Concierto de Deriva (Café del Arte Nuevo, Madrid)
No es que no crea en la magia. Es que no creo en esa puta palabra: “magia”. Mierda, la usan tanto en las series de televisión que ya no se qué significa. Así que me quedo con “milagro”, que es más cercano a nuestro hermoso pasado católico de monasterios, incienso, inquisiciones y reliquias. Y es que a veces ocurren cosas que andan cerca del milagro: Una serie de casualidades hizo que me enterase, a última hora, de que Rafa Berrio tocaba el otro día en la ciudad. ¿Y quién es ese Rafa Berrio del que nos hablas?, me preguntará la parroquia, mientras apura el trago. Pues Rafa Berrio es uno de los mejores letristas de rock de este país de todos los tiempos, así para ir entrando en calor. Músico vasco de peculiar sensibilidad que a principios de los 90 lideró a los nunca bien ponderados Amor a Traición a través de dos discos tan imprescindibles como difíciles de encontrar ahora mismo, y que ahora continúa su andadura a la cabeza del grupo Deriva (con dos trabajos no menos esenciales). El caso, que aquella acogedora noche de viernes de febrero, nos juntamos unos cuantos colegas en el diminuto Café del Arte Nuevo para ver que quedaba de todo aquello. Deriva venían con la batería reducida a cajón, bajo eléctrico y guitarra también eléctrica (Berrio la sigue prefiriendo a la acústica, elección que apoyo plenamente a la vista de los resultados). Abrieron fuego con “Te Quiero”, estremecedora en su sencillez, y de ahí en adelante, perla tras perla, la sala fue entrando progresivamente, con segura lentitud, en ese estado gomoso y cristalino a la vez en el que el tiempo se dilata y deviene narcótico. Ese ralentizado asombro de darse cuenta de que (¿hace cuanto no me pasaba?) algo extraordinario está sucediendo. A favor de que el concierto fuera excelente jugaban ya de entrada varias bazas: el local pequeño pero lleno de devotos, las canciones mismas, estoicas reflexiones de lenguaje noble y honda resonancia sin parangón por aquí; temas de dolorido amor de enorme recorrido, historias sobre ciudades más misteriosas quizá que las ciudades mismas... Un cancionero mayúsculo, en fin, clásico en su aparente modestia, en el que Berrio hace corpóreos los fantasmas de Dylan, Reed, Pessoa y, supongo, otros cuantos poetas clásicos (Luis Cernuda, Gil de Biedma, Galdós y Baroja son favoritos reconocidos) sin que por un instante la voz deje de ser puramente suya. Pero en directo, además, lo que en disco se aprecia con cariño, alcanza una corporeidad y una cercanía que, simplemente, puede atravesarte la carne hasta tocarte las mismas vísceras. Esa figura diminuta y austera, más bien silenciosa y amable, que una hora antes del pase se tomaba con nosotros unas cañas, pasa sobre las tablas a ser una personalidad silenciosamente magnética, acerada, irónica, con carácter; las riendas del concierto perfectamente sujetas, la medida de la emoción contenida -porque exagerar el ademán en unas letras tan demoledoras como las suyas sería convertirlo todo en melodrama-, hasta conseguir ese punto justo en el que uno asiente, escuchando las verdades del barquero envueltas en poesía, como si le estuviesen cantando exactamente lo que lleva todo el día pensando. Y eso cura. Posee, Berrio, esa rarísima capacidad sanadora que sólo algunos músicos excepcionales llevan consigo. Se extendieron generosos los bises. Cayeron la maravillosa “La misma mujer distinta” y ese único canto de amistad tabernaria que es “El principio de una buena racha”. Y hasta los fallos ocasionales, el borracho que tiraba el atril del bajista cada dos por tres, la incomodidades del lugar, parecieron ser parte de una noche cristalizada con naturalidad bajo astros propicios. Creo que más de uno y más de dos salimos de allí bendecidos por el poder transfigurador de la expresión, llámesele poesía, rock, o lo que nos venga en gana. Con más ganas de vivir, muchas más. Y eso es casi un milagro, hermanos. Os lo creáis o no.
Proximamente entrevista con el vadeador de palabras profundas, Rafa Berrio. Más información en www.rafaberrio.com.
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2 comentarios:
Siempre he intentado rodearme de sustancias y personas estimulantes, así como de personajes depresores imposibles y artistas de ojo rápido.
Supongo que esta magnífica foto la habrás tirado con el codo y de espaldas mientras derramabas cuatro cubatas sobre la barra de acero helado.
Sin inmutarte.
No, amigo Aserius. Esa noche me habían robado la cámara los cherokees por no se que mal entendido sobre el agua de fuego y tal. La foto es de la web de Berrio, la habrá hecho algún otro dipsómano con talento. Eso sin el concierto fue ESPECTACULAR. Deberíamos hacer un arraianos rock festival con todas las gloriosas rarezas que te voy descubriendo.
Dame presupuesto y te lo monto. Por el momento Orthodox, Sangre Cavallum y el Amigo Berrio, así en plan más comedido, estarían bien. Y siempre se puede traer a alguien que te cante en gaélico, estilo los Gorky's Zygotic Myncy, para que las voces ancestrales se te revuelvan en el cogote.Y a los amiguetes (Fausto/Justo en el lado vanguardista y Colis en el de la balada romántica transfigurada). Vamos, si no te corren a pedradas de celanova, de milagro. Mejor montarlo en Santiago, si. Saludos
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