miércoles, junio 27, 2012

UN HOMBRE LLAMADO AL CARALLO

You won't get out of this life alive










Oyendo los grillos y viendo caer la noche. La luna se desliza rodando ladera abajo como un tonel. Otro mes así y empezaré a mandar bombas por correo.

Ayer estaba de un humor agrio y vacío y llegue a la siguiente conclusión, acaso injusta: la mejor forma de entender el nuevo underground español y de paso no perder el tiempo es agenciarse “Jane From Occupied Europe”de los Swell Maps, porque ya estaba todo allí: el recorta y pega, el dadaísmo de chico listo en el salón de su casa y las ínfulas subterráneas bajo la pinta de “no voy de nada”. Pero además eran buenos. Si no les resulta suficiente, se ponen el doble de rarezas de los Royal Trux y ya está. Además, que cojones importa la música.

La otra opción –siempre la mejor- es no hacerme caso y echar un oído a lo que se cuece ahí fuera, en SSpaña. A mí casi todo me deja frío, pero tiene que haber, por cojones, sorpresas en alguna parte. Quizá en todas partes, ¿por qué no? Rebajen un poco el espíritu crítico, admitan que el gato y la liebre saben igual (y que quizá nunca hubo liebre) y disfruten de la vida. Es lo mejor para no pensar en esa misma vida y dejar de disfrutarla.

¿Me he necrosado definitivamente como crítico?, me pregunto. Es posible, al cabo, raro sería que la música siguiera motivándonos igual mientras todo lo demás se vuelve desvaído. ¿Prescribo píldoras desganado y cuento los minutos para acabar el turno como un medicucho cualquiera? Quizá. A ellos les va bien así, al menos les pagan por una desgana que no les queda ni la mitad de lograda que a mí.

Después se me ocurre que ya de perder la ilusión, cuanto antes mejor. Tiene que haber (¡otra ilusión!) algo detrás de ese muro ficticio con el que nos han alimentado desde siempre, ese del esfuerzo y el premio, la petrificación y el premio, el silencio y el premio, el sicariado y el premio, la banalidad y el premio… pero ¿qué?

Decía Richard Harris -que el diablo le sirva generosos los scotchs- cuando le preguntaban por los años que pasó limpio -para no morir- que habían sido “los 13 años más aburridos de mi vida”. Inventarse pasiones en la mediana edad –no os hagáis líos, los treinta y muchos son la mediana edad- es complicado y artificioso, y además hay que hacerlo al tiempo que se sobrevive a las ya establecidas –difíciles de extirpar, quizá nos gustaría- y al soporífero embate de lo común. Pero es que la simple contemplación implica un riesgo cierto y mayor. Por cada Diógenes debe haber veinte suicidas.

(Y pensaba yo, haciéndome un bocata a altas horas en la cocina que es curioso que la gente insista en que la muerte es parte de la vida y a nadie se le ocurra nunca acercarse con más sencillez a la verdad: la vida es parte de la muerte).

-¿No hay nada detrás del muro, verdad?

-No, hijo, nunca hubo nada más.

Tienen razón los niños que juegan. No los enviéis a la escuela jamás.

También la tienen sus pobres imitadores, los artistas que sólo buscan el placer.

-¿Estamos a tiempo de regresar a un cierto hedonismo instintivo, comandante?

En el vuelo L-1975 hacia la nada suenan los Swell Maps y los Royal Trux a todo trapo, en medio de una noche perpétua a través de la cual puedo ver la luna amarilla saltar como un tonel sobre un horizonte recortado de papel maché. Pero era una pregunta retórica.

Sé que la respuesta es “NO”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oír los grillos y ver caer la noche...Después del muro no hay nada, quizás grillos lejanos y más noche.

Cowboy Iscariot dijo...

Big fucken deal...