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El otro día fui a ver a los
INTELLIGENCE y asisití al mejor concierto que me he tragado en lo que va de año. Pero no fue el de Intelligence. Lo siento por el apático Lars Finberg, que me cae simpático y al que entrevisté hace algún tiempo, pero su banda a día de hoy suena prescindible y falta de definición, atorada en un callejón sin salida de autocomplacencia en una época en la que hasta el más tonto te hace un disco decente y un show en condiciones. Y en todo caso, aunque hubiesen sonado como un tiro tenían la batalla perdida después de la exhibición de Lüger. Claro que ustedes no conocen a Lüger. Yo tampoco los conocía en realidad hasta que el otro día me pasaron por encima de la cabeza con el rasante zumbido de una escuadrilla de messerschmitt en misión de combate. Dos baterías, un teclado (les faltaba otro, esa noche), guitarra y bajo (un precioso rickenbacker francamente bien usado) para ejecutar cuatro o cinco temas largos, planeadores y forjados en acero de guerra. Raids machacantes entre lo marcial y lo fracturado que cuando parecían entrar en zona previsible viraban de pronto hacia otro lugar más profundo. Rock implosivo de origen Krautrock y deriva espacial, pesada, lindante en algún momento con los postulados de los mejores Hawkwind. Y digo todo esto a riesgo de ser corregido porque el Kraut y derivados no es un campo que un servidor controle con fluidez, pero al final las referencias sobran ante cosas así, las nebulosas de sonido en mutación que parecen salir de ninguna parte pese a que uno sabe que, de alguna manera, las están creando esos tipos de ahí enfrente.
Me decía mi colega David, después del bolo, que aquella noche no habían estado tan finos como de costumbre, y me preguntaba yo cómo cojones debía ser aquello cuando afinaban. Y me preguntaba también que pensaría en ese momento el pobre Finberg, silencioso al fondo del bar, en el tenderete de los discos. Y me decía a mí mismo que qué guapo que una gente a la que conoces del barrio, de aquí, estuviese montando una pajarraca de ese calibre, creando una música por la que mucha gente con nombre daría su brazo derecho. No muchos días atrás, en la misma silla desde donde escribo esto, discurría yo sobre esos momentos mágicos en los que uno se encuentra cara a cara, inesperadamente, con algo que sabe irrepetible. Después de la epifanía vienen los largos meses, a veces años, en los que se escucha música, se come se bebe, se folla, pero todo tiene esa cualidad atonal que es la médula osea de la vida. Aceptable, pero no imprescindible. Graciosamente tópica y banal, grumosa y lenta; soleada pero de un brillo opaco. Y uno llega a creer que el momento no volverá a llegar jamás o que no fue jamás, en realidad. Y entonces se abre una puerta cualquieray BAAAAAAAAAAM!!! Los Lüger. Ese Glorioso momento de encuentro en el que te gastarías todo el dinero que no tienes en champaña para brindar por la vida, esa hijaputa tacaña.
Salí de allí algo cambiado -ese poder transfigurador y doméstico al tiempo que en ocasiones tiene el rock-. Pensando, también que la primera labor del crítico es asumir sus propias limitaciones y que a mí me iba a ser difícil describir aquello con la exactitud que requiere. En consecuencia, tomen este comentario sólo como orientación. En una proxima entrevista para KAPUT ellos contarán de primera mano de qué va eso que definen en su myspace como «simpatía por la PSICODELIA, el KRAUT-ROCK o la KOSMISCHE MUSIK, el BAKALAO ANALÓGICO, el CAOS CONTROLADO y la LIBERTAD VIGILADA, entre otras aberraciones».
Y recuerden la ley número uno del espacio interior: el tipo que te está llenando la copa mientras divagas sobre ti mismo puede tener muchas más cosas que decir que tú.//LUIS BOULLOSA