domingo, abril 20, 2014
IMAGEN Y BÚSQUEDA (I) – El corazón del ángel y el pez dorado
(Columna originalmente escrita en 2013 para la publicación Mexicana "El faro literario")
Hay dos grandes momentos para un escritor que se me ocurren ahora, a altas horas, en la casa vacía; al menos para un tipo determinado de escritor que soy –entre otros- yo: el momento en que todos los libros se convierten en uno y uno es todos los libros y el momento en que brota una imagen cuyo significado ignoramos pero que nos llama una y otra vez con la seguridad de quien tiene algo esencial que decir.
Este último habla del origen mismo del acto de creación y de su misterio intrínseco (si no hay misterio intrínseco también es creación, pero la diferencia viene a ser la que existe entre la fecundación y la orfebrería). El segundo momento, en cambio, habla de los vericuetos, también misteriosos a menudo, del proceso que lleva desde aquella imagen hasta el resultado final. Ambos son momentos difíciles de explicar a quien no los haya experimentado. Suenan un poco a discurso de señor enflaquecido al que los libros de caballerías le han sorbido el seso. Algo de eso habrá, quizá.
Empecemos por el segundo.
-“Todos los libros el libro”
O todos los discos el disco. O todas las mujeres la mujer. Con esa idea que a buen seguro no inventé yo, trataba el otro día de definir lo que me pasa mientras trabajo, en esos raros instantes en los que, por alguna razón, entro en vena y todo se vuelve fácil y “necesario”. Es algo que sucede, en todo caso, atado al banco, a esa mesa de escritor que acaba por ser casi un fetiche -creo recordar que Hemingway escribía a lápiz y sobre un caballete en sus últimos años, pero la diferencia es sólo aparente-. La mesa: un centro de recepción y procesado de residuos, una cabina de mando olvidada en la selva y un altar, todo al tiempo: el ara oculta donde uno hace sus pequeños sacrificios e inventa a la divinidad al mismo tiempo. Porque El escritor es un chamán sin fuerza aparente a la que aludir, y debe al tiempo crear el culto y crear al Dios. Que además sea capaz de creer en ambos es algo realmente misterioso. Quizá sea como creer en sí mismo.
Pero divago. “Todos los libros el libro”. Sucede, decía, que en algún momento de la elaboración, uno empieza a percibir que prácticamente cualquier libro que ojee le sirve como fuente: Leerás un rato y encontrarás lo que buscabas. Descubrirás asombrado que ese volumen nimio y tomado al azar para descansar un rato hablaba específicamente (¡y con qué lucidez!) de aquello sobre lo que tú tratabas de discurrir. Curioso, pensarás. Otro día cogerás otro libro cualquiera y te volverá a suceder. Extraño, sí. Y pronto casi todos los que toques parecerán aludir de uno u otro modo a tus propias obsesiones; y allí estará el nudo, deshecho de un tajo luminoso. La explicación me parece sencilla: cualquier libro es, en efecto, el libro. Todos los libros son el mismo y uno es todos. Todos hablan de las mismas cosas (aquellas sobre las que tú te preguntas) porque todos ellos hablan de lo esencial (los buenos yendo a su centro, los malos evidenciándolo con su ausencia). Tu método y tu mérito habrán sido probablemente sencillos: rodearte de buen material y persistir en una línea que se dirige hacia ESO que es esencial. Cuando tus preguntas se enfocan a los problemas inevitables, únicos, la respuesta, bien sea parcial, siempre está ahí, y en un momento de canalización, ves. Has entrado en una corriente. La corriente quiere llevarte y tú debes dejarte llevar. Normalmente no lo hacemos, nos resistimos y saboteamos nuestras posibilidades de fluir porque nos asustan esas cosas que parecen mágicas y en realidad no podrían ser más naturales. O quizá es la vida misma la que nos distrae y nos desvía.
Pero ¿sucede sólo con los libros? Supongo que no, pero los libros son juguetes muy útiles, muy educativos; juguetes educativos para niños, porque somos apenas niños que balbucean. Supongo que un hombre –eso que raramente llegamos a ser- no necesita un libro para preguntar y encontrar respuestas. Quizá puede observar una piedra o escuchar el viento, y ellos le hablen de manera clara, como te habla un amigo. Creo que realmente debe ser así. Creo que en un momento de la evolución los intermediarios desaparecen y uno es libre y común para él universo. ¿Misticismo? No soy precisamente una mística flor, quienes me conocen lo saben. Pero es aceptado, como hipótesis, que vivimos en un universo y que, en consecuencia, formamos parte de él. ¿O no es así? La imagen mental El otro momento, no tan distante en esencia, si se piensa, aunque anterior en el tiempo, es la floración de la imagen. Ese brote súbito que se encasquilla en la memoria. Esa idea aparentemente aleatoria pero que parece gritar “¡Tengo un sentido!”.
En la búsqueda del sentido de ese brote se construyen catedrales: es el pequeño gran inicio del mundo para los escritores que viven de imágenes, y puede aparecer en la vigilia, pero tampoco es raro que llegue a la playa desde un sueño.
No todos los escritores funcionan así, claro. De hecho creo que son pocos. Borges decía –como crítica- que Nathaniel Hawthorne era uno de ellos. David Lynch, en su libro “Atrapa el pez dorado” (Editorial Mondadori), un aperitivo algo naif pero que contiene unas cuantas verdades incontestables que es bueno recordar, habla con bastante claridad de eso que yo llamo ‘imágenes mentales’ y de su sentido: “Una idea es un pensamiento”, dice. “Es un pensamiento que abarca más de lo que crees cuando se te ocurre. Pero en ese instante inicial salta una chispa. En una tira cómica, si alguien tiene una idea, se enciende una bombilla. Ocurre en un instante, como en la vida. Sería estupendo que la película entera se te ocurriera de una vez. Pero, en mi caso, me llega a fragmentos. El primero es como la piedra Rosetta. Es la pieza del rompecabezas que indica dónde va el resto. Es una pieza esperanzadora. En “Terciopelo azul” fueron primero unos labios rojos, unos jardines verdes y la canción, la versión de Blue Velvet, de Bobby Vinton. Después llegó una oreja tirada en un campo. Y ya está”.
¿Ya está qué?
Ya está aquello sobre lo que puedes empezar a preguntar(te), aquello que tiene un valor esencial como símbolo que aún permanece oculto. Aquello que nos seguirá llamando hasta que descubramos cuál es ese significado, o articulemos, al menos, las palabras necesarias que deshagan la tensión.
-Una mujer y un campo de amapolas
Me fijo en la última frase del párrafo anterior y me digo que tiene sentido: “(…) o articulemos, al menos, las palabras necesarias que deshagan la tensión”. Eso quiere decir, que –al menos en mi experiencia- la imagen se conjura y se articula comprendiéndola o bien comunicándola con palabras aunque uno no haya accedido en realidad a su significado profundo. Uno no sabe tampoco muy bien porqué devuelve al agua a un pez que boquea en la orilla, al fin y al cabo.
Creo que era Alan Parker, otro cineasta ocasionalmente oscuro, el que decía - pero cito de memoria una anécdota contada y recontada hace años, así que estará indudablemente deformada, probablemente para bien- sobre su película “El Corazón del Ángel”: “Por favor, el que sepa qué significa que venga y que me lo diga”. Puede parecer una ‘boutade’ –e incluso serlo- pero no suena absurdo cuando uno tiene la suerte buena o mala de construir sus ficciones así, desde ese vacío en el que de pronto surge la imagen mental, intocada, hermosísima.
Otro ejemplo. Una vez escribí una novela, y partía de una imagen cuyo sentido ignoraba. No supe que quería contar o, más bien, qué tenía que contar hasta pasada la mitad del libro. Es un libro fallido según los paradigmas al uso, pero como historia bajo la que corre otra historia –la del hombre que partiendo del brote misterioso busca y finalmente encuentra lo que debe contar- no tiene precio, al menos para mí. Una vez más, sin embargo, mi comprensión del hecho fue sólo parcial. Supe lo que tenía que contar, y eso me liberó, pero no supe con seguridad qué significaba. El rezo articulado libera. La imagen correctamente invocada se da por satisfecha y te permite la calma. Tú puedes seguir buscando por tu cuenta la parte de su sentido que se te escapa aún. Probablemente muchos sabios, empezando por Jung, han planteado teorías que pueden dar perfecta explicación a estas cosas pobres que digo. Quizá ni siquiera hagan falta sabios para ello, para desvelar algo tan clara y bellamente inserto en nosotros mismos. No lo sé.
Un tiempo después tuve otra imagen mental: estoy sentado y observo (como una cámara que observa). Veo un campo muy verde, pero también muy rojo. Ahora una mujer avanza cortando a través del campo, desde la izquierda hacia la derecha. Avanza rápido y decidida, obstinada. También ella lleva un vestido rojo. Después pienso que el rojo del campo quizá sean amapolas. Y veo que su vestido es de un rojo pardo, deslustrado. Y sé que estamos en la edad media. Esa imagen lleva conmigo dos años. La veo cada día y es el arranque de otro libro que tengo que escribir. Ignoro por completo lo que quiere decir, pero estoy en esto con el señor Lynch. Sé que si puedo escribiré ese libro por una razón sencilla: la imagen no me abandonará hasta que lo haga. Y aunque es una imagen hermosa, es inquietante también. Y es inquietante saber que hay algo esencial que está por conocer.
Queremos paz.
lunes, abril 14, 2014
UNA CIERTA OSCURIDAD EMOCIONAL - Entrevista con MIRAFLORES (III de IV)
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(Tercera parte de la entrevista de Luis Boullosa con Emilio Rodríguez Cascajosa, de MIRAFLORES. Hoy, las letras y su improvisación, influencias, proceso de grabación de un disco independiente de verdad y una epifanía de bajo coste cortesía de Robert Smith)
KAPUT- Me decías que las letras no son excesivamente importantes para ti, aunque sí lo es la sensación transmitida por todo el conjunto (lo cual incluye la voz). Desarrolla un poco esto, por favor.
Emilio R. Cascajosa- Las letras no han sido importantes hasta ahora en Miraflores porque no he tenido la paciencia como para trabajarlas. Cuando empezamos a chupar local de ensayo las improvisaba, limitándome a generar juegos vocales como si de otro instrumento se tratara. Curiosamente, me he pasado un tiempo tocando en directo improvisando las estrofas. Cuando nos dimos de bruces con la grabación del disco tuve que optar por la economía de guerrilla y hacer unas letras en inglés en una sola noche. No es valiente cantar en inglés cuando no es tu idioma materno, pero las estructuras de las canciones ya no admitían el castellano. Me limité a generar imágenes abstractas a través de versos que fui improvisando, y curiosamente muchas de ellas han quedado hasta bien. En ‘Brand New Tornado’ me inspiré en Captain Beefheart y tomé prestadas algunas estrofas de ‘Sure Nuff' 'N' Yes, I Do’, por ejemplo. En otras adapté una serie de tópicos del rock (siempre quise soltar un "alright" o un "common"), mezclándolos con ideas inspiradas en libros y películas. Puede que la más personal sea la de ‘Bad Vibes’, que rescata algunas anécdotas desagradables del pasado de una manera muy dramática. O ‘Numbers’, que es una canción de amor inspirada en la mujer que quiero.
Escribir canciones es una disciplina compleja, porque en el proceso entran a formar parte aspectos que no tienen nada que ver con la literatura. Me apasionan grandes compositores como Dylan o Lou Reed, pero por ahora no he tenido ni el tiempo ni la paciencia como para sentarme a componer letras de canciones de una manera integral. Curiosamente, hay temas que funcionan mejor en mi cabeza cuando no sé lo que están diciendo. Otras mejoran una vez has traducido la letra. Pero hay muchas que se desinflan cuando descubres el sentido real. Por ejemplo, ¿merece la pena darle valor a las letras de Ramones por mucho que ejemplificaran un estilo de vida? La fuerza de Ramones está en su ímpetu, en el sonido, en la urgencia y la simpleza, no en la palabra. Te pongo un ejemplo: actualmente el único disco de The Cure que soy capaz de tragarme al completo es ‘Three Imaginary Boys’. La canción que lo abre, 1’0:15 Saturday Night’, es un tema que me fascina desde siempre, por su manera de fluir, por las subidas y bajadas. Siempre he pensado que tiene un movimiento acuático, como de marea que va y viene. Cuando me dio por analizar la letra descubrí que en una estrofa que se repite varias veces Robert Smith dice: "And the tap drips/ Drip drip drip drip drip drip drip drip". Me quedé pillado con esa imagen, porque la forma de cantar se asemeja con una gota que cae. En este caso, la experiencia de la canción se magnificó y adoptó otra dimensión en mi forma de aprehenderla como oyente.
La relación entre la letra y la música la establece el compositor, pero luego es el oyente el que otorga significados a ese todo. En mi caso, me limito a expresar las cosas a través de las inflexiones vocales, el tono, la intensidad y los silencios. Probablemente haya gente a la que le lleguen mis intenciones sin que tener que traducir lo que estoy contando. Puede que la experiencia me haga cambiar la dinámica de trabajo, sería lo lógico. O puede que no, porque en casos como The Fall, bastan dos frases repetidas hasta la saciedad para que acabes embaucado por la canción. Jim Morrison siempre ha sido un autor reivindicado y en numerosas ocasiones se limitaba a replicar frases en forma de mantras. Te aseguro que si tradujera muchas de las letras de Einstürzende Neubauten acabaría renegando de algunos de sus discos por pedantes.
KAPUT- ¿Qué tipo de cosas intentáis expresar con la banda? El Rock&Roll siempre me ha parecido un medio muy útil si se quiere jugar inteligentemente con los clichés. También muy peligroso, porque al trabajar todo el tiempo con clichés e iconos, si no se es listo se cae en el topicazo a la mínima…
Emilio R. Cascajosa- En Miraflores nos limitamos a hacer lo que nos gusta, sin recapacitar en si estamos tirando de clichés consabidos. Está claro que hay unos códigos que se repiten hasta la saciedad. En nuestra música puedes encontrar riffs que podrían formar parte de cualquier disco de Led Zeppelin o los Stones, ritmos que te harían pensar en The Sound o arreglos que no rechinarían en un disco de Psychic TV, y no pasa nada. No creo que tengamos que pararnos a pensar en si estamos tirando de un libro de estilo concreto, porque entonces dejaríamos de actuar de forma natural. Tan peligroso es tirarte de cabeza a calcar guiños como obsesionarte en evitar todo parecido razonable. En ‘The Endless Night’ hacemos nuestro pequeño homenaje a Kim Salmon calcando al final un punteo del ‘Swampland’ de The Scientists.
No nos da miedo enseñar las costuras, porque al final no perseguimos sonar como nadie, aunque sonemos a muchas cosas a la vez. No pienso que seamos más o menos originales que otros músicos, nos limitamos a disfrutar de la composición y del directo. Y nos divertimos etiquetando a nuestras canciones antes de ponerles título usando expresiones como “el tema Stereolab” o “la canción a lo Pissed Jeans”. La gente de Tom Cary me dijo en una ocasión que sonamos como una variante contundente de The Birthday Party. Curiosamente, soy el único fan irreductible de Nick Cave dentro del grupo. ¿Copiamos a los australianos? Lo dudo, es algo que sale de manera natural. ¿Tenemos referencias que nos inspiran? Indudablemente. Lo único que intentamos expresar es nuestra forma de interpretar la historia del rock, con las limitaciones y las virtudes que arrastramos cada uno.
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KAPUT- ¿Cuál es la mejor manera de escuchar vuestra música? ¿Crees que el volumen es importante?
Emilio R. Cascajosa- ¿Te indicaría algo el hecho de que me diagnosticaron recientemente una lesión en el oído debido al exceso de ruido? El volumen siempre es importante. Pero no de una forma desmedida que te impida captar los matices. Miraflores hace música para escuchar al máximo volumen. Lo que para algunos puede parecer un recurso para epatar de forma gratuita, para nosotros es la única forma de sentir lo que hacemos. Sin masa sonora dándote bocados en el cuerpo no nos sentimos en nuestra salsa. Ese es un problema que arrastramos en ocasiones, ya que nos han propuesto tocar en salas donde hay limitación de ruido y hemos tenido que declinar las ofertas. Últimamente estamos componiendo temas más melódicos donde caben más arreglos de teclados e incluso, quién sabe, guitarras acústicas. El disco está a punto de salir con Happy Place Records (Pájaro, Pelo Mono, Surrounders, John Fitzgerald) y ya estamos ideando su continuación. En esta dinámica de superación, es inevitable que encarriles nuevas vías donde comenzar a probar cosas que a priori no imaginabas que te interesarían. Obviamente, seguimos manteniendo la fiera dentro, no creo que se domestique fácilmente porque albergamos mucha mala leche. No están las cosas para tirar cohetes, al menos para ninguno de los cinco.
KAPUT- Siempre me ha parecido difícil grabar con poco dinero en España y que suenen las cosas como se quiere. Quizá por la falta de productores/ingenieros que manejen coordenadas similares a las propias. ¿Ha mejorado eso? Cuéntanos como habéis grabado y el porqué de cada una de las decisiones al respecto…
Emilio R. Cascajosa- Creo que es fácil grabar un disco interesante con una inversión ajustada. Hay buenos productores e ingenieros trabajando en nuestro país. Santi García no tiene nada que desmerecer a Steve Albini y Carlos Hernández también es un nombre a destacar. Concretamente en Andalucía encontrarías a bastante gente competente y creativa. En Málaga, Maxi de The Hollers cuenta con estudio donde abunda tanto el material analógico como la bilis reconcentrada. Por allí ha pasado en numerosas ocasiones el mismo Mike Mariconda. Paco Loco es un referente, y un personaje. Fernando Zambruno, Jordi Gil y Paco Lamato de Happyplace están haciendo un gran trabajo desde Sevilla.
Lo curioso es que hoy día puedes grabar un disco con un buen micro y un ordenador. Y aunque la última década haya sido una explosión para el fenómeno home studio, los músicos siguen buscando un toque profesional para sus canciones. Aunque pocos grupos pueden costearse pagar un equipo de profesionales y alquilar a la vez un estudio. La diferencia es que ahora, como sucede en otras profesiones relacionadas con la tecnología, las figuras del productor, el ingeniero y el arreglista se han diluido. La lógica económica y la crisis han obligado a los profesionales a hacerse más versátiles y a enfocar en una única persona todas esas labores que anteriormente estaban adjudicadas a distintos especialistas. Eso abarata costes y disminuye tiempo de grabación, pero no tendría que afectar necesariamente al resultado.
Obviamente, no te estoy hablando de hacer un disco para Julio Iglesias. Nosotros decidimos grabar con Raúl Pérez porque Javi ya había hecho cosas con él en La Mina. Al margen de su currículum, donde cabe igualmente Pony Bravo, Gaf, El niño de Elche, Orthodox o Maika Makovski, Raúl posee una extraña sensibilidad que al principio me costó entender. Su timidez contrasta con su capacidad para captar exactamente el sonido que persigues. Es capaz de lanzarte referencias que tienes en la cabeza en un abrir y cerrar de ojos. Si te dice, “ok, queréis un rollo a lo Black Angels” o “me gustaría que este sinte sonara muy Grinderman” o “aquí veo un rollo Suicide que deberíamos reforzar” o “este grito a lo P.I.L. ha quedado bien”, sabes que está captando tus referentes al vuelo. Marina Gallardo me habló en su momento de lo especial que puede ser trabajar con Raúl. Si te soy sincero, al principio no estaba contento con el resultado. Pero han sido las continuas escuchas del disco las que me han dado una lección de humildad.
La gente suele decir que las canciones que hemos grabado no hacen justicia a nuestro directo, pero es que no somos la misma banda en estudio que sobre un escenario. Es un tema de ejecución, no de grabación. Y el disco suena realmente contundente. Vale, es menos sucio de lo que mi entrepierna habría deseado, pero desde luego que la labor de Raúl ha sido encomiable y ha logrado sacar un sonido que nos pertenecerá mientras el disco pase de unas manos a otras. Ha logrado que algunos borradores que teníamos atados con pinzas acabaran tomando forma de una manera apabullante. Y ha logrado que las baterías suenen realmente acojonantes. Curiosamente, cuando nos disponíamos a mandar la mezcla final a Kramer (Bongwater) para que la masterizara, Raúl se sacó de la manga una nueva mezcla que había estado probando en sus ratos libres, logrando un sonido mucho más arrollador. Es muy cómoda la estancia en La Mina; como estar en casa, tocando al calor de la chimenea o escapándote entre los árboles para fumarte un pitillo. Tiene una consola Raindirk Series III de los setenta donde grabaron algunas sesiones The Who, The Buzzcocks o Hawkwind. Quizás te suene demasiado mitómano, pero te genera una cierta satisfacción saber que un objeto ha podido pasar por tantos avatares. Y ver a Raúl pasearse por ahí con su camiseta de Modern Lovers y esa sonrisa constante es casi terapéutico.
Por otro lado, aunque en principio no lo tuve claro, la decisión de encargarle la masterización de los once temas a Kramer fue una decisión de lo más acertada. Javi estuvo empeñado en ello desde el principio, porque ya había contado con él cuando tocaba en Salieri. Soy muy fan de Shockabilly y me gustan muchas de las grabaciones que el tío realizó para Half Japanesse, Will Oldham o King Missile, pero eso de enviar a otro país las pistas para que te cobren una pasta sin estar tú presente siempre me ha sonado un poco a engaño. Pero el resultado desmontó todas mis suspicacias. Obviamente, si hubiésemos esperado más tiempo para entrar en el estudio, ahora tendríamos otro tipo de disco entre manos. Pero me temo que ese es un mal endémico en todas las bandas que conozco. Pronto volveremos a grabar, lo tenemos decidido, porque las nuevas canciones nos queman en el local de ensayo pidiendo adoptar una forma definitiva. Somos muy freaks de local, casi todas las canciones nacen de un riff que trae Javi y se van montando de manera intuitiva durante los ensayos. Nuestra dinámica es la improvisación como motor para alcanzar una concreción que luego ajustamos poco a poco.
KAPUT- Hacéis algo muy bien que me parece muy complejo: mantenéis ese sentido circular, de repetición, que tienen muchas de esas bandas citadas, y al mismo tiempo, vais al meollo, en ningún momento las canciones dan la impresión de alargarse innecesariamente. No sé si es muy consciente pero a ese nivel el disco está casi perfecto. No pierde el pop, no pierde el Rock&Roll y mantiene la densidad sin aburrir…
Emilio R. Cascajosa- Si te soy sincero, a veces siento que traicionamos la esencia de algunas de las canciones. Nuestros mejores ensayos son aquellos en los que un tema adquiere viva propia y se estira hasta que muere por sí mismo. Tenemos temas como ‘Drowning By Stars’ que inicialmente eran mucho más largos de lo que se grabó en el estudio. Decidimos cercenar la naturaleza de algunas canciones con tal de no aburrir al personal. No somos una banda experimental aunque rocemos algunas veces ese concepto de laboratorio, pero en el fondo buscamos el patrón del rock & roll, su inmediatez. Es cierto que mantenemos ese sentido circular. No sé si se debe a la falta de pericia que manifestamos algunos de nosotros cuando empezamos en la banda o a nuestra fijación por la psicodelia más minimalista. Me gusta el sentido tántrico de gente como Loop o Dead Skeletons. La repetición es una manera de generar sensaciones, pero hay que saber contenerse, porque al final es cuestión de feeling.
Curiosamente, tocamos hace meses cerrando el festival Monkey Week a las 4 de la madrugada ante un buen puñado de orcos colgados con todo tipo de sustancias. Fue uno de nuestros peores bolos, pero la extraña alevosía nocturna que se respiraba en la sala nos empujó a realizar un show mucho menos certero y más psicodélico de lo habitual. Entonces, la repetición adoptó una nueva forma, más líquida, como de hipodérmica a punto de derramarse. En otras ocasiones hemos tocado de una forma más arrebatada, más punk. Todo eso está ahí, dentro del mismo saco: el minimalismo, la agresividad, la melodía pop, la violencia de la experiencia física y lo etéreo de algunos detalles. Dependiendo del momento, el barco toma unos derroteros u otros. Pero estoy de acuerdo con el hecho de que, milagrosamente, hemos conseguido medir las dosis como para llegar a concretar un puñado de canciones que no acaben indigestándose; aunque los ingredientes a priori pudieran resultar difíciles de tragar.
(CONTINUARÁ...)
viernes, abril 04, 2014
UNA CIERTA OSCURIDAD EMOCIONAL: Entrevista con MIRAFLORES (II de IV)
(Segunda parte de nuestra extensa entrevista con Emilio Rodríguez Cascajosa, de MIRAFLORES. Hoy, los miembros de la banda, el porqué de la grandeza del rock australiano y el mito del peligro escénico puesto en duda. Disfruten)
Kaput-¿Qué crees que aporta cada miembro al grupo? ¿Dónde está el peso creativo? ¿Puede ser un grupo una democracia?
Emilio R. Cascajosa- Una de mis crisis con la banda se basa en mi idea de grupo, algo que deriva de mi desconocimiento absoluto sobre lo que es ser músico. Hasta ahora siempre me mantuve detrás del telón. Quizás por eso confíe, cuando montamos el proyecto, en una suerte de "democracia" donde todo es de todos y nadie destaca. La realidad impone luego su dictado y surgen roces que te llevan a pensar que estabas equivocado. Para funcionar democráticamente hay que estar muy unidos y haber alcanzado un nivel de madurez adecuado. Pero los intereses personales y los egos pueden ser tan distintos que normalmente acabarán empujando a un lado cualquier atisbo de democracia participativa. Eso, o lo aceptas, o te acabas rayando.
Actualmente las líneas a seguir las marcamos Javi y yo. El resto se va uniendo, aportando su idiosincrasia particular, pero con el convencimiento de que hay un algo que dirige a esa pluralidad. Esto me incomoda a veces. Pero he comprobado que casi todas las bandas funcionan de esta forma. Javi aporta una manera de reinterpretar sus pasiones musicales que me llega directamente. No podría decir que es un virtuoso, aunque no le hace falta una gran técnica para brillar compositivamente. Conocía su trabajo con otras bandas clásicas de la ciudad. Ha tocado con Sr. Chinarro, Sick Buzos (ahora reactivados) y Salieri. Y me resultaba paradójico que se hubiera dedicado al pop durante tantos años cuando de los grupos de los que hablábamos cuando coincidíamos estando de copas no tenían nada que ver con lo que él hacía: Spectrum, Alan Vega, Can, 13th Floor Elevators… ese tipo de cosas. Para mí es como un Ron Asheton de andar por casa. Tiene una habilidad tremenda para galvanizar sus seis cuerdas y sacar un sonido tan añejo como potente al mismo tiempo. Aporta muy buenas ideas y sabe sacar un sonido propio a las guitarras. Compone por intuición y siempre me sorprende. Su hermano Jaime proviene de la misma escena pop. Cuando lo ves tocando con Zico, por ejemplo, no te imaginas que se trata de ese mismo tío sin camiseta que aporrea descalzo la batería con Miraflores. Siguiendo con el paralelismo Stooges, Jaime es como la versión padre de familia de Scott Asheton. Parece que no se esté esforzando mientras toca. Tiene un punto de marcialidad que si lo sacas de contexto puede parecer hasta frío. Y sin embargo, es la columna vertebral del grupo y uno de sus motores sobre el escenario.
En directo es mi timón, con el que más conecto a nivel de sonido. Necesito que haya una unión con Jaime cuando tocamos. Quizás por eso a veces también me encargo de las percusiones. Es un intento por conciliar todavía más esa sintonía a través de una dinámica rítmica. Selu es la personificación del bajo, de la estabilidad y la base. Y no lo digo porque destaque mucho instrumentalmente, porque es el más lego en este aspecto. Pero su carácter y presencia aportan el sustento de brillante gravedad que mantiene todo unido. Buscar la cara de Selu durante un concierto cuando te corren las gotas de sudor por los ojos es como tomarte un chute de spidifén durante un pico de fiebre. Selu aprende, muy rápido. Y mientras, ofrece cemento a cada ladrillo. Toca con otra banda llamada Sweehearts from America, un proyecto del guionista y cineasta Paco Campano que mira con bastante ironía los tópicos del crooner. Suenan como Roxy Music empachados con discos de Tav Falco y Devastations.
Ernesto por su lado tiene que lidiar con la certeza de que pese a provenir de la escena electrónica experimental aquí debe ceñirse al corsé del rock. Su formación clásica lo convierte en el más profesional, aunque su pasión por la improvisación lo transforma a veces en un elemento indomable al que hay que controlar. Es un pequeño genio con muy buen fondo. Arrastra una capacidad tremenda para saltar del caos a la rigidez de conservatorio. Esta inestabilidad lo aleja a veces del resto tanto al tiempo que lo termina acercando. Es un elemento insustituible que lucha continuamente por encajar. Un satélite necesario. Cuando le dices que te gustaría hacer una versión de Aphex Twin le brillan los ojos, mucho más que cuando le pasas un disco de Radio Birdman. Otras veces le pides una respuesta tal y como tú la esperas y te mira como si su mente se encontrara deambulando por Giedi Prime. Esa desconexión que podría resolverse en un conflicto irremediable es lo que aporta a Miraflores una tensión y una sensibilidad especial. Yo al menos lo veo así. Cuando digo Pussy Galore él responde Liars. Y por eso, al final no sonamos realmente a ninguno de las bandas que tomamos como referencias. Ernesto ha toca en múltiples proyectos. Maldita compañía y Batiscafo han sido los más interesantes.
Kaput- Compartimos una fascinación por el Rock&Roll que viene de Australia. También veo influencias inglesas aquí. Menos cosa americana, en cambio, porque incluso cuando hay blues, está tratado un poco a la manera australiana, descarnada, bronca, densa, peleona, malsana… De hecho las cuatro bandas que se me vinieron a la cabeza primero cuando oí el disco fueron Beasts of Bourbon, Scientists, The Fall y Wire. Luego también pensé en los Celibate Rifles y en Nick Cave, y en John Lee Hooker y gallon Drunk y los New Christs… Quizá puedas hablarme de cada uno de ellos y también del porqué de esa fijación con Australia.
E.R.C.- El rock australiano es una fijación que tengo, detalle que en Miraflores comparto con Javi. Hay algo denso, atávico y muy de la tierra en las bandas de las antípodas. Puedes captarlo en formaciones tan distintas como Radio Birdman, Midnight Oil, AC/DC, Go-Betweens, Easy Beats o INXS. Da igual que estas hagan punk, electrónica, high-energy o pop comercial. Todas supuran una mixtura de base anglosajona pero con un cariz especial. Grupos como X, Lime Spiders, The Johnnys, Lubricated Goat o Laughing Clowns están ahí, regurgitando en ese poso del que florecieron otros nombres más conocidos como The Saints, Hoodoo Gurus, Screaming Tribestmen o los mismos Radio Birdman. Hasta formaciones como Dead Can Dance, más cercanas a la world music, o estrellas del pop superficial como Kylie Minogue, tienen algo diferente del resto. Australia siempre ha contado con grandes compositores. Adoro a gente como Spencer P. Jones, Rowland S. Howard, Tex Perkins, Louis Tillet, Ed Kuepper, Dave Graney, Ron Peno, Simon Bonney, Hugo Race, Kim Salmon, Grant McLennan o David McComb. Me encantan The Triffids, siempre he pensado que la muerte de McCombs ha sido una de las grandes pérdidas silenciosas de la historia del pop contemporáneo. Otras bandas como Crime & the City Solution o These Inmortal Souls, que fueron capaces de saltar a otro continente ampliando su sonido, sentaron unas bases difícilmente superables. Crime & The City Solution han vuelto con un disco increíble. ‘American Twilight’ es mi álbum favorito del año pasado. Ahora cuentan con David Eugene Edwards (16 Horsepower, Wovenhand) en sus filas. Eso confirma una vez más mi teoría de las conexiones y las cadenas de confianza entre gente dispar.
La grandeza de Australia radica en la pluralidad de su oferta. Cada ciudad tiene una idiosincrasia característica. No suenan igual las bandas de Sidney que las de Perth o Canberra. Y sin embargo, hay un hilo conductor que las une a todas. Me imbuí de esta esencia durante la adolescencia. A finales de los ochenta asistí a algunos bolos de grupos australianos que me cambiaron la percepción sobre la música. El primer concierto propiamente dicho al que asistí fue a uno de Immaculate Fools, aunque el que me marcó fue el siguiente de The Lords of The New Church. Me quedé epatado. Entonces era muy fan de The Damned y Dead Boys, y toparme con su lógica continuación explotándome en plena cara resultó un revulsivo para un crío que gastaba sus ahorros en vinilos de importación. Pero no tardé en descubrir a The New Christs. Los vi durante la gira de ‘Distemper’. Ahí fue cuando Australia me entró en vena. Fue una auténtica revelación tener allí delante a Rob Younger, Jim Dickson y Charlie Owen. Yo era carne de instituto, casi virgen en temas de directo. Aquella noche, amén de pillar un buen ciego de anís, casi me parten la cara. La esencia del rock and roll resumida en una hora y un par de potas en el baño. Todavía recuerdo olores y sensaciones de aquel bolo. Siempre lo tendré guardado en la memoria. Luego pude ver a Died Pretty y Trilobites. Los primeros con Cancer Moon como teloneros. Fueron años movidos, lo habitual en la adolescencia. Sigue habiendo gente muy buena en Australia. Money for Rope me han sorprendido, especialmente en directo. Son muy vitales. Y The Walk on By, The Volcanics o The Kill Devil Hills, aunque actualmente sigo tirando de cosas antiguas que reedita Bang! Records, discos de Gutterville Splendour Six o Boris Sujdovic que acaban tirados de precio porque a nadie les importa un carajo.
Cuando hablas de influencias británicas está claro que están ahí. La mayoría hemos mamado de la teta del post-punk. The Fall es una cabecera que irremediablemente nos toca de lleno. Su minimalismo y desparpajo nos fascina. Al igual que me gustan otras bandas como Swell Maps (el tándem Epic Soundtracks-Nikki Sudden me cautiva), Wire, Psychedelic Furs, The Teardrop Explodes, The Pop Group, PIL, Magazine o los mismos Echo & the Bunnymen. Soy muy fan de Only Ones también. The Damned es una de mis bandas favoritas de todos los tiempos. Tuvimos la suerte de tocar con ellos y sufrir la paradoja de sonar mucho mejor. Suena a sobrado, pero fue así por culpa de los técnicos y de la desidia que mostraron Dave Vanian y Captain Sensible pese a su decanato.
Aunque entiendo la apreciación que haces sobre el rock americano, me resulta extraño que no sea evidente en nuestra música, ya que siempre he preferido a USA antes que a UK; y me consta que Javi ha estado muy metido en rollos tipo Stooges y MC5. Particularmente prefiero el rock americano antes que el de Reino Unido. Aunque Inglaterra ha dado bandas por las que siento devoción, como es el caso de Thee Hypnotics, Gang of Four, Gallon Drunk (una innegable influencia en Miraflores como bien has pilado al vuelo) o Thee Eighties Matchbox B- line Disaster. Pero al final, la sordidez americana siempre me toca más a fondo. Ya sea tirando de clásicos como la Creedence o mirando más hacia la cloaca. Por ejemplo, toda la movida noise neoyorquina y la no wave han posado su impronta en Miraflores: Pussy Galore, Glenn Branca, Teenage Jesus & The Jerks, Mars, DNA, Black Snakes, Contortions. El cine transgresor de Richard Kern, Lydia Lunch y Nick Zedd. La escuela minimalista de Rhys Chatham (un tipo genial al que tuve la suerte de conocer durante una actividad que desarrollamos en Monkey Week). Formaciones como Big Black, Mission of Burma o Butthole Surfers. Y nuevas alternativas como las que presentan grupos de la calaña de Woman, Five Dollar Priest o The Chrome Cranks. Los putos Swans, Cop Shoot Cop, Jim Tirwell (Foetus), que pese a ser australiano suena a USA por los cuatro costados en sus mil proyectos paralelos. Joder, sellos como Estrus o In The Red, toda la movida death country que encabezaron 16 Horsepower, Death Brothers, Those Poor Bastards o Slim Cessnass Auto Club. Sellos como Amphetamine Reptile (imposible evitar la impronta de Helios Creed, Surgery o Halo of Flies). Y The Gun Club, que es una de nuestras bandas tótem. El CBGB. Ramones, Blondie, Talking Heads, Television, New York Dolls, Devo, The Wipers, Minutemen, Elvis, Sinatra. Y Alice Cooper, ¡joder! El proto punk de gente como Crime, Death, Imperial Dogs, The Bags, Hollywwod Brats, The Boys o Electric Chairs....
Todo esto forma parte de Miraflores de alguna manera. Como también entra en juego el kraut, cosas como Neu!, Faust, Can o Kraftwerk. Con ellos nos moveríamos hasta Alemania. Y con Chaino tiraríamos hacia África.
Kaput- Hay una palabra muy usada cuando se habla de este tipo de rock&roll afilado y agresivo pero no simplón. Es “Peligro”. Me gusta analizar los tópicos. Parece que “peligro” se ha usado siempre para referirse a esas bandas que en directo (o en disco) provocaban ese calambre, esa sensación de “ahora mismo puede pasar cualquier cosa inesperada”. Es una sensación cada vez más difícil de encontrar, quizá porque uno ha visto ya bastantes cosas o porque está más cansado... ¿Qué opinas de eso? ¿Ofrecéis verdadero peligro?
E.R.C.- No ofrecemos peligro porque no somos peligrosos. Aquí hay hijos de currantes mileuristas, gente de barrio que ha podido meterse en algún problema durante la adolescencia, pero para nada cumplimos con un estandar al límite. Personalmente fui bastante macarra antaño. Y sí, ahora estoy bastante cansado de los excesos. Nuestra música puede resultar visceral, pero porque echamos la bilis al interpretarla. Pero no es más que un ejercicio escénico y expresivo. No somos gente de la calle, más bien tipos de clase media educados en colegios concertados que alguna vez ha jugado con el filo de la navaja, pero siempre al amparo de un margen de seguridad.
Lo que me comentas sobre la sensación de peligrosidad es una realidad. Y ya no trato de encontrar algo así en la música. Coincidí currando en el foso de un concierto de The Stooges hace tres años y aquello fue una pantomima: los guardias de seguridad cumpliendo a rajatabla unos márgenes de seguridad que se diría escritos por un Hells Angel y el señor Iggy Pop jugando a saltárselos continuamente, cuando su propia agencia era la que había enviado por contrato esas normas de seguridad tan tajantes que me empujaron hasta a encararme con un segurata por no dejarme hacer mi trabajo. Vamos, nada que pueda sorprenderte. Todo es un circo aunque a veces haya ciertos espasmos. Sufrimos el corsé de lo políticamente correcto que nos imprime esta falsa identidad progresista que permite que hoy tu padre y mi padre puedan casarse sin que puedan fumarse un puro el día del convite de boda. ¿Podría componerse actualmente un tema como ‘La mataré’ de Loquillo? ¿Podría existir un tarado como GG Allin sin que acabara devorado por el sistema antes de editar ni un mísero disco?
No quiero que esto suene demagógico. Puedo entender los motivos por los que la sociedad ha llegado a domar el arte. Pero en el fondo se trata de otro tipo de fascismo con el que imponemos un estándar expresivo donde solo cabe lo que marcamos como lógico conforme a unos valores, unos manuales de comportamiento y una moralidad estándar y ejemplar. Que las Pussy Riot personifiquen el espíritu de la subversión creativa es de chiste. El peligro está realmente en Internet, en gente que juega de manera anónima a dinamitar conciencias. Aunque dentro de ese entorno soterrado y anónimo todo se diluye. El rock ya no es un revulsivo porque tampoco necesitamos eso. No queremos mojarnos el rabo, porque preferimos el condón de la estabilidad. A veces me pregunto si se generará algún tipo de manifestación artística que llegue a significar lo mismo que el rock and roll de hace décadas. Yo no la veo. Hasta el hip-hop ha acabado fagocitado por la moda. Hace mucho, pero mucho, que no siento que en un concierto pueda suceder cualquier cosa. Y no sé si será porque la música ya no arroja eso o porque por mi edad ya no me aposto en las primeras filas. La última vez que sentí una cierta sensación de vacío fue hace años, en un bolo bastante templado de DKT/MC5. Me dio el punto con el morado de subirme encima de la gente hasta que me empujaron hacia atrás. Mientras caía, me sentí tan ridículo como vulnerable.
Ni yo estoy hecho ya para el peligro ni la música necesita el peligro para provocar nada. Obviamente, esta diatriba es una soberana estupidez si enfocamos la música simplemente como una manifestación expresiva, no como un revulsivo. Porque, desde ese punto de vista, todo es perfectamente aceptable y digno. Hasta un concierto de Beach House en un teatro. ¿Por qué no? A mí me encantó su último álbum. 6-Llevo tiempo sin ver un relevo generacional en el rock visceral, sobre todo a nivel de público, porque alguna banda buena y joven sí he visto? ¿Por qué sucede? ¿Han convertido los medios definitivamente el Rock&Roll en un revival patético de las mismas viejas momias? ¿Crees que es realmente una cuestión mediática? Actualmente hay bandas muy interesantes que ponen toda la carne en el asador. Y también hay público receptivo. Pero esperar que encima del escenario o debajo siga replicándose ese pulso que una vez te atrapó en la adolescencia es vivir en un complejo de Peter Pan. Como he comentado antes, ya no hace falta que el rock se abra en canal, porque la sociedad permanece inerte a ese estímulo. Y de algún modo, el arte responde a la sociedad, contrariándola o entrando en su juego. Pero puede darse el caso en el que llegado a un determinado extremo, esa química cambie de composición y ya no sea posible generar el mismo tipo de combinaciones. Si Marilyn Manson o Slipknot, con sus circos virtuales de lo extremo, no han logrado remover la moral más allá de la anécdota, ¿qué vamos a esperar de una pequeña formación de Texas que toca cada día frente a veinte colgados ciegos hasta las trancas?
Ver a The Raunch Hands o a Devil Dogs con 19 años puede llevarte a un lugar donde "todo vale", pero es un espejismo adolescente. No creo que los medios tengan la obligación de apoyar nada, básicamente porque todo está comercializado y estos cumplen con ese estándar. Es su misión, como Jordi Evolé jugando a Orson Wells con una maniobra periodística tan rancia pero tan fácil de colocar como una crítica ácida dentro de un ambiente de crispación como el que vivimos. ¿Acaso los Stooges o los MC5 de los setenta crearon expectación por sí mismos o quizás lo lograron porque en aquella época era necesario ese revulsivo contra el sistema? ¿Acaso la crítica de antaño era más acertada que la de ahora? ¿Hay crítica hoy día? Está claro que actualmente no existen muchos filtros que no dependan de un hashtag o un código binario y que el todo vale que desprenden las redes sociales y los prescriptores ha ayudado a sepultar la opinión autorizada de la crítica.
Y sí, lo diré mil veces: un crítico es alguien con el suficiente conocimiento sobre un tema y la experiencia necesaria como para que su opinión tenga más valor que la del resto de la gente. Pero, claro, si entramos en el mundo de la subjetividad y en el derecho a la opinión, cualquiera que monte un blog y tenga la suficiente capacidad como para generar un buen número de followers en twitter soltando sandeces ingeniosas, puede convertirse en un crítico autorizado por miles de personas. ¿Es esto malo? Igual para ti y para mí lo sea. Pero, ¿quién cojones somos nosotros para abanderarnos ante nada? Vale, haré caso a mi naturaleza y te diré que pienso que sí es una cuestión de los medios, pero condicionada por un cambio social que nos hace más impermeables a todo. Aunque en el fondo siempre ha sido así. Nada cambia. Todo es lo mismo. ¿Cómo vas a pedirle a un chaval de 17 tacos que entienda lo que puede suponer ver a Clawhammer en directo cuando ya ha visto doscientos vídeos en youtube de decapitaciones? Con esto vuelvo a confundir el shock con la emoción bien integrada. Puede que por eso no tenga mucho valor lo que te comento, porque estoy condicionado por mi propia experiencia. Puede sonar muy new age lo que voy a decirte, pero la visceralidad y el riesgo están en uno mismo, en la manera de afrontar la vida. Ya sea colgándote una guitarra, llevando a los niños al colegio o limpiando escaleras para pagar la hipoteca. Estoy un poco cansado de esa búsqueda de lo auténtico en la música, porque me veo viviendo del pasado, de un camelo. ¿Dónde está la autenticidad? Igual se esconde en un crío de 10 años que se presenta a La Voz Kids demostrando tener más pelotas que una banda punk de extrarradio jugando a resultar extrema mientras le zurrapea cincuenta pavos al dueño de una sala para comprar speed. Me cansa darle vueltas a estos temas, pero podrás comprobar que no puedo dejar de dárselas.
(CONTINUARÁ...)
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