sábado, junio 27, 2015

Series of Dreams (I)





Caía la noche y yo bajaba apresurando el paso por una calle desierta que ya había soñado antes. Podría haber sido Madrid, podría haber sido Tánger. Sabía que más abajo encontraría una frutería y una farmacia, pero que ya estarían cerradas.

Un niño de tez oscura en una bicicleta se ponía a rodar a mi lado y me pedía unas monedas para cenar. Yo le contestaba sin mirarle, mientras rebuscaba en el bolsillo.

-¿Quién te ha muerto?- me preguntaba, en un español rudimentario.

-¿Eh?- contestaba yo sin mirar.

-¿Quién te ha muerto?

-Eso fue hace tiempo- respondía yo, pensando en mi padre, y le ponía en la mano dos monedas. Una de ellas debía ser de cincuenta céntimos de euro, pero relucía como una onza de oro.

Él no parecía muy convencido con mi respuesta, pero seguía su camino calle abajo.

Al final la calle desembocaba en un gran descampado. Junto a un murete unas cuantas personas hablaban bulliciosamente. El ambiente era festivo. Allí estaba Dylan, con Sara, silenciosa, casi en sombra, y con una amante de pelo corto y negro que hablaba por los codos. Él vestía de blanco, y todos cantaban una canción que hablaba de fases lunares y de estrellas. Y en efecto, el cielo era espléndido, oscuro, poblado y brillante. Yo reconocí la melodía de “Idiot wind” pero la letra era otra. En un momento la luna apareció, amarilla, turbia, y todos se volvieron locos de contento y avanzaron hacia los matorrales del descampado: la canción, al parecer, había predicho con exactitud la conjunción estelar de aquella noche.

Avancé con ellos, la vegetación se hizo más densa. Había cuerpos follando entre las hierbas, como si se hundiesen en un magma más profundo que la simple tierra.

Estuve tentado de decirles que tuviesen cuidado, que el suelo podría estar lleno de cristales o de chutas, que aquello no era el verano del amor, que era otra cosa.

Pero la verdad, ni siquiera estaba seguro de ello.

Y entonces desperté.


(Soñado el 27-6-15)


1 comentario:

No hay playa dijo...

Durante su adolescencia conoció a personajes como los escritores Paul Bowles, Jane Bowles, William Seward Burroughs y el pintor Francis Bacon en Tánger (Marruecos), donde estos gayers iban para follarse niños.
Ese malditismo barato de la movida madrileña, que buscaban un cielo protector en África para acabar fritos en un puto portal castizo