Siempre que puedo hablo de una banda brutal y algo olvidada que publicó su cacharrería noise’n’roll en Amphetamine Reptile: Halo of Flies. Resulta que eran la banda del capo del sello, Tom Hazlmeyer, un personaje a estudiar. Y resulta que pese a ese leve autonepotismo, eran de lo mejor que salió de una cuadra de por sí asombrosa (porque allí estaban Unsane, Cows, Hammerhead, Today is the Day y otros cuantos de lo mejor de aquel punk bastardo, violento e imposible de definir de finales de los ochenta y principios de los noventa).
Pues bien, escuchando a Davidians he tenido la misma
sensación de angustia liberadora que los Halo me proporcionaron en su momento.
En menos de veinte minutos, los de Raleigh -al parecer veteranos de otras bandas
que habrá que investigar- escupen sus ocho exabruptos y se meriendan a todos
sus congéneres actuales: “City Trends” (Sorry State) es un festín de punk encabronado y con
querencia por el ruido pero que permite el aire pasar a través de la agresión. Me
explico: acostumbrado a amalgamas de metalcore y otras lindezas; habituado a
producciones detallistas pero abigarradas en extremo (porque la influencia del
metal en el punk ha sido definitiva y no siempre buena, en este siglo), es un
momento de gracia encontrarse con una banda que sabe que a veces hay que dejar
que las reptantes líneas de guitarra se oigan sin guarnición, que la voz llegue
al cerebro en crudo, que la víscera se exprese sin mayores adornos, en toda su
luminosa furia.
Pelados, expresionistas, al hueso mismo del cabreo -igual
que en los mejores momentos de las bandas citadas- Davidians van montados en su
ola autopropulsada de chatarra y te estallan en las narices sin necesitar más
que los mimbres de siempre. Porque desde luego una bomba nuclear puede
destruirte, pero también puede destruirte un alambre de espino si se utiliza
bien. O un martillo de carpintero en el cráneo. O un destornillador clavado en
el ojo. Y así son ellos: un KO al viejo estilo, si consideramos que esa amalgama
de punk/core encabritado, rock&roll venenoso, rítmica dominante y guitarras
dañinas e inteligentes es ya un viejo estilo.
¿Qué los diferencia de otras bandas? En un entorno donde los punks hace siglos que tocan muy, muy bien, y aparte de lo citado, diría que su baza ganadora es una naturalidad que rara vez se encuentra en un mundo empeñado en epatarse a sí mismo una y otra vez; un mundo (o mundillo) empeñado en un “citius, altius, fortius” que a veces no lleva a parte alguna. Después de decepciones como por ejemplo la del segundo disco de Code Orange Kids, perfecto ejemplo de supersonido para nada, Davidians son un baño de sangre refrescante y necesario para el que firma.
Al 11 desde la salida hasta el final, los temas son potentes por sí mismos pero el artefacto funciona a la perfección como ente en sí, cohesionado, articulado, maligno: una especie de comadreja mecánica dispuesta a comerse tus entrañas. Y a compartir los restos con los amiguitos. Un disco necesario para los partidarios de la Orden de la Coz que queden en la sala, a estas alturas. //F.G.L.