Una de las razones por las que seguí escribiendo fue Bob
Dylan, así que echadle la culpa a él. Podía haberme quedado en mis poemas
infantiles y mis inicios de novelas del oeste inspirados por J Mallorquí, pero
me tocó en el hombro un día y cuando me volví me dijo: ¿Tienes un cigarro? Era en
su época de blanco y negro con mucho grano, cuando era puro hueso de neón y
gafas de sol, como en aquel sobado libro de letras que encontré en una
estantería. Y como en la capital “Don’t Look Back”, que grabé de la tele en un
video veta y erosioné en eternas tardes solitarias. Fue para mí antes que los beat
–a los que sólo tardíamente (y parcialmente) he vuelto a valorar- y antes que
el Rock&Roll propiamente dicho, probablemente mezclado con lecturas
adolescentes de Huxley, Hesse (que de hecho sólo se puede leer de adolescente),
Miller, Sábato, Emily Dickinson y otras hierbas malsanas que escogía con
criterio puramente instintivo de la biblioteca paterna. Poco hizo en inicio, el
ahora ubicuo Mr. Frost, aparte de malograrme la sencillez con una serie de
imágenes intoxicantes y que difícilmente podía yo comprender en aquel tiempo, y
para comprobarlo bastaría con leer los primeros intentos de canción que puse en
papel, vergonzantes apaños oníricos en los que masacraba también Cohen y al
pesado de Clapton, al que entonces no le había dado aún por los trajes de Armani,
las bermudas de colores ni el blues higienizado para ascensor.
Sin embargo, una vez roto el hechizo opiáceo, Dylan ha
sido en mi vida un ejemplo capital, y -lo que es más raro y más valorable- lo ha seguido siendo hasta el día de hoy. Cada
individuo independiente es un ejemplo en la construcción de un individuo
independiente, y no se me ocurre otra cosa mejor que hacer que tratar de ser
precisamente eso, ya que los niños no me interesan, los animales cada vez menos,
estoy genéticamente amputado para la avaricia y tengo una fijación malsana con
el arte: es decir, soy lo que la gente llama –dependiendo- un tarado o un alma
libre. Ahora han pasado mis años de fan enfermizo y, pasado ya el medio del
camino con mucha probabilidad (y sin ninguna gloria), cuando uno ha gastado la
mitad acaso de sus años lúcidos, lo siento, a Dylan, como un viejo amiguete de
tascas más que como un ídolo. Está dentro, convertidas sus canciones en un serpenteante
río secreto de claves, consejos y momentos de iluminación, y su vida en una
especie de paralelo y opaco espejo en el que mirarse no es doloroso.
Dicen por ahí que saca nuevo disco. Me lo agenciaré,
claro, aunque discrepo con muchos dylanitas de la glorificación sistemática de
sus últimos trabajos igual que discrepo del olvido en el que están sumidas
algunas de sus piezas claves (“Good As I Been To You”, sin ir más lejos, por
mucho que sea un álbum de versiones). A mí “Modern Times” me pareció digno y
elegante, pero carente de canciones de fuste, a excepción de “Working Man’s Blues”, por la
que, esa sí, Springsteen –el artista real más sobrevalorado de los últimos 30
años- hubiera dado un brazo o dos. “Together Trough Life”, por su parte, me
resulta una rareza hecha con el piloto automático, que es quizá la peor forma
de dar a luz a una rareza. Para mí su último gran disco es el reseco, altivo y
quemagranjas “Love & Theft”, que, curiosamente, la gente pasa un poco por
alto. Claro que, por otro lado, estoy aquejado de un mal endémico entre los que
hemos convivido con un artista tanto tiempo que al final la vida (nuestra) y la
obra (suya) se entrelazan hasta conseguir un denso potingue de peculiares guiños
y visiones: “trabajo” mucho más sus discos menores que sus grandes obras. Así
que no sería raro que en diez o quince años esté defendiendo esos dos discos
que ahora critico.
Cuando empecé, un poco por inercia, otro poco por
casualidad, a escribir sobre música, una de las cosas que tenía en mente era
hacer algún buen artículo sobre Zimmy. Uno bueno de verdad. Nunca llegó la
ocasión y al final entendí que ya se había dicho demasiado sobre el sujeto (y
parte de lo mejor lo ha dicho él en el excelente “Crónicas”), que había mucha
gente desconocida sobre la que hablar y que abarcar sus épocas era demasiado
trabajoso cuando uno tenía que seguir también su propia labor creativa. Me
conformé pues, con la mejor parte: seguir empapándome de lo suyo, volver a él
repetidamente –aunque espaciadamente- en los momentos más extraños de la vida
(¿hay alguno no extraño, pasados los 30?), vivirlo con el mismo infantil placer
liberador que tengo cuando me como un helado bajando por una calle vacía.
Esto es pues una abdicación. Seguiré comentando aquí y
allá detalles, anécdotas e impresiones, pero será más mi vida que la suya. Refractario
como soy a los Gurús, a los profesores y a los métodos, se que he aprendido, sin
embargo, bastante más de él que de lo que podría consignar en unas líneas.
Y mi única recomendación al respecto
será la más sencilla: Escuchadlo. Hacedlo sin prejuicios, si eso es posible a
estas alturas de la disección. Buceadlo como se hace con los grandes, esos que
acaban siendo parte del propio sistema sanguíneo y que no piden royalties a
cambio.
Es pura vida, y lo demás no está. //LUIS BOULLOSA
A continuación, una lista de favoritos dylanescos que iré
comentando en los próximos días si me da la gana.
MIS CINCO TEMAS FAVORITOS DE LOS ÚLTMOS QUINCE AÑOS (HOY)
Highlands
SimpleTwist of Fate (Cover de Jeff Tweedy... FUCK WILCO, anyway)
Everythingis Broken (este enlace no va a la original, pero ESTE tampoco)
2 comentarios:
Estaba a punto de pasar al modo random, así que supongo que tengo que agradecer esta entrada.
The jew is back!
http://www.youtube.com/watch?v=mns9VeRguys
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