lunes, abril 12, 2010

Caballeros de vacaciones (I)

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(Texto publicado originalmente el 5-6-09)

Decía Billy Childish de él y de su banda que eran «caballeros de vacaciones». Así deberiamos pensar, supongo, y nos iría mejor. Vacaciones, vacaciones... La promesa de otra vida encapsulada en el corto tramo de un mes. ¿No es eso ponernos la miel en los labios? ¿No es una crueldad tan intolerable como una tienda de caramelos camino del colegio? Breve, como el amor de mujer, que decía el incierto Señor Don Hamlet, principe de Dinamarca. E igualmente agridulce. Y es que, que quieren que les diga, en esta parte de mi vida estoy contra Kavafis. Él afirmaba lleva uno su ruina vital allá donde se mueva, que nos acompaña por mucho que cambiemos de ciudad en improbable, deseperada huida. Yo digo que una mierda, que soy mejor persona en Galicia, al borde del mar, que en esta querida y puta ciudad de Madrid. En una de estas sigo la inteligente indicación de mi amigo el partisano Aserius y contraemigro. En el lapso, mientras no podemos fingir que huimos, siempre queda ese embrujo doméstico y no menos temporal... la musique!. y estas son mis recomendaciones de los últimos tiempos.

Para perderse en la calma chicha que precede al crepúsculo en el desierto australiano, rodeado por coches desguazados, perros dingo y colegas con serios problemas alcohólicos, van de maravilla los Kill Devil Hills, ejemplo de como la reciedumbre heterosexual puede albergar una inesperada y amplia siensibilidad (bueno, yo ya lo sabía, pero parece que el mundo entero lo duda, lately).

Para cuando la oscuridad caiga sobre ese mismo paisaje, los sonidos se vuelvan extraños, y los hombres empiecen a estar amenazados más por ellos mismos que por nadie -bonita perspectiva, ¿verdad?- mejor los Drones de «Sixteen Straws», y si preferimos escupir nuestro odio en una pesadilla digital, mitad laberinto del rey Minos mitad Playstation, los Drones también, pero para odiar hacia fuera, expeliendo el pestifero aliento del vacío interior. Pincha «The Minotaur», la mejor canción de este año a millas de distancia (de su disco «Havilah») y vuela, gorrión.

Luego, barbacoa en esa playa que todos soñamos desde nuestros cubículos ciuidadanos. Eddie Current Suppression Ring o los Ooga Boogas, ambos con recientes discos van de puta madre: Rock&Roll vuelta y vuelta, lata de cerveza en la mano y muchas mujeres de perverso aspecto y maravilloso corazón, o al revés. Un polvo rápido y sucio no amarga a nadie.

Y dejando australia, que al cabo es donde se hace el mejor rock de guitarras del mundo a día de hoy, un paseo por la pradera interior, la cabaña de las montañas y el metro de Nueva York bajo la nevada de la mano de los espléndidos Felice Brothers. Su último álbum, «Yonder is the Clock», ha bajado algo el listón, pero el primero («Tonight at the Arizona») y el segundo («Felice Brothers») son obras maestras de nuestro tiempo, y me río del último de Dylan. Aunque ese también lo puedes escuchar, con una escupidera a mano, mascando tabaco y gruñendo por lo bajo obscenidades de Cowboy. Es un divertimento, pero disfrutable, al cabo.

Si en algún momento del viaje echas de menos la realidad ciudadana (raro sería), basta con que pinches el «Liars and Prayers» de la antimusa Thalia Zedek, es puritita angustia existencial. Lo juro.

Yo, creo, elegiré hoy la música en directo, ese paisaje abrupto y siempre imprevisible. Me largo al concierto de mi amigo Javier Colis (en la imagen), quizá el talento más en forma del estado. Sobre las tablas es un burlón viento de punzada eléctrica y temple existencial, con sus Malas Lenguas, que usted, caballero, ya debería conocer (tercer y magnífico disco, «Otra Nube», recién salido del horno). Luego, claro, me tocará perderme en un amanecer de Swansea dorado por una niebla de cerveza espesa y pausa emocional. Los Pogues, claro, que siempre están de actualidad, porque son eternos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oh man, you´ve got to understand...
She loves me tenderly