miércoles, marzo 20, 2013

HETERODOXOS ESPAÑOLES (I) - PABLO COBOLLO



Heterodoxos españoles: Esa gente simpática y genial que nos permite soportar que Nacho Vegas sea "famoso" y que hace el hecho más doloroso a un tiempo... Se admiten sugerencias para el II.

domingo, marzo 10, 2013

ARS LONGA (Y TAL)


Decía Vargas Llosa, creo, una de esas obviedades que es necesario tener en cuenta, sin embargo: que un libro nunca se termina, sólo se abandona. Bueno, yo he abandonado uno hoy. Lo he dejado en el riachuelo para que flote hasta mi editor y sea después publicado. En realidad lo que he abandonado hoy es una corrección que podría haber seguido hasta el infinito y algo más allá. Ahora prefiero no volver a ver lo que he escrito hasta que esté publicado y no pueda ya hacer nada al respecto, más que arrepentirme o mirarlo con esa sonrisa escéptica que uno se pasa la vida preparando. Volver sobre él con algo de frialdad haría, probablemente, que intentase arreglarlo, y, como decía el otro “no hay que intentar arreglar algo que no está estropeado”. Que uno no escriba todo lo bien que desearía, que uno no sea todo lo brillante que él mismo esperaba, que a uno sus trabajos le parezcan sistemáticamente débiles e incompletos según un estándar inventado de excelencia, no quiere decir, al final, que haya nada estropeado, que haya nada que reparar. Cuesta llegar a esa conclusión, al “lo hice lo mejor que pude, lo mejor que mi cerebro, mi salud y mi voluntad me permitieron, así que ahí lo tenéis”. Pero se llega.
Ha sido ese libro, entre otras cosas, el que me ha impedido pasarme por aquí con la frecuencia de otras épocas. Intentaremos retomar la actividad, ahora, porque, si bien en parte apacigua, de un libro ajusticiado también vuelve uno con preguntas nuevas y neuras renovadas.
Pasa otra cosa también. Le preguntaba yo a un amigo hace tiempo (o él a mí): “¿Qué hace un músico underground cuando finalmente se desprende de sus bandas fallidas, harto de una profesión (de fé) que no le ha traído más que sinsabores, excesos y falta de dinero?”. Y me respondía él (o era yo), leyéndome la mente: “Montar una banda nueva”. Por esa misma mecánica que combina masoquismo y adicción, lo primero que piensa un escritor después del parto es en cuál será el tema de su próximo libro. Un escritor no es una madre. El cuerpo que ha expulsado no está vivo para él: sólo lo está para los demás. No se lo puede pasear en un carrito, ni hacerle cucamonas, ni educarlo, ni verlo crecer. Como mucho, se puede presumir de él por ahí, pero sería bastante forzado. Habrá que presentarlo en sociedad, eso sí, soltar palabras, sostener acaso alguna teoría epatante (para tres) que el texto ampare y tomarse unos whiskies. Es decir, nada que no hiciésemos antes sin excusa.
No quiere decir eso que uno no esté orgulloso. Uno está orgulloso, pero sospecho que está más orgulloso de haber llegado al final con vida que del Golem mismo. Más orgulloso de haber sido capaz de hacer el viaje que del diario de ese viaje que al cabo es el libro. ¿Y la ciudad a la que se ha llegado? ¿Es una ciudad distinta? ¿Nos hemos transformado en el trayecto? Un poco, quizá. No deshecho del todo esa postura. Sin embargo, creo que si nos ha transformado en alguna manera positiva, quizá sea más por el lastre que nos ha permitido arrojar por la borda que por el material nutritivo que ha añadido al equipaje. Cosas mías. Hay quien considera el progreso por acumulación y quien lo entiende como despojamiento.
Decía Vargas Llosa otra cosa, también. Que la mayoría de los novelistas no hablan en sus novelas del tema que tratan, sino “en torno” a ese tema. Esa idea, menos obvia que la primera, esa concepción de la obsesión delimitada en molde hueco, me parece enormemente llamativa, pero de eso hablaremos otro día. Al fin y al cabo, lo mío no es una novela, sino un simple libro sobre la música y el arte de otros.
En todo caso, hecho está, mis queridos, fugaces, pocos lectores. Cuando esté en la calle os hablaré de él de manera concreta, no antes.
Goodnight and Joy be with you all!

viernes, marzo 01, 2013

RIPPERS - "FIRE TRACTAÄT" (BCore)


Entre Unsane y Rudimentari Peni, pero con personalidad única.
Era por reducir a una frase el asunto, lo cual es imposible, así que regresemos a la cueva y empecemos otra vez. Los Rippers son uno de esos grupos de fulgor oscuro, una de esas bellísimas monstruosidades de la cloaca de occidente. Una de esas bandas de Amphetamine Reptile que Amphetamine Reptile nunca pudo tener porque les dio por surgir más tarde y en Cataluña. Uno de esos furiosos coágulos de ruido que te hacen estallar el tarro. Una de esas honestidades contracorriente que te dan que pensar, porque te recuerdan a la tuya propia y te provocan una cierta euforia y algo de tristeza a la vez. Un tiro en la boca de nuestra cultura decadente. Un tiro sordo. 
No sé si “Fire Tractaät” es su mejor disco o no, ni me importa, porque todos los que han facturado son buenos. Es, sin embargo, de lejos, el que más he disfrutado, por alguna razón que no conozco del todo, superando a aquel “Invertebrät”, que era una burrada, y a “Nomelec’s Revenge”, que no le iba a la zaga en furia. Turbios, malsanos, implosivos, dominados por unas líneas de bajo que parecen un cable de alta tensión submarino, punteados por una guitarra que corta hasta la vena con sencillez de bisturí. Así son y así lo cuentan en puñetazos justos como “Lover’s Whirlwind”, “Justice”, la masacrante “Unsheltered” o esa “Again and Again” que me ha recordado a los Impaled Nazarene ralentizados de “Blood is Thicker ThanWater”. Así lo cuentan, sí, con el pulso enfadado y sintético, singular.
Una de las mejores bandas de la música agresiva española de todos los tiempos, sin duda, en su afán bronco, contrapelado, inmisericorde; plato de gusto para aquellos entendidos que aún no se hayan acostumbrado a dejarse las vísceras en la mesilla de noche; arma arrojadiza para habitantes del suburbio de la noche, ese secreto de altas horas que ya puede uno vocear (fueron disco del mes en el Ruta hace poco, creo recordar) porque igualmente está condenado a ser lo que es: secreto. Jevis sólo en lo que el jevi tiene de libérrimo, punks justamente en la misma medida, los destripadores son inclasificables aunque sus referencias sean claras, y han construido un disco minimal como una rata rociada de gasolina que corriese ardiendo, enloquecida. Un disco, uno más, de guerra y de humo. Un disco de pillaje y de verdad. Un disco de punk románico por el esplendor de su materia terrenal y por la catedralicia y esencial alzada de su espíritu. Ya no se hacen muchos así.// GATO PALUG