jueves, abril 05, 2012
NICK CAVE – “HENRY’S DREAM” (92)
¿Qué escuchas últimamente?… Y le contestaba yo que poca cosa, porque cada vez más tengo arranques de silencio. Se acaba el disco de turno que me he puesto mientras escribo o pienso en las musarañas, y ahí se queda. En el campo, además, siempre hay pájaros fuera, por la mañana quizá un cuco, por la noche acaso un búho. Y también los perros a lo lejos, el camión que pasa con un zumbido fantasmal y el colchón de grillos. Así, en esta especie de lapso callado, me he despreocupado de las novedades y me he recluido con veinte o treinta cds recogidos a toda prisa en Madrid con criterios poco claros. Hoy le he vuelto a dar un rato (dos vueltas) a uno de esos trabajos que en su momento no digerí bien y que, aunque irregular, al final terminó por gustarme.
“Henry’s dream”, de Nick Cave, un tipo al que todo el mundo adora y con el que yo tengo reticencias ocasionales por su exceso. Exceso de barroquismo, exceso de presunción literaria y exceso de jeta para vender por original lo que es interesado (e interesante) latrocinio. Vamos, que cuando me gusta me gusta bastante, pero eso es una de cada tres. Su influencia en la música subterránea que hemos pisado las últimas dos décadas es, sin embargo -y sería absurdo negarlo- enorme para bien y para mal. Sospecho que la causa, más allá de la calidad y el calambre, es que su enfoque es guerrillero y amateur, por mucho que se haya rodeado siempre, listo él, de músicos soberbios. De algún modo transmite esa sensación benéfica para el ego del artista de turno de “tu también lo puedes hacer”. Cualquiera, pues, con una voz cavernosa del montón (como él), una tendencia al paroxismo teatral siniestroide (como él) y una pluma infectada de Rimbaud y de Faulkner (ya le gustaría a él) puede hacer el intento. El caso es que al final unos lo consiguen y otros no. Habría que definir bien esa liga de talentos sin talento, o de tipos –precisemos- que tienen el talento o la inteligencia suficiente para superar su inicial falta de técnica y de maneras y levantar una fortaleza personal, ya sea saltando campo a través por lo punki o cultivando ese dandismo astroso que a Nick tan bien le funcionó siempre aunque fuese, claro está, un recurso del mundo artístico tan vieja como la que más (uno se inspira en lo que tiene).
En cuanto a Henry’s Dream –lo escucho de nuevo, tres vueltas- es un disco curioso incluso en la disposición de las canciones. Arranca magníficamente con la demoledora “Papa on’t leave you Henry”, mantiene la tensión con la traqueteante “I had a dream, Joe”, la hermosa, sencilla, gloriosa balada “Straight to you” y el encabronado escupitajo en la barra de “Brother, my cup is empty”, pero después es incapaz de sostener su trabajoso vuelo durante toda la parte central, en la que naufraga con tres temas que, sin dejar de tener oficio, son ramplones dentro de su propia historia (“Christina the astonishing”, “When I first came to town” y “John Finn’s wife”). Finalmente, cuando el disco se ha hecho plomizo e indefinido en su propio exceso, levanta un vuelo inesperado y muy bello con ese “Loom of the land” que versionaran en su día con éxito (artístico) los Walkabouts y lo cierra de manera más que efectiva con “Jack the ripper”.
Me gusta el sonido general, bastante tabernario y crudo pese a las cuidadas instrumentaciones, y no se si me gusta tanto su reiterado tremendisco infantil, esa sensación, tan Cave, de que en sus historias siempre hay un hombre a punto de matar a una mujer, como si fueran todas ellas un visionado reiterativo del inicio de “La noche del cazador” y todos sus discos un “Murder Ballads” en germen. Las letras, otro tanto: cuando la canción funciona las soporta y brillan por momentos, cuando la canción naufraga muestran, en cambio, toda su engolada inconsistencia, lo cual dice de ellas que son eso, letras de canciones, dicho sea sin ninguna intención de rebajarlas.
¿Qué escuchas últimamente?... Observo la mesa repleta de cuadernos, papeles y basura, y veo, abiertas, las cajas de “Pass the distance” de Simon Finn y “Hex enduction hour” de The Fall, otros dos discos no precisamente modélicos y que sin embargo tienen lo suyo; ese extraño atractivo de lo montaraz, lo incorrecto y lo parcialmente fracasado. El aroma de lo erróneo, que nosotros expelemos también, tan a menudo. ¿Son nuestros gustos musicales una metáfora tardía –parcial, inexacta- de lo que ha sido nuestra vida? Probablemente sí. O quizá tan sólo una previsión, el parte del tiempo, igualmente poco fiable, de lo que espera y lo que vendrá. Gold in winter, silver in spring... //LUIS BOULLOSA
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2 comentarios:
Lo dicho, demoledor Nick ó No ?
Mark Smith y compañía imprescindibles y S.Finn prescindible...
Saludos
Demoledor cuando es demoledor. Un maestro en todo caso, que no un genio...
Bienvenido...
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