viernes, enero 09, 2015

MICHAEL GIRA/ANGELS OF LIGHT (en ROCK I+D)



Buena noticia para cualquier amante del rock es la aparición de ROCK I+D, una nueva revista on-line que trata de abordar el género y sus satélites con profundidad y de manera original, para variar. En el primer número, que pueden ver AQUÍ, se incluye un artículo largo de nuestro colaborador Luis Boullosa sobre Michael Gira y sus Angels of Light. Incluimos el arranque para que abran boca. El resto en la citada publicación.


DISOLVIÉNDOSE A LA LUZ DE LAS CANCIONES DESNUDAS


Entrevistador : ¿Considerarías en algún momento volver a reunir a los Swans?

Michael Gira : Tajantemente, no. Está muerto y acabado. Tengo cosas más interesantes que hacer.


Entrevistador: ¿Ves tu nuevo disco con Angels of Light, “We are Him”, como una vuelta al sonido que tenías con Swans en la época de “Love of Life”? Hay paralelos razonables…

Michael Gira: ¡Oh, Dios, no! Ni siquiera puedo recordar aquellos días. He trabajado realmente duro para olvidarlo todo sobre Swans. No tengo nada que ver con ello. Maté a aquel inútil trozo de mierda de ser humano hace mucho tiempo. Los discos aún existen, supongo, pero son artefactos, restos, como antiestéticos tumores que fueron extirpados quirúrgicamente de mi cuerpo, dejados al sol para que se marchitasen y secasen y después dispersados por el viento. De algún modo, Angels of Light son una labor religiosa: estoy haciendo penitencia por todos mis años de vanidad y pecado.



Swans, la banda nacida en 1982 y finiquitada originalmente en 1997, y a la que Michael Gira convirtió en una de las leyendas subterráneas más herméticas de la historia del pop, se reformaron en 2010. Actualmente van por el tercer disco de estudio desde la reunión, encabezan festivales ‘indies’, son la comidilla mañanera de todo enterado que se precie y llevan casi un lustro sosteniendo el ‘hype’ de retorno más marciano de la historia. El hombre que era demasiado extremo para el ‘mainstream’ en los ochenta, que dirigía con tóxica mano de hierro la que los críticos denominaron -en un tópico que aún le persigue- “la banda más violenta del mundo”, es ahora una figura pública en el pico de su éxito. Sin embargo, hace cinco años (durante todo el lapso 1997-2010, en realidad) era todavía un santón tan venerado en la intimidad como opaco para el gran público, encerrado en su cueva, dirigiendo en solitario su propio sello, Young God Records, apoyando desde allí a artistas que acababan teniendo mucho más éxito que él mismo (Devendra Banhart, Akron/Family) y pariendo discos bajo el alias Angels of Light (también a su nombre o como Body Lovers/Body Haters) que la crítica alababa tanto como el público general ignoraba. La reunión fue, de algún modo, una suerte para los que seguimos a Swans a través del tiempo pero nunca pudimos verlos en su época heroica. Una suerte también para quienes no los conociesen y quieran ir más allá de la coartada cultural de temporada. Serán pocos, pero valdrá la pena aunque sea por el puñado de almas convertidas y jodidas para siempre.

En directo, hoy, los Swans de Gira son en cierto modo una banda “nueva”, una amalgama blindada de veteranos al servicio de la mente central, que funciona como una apisonadora y mezcla, con sabiduría de perro viejo e inusual ímpetu (y volumen), lo que la banda postulaba en los ochenta (ese ‘core’ eremítico y ralentizado obsesionado temáticamente con el sexo, el dinero y otras relaciones de poder) y en los noventa (lo mismo pero con Jarboe en el barco, una formulación más flotante y una creciente ansiedad de búsqueda espiritual) para conseguir una alzada galáctica, una combustión existencialista que, literalmente, tira de espaldas. Son una banda atípica, además, porque pertenecen a esa división extraña en la que todos los miembros del grupo tocan mucho, mucho más que el que dirige, pero jamás serían lo que son sin él. Esa es una de las gracias terribles de Michael gira, un chamán/director de orquesta al que le cuesta poner tres acordes seguidos en una acústica, pero que es capaz de explicar a un complejo conjunto de musicazos hacia dónde ir exactamente -cuándo y cómo, no porqué- para construir espirales de ruido a mayor gloria de una angustia metafísica, la suya, que inevitablemente acaba siendo también de quien lo escucha. Es él el epicentro del que emana y sobre el que confluye la música, en una especie de sístole/diástole a menudo extenuante. El resultado es una experiencia catártica por la que yo pasé en 2011 y de la que salí purificado como de un baño en agua helada, y que tiene una de sus claves en el volumen y otra en la repetición.

Pero eso no es todo. Si eso fuera todo, habría mil bandas iguales. Lo misterioso, lo único, reside en algún interior de la figura misma de Gira, ese hombre que es capaz de plantarse en medio del escenario, mirar al techo y exigirle a Dios a grito pelado que baje reencarnado otra vez, si tiene huevos, si existe: “Jesus… ¡Come down!... ¡Jesus Christ… Come down NOW!”.

Está grabado. PUEDEN VERLO.

Me decía Gira, cuando lo entrevisté, que la música era su práctica espiritual, y me lo creo. En persona, en la moderna cafetería acristalada de la casa da música de Oporto, me pareció un tipo amabilísimo, con unos ojos de azul translúcido acaso amenazantes si el entorno hubiese sido otro, inquietantes en todo caso. Pero no parecía, desde luego, infeliz. Al torturetti oficial de un par de generaciones quizá la práctica espiritual le haya funcionado, barriendo el turbulento pasado, dejándole con la paz interior suficiente para dedicarse a hacer caja y música grandiosa. Lo dudamos, la verdad, pero todo es posible.




ÁNGELES AUTOLUMINISCENTES

En todo caso, para ser sincero -que es lo inusual y de lo que se trata aquí-, a mí los tres últimos discos de los Swans no me dicen nada. Correctos, monumentales, fríos, autorreferenciales, son sin duda magnos ejercicios de estilo(s), pero creo que su principal valor de fondo es el de ser la excusa para un directo donde los demonios viejos y nuevos coagulan en demoledoras, asfixiantes nebulosas de sonido; excusas, sí, para ese ejercicio de desafío, exorcismo y catarsis personal realizado en público; y, de paso, para una venganza comercial que se sirve algo fría ya, aunque siempre sabrosa, ahora que el amigo ha cumplido los sesenta.

Uno se encuentra con el misterio mismo del poder transportador de Gira fácilmente, sin embargo, si retrocede unos años y se encara con sus discos “en solitario” como Angels of Light, y en concreto con mis favoritos, la trilogía “Everything is Good Here/Please Come Home” (2003), “We are Him” (2005) y “The Angels of Light Sing Other People” (2007). Cierto es que tiene acompañantes en ese viaje, y que esos acompañantes ayudan a vestir austeramente, con elegancia y perspicacia sus desérticas salmodias, pero no es menos cierto que el ejercicio se acerca al desnudo todo lo que puede en más de una ocasión, y que, tocadas con una acústica, a pelo y con la no excesiva maña que Michael se da con el instrumento, sus canciones funcionan igual a la perfección, como escalofriantes preguntas sobre la identidad, la condición humana, la capacidad de cambio y el vacío vital. Son, los tres, discos vaga aunque brillantemente cubiertos; obscenidades filosóficas o herejías laicas tapadas apenas con la tela translúcida o una purpurina que se pega al músculo seco. Sexo y muerte, Dios y Nada, apenas velados por los necesarios coros y trasfondos que permiten que la píldora pase garganta abajo con menos daño.

La primera vez que vi a Gira lo vi así, solo: un hombre contra una sala de conciertos belga apenas medio llena. En aquella época no le di demasiada importancia, sobre todo porque el telonero fue un Devendra Banhart en absoluto estado de gracia que, a punto de sacar su primer disco, barrió cualquier posibilidad de lucimiento posterior en uno de los mejores conciertos que he presenciado jamás. Virtudes de la persistencia, que las hay: hoy aquel Banhart imperial que me fascinó durante al menos tres LPs ha decaído hasta convertir en una caricatura su poder sanador original, tornado en una especie de leproso ‘hype’ vagabundo e infumable que trisca sobre las burbujas de la moda cantando inanes odas a la felicidad. Mientras, Gira sigue su camino, impasible, hablando del alma humana en su núcleo más oscuro y más cierto. (...)

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