jueves, marzo 31, 2011
CANCIONES PARA PERROS EN PELIGRO (IV)
Banda - BEACHWOOD SPARKS
Canción - “Desert Skies”
Disco - Beachwood Sparks (Sub Pop, 2000)
“Either I´m too sensitive or else i´m getting soft”, ya lo dijo Dylan. Viaje por mi lado más pop (todo sea por los canidos amenazados y su graciosa guardesa Miss. Anne Marie Sutherland), esta recopilación/selección se va convirtiendo según avanza y sin quererlo, en reflexión sobre el hecho musical mismo, en labor de arqueología cercana y exhumación de joyas menores sólo en apariencia, y en retrato -era inevitable- de una de las caras de quien selecciona, que, lo crean o no, no vive siempre cubierto por muros de ruido blanco y envuelto en intoxicantes vahos de fuzz. Nada como intentar descubrirle cosas a los demás para acabar descubriéndose un poco a uno, esa tarea casi siempre ingrata a la que tendemos de modo enfermizo algunos y que es adecuado disfrazar y endulzar así, hablando de discos o de otras cosas bellas, igual que a los niños se les administra un jarabe diluido o una pastilla médica envuelta en chocolate.
Buena imagen esa, medicación con una capa de azúcar, para el disco de debut de los Sparks. Debe ser este (aparte de la ENORME caja de descartes de The Pogues, que cualquiera en su juicio debería haber escuchado para poder perderlo feliz) el disco que más veces en mi vida he extraviado y vuelto a comprar. Desaparecido sabe el diablo dónde el primero, olvidado el segundo en una mudanza, regalado el tercero a una novia que probablemente jamás lo escuchó, me despierto hoy notando su falta y me lo agencio por cuarta vez en mi tienda favorita, Radio City, por cuyo pequeño local paso fugazmente, esquivando a tipos más bien mayores que prefieren el pop añejo a merodear por los colegios. Después me lo llevo a casa envuelto en el gabán, como quien esconde una bolsa de caramelos. Así de chiquillos somos, aferrados a nuestras pequeñas delicias, a esas evanescentes pompas de jabón de tres minutos que crean la insólita apariencia de que la vida es de pronto mejor.
Atrás, muy atrás, quedaron las épocas en las que el ruido atronaba en mi casa a todas horas; ahora suelo preferir el silencio, donde todo se oye mejor. Escuchar a los Beachwood Sparks así, después de una tarde de calma, cuando ya una noche que huele a verano ha cubierto Malasaña, transporta dulcemente a otro lugar; uno que quizá -quien sabe- existió físicamente, y que ahora permanece, etéreo, mientras el disco dura. Y luego un ratito más. Banda fugaz -otro disco y un Ep, creo, antes de que se disolvieran y algunos de ellos formasen The Tide- los Sparks chisporrotearon sobre su propia hoguera campestre con maravilloso y delicado fulgor antes de quedar atrás, apenas otra nota al pie en la historia del rock y el pop. Pero es una nota escrita con prístina caligrafía de country rock ácido y optimista, travieso pop ejecutado según los parámetros de la costa oeste setentera. Una nota que se lee con placer y aún sin un atisbo de nostalgia pese a que evoca un pasado que -dicen los santones- fue mejor.
Difícil una vez más aquí, como en casi todos los discos que revisamos en esta serie, elegir claramente una canción. Son bandas, todas ellas, al fin y al cabo, más entregadas a la orfebrería musical que al hit inmediato. Y sin embargo, de entre los cuatro o cinco temas deslumbrantes con los que arranca el viaje, acabo decidiéndome por la inicial “Desert Skies”, que quizá condensa todo lo mejor que el disco tiene, exponiéndolo con reconcentrada brillantez. Alegre como un día de verano en el recuerdo -aquel en el que todo salió bien- vivaz sin alterarse, juguetona e íntima a la vez, en ella parecen reflejarse las claves que ofrece la imagen interior del libreto: lo cálidamente cósmico de esa luna enorme, lo terreno y enraizado de los árboles, lo sutil e imaginativo de la mariposa suspendida en primer plano; lo poderoso y callado del volcán. No le van a la zaga, para ser sinceros, esa “Silver Morning After”, reminiscente de Love y algo más oscura, la vivaz frivolité country pop de “Sister Rose”, la lejanamente dylaniana “The Calming Seas” o la redondez sentimental que envuelve “Canyon Ride”.
No se nos ocurrirá decir que sus trapecismos en los árboles o sus noches estrelladas o sus coros de plastilina y sus guitarras de papier maché superen en ningún momento a sus propios modelos -A Love, A Spirit, a Big Star, o Beatles o a tantos más que otros conocerán mejor que yo-. Ni siquiera que la segunda mitad del trabajo, remansada tras el chispazo inicial en calmados meandros de narcótica, pastoril felicidad, vaya a sobrevivir al tacaño escrutinio del tiempo. Pero la verdad es que tampoco importa. Son como un recortable coloreado que los niños ven mágico. Nosotros somos los niños, claro. Al menos un rato. Al menos hoy.
Y una entrevista que encontré.
martes, marzo 29, 2011
ÚLTIMAS MUSAS DE WARHOL
Dicen que HIPERCANDY ha vuelto. Parece ser que ahora para por AQUÍ. Y ESTO éra lo que pensábamos de ella antes de su famosa fuga a la ciudad donde las cosas suceden (o no). Observo que parte del texto lo siguen usando para la promo, lo que no deja de hacerme gracia. ¿Cuál de nuestros colaboradores redactó aquel merecido panegírico? No lo recuerdo, pero lo de "(...) planes de fuga por las hipotéticas carreteras de la América mental, esa que uno imagina cuando tiene demasiado tiempo para pensar, demasiado poco dinero para huir y ha escuchado tantos discos de rock&roll que conoce más a William Reid que a su madre" le quedó bien, la verdad. En todo caso, no se la pierdan.
jueves, marzo 24, 2011
miércoles, marzo 23, 2011
martes, marzo 22, 2011
lunes, marzo 21, 2011
¿Qué le trae por la remota capital, maese Berrio?
Misantropía celeste, levitaciones terrenas, abulia de alto riesgo y corazones al revés. Todo cortesía de Rafael Berrio los días señalados a continuación.
5 de Mayo en Libertad 8 (Concierto en solitario)
18 de Mayo en Galileo Galilei (Concierto doble mano a mano con Diego Vasallo)
¿HAY ALGUIEN AHÍ FUERA???
Pregunta de largo alcance que -común antiguamente a los filósofos, oficiales o autodidactas- florece ahora preferentemente entre los cultivadores de esta herramienta de dudoso gusto y utilidad: el blog. Suele hacérsela el llamado "blogger" o "bloguero", esa miserable sombra del viejo escribidor de fanzines (¡aquello si que era diversión, hermano!) mientras comprueba como sus últimos veinte o treinta sesudos posts de análisis de la actualidad, martilleo en los nudillos del estado policial, haiku teledirigido y buceo en las estancadas aguas del underground musical han merecido quizá dos o tres comentarios, a los sumo, por parte de ese ente supuesto y volátil, a menudo mera encarnación del propio ego al que petulantemente (y sobreestimando probablemente sus capacidades) llamamos “el lector”. De las tres respuestas, dos irán firmados como "anónimo" y condensarán su aportación en una línea que en ocasiones se reduce a un insulto. El resto serán chistes privados. Reviso sin mucho interés la lista de Blogs que he añadido al mío como enlaces de interés y compruebo que la mayor parte han sido más sensatos que yo y se han inmolado o bien permanecen inoperativos desde muchos meses atrás, en estado de paralizada, hermosa chatarra interestelar. No me extraña. Cuatro años y medio después de arrancar, yo no he chapado el chiringo, supongo, por la misma razón por la que los creadores siguen a lo suyo pese a la oposición frontal del universo civilizado: el aburrimiento y la vanidad (que no os engañen). Y porque no todo va a ser follar, que decía Krahe. Por lo demás, ya los Dwarves expresaban esa misma duda existencial de manera más concisa y más demoledora que yo.
¡Manifestaos, pandilla de bastardos!!!
viernes, marzo 18, 2011
CANCIONES PARA PERROS EN PELIGRO (III)
(Una selección semanal de canciones especialmente dedicada a Miss. Anne Marie Sutherland, displicente guía de los chuchos en riesgo grave de castración)
BANDA - THE DEADLY SNAKES
CANCIÓN - "So Young & So Cruel"
DISCO -"Porcella" (In The Red, 2005)
“Oh, sí, soy de verdad así de sutil/tan dandi y tan perfecto,/tan joven y tan cruel...”Apuesto a que cuando Nick Cave escucho por primera vez el estribillo de “So young & So cruel” se sintió viejo. Acababa de entrar en el pueblo un pistolero más joven, un gigoló más potente, un hermano más hermoso, un poeta más macarra y más sintético. ¡Demonios! Después, probablemente, se retiró unos días a la montaña para hablar en silencio con el espíritu de Leonard Cohen que flotaba entre la nevisca temprana y con el cuerpo de Dylan, que andaba por allí cual fauno priápico, persiguiendo entre los chopos a una negra de Nueva Orleans que se había echado de novia. Cuando Nick regresó, ya no quedaba nada de los Deadly Snakes, en cuyo glorioso tercer disco, “Porcella”, se incluía la canción, y pudo respirar tranquilo otra vez. Y caminó hasta el cementerio del pueblo. Y allí entonó un salmo de gratitud.
Reescucho ahora el portentoso disco que las serpientes mortales firmaron como incomprensible epitafio (menos de un año después ya no existían) y reconozco -además del extraño regusto que dejan los cadaveres demasiado jóvenes y hermosos- que ni siquiera los que le hicimos caso le hicimos todo el que merecía. Grabado en días robados en una casa de campo/estudio que aparece retratada en el interior de la carpeta, es un trabajo que pertenece a un apartado peculiar, o mejor dicho a varios: Es un disco de retiro físico, uno de esos en los que el grupo se aparta del mundo, literalmente, para relajarse y exprimirse a un tiempo (he ahí el fantasma de Big Pink, siempre presente y nutritivo). Es un disco, también, de cambio absoluto, porque poco queda en “Porcella” (si acaso el tenso brío de “High Prices Going Down”) de la encallecida y preclara banda que poco antes bordara el energético fogonazo de garaje dylaniano/estoniano que fuera “Ode to Joy”. Han crecido desmesuradamente y aparecen aquí vadeando profundidades distintas. Lo que hay es un retrato caudal de nuevas intenciones y sabiduría precoz, promesas cumplidas a cargo de un grupo de compositores (cuatro de seis, al menos) que acaba de madurar -como cuando en los documentales, a camara lenta, la flor se abre, un poco acartonada- y de aprender como inundar de luz cada resquicio de la habitación. Cachorro (no dejo de pensar a donde hubiesen podido ir) pero cuajado, “Porcella” es ambicioso y atemporal Rock&Roll en la misma longitud de onda en la que funcionaban The Band cuando, haciendo honor a su nombre, fueron la banda definitiva. Es personal, pese a rumiar una serie amplia de influencias reconocidas y perfectamente reconocibles. Y es completísimo, un río abarcante y rico en sedimentos por el que fluyen al unísono la percusiva psicodelia de poso Waits de “Work”, la finta soul de “O, Lord, My Heart”, el intenso primitivismo narrativo de “Debt Collection” (por ahí han transitado Two Gallants, Frank Black o Las Malas Lenguas), el folk extático y pastoral, circular, mutante, de “I Heard...” (algo parecido a lo que han cultivado, por ejemplo, Vetiver), dylanadas estrictas como “By Morning, Its Gone” y cohenadas no tan estrictas, salpicadas de humor continental, como “A Bird in the Hand...”. Y todo ello lejanamente bañado por un hippismo costa oeste que explota en la que para muchos es la canción bandera del disco, esa “Gore Veil” donde el fantasma de Love se hace corpóreo durante unos pocos minutos de alterante delicia pop.
Que fueran capaces de una maduración tan completa en un lapspo de tiempo tan corto es uno de esos milagros que quienes tocamos en bandas podemos entender pero que no por ello dejan de ser milagros. “Es un disco saturado por el agrio, dulce, amargo, salado sabor de lo que fue consumido en esos días y noches”, dice la nota al pie. Entiéndase eso culinaria o vitalmente. Era quizá demasiado prometedor, sí, demasiado intenso, demasiado vivo para durar, nos decimos por buscar una excusa, aunque sea débil.
En cuanto a la disolución, los restos, la vida, André Ethier ha seguido componiendo cosas apreciables bastante por debajo del radar comercial, Age of Danger, alias Max McCabe-Lokos, el compositor del tema que nos ocupa, ha terminado siendo actor y si no me equivoco ha colaborado ocasionalmente con Mark Sultan. Al resto les he perdido la pista.
Vuelvo a escuchar “So Young & So Free” en la casa en silencio. Aspiro su precoz poso de cansancio, mastico su ariscas palabras como grava, su innegable poso Dylan/Cave/Morrison. Disfruto, como quien lo hace con un chiste privado, de ese cambio final absolutamente Basement Tapes. Cosmic american music con los pies en la tierra y una sobredosis de chulería siniestra. Que durmais bien en el reino de la música olvidada, mis príncipes, sobresaltados apenas por el rasgar de la aguja en apartamentos lejanos y fiestas que no conocereis.//LUIS BOULLOSA.
TAN JOVEN Y TAN CRUEL
¿Has visto mis botas negras, de cuero?
La punta de su dedo gordo podría atravesar tu carne.
Oh, sí, soy de verdad así de joven y así de cruel.
Realmente así de joven...
tan joven y tan cruel.
¿Has visto esta chupa negra que llevo?
Estos botones son de latón, estos botones son de oro.
Oh, sí, soy de verdad así de sutil*
tan dandi y tan perfecto,
tan joven y tan cruel.
Si, cogeré tu corazón
y lo romperé en dos.
Oh, sí, soy de verdad así de sutil
tan dandi y tan perfecto,
tan joven y tan cruel.
El señor es mi testigo,
oh, es un negocio tan sucio
separar mis dientes de tu garganta
y dejarte deseando más.
Y tomaré tu corazón
Si, tomaré tu corazón
y lo romperé en dos...
* La palabra “Fine” puede ser traducida, dependiendo del contexto, como “magnifico”, “excelente”, “perfecto”, “valiente”, “sutil” o “delicado”, entre otros significados.
jueves, marzo 17, 2011
FARM AID 1985
Leo en EXPECTING RAIN que el viejo Farm Aid tiene un canal en Youtube y ha colgado unas cuantas joyas del judío errante (en su supuesta no mejor época). Os dejo que reconozcais al resto de invitados entre tanto disparo de amor. (En la imagen, que no tiene nada que ver, Bob obsequia a uno de nuestros songwriters favoritos con algunos consejos sobre como parecer impenetrable).//LUIS BOULLOSA
miércoles, marzo 16, 2011
MICHAEL GIRA con SWANS en Portugal (y Barcelona)
Como de costumbre a nadie se le ocurre traer a Michael Gira por aquí. Ni por allá. Menos mal que nos quedan los portugueses, gente adusta y educada, y también el país vecino.
4/09/2011 Lisbon, Portugal, Aula Magna
4/10/2011, Porto, Portugal, Porto Casa da Musica
5/28/2011 Barcelona, Spain, Primavera Sound Festival
martes, marzo 15, 2011
CANCIONES PARA PERROS EN PELIGRO (II)
BANDA - LAMBCHOP
CANCIÓN - "The Scary Caroler"
DISCO -"How I Quit Smoking" (Merge Records)
Durante mucho tiempo mi tema favorito fue “All Smiles and Mariachi”. Me encantaba la subida final que parecía, falsamente, dirigirse hacia algún lugar. A través de los años quise hacerla con casi todas las bandas que tuve, pero nunca sucedió. “Life's Little Tragedy”, por otro lado, es quizá el mejor tema, objetivamente (aunque no es un disco de singles, sino de sensación), un ejemplo perfecto de ese fatalismo doméstico y expeditivo que Kurt Wagner borda con su impagable voz cicatrizada: “Uno por uno morimos/y nuestros secretos mueren con nosotros/no hay nadie más a quien echarle la culpa//(...)Yaces en tu cama, rezando por el sueño, pero nunca viene/nunca funciona así//Todo el resto está hecho/todo lo que puedes hacer es sentarte/y empezar un nuevo día”. Y sin embargo, cosas de la inmadurez, últimamente me ha dado por este “The Scary Caroler” que parece dos canciones en una, o tres. Un ejemplo vivo de que la influencia indie dio bastantes más frutos de los que se le reconocen, al contacto con cierto tipo de tradición. Lejos del country, cerca de Europa y de una concepción retorcida del ser que es más punk que folklore.
Y es que si Lamchop hubiesen aparecido ahora, alguien los hubiese etiquetado como “country noir” (juro que lo he visto en una cubeta, por ahí), probablemente con cierto atisbo de razón. Quizá haya más en lo que hace Wagner -o e lo que hizo- de Sisters of Mercy que de Hank Williams. Es una impresión, al menos, que me ha quedado de entonces, de cuando escuché “How I Quit Smoking” por primera vez, sin apenas darme cuenta de que tenía uno de los mejores títulos de la historia ni tampoco de su oscura, reposada, nocturnal grandeza. Con el tiempo, arreglos como los que ellos despachaban con tino llegarían a convertirse en una plaga nefasta, pero entonces el mundo era joven y nosotros también: los Tindersticks aún andaban despegando, yo ocupaba el tiempo que el hardcore me dejaba libre en razonar con mi novia de entonces por qué Oasis ni de coña, Blur tampoco y sin embargo Pulp sí, desde luego que sí, y escuchaba a Arab strap a todas horas, tumbado en el apestoso colchón sobre el que dormía, en un piso compartido con otros tres freaks (ahora vivo solo, pero el colchón sigue apestando).
Mierda, era el 96, y luego el 97. El 98 quizá. Hace una década y media, y la vida era distinta. Distinta para nosotros y distinta para Kurt Wagner, con toda probabilidad. El esfuerzo comunal de aquel segundo disco (un montón de gente y un montón de talento) no ocultaba que la mente detrás del proyecto era la de nuestro querido instalador de tarimas flotantes, un talento mayor en ese mundo de deliciosos talentos menores en el que cualquiera que aprecie la música pop está condenado a vivir. Era, el disco, un enigma personal nocturno y cálido, consignado en catorce escupitajos tabaquistas y cotidianos; poemas de lo real susurrados a la oreja de la noche americana que extendía de costa a costa su miseria y su luz. Era el día revisado con ojo agudo en excelentes letras, modestamente poéticas. El sonido -con los bajos mandando- y la orquestación -en estado de sitio- ayudaban a convertir en grávida la nostalgia y en poesía la ralentizada resignación con la que el chuletón en jefe musitaba, perfectamente audible, como quien palmea en el hombro de un amigo cuando ya el día se marcha. El pueblo. El curro. El dentista. Otra vez la voz. Y también el ruido y la furia contenidos en el puño en la segunda encarnación de “The Militant” o la violenta “Garf”. El feismo sosegado contra un almohadón de plumas. Tómate un café. Fúmate el último. En el tranquilo porche de Nashville donde Wagner (este, no el otro), charla con el despistado espíritu de Ian Curtis. “Y el cambio va así...”. “¿Así?”. “No, no... Así... ¿Ves?”.//LUIS BOULLOSA
GRANT HART comes to town!!!
Paso de hacer biografía porque últimamente me recuerdo al abuelo cebolleta y porque al que no lo conozca le pueden dar morcilla. Imprescindible. Referencias previas, AQUÍ.
23 de marzo - Algeciras (Escuela Politécnica)
24 de marzo - Granada (ciclo Fonorama - Teatro Isidoro Máiquez)
25 de marzo - Madrid (Pop&Dance - Yasta)
26 de marzo - Zaragoza (Jarvis)
28 de marzo - Barcelona (ciclo A Quemarropa - Sidecar)
jueves, marzo 10, 2011
CANCIONES PARA PERROS EN PELIGRO (I)
(Una selección semanal de canciones dedicada especialmente a Birdie, Santa Patrona de los Canes Fugitivos)
Grupo - GIANT SAND
Tema - “Shiver”
Disco - Chore of Enchantment (Everlasting, 2000)
Quizá hice una reseña de “Chore of Enchantment” en otra vida y para algún fanzine que he olvidado ya. A buen seguro estaría llena de entusiasmo y de metáforas. Menos metáforas ahora, espero. El entusiasmo persiste, sin embargo, disfrazado de otras cosas para más planas no ser detectado por las fuerzas de seguridad del Dogo. Personaje misterioso, Howe Gelb, el alma de Giant Sand, que aquí funcionaba aún con la segunda (?) y más exitosa encarnación de la banda (Burns y Convertino eran un muy versatil, casi perfecto background para sus iridiscentes cuelgues y sus picados noise, antes de abandonar e inmolarse en el altar del dólar con los intrascendentes Calexico). Aún lo es. Misterioso incluso ahora que apaña chapuzas aflamencadas con Raimundo Amador (?!), revisa en directo directos de Johnny Cash (difícilmente se me ocurriría alguien menos adecuado para la labor, más opuesto al viejo oso) y permite que Raquel Winchester se pasee de refilón al fondo de sus videos (???!). Misterioso, sí, pese a que, en la línea de otros americanos muy americanos incomprendidos por los americanos, se haya retirado a vivir en la Europa civilizada (norte), colocando una pica artística en España, donde comprar restos de serie a precio de Picasso es ya hace mucho una consolidada tradición.
Hubo otros tiempos. Durante muchos años los Giant Sand fueron el epicentro de un culto casi secreto, dejando por el camino trabajos tan fracturados como magistrales. Yo, particularmente, no podré olvidar jamás el impacto del poliédrico y visceral Long Stem Rant (89), el pico creativo, quizá, de aquella época en que el angelito se encerraba en estudio sin tener las canciones terminadas (a veces, supongo, ni siquiera empezadas) y jugaba a permitir que EL ERROR fuera un componente más de la banda. Traqueteantes ramalazos de genio autista, canciones que parecían más la doma de un potro salvaje en medio de la noche, arrebatos ruidistas, poemas aleatorios, reflexiones de carretera, polución mental y tormenta de lejano sustrato Neil Young y temas tan aplastantes y dañinos como una insolación. Atípicos, radicales y únicos. Atípico, radical y único, él, capaz de mezclar una bagatela tradicional con un harapiento acceso de furia rock y obtener una tortilla emocional del carajo.
En justicia, pese a que aquello es pasado, hay que reconocer que su producción de los últimos años sigue siendo más que digna (el disco de recogido gospel 'Sno Angel Like You (Thrill Jockey, 2006), por ejemplo, merece su altarcito, sobresaliente en su íncolume belleza de cristal helado que lentamente se derrite en voces negras). De muerto no tiene nada, Gelb, aunque sí de zorro viejo, acosado y algo confuso con la vida, quizá (son opiniones...). Hoy me fijo, sin embargo, en el raro momento de ecuanimidad -todo sea por los perros-, de “Chore of Enchantment”, ese exacto punto medio en el que la vieja bestia del desierto de Tucson consigue de pronto, quizá por primera vez en su carrera, un destilado sereno cuya presencia se puede paladear en la boca sin necesidad de que nos abrase la garganta después. Tan sereno como peligroso, se podría decir, en su equilibrio entre la la fisura y el clasicismo: un paso más en esa dirección lo puede convertir a uno en carne standard, tan blanca, fofa y digerible como cualquiera y, al contrario, uno hacia atrás renegaría de unos picos de belleza inusitados que aquí se obtienen y sería, al cabo, una abdicación.
Hacer un álbum casi perfecto, muchos deben saberlo, tiene un precio demasiado alto. Y es que así es el que nos ocupa, casi perfecto: uno de esos momentos de absoluta gracia que preceden a la nevada, suave ladera de la decadencia. Un disco poroso, con grietas en la roca por donde se cuela a puñados la luz del atardecer; casi un guiño a las viejas escolleras de ruido trazadas a barreno limpio. Un trabajo con un “cante” impagable -casi susurrado pero mandando en la mezcla, bien arriba, con el resultado de que parece que el bueno de Howe nos susurrara al oído en vez de cantar- y unas guitarras quizá no tan americanas y que valen su peso en oro español. Difícil, en su fertilísimo sustrato, quedarse con un tema; doloroso elegir entre la queda intensidad pseudogospel de “Astonished” (¡qué hermosa canción de amor!), la percusiva insolación de “Punishing Sun”, el acercamiento crepuscular y embarrado de “Dirty From the Rain” (quizá mi favorita, hoy) o la contenida violencia personal de “No Reply”, sin tener en cuenta a un puñado de piezas que con el tiempo se revelan no tan menores. Sin embargo, para hacer justicia al sentido del álbum, a esa labor de visagra y punto de equilibrio en toda una carrera, me decido por la más obvia en su redondez, “Shiver”, un hit inmediato que ejemplifica ese punto medio entre la vieja cicatriz y el duramente ganado clasicismo del que hablábamos. Mi corazón sigue con el viejo perro de la pradera que se atrincheraba en el desierto para grabar discos con guitarras de saldo y la mente en pekín, pero, al cesar lo que es del cesar, “Shiver” -todo el disco, en realidad- posee esa rarísima capacidad de provocar un chispazo agridulce, un escalofrío extrañamente cálido, el restallar de un nervio de madurez tensado por el tiempo, en resumen LA EMOCIÓN, que pocos, muy pocos -ninguno así- son capaces de conseguir.//LUIS BOULLOSA.
(Adjunto "Paved Road to Berlin", del citado Long Stem Rant, para posibles comparaciones, y otra foto más para demostrar que Gelb, además, es uno de los tipos más guapos de la historia del Rock&Roll -sí, ya lo se, siempre tuve un gusto raro para los hombres)
Terms of psychic warfare
O de como acercarse a Groucho, reirse del pasado y vacilar al personal con la exhibición definitiva de ineptitud a la armónica. ¿Saben aquel de Zimmerman y Diógenes que se encuentran en un tonel...? (Gracias a Play It Loud Now, donde lo vi por primera vez -los Grammys no son lo mío-).
miércoles, marzo 09, 2011
GARETH LIDDIARD - "Strange Tourist"
(Inicialmente una reseña que terminó por ser el embrión de algo más largo. Mis publicadores habituales del ruta 66 decidieron que no tenían interés alguno en un artículo de cierto recorrido sobre el mejor ESCRITOR de canciones de los últimos veinte años -ojito, se le llama a eso-, así que se quedó a mitad de camino, a la espera de que lo recorte, ampute y modifique a hostia limpia, y lo canalice en otro formato y a través de una cloaca distinta.//LUIS BOULLOSA)
El fuego amigo y otras historias sobre como no crecer
Releo un primerizo artículo mío sobre Julian Cope, ¿del 98?. Ahora me da bastante vergüenza ajena y algo de calma también: escribía de puta pena, pero he mejorado un poco. Encuentro allí un párrafo tan preclaro como en el fondo complejo, saqueado, supongo, de alguna entrevista en Internet: Le preguntan a The Drude por qué él no ha llegado a ser tan importante como –por ejemplo- U2. “Es lo que dijo Joseph Campbell”, responde, “es la diferencia entre la celebridad y el héroe. La celebridad hará de todo -caminar a través de altos edificios y bailar en la cuerda floja- por su audiencia. El héroe hará exactamente lo mismo, y estará igualmente encantado de complacer a la audiencia, si la tiene, pero si todo el mundo se ha ido a casa, él seguirá haciéndolo por complacerse a sí mismo”. Bonita definición del héroe como suicida vanidoso y asalmonado, a la contra siempre pero de una manera sutil que le permite, caso de que todo vaya bien, permanecer imbricado en una sociedad del espectáculo como la que vivimos –aunque el espectáculo sea pobre y tenga más de lavado cerebral que de entretenimiento- y, caso de que todo vaya mal, hallar consuelo filosófico en la oscuridad.
En todo caso, dejando las lecturas varias para otro momento, me quedo con esa imagen del trapecista psicópata que sigue ahí arriba cuando las luces han caído; una vez que las madres han vuelto a casa con sus niños maravillados y el vendedor de algodón de azúcar ha chapado el chiringo para irse a fumar un porro a la trastienda, en la hora en que los domadores sueñan borrachos en sus catres con un tigre infinito que es todos los tigres. Y tal. Gareth Liddiard es uno de esos equilibristas, sólo que, harto de no despeñarse del todo, parece haber empezado a construir sobre esa nada un castillo de insolente complejidad y peligroso filo.
Se lo veía venir –o yo creí verlo venir, parece que con acierto- desde aquella descuartizada primera actuación que le presencié en el Gruta 77 de Madrid al frente de The Drones (que, creo, es la recogida en el directo de Munster Records). La furia desatada a través de aquella espasmódica figura que parecía un apaño entre Egon Schielle y los Beasts of Bourbon (hay que tener facha para esto, también) y su manera de comunicar, más un cortocircuito que un mensaje, hacían prever algún tipo de explosión en cadena cuyas consecuencias eran difíciles de adivinar entonces. La hubo, en efecto, en forma de discos que, sin abandonar el Rock&Roll de calambre y víscera, caminaron hacia una mayor complejidad, preñadas las canciones de un violento tono literario, al tiempo crepuscular y moderno, que alcanzó quizá su mayor alzada en el difícil pero enorme “Galla Mill”. Había allí temas que, sencillamente, trascendían el concepto de canción rock al uso, como las apabullantes “Jezabel” y “Sixteen Straws”, que analizaremos aquí en profundidad algún día y con las que le daba de sopapos no sólo a toda su generación de escritores del rock y a unas cuantas anteriores, sino, de paso, a más de un escritor “de verdad” (no incluimos españoles en esta categoría aunque se dice que se han dado casos en Barcelona).
No era tema fácil, Gareth, entonces, para el oyente medio de rock, en un mundillo tan mentalmente castrado por la sobresaturación y otras plagas. Obligaba a quien quisiera percibir sus creaciones en toda su lóbrega y desgarrada profundidad a algo a lo que no está ya acostumbrado ya ese individuo, si es que lo estuvo alguna vez: escuchar, traducir, leer, entender… Pensar, en suma. En sus temas no bastaba una primera o una segunda escucha, por satisfactorias que pudiesen ser a veces, amparadas por el ruido y la disonante furia del grupo. Hacían falta una tercera, una cuarta y las que fueran pertinentes. Hacía falta prestar atención al fraseo, a veces difícil de valorar en su masticada grandeza expresiva, QUERER ir más allá de la cáscara. Poco esfuerzo, en realidad, cuando el premio es el acceso a la nitidez de un trabajo que puede acompañarlo a uno el resto de sus días y a los entresijos mentales de un narrador post celiniano de primera magnitud. Duro, en cambio, lo sabemos, cuando uno vive en el autocomplaciente reino menguante del rock; ese que entiende al bueno de Lemmy Motorhead como el icono definitivo del pensamiento moderno; ese que considera que los postulados de AC DC no han sido superados aún por banda alguna, ni lo serán, y acepta el plagio con júbilo, como el más glorioso de los males menores.
En su primer disco en solitario, Liddiard continúa presentando esas dificultades insalvables para muchos, quizá algo más acentuadas aún, ya que, pese a que cualquiera de sus temas podría pertenecer a la banda nodriza –él lo reconoce porque sabe que la banda es él-, la falta de esta los hace menos digeribles. No hay aquí guitarrazos e intensidades emocionales acentuadas con distorsión (ese recurso que demasiado a menudo se usa como los aplausos enlatados en las teleseries, para explicarnos CUANDO DEBEMOS sentir). No hay, de hecho, nada más que una acústica contrapelada, una voz atípica pero superdotada para la transmisión de estados de ánimo y emociones, y un puñado de narraciones de primer nivel. Predomina de manera forzosa el carácter literario en un disco que bien se podría considerar un volumen de cuentos. “Gareth Liddiard es un novelista que simplemente todavía no lo sabe”, dicen en una reseña en Internet, aproximándose a esta idea. Bueno, sospecho que cualquiera con semejante nivel literario SABE lo que es, aunque pueda –sanamente- dudar de su situación exacta en el esquema general de las cosas.
Dados estos parámetros, la lucha del autor en este “Strange Tourist”, la lucha interna del disco, es precisamente el intento de conseguir un equilibrio en las canciones que les permita seguir siendo eso (además de lo otro): canciones. El titánico esfuerzo para que la historia no las devore y las escupa a un lado, con la funesta consecuencia de que la música termine por ser apenas un monótono arpegiado de sostén, un simple andamio de cañas sobre el que Liddiard salmodie sus alucinadas pero pavorosamente certeras visiones sobre la humanidad (no, no suena pretencioso: la humanidad… tu, yo y aquel de allá, ¿recuerdas?). En lo musical, pelea denodadamente, con un estilo a la guitarra poco ortodoxo, bronco, pelado, expresionista, deudor de un folk particular y medio anestesiado de lejana, desdibujada raigambre irlandesa (decir que a Liddiard no se ocupa de la guitarra porque de vez en cuando alguna nota no esté en su sitio o algún arpegiado parezca torpe, salvado por los pelos, sería como afirmar que a Kokoschka no le interesaba la pintura porque los retratos de Antonio López son más exactos).
En lo lírico, soluciona la lucha con éxito, por ejemplo, inyectando emocionante sentido melódico con apenas una frase en la canción más ortodoxa y más bella del álbum, ese “Strange Tourist” que es una especie de “Tangled Up in Blue” en espejo; pero ya antes de llegar a ella habrá transitado el que escuche por dos áridos altiplanos que se desvelan al cabo de unas escuchas como canciones mayúsculas. Primero, “Blondin Makes an Omelette” (sobre el equilibrista frances Charles Blondin), en la que juega magistralmente –y nunca mejor dicho- con el punto de vista narrativo. Después, a través de “The Highplains Mailman”, donde, en un efecto puramente literario, los textos de las cartas integradas en la narración a modo de estribillos son entonados en un falsete que diríase propio de un (poco probable) Sting del wild side que SÍ tuviese algo que decir. Más adelante, continúa el camino pedregoso en el que se alternan historias sobre colaboracionistas nazis en Francia (“The Collaborator”), enrarecidas vidas marcadas por el entorno social (“Did She Scared…?”) y mujeres arrebatadoramente fatales (“She´s my Favourite”), hasta desembocar en el ya tradicional “tour de force” con el que Liddiard gusta de cerrar sus trabajos: en este caso una reducción hasta el hueso mismo de las cosas, los 16 estremecedores, mantenidos, tensísimos minutos de realismo sucio pero realismo de “The Radicalisation of D” (basada lejanamente en la historia de David Hicks, extensible al mundo entero que arde).
En una entrevista que me hizo Juan Terranova sabe dios por qué, me preguntaron qué era lo que debía tener una canción para que me gustase. Creo que respondí lo que pensaba que debía tener para ser magistral. “Ser una narración perfecta de algo que uno ya conoce pero que no ha sido capaz de formular así de bien. Esa capacidad de iluminación (…) Cuando sucede, una canción tiene un poder inmenso”. Las de Gareth Liddiard tiene ese poder. Fluye por sus venas a raudales. Sólo es cuestión de cortar(se) a suficiente profundidad. Bendigo la distanciada aspereza con la que narra las historias, original aunque ya nadie pueda serlo, seria pese a que el humor negro recorre su columna vertebral. Aprecio esa evolución que lo ha llevado desde lo personal (la época en que firmaba cosas como “She Had an Abortion She Made Me Pay For”) hasta una especie de tijera creativa en la cual lo local (hacia la Australia interior) convive con lo universal (siempre la obsesión por el contexto social y la edificación de la personalidad). Envidio su lucidísima percepción de los pecados propios y ajenos y su inflamada frialdad de exposición. Todo lo que lo ha convertido, en fin, en el contador de historias por excelencia de su generación.
Si han leído ustedes “People in Hell Just Want a Drink of Water” (mi cuento favorito de mi escritora americana favorita después de Emily Dickinson, Annie Proulx) y les ha gustado (aunque gustar difícilmente será la palabra), probablemente aprovecharán hasta el mismo tuétano este viaje de Liddiard a través la angustia del nuevo siglo, la culpa colectiva, la extrañeza de vivir, la envidia, el dolor y la ocasional perplejidad de la redención. Ambos comparten una mirada al tiempo ligeramente distanciada y turbadoramente interna, como si filosofasen desde las tripas mismas del monstruo que nos ha devorado a todos y ahora nos digiere, con profusión de aleatorios jugos gástricos, fuego amigo y mentiras guiadas por ordenador. Si ellos se han dado cuenta. ¿Por qué nosotros no? //LUIS BOULLOSA
EDDY CURRENT SUPPRESSION RING - "EL ROCK'N'ROLL NO SIGNIFICA NADA PARA NOSOTROS"
(Entrevista realizada por Manuel beteta con el ocasional auxilio de Luis Boullosa y publicada en la revista Ruta 66 en su número de Marzo 2011. Los artículos dedicados a la banda en este vuestro blog podeis buscarlos AQUÍ)
Heterodoxos del punk, los Eddy Current proponen una inteligente combinación de espontáneos riffs con sabor a garage y una voluptuosa, por brutal, sección rítmica, todo amenizado por un idiosincrásico vocalista de comportamiento exuberante sobre el escenario capaz de obtener una (divertida) letra sobre no tener saldo en el cajero automático. No es de extrañar el colosal impacto que han tenido en la escena australiana del revival punk y garage del año pasado. En la actualidad es la banda aussie más reconocida internacionalmente. Hemos entrevistado al cantante Brendan Huntley (aka Brendan Suppression) y al autor de tan distinguidos escupitajos a los volúmenes de la Teoría Clásica de la Guitarra, el killer Mikey Young (aka Eddy Current).
Cuando estuve en Australia observé que Melbourne es culturalmente más activa que Sidney. ¿Cómo afecta ese entorno cultural a vuestra música?
Estás en lo cierto sobre Melbourne, pero puedo estar siendo parcial en esto. Tenemos suerte de vivir aquí por los locales y bandas que hay. Es difícil decir como esto afecta a nuestra música porque nunca he vivido en otro lugar, pero no tengo duda de que la gente que he conocido y las bandas que he visto aquí han tenido algún efecto sobre la manera en que sonamos.
Vuestras letras tienen mucho tono vital frente al nihilismo punk. ¿De dónde sale esa capacidad para capturar escenas cotidianas como levantarse por la mañana
o comerse un helado?
Supongo que viene porque tratamos de transmitir una visión o un mensaje de manera tan simple como sea posible y así dejar espacio al oyente para tener su propia opinión sobre el significado de la canción. Eso también me deja espacio para seguir sintiéndome motivado con los temas.
Los discos parecen grabados en un ensayo informal. ¿Seis horas son muchas para grabar un disco? ¿Cómo definirías tu evolución en términos de grabación.
Es tiempo de sobra. Somos mejor cuando se nos captura lo más en directo posible, la manera más fácil es tocar juntos en una habitación y grabarlo de manera simple. Siempre quise que nuestros discos sonaran como una banda tocando en una sala de estar, sin que se notase la producción. De esta manera podrán seguir sonando bien los próximos años. El nuevo LP fue grabado de la misma manera que el primer 7". Sólo espero haber mejorado en el modo de capturarlo. Era un poco novato cuando empecé. Años de prueba y error me han ayudado a encontrar lo que quiero.
No os encerráis en la estructura típica del punk, experimentáis mucho. En «I Admit My Faults» alcanzáis los seis minutos con partes instrumentales. ¿Hay una forma diferente de trabajar para crear este tipo de canciones o vienen de la misma manera que las del pop?
Todo es bastante inmediato. Escribimos bastante rápido e instintivamente sabemos qué canciones deben permanecer cortas y cuales deben derivar y ser menos estructuradas. Cuando tengo una idea para una canción la traigo, en otras empezamos a improvisar sobre idea y vemos a donde va. No trabajamos duro con las canciones. O encajan de manera instantánea o se descartan.
El bajo de Rob Solid suena a un motor diésel bombeando, como un corazón de vaca. ¿Por qué le dais tanta importancia a la sección rítmica?
Extremadamente importante. Para mí, el bajo y la batería guían a la banda. Ellos llevan la canción, mantienen la intensidad y tensión, lo que nos deja a Brendan y a mí libres para actuar con más de relajación. Golpear algunas notas equivocadas, cantar en algunos espacios equivocados… podemos permitirnos muchas más cosas teniendo a esos tipos detrás. Me gusta que el sonido de bajo de Brad sea bonito, rizado y lleno, porque el sonido de mi guitarra es muy agudo. Actúa más como una segunda guitarra y llena un montón de frecuencias.
Mikey, también tocas la guitarra con The Ooga Boogas, UV Race, Brain Children y has producido a The Twerps. ¿A qué se debe ese frenético ritmo?
Me resulta más fácil permanecer fresco si dedico tiempo a otros proyectos y sonidos. Brain Children es un proyecto solo de estudio, más electrónico, que hago con un amigo. No es un rollo de directo. UV Race no es realmente una banda en la que yo esté. He tocado teclas y guitarras con ellos ocasionalmente pero no toco de manera habitual. Son mis mejores amigos y grabo sus discos. Ahora estoy ocupado con Total Control, algo que hago con Dan y Al, de UV Race y con mis colegas James y Zephyr. Hemos sacado algunos singles, tocado algunos bolos y estamos a punto de grabar un disco. Me encantan toneladas de música distinta, así que me resulta cojonudo poder intentar cosas diferentes con gente diferente. Ninguna de las bandas en las que estoy está preocupada con tener una carrera, así que es fácil que sigan siendo divertidas y no hay presión para estar tocando todo el rato.
¿Cómo ha sido la gira por Estados Unidos? ¿Por qué rechazasteis tocar en el festival SXSW?
Fue fenomenal. Ni un mal bolo y tocamos con algunas de mis bandas favoritas. Somos afortunados por haber podido girar y tener buena respuesta del público. No es fácil girar por Estados Unidos pero a nosotros nos ha ido bien. No tocamos en el SXSW por cuestiones de tiempo. Nos era más sencillo ir en junio. Pero aún así, no sé si hubiera disfrutado de ese tipo de experiencia. Sentíamos que lo pasaríamos mejor si íbamos a tocar cuando las cosas estuviesen un poco menos enloquecidas allá abajo.
Una de vuestras bandas favoritas es Devo. ¿Cómo fue la experiencia de conocerlos y tocar con ellos?
Muy bien. Podría haber dejado la música después de aquellos conciertos y quedar completamente satisfecho. Lo mejor de todo fue que no nos decepcionaron en directo. Suenan más duros y más indomables que en disco y en ningún modo parecen una banda cuyo mejor momento haya quedado atrás. Conseguí un póster cojonudo firmado por ellos y les conocí, pero estaba nervioso y no dije nada que fuera remotamente interesante. Sin duda, fue uno de los momentos álgidos de mi vida.
Mencionas a Devo, Wire o The Clean como influencias musicales. ¿Qué elementos compartís con esas bandas? ¿Quizá la síntesis y la simplicidad? ¿O la búsqueda de un lenguaje más articulado y complejo a través de la simplicidad?
Escucho muchos tipos diferentes de música, pero esas bandas son las que han tenido un efecto en la manera en la que compongo para ECSR. Esas y otras como The Monks, The Feelies, X, The Troggs y montones de kraut que me gustan tienen en común un buen sentido de la repetición y la economía. Me impresiona la música que solo añade lo que es necesario y excita a través de la dinámica, la repetición y la paciencia.
¿Influencias no musicales?
Me gusta leer, el sol, la comida y la gente simpática, pero no tengo ni idea de cómo influye eso en la música que hago.
En la época hardcore la gente componía canciones igual que pensaba, rápido, directo al grano. ¿Consideras que la manera en que la gente compone es un reflejo de la manera en que piensa, de cómo funciona su cerebro?
Supongo que la manera en que funciona mi cerebro influye en mi forma de componer, pero nunca he tenido otro cerebro que éste, así que no puedo comparar mucho. No soy de esos tipos rápidos y directos al grano. Me siento relativamente lento y felizmente vago muchas veces. Tampoco creo que los diversos proyectos en los que estoy envuelto suenen muy similares entre sí. ¡Mi cerebro debe estar bastante descuartizado! La manera en que hago música es una reacción a la gente con la que toco. Quiero implicarlos, quiero que la disfruten, así que trato de escribir cosas teniéndoles en mente.
Una vez calificaste tus letras como "observación social". ¿Qué viene después de la observación? ¿La acción?
Sí, acción me suena bien. Ver, pensar y hacer. Lo que me venga a la cabeza en un momento de inspiración lo escribo. Es una terapia para mí.
Decís que sois una banda de rock&roll, pero ¿qué significa ser una banda de rock&roll para vosotros, hoy?
No significa nada para nosotros. Es sólo un modo fácil de explicar sónicamente lo que hacemos. Un bonito término genérico para explicar a la gente cómo sonamos.
Cada vez sois más grandes en Australia. ¿Cómo lo lleváis?
Una buena boca a oreja de nuestros directos ha ayudado a través de los años. Nuestros discos y canciones son decentes, somos gente maja, abordable y es fácil identificarse con nosotros. Ha sido una evolución lenta y bastante natural, la gente respeta eso y se alegra de nuestro éxito. Nos hemos apañado bastante bien con lo de la popularidad. No ha cambiado la manera en que hacemos discos o conciertos. Es más difícil tocar en locales pequeños, que nos encanta, pero es una gran oportunidad tocar en grandes festivales. Yo lo llevo algo peor, y quizá esa es la razón para escaparme de vez en cuando y emplear tiempo en bandas menos conocidas. Me ayuda a mantenerme cuerdo.
La imagen que transmitís es limpia y positiva lejos de la oscuridad que hay en algunas bandas. ¿Hay un lado oscuro en ECSR o sois como parecéis, unos chavales buenos y llenos de energía que tocan juntos?
Todos tenemos malos días y pasamos por etapas jodidas, pero en general somos gente optimista y bastante estable. Nuestro sonido e imagen son una representación perfectamente ajustada de nosotros mismos. Somos gente normal, con familias que se quieren, lugares decentes para vivir y dinero suficiente para vivir, comer y beber confortablemente. Estamos lejos de ser oscuros y problemáticos, así que sería incorrecto que nos presentásemos como almas torturadas.
¿Bandas nuevas australianas que os hayan impresionado últimamente?
Kitchen's Floor, Divorced, Bitch Prefect y Lower Plenty.
El video y la canción «Rush to relax» parecen una crítica al estilo de vida actual que aumenta la ansiedad de la gente. El ambiente es siniestro, lejano a vuestro aspecto habitual. ¿Es un punto de inflexión en vuestro trabajo?
Era representativo de nuestros sentimientos en ese momento, que probablemente fuesen similares a los de mucha otra gente. El sentimiento de que la vida te sobrepasa, de que no tienes tiempo para sentir que estás llegando a la cima de las cosas, de no tener tiempo para disfrutar de la vida, vivir como si estuvieses en una carrera. La idea para el clip llegó instantáneamente, no lo pensamos mucho. Sólo queríamos equilibrar los momentos de diversión playera de nuestro anterior video con algún tipo de película hermana, pero del lado depresivo del asunto. Tratar de expresar el no ser capaz de separar trabajo y juego, de preocuparse cuando no deberías. De perder de vista lo que tienes justo frente a ti.
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Más información cortesía de Maese Beteta:
El nombre de la banda se traduce como Dispositivo de Reducción de Corrientes Parásitas, nombre que tomaron de un catálogo de material electrónico. Brendan Huntley es escultor, explora alegrías, miedos, pensamientos, observaciones de la vida y los plasma en jarras, tazas, salseras y vasos. Ha realizado varias exposiciones en Australia. Su inimitable estilo puede verse en la portada del 7" That Time Of Day. Asegura que siempre actúa con los guantes puestos porque le da confianza.
jueves, marzo 03, 2011
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