sábado, diciembre 10, 2016

POR DEBAJO DEL BIEN Y DEL MAL (10 años de KAPUT)



Hace diez años empecé este blog (con esta misma imágen). Diez años. Tenía por tanto entonces 31, y si no me falla la memoria había empezado a trabajar en un periódico del ala diestra y había entrado en una de las etapas más tristemente mágicas de mi vida. Mi día a día era caótico, bebía demasiado, quería ser cosas que aún no era y llevaba tres o cuatro años escribiendo en Ruta 66 y un par editando con un amigo nuestro viejo fanzine Kaput, el Kaput en papel, del que salieron cinco números. Las razones por las que empecé con esto me resultan ahora indescifrables, aunque supongo que algo habría de exhibicionismo y algo de un pragmatismo al hilo de los tiempos bastante raro en mí. Lo que me ha aportado es, sin embargo, más claro.

Rara vez un blog dura una década. La red está saturada desde hace tiempo de chatarra interestelar que fue prometedora y quedó en casi nada. Dice mi amigo Juan Terranova que la parte más móvil, maleable y participativa de los blogs, el “comment”, el comentario, no tardó en independizarse y que de ahí surgió Twitter. Es cierto, y es también síntoma de nuestra época, o al menos de la época que acaba de pasar. Queremos comentar, a toda costa, y el elemento sobre el que se comenta es para ello un estorbo cuando es demasiado articulado: el elemento sobre el que se comenta debe ser reducido a su mínima expresión y, a ser posible, ser implícito a un mundo. ¿Qué mundo? El nuestro, por supuesto, es decir, la carcelaria burbuja mental a la que hayamos decidido llamar el mundo.  ¿Leer un texto medio o largo y comentar a partir de él? No, por favor.

No sé si tal situación es buena o mala, pero es. O ha sido. Sé, sin embargo, que yo abrí este KAPUT cuando la explosión del formato ya había pasado, que fui tardío, hasta cierto punto, y que no mucho después llegó la época en la que el feedback empezó a caminar por esos otros senderos. Yo seguí con la tarea, pese a la ausencia de ese feedback, no por fanatismo, sino como el que lleva consigo siempre cuadernos de trabajo (yo los llevo). Nadie espera que bajo su entrada manuscrita del día broten de repente debates y firmas, insultos o halagos. No hace falta. No es esa la misión. Del mismo modo que me sirven los cuadernos, el blog me sirvió, aún en la aparente ausencia de lectores. Me sirvió para reafirmarme en mis motivos cuando el recorrido del periodismo diario me obligaba a tratar materias muy distintas. Me sirvió para hacer una modestísima publicidad de lo que iba publicando en otros medios. Me sirvió para dar rienda suelta a mis manías y acabar sacando de ellas objetos más cuajados. Me sirvió para llegar hasta gente a la que jamás hubiese descubierto de otro modo. Me sirvió, sobre todo, para ir soltando la mano, para ir orbitando con libertad sobre motivos recurrentes hasta pulirlos; para ir pasando de un estilo más o menos cerrado (reseña, crónica) a un estado mental cercano al ensayo. Para relacionar. Para caminar lentamente hacia lo que sería el embrión de una nueva forma mía que, a trancas y barrancas, coaguló finalmente en dos libros y en una nueva revista en papel. Los libros fueron “El puño y la letra” (66rpm, 2013) y el reciente “Santos y francotiradores” (66rpm, 2016). La revista fue nuestra querida Karate Press (KP también, como el Kaput original, y que igual que aquel subsistiría durante cinco números, pero mostrando una profesionalidad, una apertura  y una profundidad mucho mayores).

¿Hubiesen existido esos libros y esa revista sin este modesto blog? No. Lo observo hoy y me doy cuenta de que -además de revelar un empecinamiento y un cierto método que rara vez se me suponen- es la columna vertebral, tenue pero cierta, que me ha servido para sujetar mis obsesiones y encaminarlas a todas como un rebaño en la misma dirección; el hilo de tender donde las he ido colgando a secar.

Ha sido en los blogs, y no está mal recordarlo, en donde se ha desarrollado gran parte de la mejor crítica musical de esa década que contemplamos. La prensa establecida (incluida la que se las daba de medio underground) nunca supo seguirle el paso a esos nuevos modos, más libres, menos sectarios, y se limitó a argumentar una y otra vez que en un blog podía escribir “cualquiera” como si ellos tuviesen, por el contrario, algún baremo de excelencia férreo. No pocas veces les he devuelto con cierta sorna el comentario. Pese a que en esa prensa sobreviven (ninguneadas, a veces) varias plumas de valía, lo cierto es que es en ella donde, parece, puede escribir “cualquiera”.

Así, cuando hace un año y pico coordiné la salida a la luz de Karate Press comprobé que una de mis intuiciones de partida era cierta: había excelentes escritores y críticos que estaban infrautilizados en sus respectivos medios o que directamente carecían de medio. Un nutrido grupo de gente lúcida que, concedida la libertad suficiente para encarar los temas que querían tratar del modo que deseasen, eran capaces de ofrecer material de primerísima magnitud. Los artículos aportados a tan ignota publicación por gente como Mikel Primigenio, David Bizarro, Carlos Lapeña, Héctor G. Barnés, Coronel Mortimer, Félix Frog y otro buen número de individuos están, eso no lo dudo, entre lo mejor que se ha escrito en España sobre músicas arriesgadas y aledaños. Es decir: la materia prima existe. Luego, la necrosis aguda de nuestra prensa musical generalista proviene de errores estructurales, no de falta de talento personal.

Algunos de esos excelentes periodistas habían tenido blogs o similares, o los tienen aún. No debemos menospreciar pues, el papel que ha jugado tal formato, por olvidado u obsoleto que nos parezca a veces, como elemento de maduración y transmisión en un entorno que no siempre le permite a uno escribir donde quiere y, menos aún, escribir sobre aquello que considera imprescindible contar. Yo, a este respecto, tuve la enorme suerte, de encontrarme en 2002 con la persona de Jaime Gonzalo, que sin conocerme de nada y vía mail me permitió arrancar mi “carrera” en el Ruta. A él le debo pues, parte del desastre posterior. La otra parte del mérito es mía y de la vida que he llevado, y de la gente que he conocido y de los días, las copas, los trenes, las ciudades y las miradas.

La solidez se construye. Pero raramente se construye siguiendo los parámetros dados y las doctrinas establecidas. Los campos de juego son necesarios, los patios traseros y los espacios desolados son necesarios. El otro lado de las vías del tren es necesario. La experiencia directa de “lo otro” es necesaria para no acabar siendo una oveja. O, como dijo una vez mi querido Javier Colis, “la experiencia es siempre más montaraz”. La historia de la verdadera prensa cultural de este tiempo no será la de los grupos y los conglomerados, ni la de unos periódicos tan patéticos como rancios. Habrá sido la nuestra. La cuente alguien o no. La resuma alguien o no. La cante alguien o no.

Es una cierta satisfacción, para que negarlo, haber puesto mi grano de arena durante una década francamente turbulenta y divertida.

No diré que lo hice por vosotros, lo hice por mí. Pero espero que a vosotros os haya servido de algo también.

Salud. 

Por vuestro viaje.

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