sábado, agosto 27, 2011
VIDA Y MUERTE DE UNA BANDA DE BAR (II) – EXHUMACIONES
MASTER DISASTER GANG (BANDCAMP)
Éramos (de derecha a izquierda) Mule, Homiño y Yo. Aún lo somos. Para memoria histórica (floja) la de la música underground española. No es que no te hagan caso vivo, es que muerto tu recuerdo tarda nada en desaparecer. No estuviste jamás. Uno mismo, metido en otros fregados, casi termina por olvidar lo poco o mucho que hizo, y más si –por desidia, falta de medios o el habitual salvajismo del asunto- los documentos de lo que fue existen apenas. Así las cosas y a favor de un crecimiento más sano de futuros/presentes proyectos, uno rebusca en todo aquello, y a veces saca algo. En 2006 publiqué un disco con mi banda de entonces. Nos habíamos llamado la camada un buen par de años (al menos), pero para entonces habíamos pasado ya a MASTER DISASTER GANG, un nombre anglo pero bastante apropiado: éramos, en efecto, un perfecto desastre en muchos aspectos, y eramos sin duda un “gang”, a menos por lo que cualquier banda tiene de familia. Seguimos siendo “familia”, claro, pero las distancias son difíciles de solventar para una banda que trabaja bajo mínimos y cuya norma no fue nunca dejarse los cuernos en el intento, sino, más bien, ir tranquilamente hacia el fracaso y por el camino divertirse y ponerse bien.
El título del disco, LITTLE ANIMALS, era igualmente descriptivo. Antes y después de él, dimos unos cuantos bolos. No sabría decir cuantos. Y hubo alguno bueno. En nuestras mejores noches ofrecíamos una versión embrutecida y sudorosa de lo que se puede escuchar en la página de bandcamp que he montado para recordar el estropicio. Éramos simples (pero no tanto), ruidosos, parcialmente melódicos… éramos esenciales y sintéticos y no nos casábamos con nadie. Estábamos, por tanto, bastante cerca de la visión de las bandas que nos gustaban y también de la banda que a mí me hubiese gustado ser. Nadie nos escuchó, claro: salvando a un puñado literal de colegas que venían casi siempre al akelarre, nuestro público estuvo compuesto por ratas de bar, viajantes de paso, tipos que se habían confundido de lugar y colegas de barra y de barrio que aparecían una o dos veces por cumplir. Hubo ráfagas de gloria, claro, en la habitual secuencia de garitos poco iluminados y con demasiado humo (tiempos…); y en dos ocasiones incluso salimos de Madrid a dar la matraca. Primero a Mont Blanc (Tarragona), al festival de unos amigos. Después, cuando los hermanos gitanos de Joe Strummer nos llevaron a tocar dos bolos a Estocolmo. Ahora echo de menos haber grabado algún video no ya para verme a mi mismo más joven, sino para que la sensación de inexistencia y fugacidad no sea tan tangible.
En todo caso, el reencuentro con el pasado -mientras escucho de nuevo los temas, los descargo, los cuelgo, los analizo con sus múltiples fallos y sus modestas virtudes- es curioso, al menos. A veces uno tiene que forzarse a recordar para comprender que si seis o siete años atrás era capaz de hace las cosas, sería lógico que ahora fuese capaz de hacerlas mucho mejor. Claro que eso está por ver. Quede como documento ese álbum que casi nadie escuchó, aquí sin la versión de Propagandhi (quizá la toma más lograda de todas) que tendréis que venir a pedirme en persona, por favor y con todo tipo de dádivas.
Dios guarde a las bandas sin futuro.
Se parecen tanto a nosotros que cada día que pasa las quiero más.
BEN SALTER - "The Cat"
A veces para encontrar discos cojonudos basta por darse un garbeo por el callejón digital, como quien pasea por la ciudad en los días de viento, con esa curiosidad alerta por si sale volando una vieja, los niños resbalan en los charcos, las faldas se alzan sobre el viento con gracia fugaz o un gesto en una esquina te recuerda a todo lo que ya no está. Así me encuentro a BEN SALTER, por casualidad, en un blog, guiado por el hecho de que su disco de debut en solitario, THE CAT, esté producido por Prometéo, aka Gareth Liddiard. Uno acaba teniendo cierto olfato, esa es otra, y en efecto, el disco, por encima de su excelente single de presentación (“The Coward”, que adjuntamos en vídeo), es un magnífico cajón de sastre que va de Richard Thompson (o Nick Drake) a The Magnetic Fields pasando por Bob Mould (esa voz en los tres primeros temas) y sonando pese a todo personal sin aparente esfuerzo. Hace suyos Salter el folk anglo y el pop de los ochenta con igual y agridulce autoridad, ayudado por una producción que parece ser capaz de tratar las piezas individualmente (algún arabesco sutil, un saxo o un ramalazo irlandés aquí o allá, guitarras de fondo) sin que eso le impida dar coherencia al total; es decir, una producción pensada pero capaz de mantener una cierta aspereza en el sonido que es clave para resaltar la esencial potencia de diez temas (más una versión y un instrumental) que no se andan con rodeos a la hora de entrar con escéptica melancolía en la casa de los sueños malogrados, lo agridulce de existir y los variados sinsentidos de la relación personal. Delicia inesperada si a uno le apetecen unas horas de granizada emocional, clásico inmediato de los bajos fondos del pop, donde se trafica con almas, cuerpos y drogas caseras; talento a descubrir (aunque tiene una ya dilatada trayectoria con varias bandas hasta ahora desconocidas para mí como Gin Club, Giants of Science o Young Liberals) que se reivindica por si mismo en las contrapeladas letras, por encima de la media, y en su sobresaliente capacidad para convertir la parálisis personal/sentimental en dinámicos hits de pop atemporal. Para ir de la modestia cotidiana (un gato, una hierba, un sueño, una excursión) al centro de las cosas en ese único e inexplicable paso mágico que es una canción. //Luis Boullosa
PD- Para los mitómanos de la cosa “energy” (aunque en este álbum nada hay del asunto), uno de los colaboradores es nada menos que Joel Silbersher (GOD, Hoss, Dirty Three)
PD II- Pronto entrevista.
viernes, agosto 26, 2011
NUEVOS VALORES DE LA CANCIÓN MELÓDICA
BEN SALTER, australiano con un excelente disco nuevecito, THE CAT que se puede escuchar aquí. Próxima reseña en esta biblia de neón.
lunes, agosto 22, 2011
LA FRASE DEL DÍA (II)
"(...) María de Magdala, que dicen que estaba más buena que el pan de trigo en los años cuarenta".
(Escuchada en el bar Casa Antonio hace un tiempo. La foto es de la señorita Barbara Hershey, que hacía el papel en aquella de Scorsese)
domingo, agosto 21, 2011
LOOK NO FURTHER THAN THE CIA
(Libremente traducida por nuestro servicio episcopal de localización de replicantes)
QUIZÁS ("Dare I Say"-Strange Boys)
Ahí tienes a mi boca...
Sólo estaba pensándolo y me salió
No pretendía hacerte dudar
sobre que significa tu vida
No sabía que debía esconder la verdad
Siempre que hablase contigo
Pensé que quizá ya que habías ido al colegio…
Pero supongo que sólo aprendiste la reglas.
Te lo enseñaron todo mal
Pero no es culpa tuya
Sólo te dejaste llevar
Sólo te dejaste llevar
Sabes cuando empezó cada guerra
Cuando y dónde murió cada quien
Pero el hombre permanece igual
Su cara es el único cambio
No te enseñan eso en clase
Porque nunca volverías
Nos lo enseñaron todo erróneamente
Pero no es culpa nuestra
Sólo nos dejamos llevar
Sólo nos dejamos llevar
Cualquiera con un pensamiento original
Que hable claro y no pueda ser comprado
Siempre parece acabar asesinado
Así que no te sientas tan horrorizada
Si en un día claro y limpio
Vuelo por los aires.
No busques más lejos que la CIA.
SO FILL ME TO THE PARTING GLASS...
Oh, todo el dinero que tuve alguna vez lo gasté en buena compañía
Y todo el daño que hice alguna vez al menos no se lo hice a nadie más que a mí
Y todo lo que intenté hacer con buen juicio… no soy capaz de traerlo ahora a mi memoria
Así que lléname la copa de despedida…
Buenas noches y que la felicidad sea con vosotros.
Todos los camaradas que aquí tuve están tristes porque deba partir
y todos aquellos a los que amo desearían que me quedase otro día
Pero dado que a mi me ha tocado en suerte levantarme mientras que a vosotros no
me levantaré amablemente y suavemente diré
"Buenas noches y que la felicidad sea con vosotros"
Oh, si tuviera dinero suficiente para gastar y tiempo libre para sentarme un rato…
hay una granjera en este pueblo que tiene cautivo mi corazón
sus rosados mofletes y sus labios de rubí... sólo ella tiene esclavizado mi corazón
Así que llenadme la copa de despedida…
Buenas noches y que la felicidad sea con vosotros.
viernes, agosto 19, 2011
LA FRASE DEL DÍA (I)
(El noventa y nueve por ciento de las mejores conversaciones que tenemos -casi siempre en bares, para que negarlo- se pierde. Trabajamos para recuperar ese luminoso uno por ciento restante)
Barman de cabecera, dos o tres de la mañana, garito desierto: "...La verdad es que los sitios de entretenimiento son bares y catedrales..."
viernes, agosto 12, 2011
VIDA Y MUERTE DE UNA BANDA DE BAR (I)
Uno deja las bandas (esas bandas imposibles y oscuras que siempre hemos tenido), asqueado de la miseria moral y económica que las rodea, convencido que canalizar la propia energía creativa por ahí es perder el tiempo. Se da un buen baño en la ausencia de ese estímulo. Y se alegra de no tener que hacer determinadas cosas que configuraban aquella asfixiante rutina: las horas perdidas en los transportes públicos (que diría Roger Wolfe), las horas perdidas en polígonos de extra o intrarradio, esperando al resto de la banda (la puntualidad y el Rock&Roll jamás fueron juntas), las horas perdidas repasando el set de siempre porque aunque parezca raro, hay temporadas enteras en las que parece que nadie tiene la mínima energía suficiente para poner en pie una nueva canción. No se echa gran cosa de menos, se sigue viendo a la gente que se quiere ver y se pierde de vista a un buen puñado de indeseables, paletos, cocainómanos e idiotas terminales. Se vive, en fin.
Y después, como quien hiciese algo natural, uno monta otra banda. Quizá lo hemos adquirido como todos los demás hábitos insanos, montar bandas de Rock&Roll. Quizá es que no somos consecuentes. Quizá es que nos pone ese resultado que los que no están en el asunto consideran sencillo: llegar a tocar delante de gente y sentirse bien (son dos cosas, no una). Nos atrae demasiado la mera sensación, el llegar a poner en pie un muro de sonido DENTRO del cual podamos sentirnos a gusto y bien. Son demasiados los parámetros, empezando por los personales, que se necesitan para hacerlo, lo sabemos. Al menos a partir de una época, es demasiada la energía y la inocencia que se emplea; es descomunal la cantidad de ego incinerada para poder hacer algo que casi todo el mundo entenderá como perfectamente inútil y que sólo llegará a cuatro gatos, y para encontrar en ello una íntima satisfacción. Una íntima satisfacción que, además, pronto habrá que aprender a distinguir entre la maraña de cables. Claro que el que no es guapo a veces acaba encontrando algún turbio contento en su propia fealdad. Así el que no es escuchado aprende a encontrarlo en su ostracismo.
No es buscado, conste, el ostracismo. Mi última banda, que no dejé por gusto, sino por enfermedad temporal de uno de los miembros imprescindibles (son bandas de amigos, y no se sustituye a la gente así como así: a veces una ausencia supone el fin del grupo); mi última banda, digo, llegó a tener un seguimiento que considero muy decente teniendo en cuenta que su única y declarada intención era divertirse. En los últimos bolos en Madrid metíamos unas cien personas sin demasiado problema. Cien personas entregadas que venían a divertirse con el grasiento, saturado y sudoroso ritual de siempre, que cuando se hace bien es siempre nuevo. Cien personas que trasegaban cubatas a destajo y que bailaban y gritaban y, en definitiva, se lo pasaban bien. Ese feedback es magnífico. Y más magnífico porque no llega a ser algo que se te pueda subir a la cabeza de ningún modo. Francamente –e independientemente de la edad del adulado en cuestión- entiendo bien que alguien aclamado sistemáticamente por miles de personas acabe perdiendo pie. Decían los Barricada algo obvio (hay que decir las cosas obvias, tienden a olvidarse) en aquella gran canción de rock de barrio que era “Todos mirando”: “Una mentira agradable es muy fácil de creer”. Y así es. En mi entorno lo he comprobado demasiadas veces, y demasiadas veces he visto crecer reyezuelos al calor de tres o cuatro lameculos.
Pero a lo que vamos, uno monta otra banda, como puede. Y, curiosamente, por el momento, cada banda nueva suele ser mejor que las anteriores. Creo que es como follar. Si a los treinta y seis vas peor que a los veinte, apaga y vámonos. No es ya una cuestión técnica, aunque no sabría explicar exactamente lo que es. “Menos hostias y al lío”, quizá sea la definición, sin que eso implique simpleza o estupidez o cortedad de miras. Así, me encuentro ensayando otra vez con un amigo, viendo como los tems pasan con naturalidad a ser temazos, buscando un batería que le sepa dar y no sea politoxicómano (lo primero es difícil de encontrar, lo segundo casi imposible), componiendo a medias, escribiendo letras que no entiendo ni yo pero que definen perfectamente una parte de lo que soy, machacando covers de los Jesus Lizard, Poison Idea y los Dwarves en plena era Wilco y pensando que quizá, con suerte y un empujón, en unos meses pueda estar ahí arriba haciendo el cabra. No son grandes aspiraciones, lo sé (tengo alguna más, no demasiadas), pero cubren en parte el desencanto y el desagrado visceral que sigo sintiendo hacia el mundo. Mientras toco, está bien. No me miren así, es verdad, y al cabo, los motores de la creación son siempre así. O a lo mejor piensan ustedes que los Ramones llevaban una existencia feliz y los Cramps eran unos vecinos perfectamente integrados, que los Suicidal colaboraban con la policía y Johnny Cash bebía agua mineral bezoya. Desagrado, desencanto, ira, frustración, urgencia primitiva, y una vena lúcida que lo atraviese todo, y ya tiene uno el germen de casi cualquier cosa que valga la pena. Como a mí me viene de serie, eso que llevo ganado ya.
Claro que a veces resultaría menos cansado que no tuviera que ser así, y poder escribir uno el puto Nashville Skyline. Pero una cosa les prometo. Si alguna vez escribo el puto Nashville Skyline no será con pluma y papel ni con guitarras: lo silbaré por lo bajo mientras vuelvo a casa del brazo de quien sea y luego lo olvidaré. Por respeto al resto, vamos.
Y ya está.
Por el momento no tenemos nombre.
Por el momento sólo tenemos cuatro o cinco temas propios.
Así que, ya sabes…
Pronto en tu ciudad.
EN AUSENCIA DE CENTINELA (Los preso políticos se torturaron entre si)
Decía Morrisey, a menudo certero, que ahorcásemos al DJ porque su música no le decía nada sobre su (nuestra) vida. Tenía toda la puta razón. En el Supergen, un garito medio indie pop que había junto a la plaza del dos de mayo de Madrid hace muchos años (y que en efecto olía a pegamento) la DJ de turno puso el tema una vez y todos los presentes le coreamos el estribillo a la cara con su consiguiente enfado. Supongo que le irritó que no entendiésemos su ironía. O quizá no había ironía y simplemente era idiota (es más probable estadísticamente). Y eso, en fin, es lo que deberíamos hacer siempre, colgar de la farola más cercana a cualquier supuesto portavoz nuestro que esté hablando de polladas, intereses diversos, ganancias propias y hypes inventados para la ocasión. Mintiendo. Entiéndase esto socialmente, también. No seré yo el que lo haga, porque soy una persona eminentemente contemplativa, pero comparto la idea.
Me dice mi amigo H. que estoy viejo porque se me vienen a la cabeza estas cosas del pasado y porque hago entrevistas con grupos de pop y les escribo introducciones nostálgicas. Me explicaré: detesto la nostalgia como esa técnica de Marketing de la que habla James Ellroy. Detesto los mitos inventados sin preocuparse siquiera de una mínima verosimilitud como el insulto a la inteligencia que son. Detesto el conformismo de una gran parte de nuestra sociedad que, no llegada aún a los cuarenta, lleva ya años comprando masivamente su propio pasado, (auto)convencida de que la infancia fue el único –y modesto- paraíso posible y de que ahora lo que hay es lo que tiene que ser: atenerse a las pautas sociales que siempre estuvieron ahí. Los muñecos articulados de los Kiss, las camisetas de los Ramones para niños de dos años, las ediciones de lujo de los discos de siempre y los trajes de comunión que más parecen de novia serán testigos patéticos, dentro de unas décadas, de en qué gastó mi generación el tiempo que se le concedió para crear algo distinto, evolucionar y, en definitiva SER. Ser algo más que lo que el programa y las instrucciones de serie que venían en el paquete indicaban. Tener hijos, parece ser, nos obliga de una manera extraña y subconsciente a comportarnos como nuestros abuelos. Lo veo en la que fue mi gente, cuando regreso a la provincia. Gente noble y trabajadora, sin duda; casi todos, probablemente, más esforzados que yo mismo, pero casi todos también -hay dignas excepciones- aceptando sin demasiada oposición un yugo mental al que, seamos serios, no hubiera sido tan difícil escapar.
No son carne de cañón de barrios incendiados, no son huérfanos sin más opción, no son vagabundos angélicos destrozados a palos por la policía, no son analfabetos atados a la cabra del campanario y el puticlub de carretera: son universitarios, profesionales medios en progresión, empresarios, gente con la educación suficiente y el bastante mundo como para replantearse ciertas cosas. Y el caso, lo más triste, es que lo han hecho y han decidido pasar de todo. En las conversaciones privadas los malestares, las opiniones y los sanos radicalismos surgen y se debaten, pero en cuanto se pagan las copas y el grupo –satisfecho de haber fingido con eficacia un amago de disidencia espiritual- se disuelve, la vida sigue igual. La vida. La pantalla de plasma, la playstation, un canutillo de vez en cuando, cuando la mujer no esté en casa, unos cubatas, un fin de semana de pesca. Aceptable vida sin más problemas que los que esa aceptable vida ya trae de por sí. No es que las predicciones hayan enfocado alguna vez hacia otro sitio, y quizá esa gente es, simplemente, más inteligente que uno, más consciente de sus posibilidades y sus límites, más capaz de una felicidad sencilla, que al cabo es probablemente la única que hay. Pero asfixia. Y luego los hijos, como una lápida más que como una pregunta. ¿Y qué mas? Nada más.
Lo mejor de todo es cuando empiezan a llevarlos a catecismo y cosas así. Un grupo de adultos que han pasado las mismas que yo, estudiado las mismas que uno y desfasado (cuarta más, cuarta menos) las mismas que yo, ejerciendo una responsabilidad impostada en la que ni de lejos creen, sólo por el qué dirán. A ninguno se le ha ocurrido nunca preguntarle a los demás. Se encontraría, probablemente, con que piensan lo mismo y se traicionan a sí mismos por idéntica razón. Son, al cabo, un montón de presos temerosos de un francotirador exterior que murió hace años. Sólo hay guardián porque cada uno, cobarde, piensa que lo hay y transmite esa creencia en una jefatura superior de la que, si supiera pensar, renegaría. Si no somos capaces de esa mínima valentía de instruir a NUESTROS HIJOS en nuestras verdades y nuestra libertad de pensamiento, ¿Somos capaces de algo? La respuesta es sencila: NO.
Esta cobardía endémica se diluye en la ciudad. No es que no exista, es que su presencia es menos ahogante, menos clara, menos grotesca para el ojo. El alma tarda más en ser castrada y cada minuto, en estas cuestiones, es precioso. Cada minuto es una posibilidad de huida más y otra opción para decir no de la manera que uno sepa y pueda. Si esa manera es ser un “indignado”, vale. Si esa manera es ver pasar la vida a la manera de Pessoa, perfecto. Si esa manera es huir a otro lugar u otro estado mental, me parece bien, huir siempre fue de valientes. Si esa manera es quemar una sucursal bancaria o follarse a la hermana de uno, ¿quién puede decir que no estamos en lo cierto? Casi todos los movimientos de cierto interés se crean en gran parte por reacción, sean sociales o personales: no se trata del deseo de ser algo, se trata más del horror a ser algo y su consecuencia. El horror congénito y desarrollado a ser lo que -siempre bajo esa ubicua y fantasmal suposición autoimpuesta- estamos obligados a ser.
Si ese horror se atenúa y se esconde, pasamos a ser integrados y se nos adjudican (nos adjudicamos) nuevos deberes. Si ese horror permanece y nos evadimos hacia nuestra propia verdad, ingresamos en la disidencia, y ese es un lugar solitario donde se repite la previa ecuación del autoengaño: es nuestro trabajo verla como un campo abierto y no un pabellón de castigo, aunque a menudo sea difícil. Los conversos, claro, odian ese tipo de persistencia. Infantil será lo menos que te llamarán, a veces a la cara y por la espalda, siempre. Y secretamente, te envidiarán con todo su honesto corazón, que ya decía el otro, es siempre un nido de víboras. Un agua estancada que hiede.
Eres tú, pues, el que crea al inexistente francotirador que vigila la cárcel. Igual que tú has subido ahí a ese puto DJ que hace siglos dejó de hablar de ti y de mi y al que deberías ahorcar.
Por lo demás, la nostalgia puede ser un vínculo productivo en pequeñas dosis, un hilo que no te deje olvidar lo que fuiste y te permita ver mejor lo que, para bien o mal, vas llegando a ser.//Cowboy Iscariot
THE KIDNAPPERS – “Will Protect You” (Alien Snatch)
Al contrario que en el caso de sus compañeros de sello, los prometedores Love Boat, los secuestradores basan gran parte de su peso en una voz, más que buena o mala, óptima para su género y capaz –al menos en el arranque del disco- de comunicar la vibración que ese género pretende. Trabaja la banda una especie de punk deshidratado y virado a pop, o quizá ese un ligeramente reforzado por una percusión marcada y alguna guitarra energética. Quizá, al cabo, deberíamos dejarlo en pop ligero de mimbres simples, rocanroleros, con poca o ninguna pretensión artística y más preocupado por transmitir una cierta energía positiva que, por desgracia, pierde fuelle a menudo y no llega a ningún momento verdaderamente destacable, aunque goce de cierta desvaída elegancia. Repito, el mérito que haya reside en la voz, pero claro, la voz no puede levantar ella solita el resto. Y no es que ese resto esté tan mal, pero es que tampoco está bien: es de una sencillez supina (tómese eso como crítica o piropo, al gusto del consumidor), y nada se encontrará aquí, pues, que no se haya escuchado antes cientos de veces. La pregunta es: ¿debemos concedernos el tiempo de atender a semejante ejercicio de repetición, a este ejercicio vulgar ejercicio melódico, templadito como el café con leche que uno ha olvidado en la mesa mientras leía el periódico? Allá cada quien. Yo sé lo que cuesta montar un grupo mantenerlo y llegar a hacer discos, y lo siento por ellos, pero después de gastar el mío en tres escuchas de esto, tengo que decir que podía habérmelo ahorrado y me hubiese quedado igual, quizá mejor.//Peggy Fu
martes, agosto 09, 2011
CANCIONES PARA PERROS EN PELIGRO (VI) - "The Fear" (PULP)
"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría, era la edad de la locura, era la época de la creencia, era la época de la incredulidad, era la estación de la luz, era la estación de la oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo ante nosotros, no teníamos nada ante nosotros, estábamos yendo todos directos al paraiso, estábamos yendo todos en la dirección contraria. En resumen, el periodo era hasta tal punto como el presente que algunas de sus más ruidosas autoridades insistieron en que fuese recibido, para bien o para mal, únicamente con el grado superlativo de la comparación".
Así empieza "Historia de dos ciudades", de Dickens (aproximativa traducción de un servidor). Si te recuerda a tu propia vida es probable que tengas treinta y tantos, la edad de Jarvis Cocker cuando parió "This is hardcore" ... Así debía ser el 98 para él, y así lo era para mí, en parte (el 2011 no le queda muy lejos). Por entonces escuchaba habitualmente a Pulp -bendita influencia de Miss. Tuk-, y desde que salió, éste fue mi álbum favorito. Claramente conceptual, centrado en la crisis de la inicial mediana edad, producido en "noir" asfixiante y ralentizado kistch, gloriosamente arrastrado y lleno de esa sorna confesional y doméstica con la que Jarvis Cocker respondía a su propio hype y trataba de enterrarlo para siempre, o más bien, digamos, de reconducirlo por un camino distinto.
En un principio pensé en traducir "Dishes", otra canción magnífica con la que me síento identificado, pero "The Fear" tiene más sentido por varias razones: Dishes es aún un rescoldo de los discos anteriores, un intento de canción pop perfecta vestida con ropajes prestados, que es aquello en lo que Pulp, al cabo, eran maestros; "The Fear", en cambio, responde al talante del álbum, atmnosférica, sin prisas, exudando ese siniestro cool de baratillo que emparenta a la banda lejanamente con el Barry Adamson de "As Above, So Below". Es, en definitiva, la introducción perfecta que dicta tono y enfoque, magnífica puerta de apertura para una obra que es la esquela de un rollete -aquel brit-pop de Blur y compañía- del cual los Pulp son una de las pocas bandas rescatables, con la perspectiva que da el tiempo. Ahora me encantaría poder escuchar el álbum completo, pero en mi retiro espiritual en la montaña apenas me he traído tres o cuatro discos. El silencio es una gran banda sonora, ocasionalmente, para la crisis que sea. Siempre hay una, al fin y al cabo, y ninguna es demasiado distinta, por el momento, a la de esta canción.
EL MIEDO
Este es nuestro “Músic from a Bachelors Den”,
el sonido de la soledad subido hasta el diez,
una banda sonora de terror para una cama de agua estancada.
Y suena exactamente así.
Este es el sonido de alguien perdiendo la cabeza,
fingiendo que está bien cuando no lo está.
Te va a gustar,
pero no demasiado.
Y el estribillo va así…
Oh, baby,
aquí llega el miedo otra vez,
el fin está cerca otra vez.
Un mono ha construido una casa en tu espalda,
no eres capaz de llevarte a nadie al catre,
y aquí llega otro ataque de pánico...
Oh, allá vamos de Nuevo…
Así que ya conoceis la letra de nuestra canción
Pronto estareis todos cantandola a coro
Cuando esteis tristes, cuando os sintais solos
Cuando todo salga mal
Cuando sintáis el miedo
y ya no estéis buscando más
la belleza o el amor,
sino sólo algún tipo de vida
con los filos limados.
Cuando ni siquiera podais definir qué es lo que os asusta
Esta canción estará aquí.
O, baby,
aquí llega el miedo otra vez,
el fin está aquí otra vez.
Si alguna vez te arrancas a ese chimpancé de la espalda…
Si alguna vez encuentras aquello que te falta…
Pero ahora sólo te estás echando unas risas…
Y allá vamos de nuevo.
Hasta el final.
THE FEAR
This is our Music from A Bachelors Den
- the sound of loneliness turned up to ten.
A horror soundtrack from a stagnant water-bed
& it sounds just like this.
This is the sound of someone losing the plot -
making out that they're okay when they're not.
You're gonna like it,
but not a lot
& the chorus goes like this:
Oh Baby, here comes the fear again.
The end is near again.
A monkey's built a house on your back.
You can't get anyone to come in the sack
& here comes another panic attack.
Oh here we go again.
So now you know the words to our song,
pretty soon you'll all be singing along.
When you're sad, when you're lonely & it all turns out wrong.
When you've got the fear.
& when you're no longer searching for beauty or love -
just some kind of life with the edges taken off.
When you can't even define what it
is that you are frightened of
this song will be here.
Oh Baby, here comes the fear again.
The end is near again.
If you ever get that chimp off your back.
If you ever find the thing that you lack
but you know you're only having a laugh
& here we go again.
Until the end
Until the end
lunes, agosto 08, 2011
jueves, agosto 04, 2011
THINK TANK (Hoy, JAMES ELLROY)
Por lo que a mí respecta, James Ellroy (ese respetable psicópata que ven en la foto) es el mejor escritor de novela negra de todos los tiempos. Ni Hammet ni hostias. Por supuesto él piensa que dejó la novela negra atrás en algunos momentos de su vida y que cosas como "America" y "Seis de los grandes" son en realidad novela histórica. No lo creo. Sospecho que al tipo el "negro" le ha calado tan dentro y hace tanto tiempo que, sencillamente, cualquier cosa que haga es género, incluidos sus libros biográficos como "Mis rincones oscuros". No lo puede evitar, por suerte. Por lo demás, además de disfrutar a muerte de lo que escribe y de considerar que "La Dalia Negra" es sin duda una de las veintitrés mejores cosas que he leído en los últimos veinte años, quitando prospectos, me divierte su sentido del humor megalómano y coincido bastante con muchos de sus postulados de partida, como éste, encontrable en el prólogo del citado "América":
"La nostalgia como técnica de mercado nos tiene enganchados a un pasado que no existió nunca. La hagiografía convierte en santos a políticos mediocres y corruptos y reinventa sus gestos más oportunistas para hacerlos pasar por acontecimientos de gran peso moral. Nuestra línea narrativa desde entonces se ha difuminado hasta perder cualquier asomo de veracidad y sólo una descarada sinceridad puede rectificar esa línea y ajustarla de nuevo a la realidad".
Seguro que les suena de algo. Mañana quizá lo explique mejor. Mientras, a aplicarse el cuento.
Y un curioso autoperfil, AQUÍ.
LOVE BOAT – “Love is Gone” (Alien Snatch)
Últimamente cuando pido punk me dan garaje mal tocado. El problema es que cuando pido pop me dan lo mismo. ¿Psicodelia? Tres tazas. Derivas de la época, sin mayor importancia en realidad; algún día nos reiremos de ellas sin percatarnos de que estamos inmersos en otras de igual calibre. Por supuesto, en todos los géneros y en todos los desastres se encuentran cosas salvables y hasta geniales, perlas entre los bodrios. Así, por ejemplo, yo he asumido sin recato a los Strange Boys, verdes pero lúcidos y prometedores en su desparpajo casi suicida, y he rechazado a los Black Lips como quien dice por una manía: les ví un bolo tan patético hace unos años que decidí no volverme a casa con ese sabor a estafa nunca más, ni siquiera en disco. Lo decía por aludir a las dos (momentáneas) luminarias de "la cosa". Puestos a pensar por qué tienen “éxito” las bandas del resto del pelotón, se me ocurre que quizá a la peñita moderna que los sigue le resultan cómodas sus pintas (intercambiables, en efecto con el público, las más de las veces), su cierta ineptitud instrumental y sus desmañadas maneras de desfasados universitarios de permiso. Es decir, podrían ser ellos mismos. La gente parece incapaz últimamente de sentirse identificada con nadie con quien no puedan confundirse cada mañana al mirarse en el espejo. Cada cual.
Mientras todos estos movimientos predecibles y mil veces observados tienen lugar; mientras las bandas persisten a la espera de la estafa y el hastío (cada una dependiendo de su cabezonería, su capacidad de reciclaje y su nivel de ceguera y de fe), el que escucha puede pescar en la corriente, de cuando en cuando, algún grupo interesante para pasar las tardes; bandas apreciables que luchan por dotarse de una personalidad propia, combos adolescentes de desigual fortuna que a veces consiguen alguna joyita en forma de canción. Un buen ejemplo son los turineses del barco del amor, a los que descubrí por un blog (como bien sabemos, ahora todo se descubre por blogs y por amigos, igual que en el principio, fanzines y amigos). Me gusta esa cualidad con la que algunos (¿Quién? No se… ¿Dead moon?) han conseguido sostener una carrera: la honestidad. Me agrada su intento de salirse del citado redil del infragaraje molón, de superar el ramonismo playero y el ñoñi pop de guitarra “twangy”; me gusta su asumida modestia y el trabajo serio que se advierte bajo la simpleza aparente de los temas (melodías trabajadas aunque la voz no sea especialmente destacable; guitarras con bastante nivel). Es esa probidad y ese decoro, ese “pobre pero honrado” que llevan tatuado en el trasero, lo que les permite vencer aunque sea pírricamente en una batalla que enfrentaban con poca pólvora propia y armas prestadas y algo añejas; obtener un disco más que digno y, dentro de él, conseguir perlitas como “Modern Ties”, expansivo, clásico, californiano ejemplo de que hay en la banda una vía de progreso interna de mayor densidad de la esperada. Están destinados, por su propio bien, a profundizar en esa lisergia gozosa y a abandonar el garajillo de coches de choque que ha poseido a su generación, y parece que tienen temple para ello. Quizá ayudaría también que quienes hablan de su trabajo por ahí pisen el freno y dejen de llenarse la bocaza con nombres del porte de Love o The Byrds. No parece que ellos caigan en tales delirios de grandeza, y bastante clara queda su postura en esa sana, coñera y crepuscular foto interior del disco, donde la tabla de surf es sustituida, sin que uno lo advierta apenas, por la de planchar.
Claro que sucede que hay músicas para lugares y momentos, y que eso es una de las grandes torturas del que trata de ser crítico y justo. Quizá por eso estoy empleando tanto tiempo en está crítica. Yo descubrí que para mis rutas en coche (de copiloto) por el abrasado verano gallego, los Love Boat tenían un nosequé que pegaba con el olor a mar, el salitre y el aftersún. Sin glorificarlos, algo (acaso mucho) se merecen por los buenos ratos entre pinares, tratando de pensar en nada y consiguiéndolo, quizá, en alguna gloriosa, fugaz ocasión. Era la idea, supongo, tan sencilla como difícil de alcanzar.//D. SPOON
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martes, agosto 02, 2011
VACACIONES SECRETAS de un gato de ANGLESEY
El verano empezó animado por los muertos -Lucian Freud, LA Winehouse y una pila de noruegos-, pero pronto devino soporífero. Con la maleta exigua que se puede apreciar en la imagen -dos martens agujereadas y un libro de Pla (Josep, no Albert)- y sin decir palabra, Cowboy Iscariot desapareció hacia las brumas del norte sumiendo en el estupor a la redacción de KAPUT. Se sospecha que dará señales de vida en cuanto termine de leerse el Codex calixtinus y consiga reunir suficiente fertilizante para hacer volar por los aires la Cidade da Cultura de Santiago, el bar Faisán o cualquier otro templo de la iniquidad occidental. Mientras esperamos sus misivas -ha decidido comunicarse exclusivamente por carta-, nuestra actividad panfletaria será menos intensa de lo habitual, ya que hemos acordado que también Gato Palug, Peggy Fu, Duns Escroto, Luis Boullosa y el resto de redactores necesitan entregar unos cuantos días a la contemplación. Feliz Verano de corrupción.
PD.- Y no, no vamos a hablar de la Winehouse porque todo ha quedado dicho AQUÍ.
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