Por todos los que crecimos juntos y jugábamos en las calles del barrio por los que nos conocimos en la escuela y siempre estábamos castigados por aquellas mañanas plomizas con los libros bajo el brazo por los que me respetaron cuando no sabía nada por todos los que nunca me pegaron por aquellos para quienes toqué mis primeras notas en un piano Por los que estábamos juntos cuando fumé mi primer petardo por los que nos hicimos juntos la primera señal en el brazo por aquella nena morena que un día se enamoró de mí por mi viejo y mi vieja que otro día se separaron por aquellos a quienes engañé y supieron perdonarlo por todos los hijos del sol escondidos en los subterráneos Por la música que sonaba en las noches de verano por Jimi, por Jim y por Brian por mi añorado Agus Por Iggy, por Bob y por Lou por Mena, Porras y Marcos por Pablo cantando “Gloria” en el casete de mi cuarto ¡Réquiem! ¡Réquiem ad infinitum! ¡Venid y arrodillaos, hermanos! Venid con vuestras cucharas venid con vuestros ríos de sangre en los brazos venid y beberemos juntos y cantaremos los viejos salmos Por las piedras que tiramos contra aquellos policías grises por los colegas que acabaron con la piel azul, escondidos en un tigre por las canciones que cantábamos y las guitarras con que las tocábamos por los años en que creíamos que nosotros éramos los amos por todos los niños vestidos de negro esperando en una esquina por todas las botellitas vacías de jarabe de codeína Por las navajas que pusieron en mi cuello y las pistolas que apretaron contra mi estómago por la expresión ausente de tus vacíos ojos fugitivos por todos los morenos que lloran alrededor de la Gran Vía por todos los que vendimos polvo para buscarnos la vida por las habitaciones de oscuras pensiones donde desparramé mis huesos por todas las noches pasadas soñando tu cuerpo y tus apasionados besos Por aquellos hospitales donde me encerraron en su día por todos mis locos compadres que siguen allí todavía por César y su Stratocaster por Cristina y sus cervezas por Juanjo y el Cucharilla por el figura de Miguelito por la minifalda de Jenny por el bardeo del Canijo por Dogo, el príncipe payo por todos los chicos del patio por Pablo cantando “Gloria” en el casete de mi cuarto ¡Réquiem! ¡Réquiem ad infinitum! ¡Venid y arrodillaos, hermanos! Venid con vuestras cucharas venid con vuestros ríos de sangre en los brazos venid y beberemos juntos y cantaremos los viejos salmos
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Por todos los que crecimos juntos y jugábamos en las calles del barrio
por los que nos conocimos en la escuela y siempre estábamos castigados
por aquellas mañanas plomizas con los libros bajo el brazo
por los que me respetaron cuando no sabía nada
por todos los que nunca me pegaron
por aquellos para quienes toqué mis primeras notas en un piano
Por los que estábamos juntos cuando fumé mi primer petardo
por los que nos hicimos juntos la primera señal en el brazo
por aquella nena morena que un día se enamoró de mí
por mi viejo y mi vieja que otro día se separaron
por aquellos a quienes engañé y supieron perdonarlo
por todos los hijos del sol escondidos en los subterráneos
Por la música que sonaba en las noches de verano
por Jimi, por Jim y por Brian por mi añorado Agus
Por Iggy, por Bob y por Lou por Mena, Porras y Marcos
por Pablo cantando “Gloria” en el casete de mi cuarto ¡Réquiem!
¡Réquiem ad infinitum!
¡Venid y arrodillaos, hermanos!
Venid con vuestras cucharas
venid con vuestros ríos de sangre en los brazos
venid y beberemos juntos
y cantaremos los viejos salmos
Por las piedras que tiramos contra aquellos policías grises
por los colegas que acabaron con la piel azul, escondidos en un tigre
por las canciones que cantábamos y las guitarras con que las tocábamos
por los años en que creíamos que nosotros éramos los amos
por todos los niños vestidos de negro esperando en una esquina
por todas las botellitas vacías de jarabe de codeína
Por las navajas que pusieron en mi cuello y las pistolas que apretaron
contra mi estómago
por la expresión ausente de tus vacíos ojos fugitivos
por todos los morenos que lloran alrededor de la Gran Vía
por todos los que vendimos polvo para buscarnos la vida
por las habitaciones de oscuras pensiones donde desparramé
mis huesos
por todas las noches pasadas soñando tu cuerpo y tus apasionados besos
Por aquellos hospitales donde me encerraron en su día
por todos mis locos compadres que siguen allí todavía
por César y su Stratocaster
por Cristina y sus cervezas
por Juanjo y el Cucharilla
por el figura de Miguelito
por la minifalda de Jenny
por el bardeo del Canijo
por Dogo, el príncipe payo
por todos los chicos del patio
por Pablo cantando “Gloria” en el casete de mi cuarto
¡Réquiem!
¡Réquiem ad infinitum!
¡Venid y arrodillaos, hermanos!
Venid con vuestras cucharas
venid con vuestros ríos de sangre en los brazos
venid y beberemos juntos
y cantaremos los viejos salmos
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