí.

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GARETH LIDDIARD – “Strange Tourist”

Gareth Liddiard es incómodo para el mundo del rock: obliga a pensar. La raigambre literaria de su primer trabajo en solitario -vease contar historias- echará para atrás a casi todos los que opinan que Lemmy Motorhead es una cima del pensamiento occidental. Peor para ellos. Se pierden esta hermosa, convulsa pelea (guitarra bronca, voz expresionista) de las canciones por sobrevivir; este titánico esfuerzo para que las pavorosamente certeras visiones sobre la humanidad de Liddiard no las devoren reduciéndolas a monótonos arpegiados de sostén. Se consigue, con preclaro sentido melódico, en la canción más bella del álbum, “Strange Tourist” (“Tangled Up in Blue”, caballeros). Se consigue con ayuda del oyente y puro talento narrativo en los áridos altiplanos que de “Blondin Makes an Omelette” y “The Highplains Mailman”, o en el incendiado y reverente retrato de mujer fatal de “She´s my Favourite”. Se consigue con los 16 estremecedores, mantenidos, tensísimos minutos de realismo sucio pero realismo que levanta en nuestra jeta “The Radicalisation of D” (al nivel de “Sixteen Straws” y “Jezebel”, sus cimas. Le da de sopapos a toda su quinta de escritores “rock” con este viaje a través la angustia del nuevo siglo, la culpa colectiva, la envidia, el dolor y la ocasional perplejidad de la redención. Envidio su mirada ligeramente distanciada pero turbadoramente interna, su lucidísima percepción de los pecados propios y ajenos y su inflamada frialdad de exposición. Todo lo que lo ha convertido, en fin, en el contador de historias por excelencia de su generación. A día de hoy, mi escritor favorito junto con Annie Proulx.

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BURZUM - “Fallen” (Byelobog)

Habrá muchos puristas que no soporten este “Fallen”, con su concepto casi chicle de un estilo que siempre se tomo tan en serio a sí mismo. Para mí, en cambio, es como un libro para niños, muy bellamente ilustrado (a rotulador), y como tal lo disfruto: como un disco en definitiva pop (en un mundo en que Rammstein, por ejemplo, son considerados comúnmente “rock”). Perdérselo por filias y fobias jevis es perderse una inefable sucesión de hits del inframundo extrañamente pegadizos; versiones aligeradas, luminosas y planeadoras de sí mismo, plenas de gancho y efecto, con las que Vikernes se aleja amistosamente de su opacidad habitual: esto no es un bosque impenetrable, sino un campo de batalla donde se distingue perfectamente el colorido saco de los héroes, el brillo de los ojos, el gesto de la espada. Incluso las voces olvidan muy a menudo lo gutural para coger al oyente de la mano, “no temas”, en una visita guiada a los túneles tras la que se descubren hermosas galerías. Había vida, en efecto, en las profundidades. Si el más ortodoxo “Belus” anunciaba el triunfo del dios de la luz, “Fallen”, pese a su título, permite que la luz entre literalmente en la música; es un glorioso río en deshielo por el que desciende quien escucha, los muros de cristal fundiéndose a ambos lados. Una delicia para los encallecidos sentimientos de los seguidores de Odín, que se aburrían de jugar a la play en el Valhalla. Burzum ha hecho el primer disco de black metal primaveral del que tengo noticia. Escuchad el hermoso y trastocante sonido de la bestia en armonía con el cosmos.

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KURT VILE - “Smoke Ring for my Halo” (Matador)

Su “Constant hitmaker” no me pareció tan bueno, pero”Childish Prodigy” (09) era un discazo de oscuro fulgor neoyorquino (aunque él sea de Filadelfia); una obra raramente expresiva que circulaba por los parámetros que antes usaran Dim Stars y otros tóxicos ocultos del guitarreo poético, y a los que él añadía un talento natural y propio que lo distinguía claramente del plagio. Aquí, bajo la producción de John Agnello, se queda a medio camino entre ambos, en una senda fantasmal que va por los patios traseros, entre escoria y hierbajos, y que camufla el instinto melódico en discursos traqueteantes y opiaceos. Sonic Youth, sin duda, detrás. Voidoids, Television detrás. Lou reed, sin duda, detrás (“Puppet to the Man”). Pero a veces, por desgracia, demasiado detrás, en una secuencia de somnolientos bocetos de campo y de ciudad, menos concretados en pop, más abiertos, que no siempre alcanzan la altura que se esperaba. Ocasionalmente -más a medida que el disco avanza-, Vile se despereza con destellos de talento que brillan entre su desmañada pulsación electroacústica (“Society is my friend”, “Runner Ups”, el vuelo a baja altura de “In my Time” y “Smoke Ring…”), miniaturas a media luz poseedoras aún de ese crujido, esa gloriosa imperfección, ese desaliño, ese vago desagrado con las cosas que es necesario para crear. “La sociedad es mi amigo/me hace descansar en/un baño de sangre fresca”, canta, con un talento para la letra que utiliza, también, sólo por momentos. Y yo pienso en Marat agonizando en su bañera, tal como lo pintó Jacques-Louis David. No sé porqué.

2 comentarios:

Nacho Trisat dijo...

Muy buenas las 4.

Anónimo dijo...

Como siempre.