viernes, septiembre 16, 2011
VIDA Y MUERTE DE UNA BANDA DE BAR (y III)
(Escrito a las tres de la mañana en mi gabinete campestre, sobre algunas notas tomadas al azar por la mañana. Sereno, consciente, aburrido)
¿Sobre qué hablar en las letras de una banda de rock? La respuesta es sencilla: habla de lo que te salga a ti de los cojones y si eres bueno, acertarás. Si quiere uno acotar (o ampliar) algo el espectro, siempre puede acogerse al título de aquel clásico de Big Black: "Songs about Fucking".
Los que escribimos canciones, en todo caso, y sobre todo letras, y sobre todo letras en inglés, tenemos varios problemas en un país que -asumiendo que el inglés, hoy, es el latín- avanza a duras penas por un periodo inicial de romanización. Vamos, que ni puto caso te van a hacer. Pero tú a lo tuyo. Luego está la vagancia general de la banda tipo: raramente la letra que entregas a tus congéneres rockeros irá a alguna parte. A veces tendrá “demasiadas palabras”, otras veces el guitarrista de turno estará viendo “donde encaja”, las más, sencillamente, les resultará más fácil rellenar los huecos de una música ya hecha con exabruptos y gruñidos inarticulados, lo cual tampoco está mal, según se mire. A mi ese estado troglodita me gusta, aunque prefiera combinarlo con algo de pensamiento, sólo un poco, sin más pretensión.
Me he estado escuchando estos días lo demoledores “Blank, Blackout Vacant” y "Feel The Darkness" de los Poison idea, y creo que en semejantes monstruosidades, sin duda alguna dos de los mejores álbumes de PUNK de todos los tiempos, me dan la razón. Las letras, contra lo esperado y lo que recordaba, son magníficas en su aparente sencillez. ¿Cuántos se han fijado en ello alguna vez? No lo sé. El “cuántos”, supongo, debe dejar de importarnos si queremos hacer nuestro trabajo bien y no arruinarnos la esperanza demasiado temprano. No son el único caso de punk pensante, claro, los hay a docenas, por mucho que en la actual inercia de country and western deshidratado parezca que sólo los Bonny Prince Billy del mundo tienen la posesión de la palabra. Falta punk, os lo digo. Y falta palabra también. Aunque sobren poses y verborrea. Es decir, lo de siempre, pero más.
De todas las letras (algunas bastante malas, otras muy buenas) que he donado a los sufridos cofrades de mis bandas, apenas un puñado han terminado siendo canciones. No es que ellos tuviesen otras mejores, es sólo que la letra o no importaba o no merecía el esfuerzo de pronunciar palabras de más de dos sílabas en el inglés chapurreado que nos caracteriza, o vete a saber.
Honrosa excepción, mi colega Felix "La Cobra" Sanchez, que en sus ratos libres ayuda a ancianos impotentes pasando viagra de estraperlo –y eso es muy punk-, consiguió cerrar con letra mía cuatro temazos que se pueden encontrar en el disco que sacamos los 5 Cobras cuando yo aún estaba allí. Malas o buenas, cuando las oigo me siento orgulloso de algo tangible. Malas o buenas, y creo que son buenas en su conjunto, son un esfuerzo por ir, y por ser, más allá del puro y liberador exabrupto habitual; cuatro ejemplos ciertamente diversos en tema, enfoque y tratamiento, aunque bañados todos por esa pre-lisergia high energy que cultivaban los cobras en su mejor momento. “Rats in Stereo” es un retrato sólo levemente metafórico del estado de control mental y policial del que disfrutamos hoy, y debe bastante a Orwell, Huxley y otros tantos (también el título del disco, “Brave New Hole”); “Bad Medicine”, saturada de barroca iconografía rock, una revisión del tema del amor destructivo, que entonces me tocaba de cerca; “King Conan Blues”, escrita en 2004 en Murcia cuando Schwarzenegger amenazaba con hacer la tercera parte de Conan, una reflexión post épica, de monarca viejo que sólo ve cadáveres inútiles cuando mira atrás y nada encuentra frente a sí más que -como diría Quevedo- “el recuerdo de la muerte”; “Respect”, por último, vuelve a las relaciones malditas, pero desde una visión ligeramente más positiva que no niega la posibilidad de curación.
Todas están en el libreto del disco, y no las recuerdo ahora para convencerme de lo cojonudo que soy ni para purgar errores de juventud, que también. Me sale, simplemente. Intento recordar como surgieron y retorno al mismo punto de creación, ese que provoca tantos equívocos: el momento. Ese vómito de apenas unos minutos en los que de repente todo sale de corrido, como si siempre hubiese estado ahí, cerrado, esperando por ti; ese engañoso instante de coagulación que hace pensar a algunos que sólo son mediums de alguien distinto o que las canciones flotan en el aire y se necesita ser como una antena que las sintonice. Olvidan quizá, o prefieren olvidar, todas las horas trabajadas y los días trabajados en un esfuerzo casi nunca visible, puramente mental. La planta surge aparentemente sola, sí, amigos urbanitas, pero siempre hay alguien en casa con la espalda rota de tanto arar. Flaco favor le hace esa mesiánica autocomplacencia al arte que se cultiva: Los que nos consideran unos vagos redomados acumulan fácilmente munición.
No quiero negar con esto el momento de inspiración. Existe, pero por lo general sólo existe si uno se ha preparado para recibir esa inspiración. No sé si hay individuos sencillamente tocados por la mano de un Dios que desconozco, podría ser. De todas maneras, su número (que no sus obras) es matemáticamente despreciable en un mundo en el que ya es difícil encontrar individuos que sepan leer y escribir.
La siguiente conversación es real. La sostuve con un crítico musical.
-Ya no hay bandas como las de antes.
-Claro que las hay, yo te puedo decir diez ahora mismo.
-Dime una
-Los Drones
-Sí, los Drones son cojonudos.
-Y tienen unas letras de la hostia.
-No sé, yo nunca leo las letras.
Difícil tesitura, la literatura en general, esfuerzo excesivo que a menudo no llega a ningún lado y que ofrece poco o nada a cambio de la inmolación. No mucho más fácil el Rock&Roll para el que escribe.
Ahora, en mi asociación renacida con un antiguo guitarrista del que soy amigo desde hace ya veinte años (¡veinte años!), sé que las cosas fluirán porque ya fluían antes, cuando éramos totalmente inexpertos y montar una banda parecía un misterio indescifrable, un amasijo de cables enredados que había que recomponer a ojo, basándose en la pura intuición, la energía en crudo y la voluntad de gritar. Hemos perdido sin duda, parte de aquella energía, pero acaso no hacía falta toda. Lo cierto es que cada vez escribimos mejores canciones, y mejores letras y que, a la espera de la decrepitud, me refugio en la historia del toro y el torito que le contaba Robert Duvall a Sean Penn en la destacable “Colors” de Dennis Hopper (aquí “Colores de guerra”).
Estaban un toro y su hijo en la cima de una colina y vieron a varias vacas que pacían abajo en el valle. El torito le dice a su padre “Papá, ¿por qué no bajamos corriendo y nos follamos a una vaca?”. Y el padre le responde “No, hijo. Mejor bajamos andando y nos las follamos a todas”.
Pues eso.
Palabras para el que sabe.
Id con mi bendición.
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