jueves, agosto 30, 2007
Entrevista con RAFA BERRIO
(Texto íntegro original de una entrevista publicada con ligeras modificaciones en la Revista Ruta 66, número de septiembre 2007) Trovador a recuperar con urgencia para el «gran público» (!?), el donostiarra Rafa Berrio lleva desde los primeros 80 cultivando una manera de hacer y de decir que le da por derecho un puesto destacado entre los mejores orfebres del pop y el rock cantado en español. Con la raíz en Dylan, Reed o Cohen, pero también en Pessoa o el tango, es Berrio un discreto pero emocionante cronista de los mil vericuetos de la relación sentimental, la fascinación de los lugares únicos y cotidianos y un gozo de vivir siempre transido de reflexión. Su producción reciente al frente de su banda, Deriva (absolutamente recomendable su último largo, «Harresilanda»), mejora el ya notable pasado al frente de Amor a Traición y le saca varias cabezas al pelotón de adocenados cantautores que nos fustigan cada día con sus rimas inanes. He aquí las reflexiones del vadeador de palabras profundas sobre el oficio, el beneficio y otras ilusiones.
KAPUT- El primer disco de Amor A Traición era excelente, pero comparado con lo que ha venido después, me parece un poco saturado de arabescos, referencias y personajes, menos sincero. ¿Cómo lo ves ahora que ha pasado el tiempo?
Rafa Berrio- En realidad ese disco primero es una "recopilación" de los años oscuros de Amor a Traición, con canciones de la segunda mitad de los 80 y los primeros años 90. Paradójicamente se publica en el 94, muy poco antes de que el grupo se disuelva. Teníamos un pasado lleno de maquetas y temas sin grabar y tuvimos que hacer un listado muy extenso de canciones para desechar unas y grabar otras. El lío fue enorme y en último término quedaron las que se escuchan. Quizá no se acertó en el repertorio, o quizá hubieramos tenido que grabar un disco triple. Ocurre también que carece de "producción" o de dirección unitaria vista "desde fuera". La Warner nos dejó a solas y ahora voy comprendiendo que la figura del productor es más importante de lo que parece. Para bien o para mal el disco suena tal y como sonábamos nosotros en el local de ensayo, pero con una calidad infinitamente mayor.
K- La evolución desde ahí parece haber sido hacia algo más sereno y menos ornamentado, más a lo esencial, tanto en lírica como en sonido ¿cuánto hay de artificial en esa evolución? ¿Te comes mucho el tarro o simplemente la edad va volviendo la expresión más precisa y enjuta?
R- He tenido un problema de "delirio de grandeza" durante toda mi juventud. En vez de fijarme en la sencillez de la Velvet Underground, (que por otra parte era mi grupo favorito) prefería copiar los arreglos sofisticados de Roxi Music o de Bowie para complicarme la vida. No fui listo, no supe tomar conciencia de "la realidad", no comprendí que "eso" no me era posible, y que estaba fuera de mi alcance. Quizá sea necesario pasar por ahí, practicar el "ensayo y error", arriesgar y perder... Con el tiempo todo se coloca en su sitio y la euforia va claudicando, asentando cabeza. El estilo propio conseguido es una sensación agridulce de "hogar dulce hogar". Pero afuera queda la "intemperie" y a veces sospecho que con ella el riesgo de una mayor libertad.
K- El primero de Amor a Traición me suena a Dylan entre "Blood on the tracks" y "Street Legal". Es algo bastante ambicioso para alguien como tú, que declaraba hace poco que Dylan es demasiado grande y da ganas de dejar de hacer cosas.
R- Efectivamente, era un disco ambicioso, sin medida, pero nadie nos lo dijo entonces. Nadie nos aconsejó que bajáramos el registro. Amor a Traición fue una banda "completa", a imitación de las grandes bandas, formada por dos guitarras saturadas, piano y hammond auténtico, batería y bajo. Para ciertos temas añadimos una sección de viento de tres saxofones creo recordar, y el resultado es un gran sonido, pero quizá sin saberlo gestionar. Ya sabemos que la ignorancia es atrevida y nosotros por entonces estábamos llenos de joie de vivre y anfetaminas. No nos lo
tomábamos ni en serio ni en broma... Las cosas sucedían porque sí, igual que en un sueño. Yo apenas recuerdo nada de aquella época.
K- En tus otros discos, todo eso es mucho menos evidente. Los escucho y solo pienso en Rafa Berrio, no en otros músicos... Parece que cada vez cantas más libre y que hay palos que ya son exclusivamente tuyos. ¿Cómo es el proceso de encontrar una voz propia?
R- Es un proceso en el que interviene fundamentalmente el TIEMPO. Unos artistas encuentran su sitio recién cumplidos los 20 años y otros a los 40. Hubiera preferido ser de los primeros pero mi evolución es lenta y quizá torpe, aunque, eso sí, tenaz y sin desaliento. Soy de manera natural
paciente y a veces hasta yo mismo me asombro. Hay que tomárselo con grandes dosis de filosofía y escepticismo. Sonriendo a la manera de los estoicos. Disimulando la ilusión pero sin dejar de generarla.
K- Trabajas un Castellano poco habitual para el nivel medio del lenguaje del rock y el pop. Pero consigues que no suene forzado ni cultureta. ¿Tienes una preocupación consciente por usar un lenguaje rico, por no banalizarlo?
R- Comencé a componer canciones con letras y poemas de mi hermano Iñaki. Yo era incapaz de juntar dos líneas seguidas aceptables. Canibalizé sus escritos y fundí frases y estrofas suyas para adaptarlas a mis acordes. Las mejores canciones de nuestra época de maquetas, y del primer álbum Amor a Traición, están firmadas a medias con Iñaki Berrio. Más tarde me sometí a una especie de disciplina y me obligué a escribir cada semana lo que fuese. Ya estaba todo perdido porque había leído a muchos poetas y eso no ayuda nada, sino que pervierte y mata la frescura. Tuve una etapa purista de versos absolutamente medidos por sílabas y sujetos a norma, lo cual es ridículo para un tema de rock. Más tarde, como siempre, de manera lenta y un poco atontada, comencé a aflojar y a rimar en asonantes sin preocuparme demasiado, o mejor dicho, preocupándome de que pareciera "natural" y espontáneo. Me cuesta mucho "eso". Mi hermano tiene una capacidad "callejera" y directa que yo debo interponer y recordar todo el rato en mis escritos, para no pecar de blandenguería. Por otro lado, lo quiera o no, soy de la ciudad de Donosti con todo lo que eso marca y, aunque de familia de la clase obrera, la expresión de mis canciones no podría ser barriobajera sin impostura, sin artificio, sino más bien, y a la manera de los donostiarras, comedida y discreta... (aunque nunca se sabe: de Poch a la Buena Vida hay un buen trecho). Pero sí, existe un equilibrio muy difícil entre las palabras claves de la calle y las imágenes poéticas más o menos cursis o rebuscadas. Es "ahí", en ese término medio, donde me gusta a mí escribir. Y, sí, me cuesta gran esfuerzo.
K- Escribes, supongo, algo más que letras de canciones... ¿Te consideras un poeta o qué?
R- Por supuesto que no. Un hacedor de letras de canciones, de cuartetas, de coplillas, de estrofas de arte menor, quizá. He sido sin embargo poeta en la bohemia de los puticlubs, en las noches de juerga, en los excesos, con los amigos y con las mujeres, en soledad perfecta... ahí sí me he sentido poeta, aunque sea por un momento, y es una sensación bastante común por cierto.
K- Cuéntame cuál es tu relación con Diego Vasallo, alguien que si bien ha sido conocido también permanece ahora en un cierto anonimato. ¿Te relacionas con muchos otros músicos de tu ciudad?
R- Conocí a Diego Vasallo cuando quiso producir nuestro disco "Canción de mala muerte", allá por el 96. Sé que no le va a gustar que lo diga, pero él lo hizo de manera absolutamente altruista, sin nada a cambio y sabiendo que aquello íba a ser un fracaso. No contento con ello, también sacó a la luz al mismo tiempo otro disco buenísimo de los "Sanchís y Jocano", y claro, perdió para siempre todo su dinero invertido. Pero sé que lo hizo con fe, con todas las consecuencias, quizá por el placer de llevar la contraria, o por un raro sentido del honor. Diego es lo más parecido al concepto que yo tengo del "artista". Un hombre con un pasado deslumbrante, del cual no reniega pero tampoco se cuelga, un hombre que busca sin cesar y experimenta, que crece en modos de expresión, que piensa y cuestiona. Alguien sin duda admirable y que yo he tenido el orgullo de conocer con dos vinos de más, por ejemplo, en una noche donostiarra lluviosa cualquiera. Con respecto a los músicos de la ciudad, todos tenemos relaciones más o menos cercanas y nos conocemos, al menos los de la misma generación. Kike Mingo, Sanchís, Jocano, Txetxo Bengoechea, Erentxun, Jabier Sun, Adrián Pérez de Vicente, la gente de La Buena Vida, la diáspora madrileña que vuelve por navidad a Donosti... es una ciudad pequeña y las relaciones son cordiales.
K- Mucha gente termina por ser el cronista "oficial" de una ciudad, como Lou Reed de New York. Tu hablas de muchas. Sin embargo, en "Harresilanda", que habla de San Sebastián, el mesaje es un poco el de "La ciudad", de Kavafis: Todas son una y tu miseria o tu gloria la llevas contigo a donde vayas... Hablame un poco de eso.
R- La mejor canción sobre San Sebastián la hicieron los Sanchís y Jocano en su famosa "Crónica de San Sebastián". El nombre de la ciudad es poco versátil rítmicamente, a pesar de ser una palabra acentuada en agudo y resulta difícil encajarla en cualquier letra. Con respecto a las ciudades, comprendo que todas son lo mismo y la miseria o la gloria la llevamos con nosotros. Eso es un tópico. Yo soy feliz en Sevilla, que conozco bien, pero ya entiendo que me cansaría pronto del olor a azahar y "los capillitas", año tras año. Madrid es el paraíso, la gente, las tabernas, la historia, pero hay personas que duermen al raso entre cartones y no deben pensar lo mismo. Cuando he regresado Lisboa he tenido ganas de quedarme para siempre. En París está toda mi familia emigrada en los años 60 y la he paseado desde niño. Hay una libertad incomparable que uno siente fundido a la marea de los grandes bulevares, pero cae la noche y no sabemos lo que ocurre en las ventanas iluminadas de las buhardillas. Todos tenemos un ciclo natural de encantamiento y desencanto. A mí me ocurre aproximadamente cada cuatro años o cinco, y entonces sucede que me aburro mortalmente. Necesito novedad constantemente y no me doy cuenta que eso, generalmente, crea frustración y la frustración, violencia y malestar. De este círculo en cadena hablan precisamente muchas de mis canciones, empezando por la rabiosa "Planes de fuga".
K- Hay muchas voces, o al menos muchos puntos de vista en tus trabajos. ¿Tiene Rafa Berrio Heterónimos como Pessoa o es que una personalidad tiene suficientes caras de por sí?
R- Pessoa es uno de mis poetas favoritos. Si lo pienso bien... creo que es "El Más Grande". Aunque es bastante deprimente, me gustan todos sus heterónimos, todos sus libros, su aspecto, su triste historia. El demuestra que el alma humana puede desdoblarse y obrar en sentido contradictorio, que es necesrio el conflicto íntimo para sobrevivir. Sin embargo yo creo que el resto de los mortales somos más de una sóla pieza, más planos y coherentes, más inamovibles, y hasta nos enorgullecemos tontamente de ello.
K- Qué mal y qué bien ha hecho, según tu visión, la influencia anglosajona sobre el rock, a nivel literario. A veces detecto una cierta incapacidad en los rockeros para hablar de las cosas propias.
R- El gran complejo del rock español (un poco en broma) es que en este idioma no se puede decir la palabra "clave" del rock anglosajón, que es "Baby". No se puede traducir por "nena"; no se puede traducir por "nene". Cuando un rockero se da cuenta de eso "ya" ha dado un gran paso adelante. Tuvieron que venir los argentinos, siempre tan inteligentes, para hacernos comprender que el español servía tanto como el inglés y que había que utilizarlo sin complejos, tal y como era. Que Alabama bien pudiera ser Extremadura, por ejemplo. Ahora, aún hay reminiscencias yankis, muy a menudo en cierto hip-hop y en algunos temas de radio fórmula, pero son casi una pura anécdota. Creo que el complejo está superado.
K- ¿Cuál es el reconocimiento que tienes en tu tierra? ¿Cuál es la situación cultural en el País Vasco ahora por comparación con otras épocas?
R- Cuando el Donosti-Sound emergió allá por el año 80 aún nos hacían algún caso los medios de por aquí. Unos pocos años más tarde, el Rock-Radikal-Vasco arrasó con todo y nosotros quedamos como unas mariconas frívolas con el pelo teñido de colorines. Se nos apartó a un lado y
fuimos enterrados en vida. Se montaron por entonces las grandes cadenas de distribución euskaldunes y los sellos y estudios afines, apoyados por las eternas instituciones nacionalistas. El filtro selectivo fue inmisericorde: euskara-castellano; provincia-capital... Los años oscuros han durado hasta anteayer, y no por la infraestructura, sino por los propios grupos y artistas de la tierra, que han aflojado y son más eclécticos afortunadamente. Por puro interés los sellos relativizan más y los medios pueden programar algo de lo "heterodoxo" sin que les rechinen los dientes. Ahora un cantante vasco en español es como un tonto en mitad de un camino. Así me siento yo al menos.
K- ¿Cuánto hay de vocacional en tu "malditismo"? ¿Cuánto hay de querer ser invisible, como dices en tu canción? ¿Realmente quieres ser sólo "el hombre de la multitud"? ¿En ese caso, por qué escribes canciones?
R- Antes me he quejado del panorama en el País Vasco, pero en realidad no me importa nada. Me parece muy barato lamentarse de la situación, etc. Pienso que cuanto peor, mejor, y que más alimento para la leyenda personal . Yo creo sobre todo en las canciones, en la "obra". Tengo esa manía de correr contra el viento y me gustan las pruebas y los obstáculos. No me considero un músico ni me importan las charlas de los músicos, no me importan las subvenciones ni el candelero. Pero tengo secretas ambiciones, sin embargo: Quisiera escribir "una", solo "una" canción memorable y, aunque me desagradan muchas cosas de este oficio, no creo que vaya a parar hasta conseguirlo, porque cada nuevo disco es una enmienda del anterior, un nuevo intento corregido. Esta aspiración no depende de nadie, sino de mí mismo. Nadie me la puede conceder ni quitar. Está al margen de todo lo exterior y de cualquier coyuntura. Pensar lo contrario quizá alivie la frustración, pero es engañarse. Esa es la grandeza: Soledad y trabajo. Sé que suena a fanfarronería, por eso intento hacerlo lo más discretamente posible, sin ruido, sin ostentación, porque hay muchísimas posibilidades de fracaso. Y en este caso tampoco importaría nada si lo miras con distancia.
K- Si pienso en tu trabajo no me viene a la cabeza la palabra melancolía. Al menos no antes que otras como serenidad, templanza, vitalidad, lucha. El mensaje me da vida, más que restármela. ¿Qué opinas?
R- Eso que dices es una novedad muy agradable y muy valiosa para mí. No lo había pensado nunca y por eso te agradezco que te hayas tomado el trabajo de poner nombre a las sensaciones que te producen esos discos míos. Tras un concierto, la mayoría de la gente te agradece las canciones que ha escuchado, pero pocos saben expresar con un concepto abstracto lo que transmiten. Yo no te puedo dar mi impresión porque la opinión del autor es siempre la más superficial y la más descolocada de cuantas opiniones se pueden escuchar por ahí.
K- ¿Es el rockero intelectual desconocido una especie de filósofo estoico de nuestra época? ¿Sirve de algo esa especie de función de francotirador, de contrapunto ético en un mundo rapidísimo y dominado por lo prefabricado?
R- Bueno, ese es el viejo debate que discute si el arte debe ser socialmente comprometido o debe responder tan sólo ante el arte mismo. Me parece que en una democracia ultraliberal como la nuestra, en la que los mensajes caen diariamente por millares en cascada, de muy poco sirve un estribillo de canción pretendidamente subversivo, precisamente porque el sistema adopta también lo subversivo. Hay excepciones como el caso de los buenos grupos de hip-hop que tienen miles de seguidores jóvenes y permanecen en la sombra, o el caso de las sentencias contra Sociedad Alkoholica, etc. Pero bueno... el rock no debería ser intelectual, en principio. El rock es diversión y energía inconsciente. No debería hacer pensar, sino emocionar. A mí, personalmente, me gusta cantar cosas suaves, románticas, que tengan calado y profundidad, pero también me gusta "aberrar" como decía Poch. Me gusta maullar y ladrar en público. Apretar el pedal de distorsión y sentir cómo se parten las cuerdas de la guitarra. Creo que la mezcla de las dos cosas es lo ideal. Un concierto entero de Caetano Veloso puede ser agradable al principio pero nuestra cultura es rockera y algo se echa en falta. Del mismo modo, un grupo de speed-metal tocando en una catacumba puede llegar a ser la cosa más aburrida del mundo.
K- Hay muchos puntos de vista sobre el amor en tus canciones. ¿Cabe todo en la misma persona o hay estudios de otros caracteres en lo que escribes? ¿Son los tuyos álbumes conceptuales sobre el amor?
R- Vale la pena cantar a las mujeres, al erotismo, a la belleza... Rechazándolas o llorando por ellas, las mujeres son lo mejor que te puede ocurrir en este mundo, y además funciona muy bien en las canciones. Es difícil hablar del vino, por ejemplo, o de los amigos y las borracheras. Es difícil hablar de la Naturaleza o de la opresión social. Sin embargo las canciones de amor siempre se dejan escribir con facilidad, y cualquiera las entiende y se identifica, porque "le ha pasado" o imagina que le puede pasar. En cuanto a los álbumes conceptuales, algún periodista dijo que "Harresilanda" era una historia "completa" pero yo no diría eso. Es verdad que hay unidad, lo mismo ocurre con "Planes de fuga", en el que abundan canciones rabiosas de desamor, pero una colección de canciones no es cosa tan premeditada, sino que depende más de la casualidad, de la mayor o menor fortuna de las composiciones con las que cuentas a la hora de incorporarlas a un nuevo disco.
K- ¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con la música?
R- Mi padre tocaba en un cuarteto de boleros a imitación de Los Panchos, y sabía acompañarse y cantar tangos de Gardel. El me enseñó los rudimentos de la guitarra y en casa siempre hemos tenido dos o tres clásicas. Con mi hermano Iñaki sacábamos los acordes de Velvet Underground frente al tocadiscos y hacíamos experimentos de sonido con pastillas enchufadas al ampli hi-fi. Mi madre nunca se opuso a las reuniones musicales en casa con el volúmen al máximo. A los trece años me compré mi primera eléctrica, una Hofnner que aún hoy utilizo en los conciertos. Después de esto ya vienen las primeras escaramuzas con José Puerto e Iñaki de Lucas, amigos de la infancia, los tres vecinos de la misma calle, y con los que formé mi primer grupo, allá por el 78, con 15 o 16 años.
K- Como se ve la "profesión" a los cuarenta y pico. ¿Es la música algo que se puede dejar o algo inherente, una necesidad de expresión que permanece, se quiera o no?
R- Precisamente tuve una cena hace poco con José Puerto y me reprochó que "aún continuara" componiendo canciones y actuando. Me lo dijo en broma, pero muy seriamente, y yo le comprendí muy bien. Quizá el rock sea una cosa pasajera de juventud, algo que necesita de un ego desatado y exhibicionista, y la atención constante de los demás, reclamando cariño y honores, lo cual puede resultar muy pesado y poco pudoroso. Puerto me dio que pensar y el resultado es que "no sé" qué pensar. ¿se hace por inercia? ¿hay una necesidad de expresar algo? ¿es el rock un arte, o es un oficio como otro cualquiera? Un gesto espléndido es el del artista de talento que abandona para siempre en cuanto se siente un poco manido. Dejarlo en la plenitud, cuando aún dura la efervescencia, renunciar con desdén, como si no significara nada y quedarse oculto en la sombra. A la manera de Rimbaud. Eso me gusta mucho, me parece admirable, pero por alguna razón a mí me siguen viniendo ideas y proyectos. Me siguen viniendo pensamientos
peregrinos dictándome el primer verso, el estribillo de regalo que luego debo completar con trabajos forzados, la sucesión bonita de acordes a la guitarra... ¿debo intentar atrapar "eso" o simplemente mirarlo y dejarlo marchar? Tengo que reflexionar acerca de todo esto.
K- Suelo dividir a los músicos en los que tienen una cualidad curativa y los que no. Creo que tu la tienes. ¿Cuál es para ti la función principal del arte, suscitar preguntas, espolear la sensibilidad, producir belleza, curar?
R- Tu teoría sobre la curación me parece de mucho alcance y muy clarividente. Yo no tengo ni idea. Supongo que el arte tiene que ver con el placer de los sentidos, con la voluptuosidad, no solo con la belleza porque también me doy cuenta que hay un arte del "feísmo" y de lo monstruoso, de lo estridente si hablamos de música. ¿Pues qué otra cosa ocurre sino en un concierto punk? Pero... ¿la muchísima gente a la que le gusta, por ejemplo, George Brassens, un cantautor monocorde con su sola guitarra? Entonces quizá haya que pensar que el arte también debe ir dirigido a la inteligencia, sin que intervenga para nada la epidermis. Es muy complejo. No sabemos lo que ocurre en una tarima iluminada con focos de color ámbar, pero es evidente que "algo" sucede y nunca dejará de hacerlo.
K- ¿Cuál es el papel que le das al humor en tu arte? A mi particularmente "Jaime Gil de Biedma" me parece un chiste genial en su rareza.
R- Sí, la canción "Jaime Gil de Biedma en la cama" está claro que es una broma. En realidad yo intenté escribir dos estrofas acerca del poeta, pero todo resultaba demasiado vulgar, excepto su nombre y la coletilla "en la cama" que no tiene importancia ninguna. No diciendo nada, no acotando, no dando pautas, se pueden sugerir muchas cosas libremente y hacer un simple guiño a la inteligencia del que escucha como lo hacen los truhanes. Esa es la broma. Es solamente un juguete.
K- ¿Qué significa para ti la palabra Rock&Roll?
R- Es... una identidad profunda, un fondo insobornable, una marca indeleble, algo digno de guardar lealtad. Espero no desencaminarme nunca.
K- Llevas cuatro años sin disco. ¿Hay algo en marcha?
R- Como no tengo compañía discográfica ni presión de un público, voy sacando los discos cuando puedo y sólo gracias a la generosidad de Iñaki de Lucas y su socio Alberto Sánchez que me permiten grabar en el estudio sólo a cambio de la amistad. Además, no quiero quejarme, pero tengo que hacerme cargo yo solo de todos los aspectos, promoción, página web, contratación de directos... Cuando ocurre esto parece que la composición se queda en segundo plano. Pero bueno, tengo ya los bocetos de una nueva colección de canciones que quiero ir desarrollando a lo largo de estos meses de 2007. Si para fin de año he reunido las suficientes canciones me gustaría grabarlas hacia navidades. No me hago planes. Necesito 12 canciones excelentes y eso no tiene plazo. Una vez con el material ya veremos.
K- Influyen los escritores en tu música. Me refiero a Baroja, Gil de Biedma y compañía. ¿Cómo? ¿Hay algún libro, escritor o estilo que de algún modo se pueda comparar con tu trabajo?
R- No creo que influyan mucho. Por lo menos de manera consciente, no. Me gusta leer y releer sobre todo a Pérez Galdós y a Baroja. Ambos son adictivos y si empiezas es vertiginoso. La literatura, incluso la poesía, es un lenguaje muy diferente al de la mera canción, donde siempre funcionan mejor las coplillas de cuatro versos simples y cortos que los sonetos, por poner un ejemplo de composición más literaria. Cualquiera puede musicar poesías de grandes autores pero debería comprender que esa música debe estar como mínimo a la altura misma del poema. De lo contrario es muy poco coherente, y muy sinvergüenza, por cierto. Es mejor abstenerse si no lo tienes claro. Un grupo de pop o de rock tiene bastante con escribir una pieza que sea bonita y cuyo único mensaje sea, por ejemplo: "cariño mío, eres terrible/ eres un animal salvaje" o algo por el estilo. Eso es lo nuestro. Porque a menudo en las canciones importan únicamente los estribillos. Si estos son una unidad inteligible, autónoma, independiente de lo que digan las estrofas, entonces la canción es apenas la búsqueda de una una frase brillante y nada más. Pero aplicada a una melodía afortunada esta simpleza obra milagros misteriosamente. Y grandes dividendos.
K- ¿Quiénes son tus letristas favoritos españoles de todos los tiempos y por qué?
R- No son españoles. Lo primero que me viene sin dudarlo: las letras de los tangos viejos. En la edad de oro del tango, hasta el año 35. Y no es el famoso Discépolo el que más me gusta, que también, sino Enrique Cadícamo , autor de Ventarrón,Muñeca brava, Anclao en París, o Madame Ivonne, entre muchos. El mismo Le Pera, Enrique Cadícamo, etc. De aquellos años tampoco se quedan cortas las letras de los sainetes y vodeviles españoles que suelo escuchar en Radio Clásica. No sé los autores pero son textos muy frescos y con pellizco. Por decir alguien más cercano a nosotros, es admirable el Serrat de la primera época, sí, el Serrat de entonces, más romántico y más dramático, antes de hacerse progre. Pienso también en la poesía emocionante y sencilla de Lole y Manuel, y del flamenco en general... y en el Rock, me gustaban mucho y qué pena, las canciones de Eduardo Benavente y su "Parálisis": "Me miro en el espejo y soy feliz", "El acto".... Me gusta mucho Berlanga y Canut, con su fina ironía tan inteligente, Auserón también es indudable que escribe bien... Por decir algo más actual, me gusta mucho y me quedo admirado de cómo escriben las bandas españolas de hip-hop que escucho en radio-3. Ahí existe un mundo oculto muy muy interesante, y me río yo de los nostálgicos que entrecierran los ojos, levantan la barbilla y dicen que "ya no es lo que era".
K- Tres ciudades que hay que conocer y por qué
R- Voy a decir tres españolas: Madrid, porque las novelas que a mí me gustan transcurren allí y porque aún existe el Café Gijón, el café Barbieri y el Café Comercial de la glorieta de Bilbao, y en ellos se puede sentir aún el fantasma de la bohemia antigua. Y por el carácter maravilloso de los madrileños. Sevilla, por la alegría de vivir, la manzanilla en las tabernas y las plazas llenas de chicas guapas. Irún, en la frontera con Francia, porque allí me he sentido libre entre la gente estos últimos años, y he descubierto que aún existe el "pueblo", el pueblo con mayúsculas, paseando por las calles, a diferencia de San Sebastián, donde la burguesía de siempre y sobre todo la nueva, los "venidos a más", han arrasado con todo vestigio. Sencillamente han convertido San Sebastián en un "mall" comercial de temperatura programada.
K- ¿Qué hay después de la muerte?
R-Como decía muy aprensivamente Jorge Luis Borges, tengo la esperanza de que
no haya nada. Olvido
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