domingo, marzo 13, 2016

ORTHODOX - "Axis" (Alone Records)



Es difícil seguir toda la producción de los dos elementos que componen Orthodox a día de hoy, Marco Serrato y Borja Díaz. Sus excursiones siempre fructíferas lejos de la banda madre (Blooming Látigo, Hidden Forces Trío y otro puñado de majaradas imprescindibles) darían para llenar entera esta revista. Es satisfactorio, sin embargo, comprobar que no se han olvidado de ese origen y que su trabajo en el proyecto original sigue guiado por un ansia inusual de no repetirse.

Las etiquetas (doom de vamguardia, o lo que sea) se quedaron cortas para definirlos hace tiempo, más o menos cuando publicaron su segundo disco, el prodigioso y evocador Amanecer en puerta oscura, y de eso hace ya casi nueve años. Con Axis (y con su anterior burrada experimental Demonio del Mediodía, junto a Aquileas Po y a Xavier Castroviejo) vuelven a demostrar que el bicho es inclasificable. ¿Metal? Vale, pero mucho más. Si el jazz fuese aún digno de su fama, se podría decir que aquí hay jazz, pero prefiero la libertad de la palabra «experimento», sin más etiquetas, para describir lo que hacen en piezas tan libres como «Axis-Equinox», donde por un momento enfermizo y violento recuperan el tono procesional de su otra obra maestra Sentencia (2009). O para acercarme al poseído arranque tribal de «¡lo, Sabacio, lo, lo!» donde el contrabajo sostiene el paroxismo de un ritual desconocido. O para dejarme llevar por «…Y a ella será revelado» y su artesanía proveniente de otra era.

No es menos poderosa la parte más «reconocible» del disco: potentísimos en temas como «Crown for a mole», con el bajo achicharrado y las baterías sin bridas, o «Canícula»; profundos en «Medea», que podría haber acompañado perfectamente al paisaje terroso, mediterráneo y quemado del Edipo Rey de Pasolini; crudamente agrestes en «Portum Sirenes»... Pero incluso en esos temas más estrictamente metálicos, Orthodox juegan en otra liga, incapaces ya de adaptarse a un canon, demasiado originales, para bien o para mal.

Lo suyo, a día de hoy —como lo de Pasolini o como lo del Friedrich Dürrenmatt que escribiera La Muerte de la Pitia— parece ser una regresión a un mundo clásico muy distinto al que nos contaron las películas comerciales. Un mundo de piedra, agua y metales trabajados aún toscamente. Un mundo de pasiones, arrebatos y miedos esenciales. «Por entonces, cuando el alma era todavía inmortal», dice Lichtemberg. En ese «por entonces» parece compuesto e interpretado este disco extraordinario, aunque lo cierto es que ha nacido en la Sevilla de 2015. Suerte para nosotros, que lo podemos disfrutar.

(excelente portada, por cierto, de Gonzalo Santana)

//K. Malapraxis

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