jueves, julio 31, 2008

THALIA ZEDEK - "Liars & Prayers" (Thrill Jockey)


Es un mundo perro, y las cosas no deben haber sido fáciles jamás para Thalia Zedek, esa chanteuse hardcore de vida y obra radicalmente opuesta a los cánones establecidos. Reconozcámoslo, si una es fea, heroinómana y lesbiana y se dedica a facturar música brillante, compleja y tensamente emocional como la que hace ella y sólo ella, puede que en determinados círculos llegue a ser lo más durante 20 minutos, pero las va a pasar putas en todo lo demás. Los peajes han sido dolorosos, parece decir su misma estampa, dañada y reminiscente de la oscuridad algo rígida que también envolvía a otras precursoras con visión y agallas como Moe Tucker. Igual que una Patti Smith que lo hubiese pasado mal de verdad, lo suficiente para desprenderse de la fanfarria mística y el malditismo basura. No se cuánto de esa Zedek mítica, la de hace diez o quince años, permanece hoy y cuánto se llevó el tiempo que nos erosiona en silencio, pero, a juzgar por su nuevo trabajo, le queda intacta la vocación por incinerar demonios interiores con el latido tabaquista de una voz que parece salida de los más arduos rincones de la experiencia. Una voz que aquí, una vez más, está amparada por una música secamente expresionista, un entramado de rock visceral y no exactamente americano (las influencias europeas siguen presentes) que envuelve al mensaje con ferrea delicadeza. Así, con el fantasma de Come disolviéndose en la lejanía y con su antiguo acompañante, el guitarrista Chris Brokaw, sin nada creativamente atractivo que ofrecer, es la carrera de La Zedek (se ha ganado a pulso el “La” de las grandes damas) la que sigue escribiendo con mayúsculas aunque sea en la oscuridad. Hay que inclinarse ante ella por saber extraer belleza de donde la mayoría sólo sacan dolor inútil y vana autocompasión. Y por saber persistir, año tras año, sin prisas, pero manteniendo contra la edad las ganas de bronca, ese empeño rocoso, esa lengua áspera e incómoda. Así la retrata este “Liars & Prayers” que resuena con recia potencia, entrando a pelo en batalla con un “Next Exit” que parecería robado a los mejores Mogway de no ser porque ahí esta ella para marcarlo como doliente y chulescamente suyo. Esta manida hasta lo invisible la expresión “rock sin etiquetas”, pero por una vez eso es lo que sucede. Inimitablemente propio, interpretado con nervio e intuición pero sin prisas por la banda, imaginativo en lo melódico pero despreciando el estribillo fácil, el disco deviene al tiempo duro como el granito y fluido como el mismo torrente interno de emoción que lo levanta; atravesando gélidos témpanos de fingimiento y mentiras y momentos de cristalina belleza suspendida, historias de daño gratuito, identidad dudosa, huida equivocada o simple e insondable vacío. Áspero, pero frondoso. Jodido, pero hermoso. Coriácea cáscara que protege la saboreable, aunque amarga, pulpa interior. Como el mismísimo corazón.// Void George

Sóla contra el mundo

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