martes, febrero 26, 2008

JULIAN COPE – "You Gotta Problem With Me" (Head Heritage)


Nítidamente superior a sus dos anteriores entregas, este cacharro es un artesanal, puro, asilvestrado método de buceo en lo que Cope considera problemas capitales de la humanidad. Parte de un rock garajero de maneras ácidas que es amablemente desmembrado después, y al que se deja mutar en libertad vigilada hasta obtener frutos excelentes; tonadas de tres cabezas y recia espina dorsal ("Woden", "Can´t Get You Out…"), momentos e megalítica delicadeza ("A Child is Born…") y acertados descensos al papel de cantautor concienciado ("Shame Shame Shame") que conforman un pico álgido inapelable en una carrera tan interesante como, es cierto, irregular. En lo filosófico, es otra razzia de paganismo intelectual, antirreligioso y anticorporativo hasta la médula, que reflexiona a diestro y siniestro, como quien blande un hacha, sobre el matriarcado (Robert Graves sigue siendo una influencia evidente), la plaga de la religión monoteista organizada (aquí se reparte a moros y cristianos por igual), la compulsiva necesidad humana de construir muros divisorios y otros horrores varios de la estupidez actual bañados en un ponche lisérgico donde tienen cabida por igual John Sinclair, Odín, Bin Laden o Johnny Deep. Lo acertado de la formulación, sin embargo, deja esta vez que se perciba con claridad el acerado nervio que late bajo ese barniz de casera alienación. Personalísima pero accesible puerta a un mundo donde toda verdad es cuestionada y la militancia filosófica no está jamás reñida con el humor. O, como se solía decir, tiempos de Rock&Roll.

domingo, febrero 24, 2008

WILLIEWORLD - Maggie Dubris


Richard Hell, educado que es él, me envía por correo, como había prometido, este librito que le editó hace unos años a Maggie Dubris, una dama escondida a la que debería buscar con urgencia cualquier amante del simbólico, metafórico, terriblemente real Nueva York que en su momento retrataron Ferrara, Scorsesse y otros exhumadores de los bajos fondos, con su eterna cantinela de turbio pecado y dolorosa redención. Trabajadora en los servicios de emergencia de la gran manzana desde el año ochenta, testigo directo por tanto de épocas más que difíciles, Dubris surca la ciudad en primera persona a lomos de una ambulancia y entre una fauna de homeless, adictos al crack, alcohólicos callejeros y almas perdidas de todo pelaje. Y transfiere su experiencia al papel con la vívida sequedad de quien lidia a diario con cosas que la mayor parte de los mortales no llegamos a ver jamás. Un paseo desangrado por el filo de una navaja demasiado afilada para cualquiera, trasladado hasta el lector con gélido corte forense e impregnado de una poesía perpleja y metafísica. Realismo negro carbón, buceo a pulmón en aguas estancadas y fétidas, paseo gélido por la trastienda de la (in)humanidad siempre centrado en las personas, pero opuesto frontalmente al sentimentalismo barato con el que el tema se suele tratar en, por poner un ejemplo, los medios de comunicación. No hace falta especificar que se habla de víctimas del absurdo cuando la descripción de ambos, víctima y absurdo, es tan despiadada. Hasta para con el mismo autor. A partir de este volumen, Dubris parece haber desarrollado una productiva carrera literaria y artística en la que el equipo de KAPUT promete bucear en breve para volver con noticias.// Luis Boullosa

sábado, febrero 23, 2008

KAPUT V contra los siesos del espacio exterior


El largo camino del quinto número de Kaput hacia su nacimiento en papel da un paso de gigante con la entrega de nuestra nueva portada. El espléndido trabajo es cortesía de Daviz del Reino e Igor Heras, colegas de copas y excelsos ilustradores como se puede observar en la épica batalla que envolverá, en breve, nuestras páginas.

lunes, febrero 11, 2008

DROGA, PISTOLAS Y POLVOS CALLEJEROS (On Halo of Flies)


Asombroso, instructivo trabajo, deslizarse de pronto hacia el pasado cuando uno lleva un buen tiempo en el presente, sumergido en el marasmo diario, es decir, perdiendo perspectiva. Volver a los Halo Of Flies (El grupo de Tom Hazelmeyer, capo del imprescindible sello Amphetamine Reptile, ex marine, guitarrista violento y poliédrico, magnífico ejecutor de puñaladas al bajo vientre con navaja oxidada en forma de canción)nos retorna a una serie de afirmaciones generales que es preciso no olvidar - Como que es perfectamente posible que un trabajo brillante y de singular intensidad pase desapercibido en su momento y no merezca, después, ni una breve mirada retrospectiva por parte de la crítica, una llamada de atención que lo devuelva, así sea por unos segundos en la retina del lector de provincias, al lugar de privilegio que en su momento hubiese debido tener. El olvido, en fin, tan cierto como los sueldos de miseria en España o la endémica dificultad para la comunicación entre individuos de sexo opuesto. Vistos desde ahora (es relativamente fácil encontrar el recopilatorio Music for Insect Minds, que revisa con tino su fugaz carrera de siete pulgadas, splits y otra cacharrería variada), la cirujía de los Halo brilla con toda la tensa ferocidad que el punk nunca debio haber perdido. Ese encabritamiento terminal que les lleva a rociar sus propias canciones con gasolina y hacerlas arder en una pira tóxica donde se disuelven plástico, chatarra industrial y latas de cerveza (vacías, se entiende). Pero da testimonio, también, de ese prodigioso espacio mental-temporal que en los últimos ochenta y primeros noventa permitió que el hardcoire mutase libremente y alumbrase una generación de bandas de marcadísima personalidad, que eludían lo clónico con desafiante entereza. Así, igual que los Dü, los REM, los Minutemen, los Meat puppets o los Jesus Lizard, Halo Of Flies no se parecían a nadie más que a sí mismos. Por muchas comparaciones que fuesen pertinentes, sólo se los podía medir, al cabo, por comparación con su propia alzada dentro del entorno. Los de Hazelmeyer exudan ese vaho aural y urgente de los hechos únicos y los accidentes gloriosos. Una música mitad tripas y mitad cerebro, mutación en mosca fuzz de un ex marine borracho, ruidista, eructada expresamente para tocar las pelotas porque sñi, pero, pese a todo, dotada con una admirable capacidad para mantener un pulso tenso y cromado que se pega a la canción como un guante de Napalm. Una factoría de ira desatada en incursiones de infantería ligera y poco dada a tomar prisioneros. Turbulentos raids de castigo desde las catacumbas de la baja cultura, contrapelados exabruptos grabados sin medios ni tiempo pero que se devoran al noventa por ciento de la macarrada actual sin pestañear. Buscar bandas actuales de su envergadura no es, por supuesto, imposible -se me vienen a la cabeza los brutales Federation X-, y algunos de sus coetáneos siguen en envidiable forma, pero es justo sacarlos de nuevo a la luz, no ya como rareza menor, sino como combo de primer orden sin nada que envidiar a grupos comparables por violencia y visión. Hazelmeyer se centró, tras disolver la banda, en regir los deptinos de su sello. Y AmRep sacó a la calle algunos de los discos más necesarios de la música underground americana de su tiempo. Gracias chaval.

lunes, febrero 04, 2008

GRAVENHURST - "The Western Lands" (Warp)


Nick Talbot. Apostol de una inglaterra oscura. Hombre que observa con ojo a medias poético a medias crítico la nación sumergida (“My Nation Underground”, que diría Julian Cope) y la transcribe, con melancólico pero firme pulso, en canciones entonadas con una voz suavemente fantasmal que parece la pérdida misma. En sus trabajos, que han ido virando del austero folk al pop balsámicamente eléctrico, florece un submundo de amenazante quietud trazado en negro y gris, con ideas que no son nuevas pero vestido de impecable etiqueta melódica y acicalado con elegantes desgarrones de distorsión y tormenta cercana. Nick Talbot, decimos, un talento no reconocido en toda su dimensión, por más que esta no sea la del genio, sino la del paciente orfebre que es capaz de cincelar, con tiempo y sin prisas, minimales gargolas de pop de guitarras a carbón. Su nuevo largo, “The Western Lands” no llega a la altura magnífica de aquella mirada con vista de águila que era “Fires in Distant Buildings”. Su ojeada sobre inglaterra es esta vez algo menos desgarrada y quirúrgica, y lo sentimental, como una colcha de flotante nieve, gana terreno. Ya no basa su concepto mismo en declaraciones como “Para entender al asesino/debes convertirte en el asesino”, pero aún de cuando en cuando le salen cosas como “Encerrado en una habitación con un libro y una soga/Los hombres vacíos se acercan, la justicia empieza en casa” que convierten sus atemporales gemas de cuatro minutos en un cruce entre Lovecraft, T.S Elliot y la gélida y tensionada visión de los Joy Division. Los temas tampoco son tan ineludiblemente brillantes como en el anterior largo (era francamente difícil), pero el álbum queda, pese a todo, muy por encima (o por debajo, en profundidad) de la media de lo que se factura en su género, si es que tal genero existe. ¿Dark Britannica?. Arrancan con la impecable y macabra “Bloodline”, que sí encajaría perfectamente en “Fires...” y siguen con la contemplativa “She Dances”, menos imaginativa y con más ornamento, envuelta en una instrumentación que tiene la virtud de parecer áspera y oscura pese a que, si se investiga, el bordado es primoroso. La elegancia natural (esa virtud tan rara en las guitarras distorsionadas) puntea las siguientes canciones aquí y allá con ecos lejanos de la Velvet Underground, y no falta algún instrumental excelente, como el que da título al disco, para cerrar un esfuerzo aparentemente discreto pero que va desvelando secretos en cuanto se lo deja caminar. Es complicado llamar a esto pop de guitarras, aunque lo sea, primero porque induciría a error, y después porque hay algo atemporal (por momentos antiquísimo, por momentos tan cercano) en su reverberación, un nosequé malsano en el ambiente que lo aleja de esa palabra, “pop”, al cabo identificada siempre si no con la frescura, sí con la modernidad. Su ceniciento y congelado témpano, por melódico que sea, por rockero que sea por momentos, no parece casar bien con la luminosidad, o la rareza chic, o la tristeza dramáticamente confesional que últimamente parecen exigirse para que la crítica te considere vendible, aunque sea en el pretendido “underground”. Una parada necesaria, Gravenhurst, si uno quiere vivir esa deliciosa sencillez aparente emborronada de misterio que nos eleva hacia épocas mejores, cuando en el olimpo reinaba el trazo de belleza convulsa proporcionado por los Smiths, Echo & The Bunnymen o Joy Division y no la insulsa y perecedera babilla de Brett Anderson, Artic Monkeys o Bloc Party. Siniestrismo ilustrado y refulgente, hermosas palabras, muerte por ahogamiento, nenufares sobre los cuerpos encontrados. Y todo lo que pueda venir después.// Edgar Allan Puke

FREAKLAND FESTIVAL - Blood & Guts en Ponferrada

domingo, febrero 03, 2008

¿Qué pasa, no te gusta mi novio?

THE GOLDEN BOYS - "Whisky Flower" (Hook or Crook)


Hay bandas que hacen cosas perfectamente clasificables, pero hacen tantas diferentes que el cocktail resultante resulta difícil de definir sin la consabida ristra de referencias. Ubicados en una aparentemente improbable intersección entre los caminos de los Stones (“Babushka”), They Might Be Giants y Fountains of Wayne, pero con una sazón final de deshinibida fiesta vaquera, los chicos de oro tejanos ofrecen un disco que por momentos es encantador de puro desarticulado, una barbacoa en el patio trasero de la música americana despreocupada por los acabados y los ribetes y con gusto por un desaliño que deja muchos de los temas más en divertidos apuntes que en canciones redondas. Quizá algo haya, en el fondo del vaso, de la forma de trabajar que hizo grandes a los Giant Sand época “Long Stem Rant”: esa voluntad de dejar que lo aleatorio, el error, entre en la música, por la pura curiosidad de ver que sucede y como se lo puede reconducir (“Remember Georgia”). Sin la profundidad ni la trascendencia de Howie gelb, eso sí. El resultante es bonito, un sano baño de buenas intenciones con algún momento grande en el que se salen de lo suyo con excelente pulso (“Billy Wore a Dress", un encuentro discotequero entre The Fall y los Meat Puppets, salvas las distancias) pero también con unas cuantas nimiedades de esas que no debieran haber dejado jamás el local de ensayo (Dolly´s Waltz), miniaturas con un tufo a rollo rural un tanto impostado que suena más a chalet en las afueras que a destilería clandestina. Si fueran una bebida serían una limonada ligeramente ácida, con un lejano regusto de bourbon al fondo del paladar. Excelentes en momentos concretos y siempre saludables, es la palabra. Un adjetivo que rara vez se puede usar si hablamos de hoy y hablamos de Rock&Roll.// Chapero Bob

ROBERT PLANT & ALLISON KRAUSS - "Rising Sand" (Rounder)


Mucho ruido y pocas nueces en torno a la colaboración de Robert Plant (Ex querubín setentero, estrella del Rock&Roll) con Alison Krauss (Gran dama del Bluegrass a sus 37 palos bien llevados). Difícil que ese par hiciesen un disco malo, pero dudoso también cómo iban a encajar dos voces encontradas y dos sensibilidades aparentemente distantes. Es exigible, siempre, que la critica musical ponga las cosas en su sitio. Debemos andar, sin embargo, en época de vacas flacas, porque se nos ha vendido este "Arena Creciente" como poco menos que la suma teológica de la música tradicional americana y el cruce generacional defenitivo cuando -dulce, tan fácil de tragar que apenas se nota pasar por la garganta- no deja de ser un ejercicio de estilo de trazo limpio y huella leve, una bonita recopilación de versiones donde dos hermosas voces hacen un ejercicio de moderación amparados por una acolchada banda de lujo y una producción de T-Bone Burnett que es el colmo de la blancura y la pulcritud. La tradición, sospechamos por aquí, nunca fue así de limpia ni de sedosa por mucho que en la seguridad del hogar, al amparo de las cuentas corrientes, se guste de creerlo así. El disco arranca bien, pero no tarda en diluirse en su propia y azucarada falta de agresividad. Saca la cabeza para boquear de vez en cuando en temas remarcables como el delicioso y suspendido cruce vocal de "Stick With Me Baby" o la muy hermosa y algo celtica "Please Read The Letter", cumbre del disco y que curiosamente no es una versión ajena, sino que aparecía originalmente en el "Walking in Clarksdale" de Page&Plant. Por lo demás, la banda borda un mullido acompañamiento de dobros, bajos acústicos y guitar steel, malgastando en el esfuerzo colectivo a enormes talentos individuales como el de Marc Ribot o el mismo Burnett. Turbulencias, dapenas un poco antes del fin, en la también excelente "Nothin´" de Townes Van Zandt, polucionada por marejada de fondo eléctrica y donde Plant se luce exudando gatuna clase y exquisitas maneras. En definitiva, un seis, pero lejos del nueve que se podía haber esperado de tal amalgama de primeras figuras de ayer y hoy. Siempre es buena señal, en todo caso, comprobar que el viejo León mantiene el pulso y la sensibilidad.// Critical Grafitti

viernes, febrero 01, 2008

INTELLIGENCE - "Deuteronomy" (In The Red)


Un buen disco puede ser un disco fallido. Y el error de Lars Finberg -ese freak que hasta ahora facturaba conciertos de diez minutos y manejaba con destreza un cacharrero comando de recorta y pega con ADN polucionado por Mark E. Smith- ha sido el que cometieron antes tantos otros con menos o más talento que él. Es decir, tratar de nadar y guardar la ropa. El resultado en estos casos siempre es el mismo, te salvas de ahogarte de milagro -si te salvas- y cuando regresas a la orilla escupiendo algas compruebas que alguien te ha birlado los trapos y el carnet de identidad. Finberg ha intentado hacer un disco relativamente normal y vendible dentro de la inevitable rareza, fracturando sus canciones menos de lo habitual y dejando atrás su dislocado método. Negándose a sí mismo con la boca chica ha entrado como un elefante en una cacharrería en los suburbios de lo que él cree que es el mainstream, un embarazoso umbral que ni le dará dinero ni le conservará el prestigio. Nunca será este saco de temas decentes con suaves toques electrónicos y guitarras refritas un rompepistas indie, por mucho que brille en el magma algún valioso cristal melódico. Y la contracultura rockera, si es que tal cosa sigue existiendo en las madrigueras que socavan el suelo de occidente, ya no le volverá a mirar con los mismos ojos benignos y apreciativos. ¿Significa eso que Deuteronomy no vale la pena? Sí, que coño, no vamos a andarnos con medias tintas. Sin molestar -aunque irrita un tanto por el potencial tirado a la basura- no ofrece nada que otros no superen muy de largo, entre ellos los omnipresentes The Fall, eternos padres saturnianos empeñados en seguir comiéndose por las patas una camada tras otra de retoños. Pocas cosas tan malas le pueden pasar a una banda como que tu pasado cercano quede muchos pies por encima de tu realidad actual. Y eso sucede aquí. Recomiendo encarecidamente a la turba que me lee que se agencie el magnífico e inclasificable Icky Baby que, ese si, retrataba a un autor en estado de gracia subterránea y solitaria. Y que deje éste para horas más muertas. Es sólo un día aburrido en la discoteca abisal.// Peggy Fu

DIRECTO EN SEATTLE
DATING COPS (Video)