Hay una regla de oro del Rock&Roll que lo convierte, en cierto modo en un género elitista pese a lo popular, un misterioso arte de maestros: aunque la influencia y el trabajo sean inevitables y necesarios, la clase no se copia ni se aprende, simplemente se tiene o no. Los Tupper la tienen; poseen ese elemento misterioso, natural, real y gastado que cientos de bandas intentan impostar sin llegar nunca a la chispa. Y la clase presente en su impecable segundo trabajo es, como todos los estados de gracia, inexplicable. Quizá esté en la aparente falta de complicación de unos números de Rock&Roll que sin embargo no suenan nunca tópicos, en ese trote ligero, a medio tiempo, caprichoso, suavemente preciosista con el que casi todos aburren y ellos no; o en su modo saludable y tranquilo de fagocitar una tradición que, abarcando todo el Rock&Roll de corazón glam, prestancia pirata, trapos de saldo y emoción a flor de piel, en sus manos no suena en ningún momento a cliché. No sé. Debe ser una cuestión de personalidad y, en última instancia, por tanto, de alma.
“Yesterday’s Pizza” se sitúa así, con naturalidad, casi con
modestia, entre los mejores discos que he escuchado en 2014. Sin tremendismos,
sin alharacas, sin tirar la casa por la ventana, porque no hace falta.
Crepuscular pero brioso, clásico, ajustado sin estridencias en lo instrumental,
no baja la guardia en un solo tema. Arranca impecable con el vacile bailón de “Susie
in the nightime” y “Turn me on”, baja sabiamente al sustrato blues en la turbia
“Hard-on”, pisa el acelerador con festiva suficiencia melódica en “14 days”, flota
a dos pies de altura sobre el agua irisada en “Candy for Ayers”… inyecta, en
fin, sus diez píldoras vintage con un pop de guitarras amargas que hace brillar
la superficie de su corazón envenenado y doliente, ese que siempre, siempre,
tiene que estar ahí.
Veo a la gente perdiendo el culo por fantoches que aportan
la pinta y la pasta y carecen de sustancia, por clones de la cáscara
rollingstoniana y por bocazas con mucha prensa y sin un tema que haga mover los
pies o el cerebro; por remedos del pasado que igualan sintéticamente las
maneras sin saber ni de lejos de qué va la esencia de esto. Y me pregunto lo de
siempre: ¿Qué pasa? ¿No sois capaces de ver bajo vuestras narices? Si lo fuerais,
allí estarían Los Tupper, una banda de aquí que factura Rock&Roll mayúsculo
en el que resuenan los ecos de una post tradición completa, la que incluye a
Bolan, a los faces, a los Stones y a los Jacobites, pero también probablemente
a muchos más. A lo que hubo antes y, quizá, a lo que está por venir. Y que lo
hace sin mimetismos, con amor y con estilo, a despecho de todo lo demás. No hay
tantas.
Entre los colaboradores del disco, dos leyendas, no por aparentemente
menores menos esenciales: Dave Kusworth y Darrell Bath. El viejo guitarra Jacobite
con quien los Tupper grabaron su último disco, “Throwing Rocks in heaven”
(Sunthunder), aporta apenas unos coros, pero Bath (Uk subs, Godfathers, Dogs D’amour,
Vibrators, Nikki Sudden, al loro con el gato los que no lo conozcan) se mete
más en el fregao de guitarras. Se agradece, sin duda, aunque sospecho que sin
ellos el disco hubiese sido igualmente magnífico.
Corto, redondo, cerrado sobre sí mismo, sin pretensiones de
ser la clase magistral que en cierto modo es, muchos con más nombre darían un
brazo por poder hacer un disco como “Yesterday’s Pizza”. Descorchen una
botellita de Oporto para acompañar el manjar. A mayor gloria de los bailes del
ayer y de los del mañana. Y sobre todo por los de hoy mismo, ya que estamos aún
vivos y llenos de deseo. Gracias. //LUIS BOULLOSA
(Más info sobre este disco y otros desaguisados musicales AQUÍ)
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