lunes, abril 26, 2010

La Familia Atávica + Ornamento y Delito + Chien! (Wurlitzer ballroom)

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Pocas cosas hay tan gratificantes como poder ver a una banda en plena mutación. Esas raras ocasiones en que los conciertos no son rituales de reafirmación en lo ya digerido, sino floraciones súbitas, momentos de tránsito e iluminación. Aunque el tránsito sea hacia parajes desconocidos y la iluminación modesta y ciudadana. La Familia Atávica están en ese momento exacto, y cambián tan rápido que poco de lo dicho aquí sobre su reciente disco, "Espíritu espanto", vale, unos meses después, para definir su directo. Han añadido un batería y su discurso ha derivado hacia una formulación más homogeneamente rock. Un rock erizado, eso sí, todavía transido de radicalidad. Y aunque con sus versiones jueguen en cierto modo al despiste ("Casey Jones" de los Grateful dead, "Folsom Prison Blues" de Johnny Cash y una de los Cramps que no recuerdo), lo cierto es que las ejecutan de un modo que remite más a Television, Voidoids, el Lou Reed más navajero o, por momentos, Blondie (!!!). No se si eso significa que están dejando de lado ese experimentalismo robótico y oxidado, caseramente espacial, que era su santo y seña; esa fragmentaria alienación que insuflaba vida a sus collages iniciales, pero lo cierto es que la nueva perspectiva conectó bien con un público que había soportado estoicamente la insustancial ración de ruido blanco de Chien!. Hubo ovaciones cerradas y sinceras y pese a los lógicos desajustes de un bolo en el que se estrena formación, terminó por ser, quizá, la mejor actuación que les he presenciado hasta la fecha.

Cerraron el triplete Ornamento y Delito, recomendables por lo que luego he escuchado en su space, pero enfrentados con todas las de perder a una sonorización atroz, no se si culpa del técnico, de la banda o de ambos. La chapuza masacró cualquier posibilidad de que añadieran algo más a la noche y yo me quedé con las ganas de paladearlos en un lugar donde sea posible distinguir alguna palabra de sus apreciables letras.

Por lo demás, tuve que cuidar de un amigo que arrastraba un ciego sideral para que nadie le partiera la cabeza y aún me quedó tiempo para conocer a Lisa Liibbe, una encantadora poetisa californiana fan de La Familia. Me regaló su bonito libro "Estas horas desnudas" y un poco de energía para aguantar.

Pero hoy es otro día.

lunes, abril 19, 2010

Burzum (Nuevo disco)

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Lo creais o no, nuestro maníaco asesino preferido ha vuelto al trabajo después de recuperar la libertad, tras casi 16 años disfrutando del cálido ambiente de las prisiones noruegas. Acaba de sacar nuevo disco, "Belus" (el Dios también conocido como Baldr, Belenos, Belobog, etc...), con el que intentará la difícil misión de mantenerse al nivel de su propia leyenda. Más información en su página, con un apartado de traducciones (también al español) y una entrevista en la que responde a las preguntas enviadas por fans. Barra libre en Asgard, hoy.

Danza Con Las Espadas

La hora del invierno ha llegado
Cuando el lobo y el oso morirán.
Arrancad la piel, la máscara,
Pisoteadles, ¡digamos al invierno adiós!

Espíritu del invierno, ¡vas a morir!
Espíritu del invierno, ¡sangra en la nieve!
Espíritu del invierno, ¡soy el verano!
Espíritu del invierno, ¡estoy llegando!

Fuego y humo, gritos y ruido,
El hechicero corre por el bosque,
Usa las hojas y el hollín, la espada y el acero.
Pronto el sol en el cielo dará luz de nuevo.

Espíritu del invierno, ¡vas a morir!
Espíritu del invierno, ¡sangra en la nieve!
Espíritu del invierno, ¡soy el verano!
Espíritu del invierno, ¡estoy llegando!

Fuego y humo, gritos y ruido,
El hechicero corre por el bosque,
Usa las hojas y el hollín, la espada y el acero.
Pronto el sol en el cielo dará luz de nuevo.

Espíritu del invierno, ¡vas a morir!
Espíritu del invierno, ¡sangra en la nieve!
Espíritu del invierno, ¡soy el verano!
Espíritu del invierno, ¡estoy llegando!

(Trad. por Andrey Sochnev)

miércoles, abril 14, 2010

ADIÓS, RAF!!!

raf pulido 3

Ha muerto Raf Pulido, batería de La Banda Trapera del Río, abatido por un cáncer de garganta a los 53 años de edad. Que la tierra le sea leve. Fue una de las piezas claves de La Trapera y por tanto de la historia del rock en español de todos los tiempos. Si Morfi Grey, el Tigre de Cornellá, era la fibra escénica y el desacato público, la facha y la actitud, y el recordado Tío Modes -el mayor Killer-guitar- de la historia del país, traía la música en si misma, el riff inapelable y el canallesco virtusismo a los punteos, Pulido aportó el nivel rítmico que la banda necesitaba para edificar aquel monumento al rock de alta energía trufado de mala baba punk que una vez escuchado era imposible olvidar. Muchos lo mantuvimos como estandarte vital, adhiriéndonos a sus radicales declaraciones de principios y a su chulesco, enrabietado, suburbial modo de escupir la realidad a la cara del mundo. Curiosamente, gran parte de ese mensaje era de Raf: fue él quien escribió casi todas las excelentes letras del imprescindible disco homónimo de la banda. Pónganselo hoy a volumen generoso y comprobarán que su mordiente, ajena a retóricas vacuas, hablada con la voz misma del barrio, sigue funcionando. Porque la vida es así, como el la canta, nos guste o no, y aunque a cierta edad nos empiece a resultar brutal y difícil de digerir aquello que con 19 teníamos por himno. La compleja relación de egos de La Trapera, con Raf y Morfi Grey como catalizadores, queda bastante bien descrita en el excelente libro de Jaime Gonzalo "Escupidos de la boca de Dios". Vaya nuestro homenaje póstumo en boca de su amigo/antagonista y con letra de Esther Vallés.


LA LOSA
(Esther Vallés)

Hay gente gris y cansada
Y un viento que todo lo esparce
Hay rostros amarillos de adolescente
Cielo negro marca el ambiente

Hay tardes como la de hoy
Que suben los sueños a las montañas
Para que el hombre viva del olvido
Nos suben a las cotas más altas

Nos cubre la losa
Nos cubre la losa
Nos cubre la losa
Nos cubre la losa

Hay oscuras cenizas en las calles
Nuestros deseos se están pudriendo
Enterraremos tristemente los placeres
Como en los nichos los cuerpos durmiendo
Los ojos llorosos, tristes nos molestan
Hay tiempo perdido en la memoria

Nos cubre la losa del absurdo
No encontraremos nunca más la gloria

Nos cubre la losa
Nos cubre la losa
Nos cubre la losa
Nos cubre la losa

Y yo lo miro todo
Desde la ventana cerrada
Tengo miedo del pegajoso lodo
Tengo miedo de la nada

Nos cubre la losa
Nos cubre la losa
Nos cubre la losa
Nos cubre la losa

Porque tristemente advertí
Que la losa también me cubre a mi
Que la losa también me cubre a mi


martes, abril 13, 2010

Después de Tanto

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(Publicado originalmente el 10-10-09)

No tengo fotos de ella. Ni una sola. La de la clase sí, un remoto COU del año 93. Aparecemos en filas separadas y a mí se me ve algo borroso. Ella no mira a la cámara. Sin embargo lo recuerdo todo, o quizá casi todo. Todo no puede ser, como uno descubre más pronto que tarde, al transcurrir las cosas.

Siempre he tenido la costumbre de bautizar a la gente a la que quiero con nombres raros, juegos de palabras, apodos animalescos. Ella era "Birdie". Se sentaba igual que aquel actor en el cartel de la película -la película "Birdy" de Alan Parker-, acuclillada como un pájaro contra la luz, toda hueso y rabia. Esa vida tan a flor de piel que hacía daño, como un aura de clavos. Fue hace tiempo, ¿eh? Pero lo recuerdo bien. Fue hace tiempo, pero recuerdo bien los sitios, los nombres, las caras de los barmans, los edificios donde esperé y esperé, las casas donde tuve que dormir. Y la noche aquella en que en Santiago jarreaba como si hubiese vuelto el Apostol, de incógnito. Recuerdo los pitillos, el vodka con naranja y los besos, supongo que todo mezclado, y esa cosa desesperada que parecía impregnarlo todo en ella. No todo, claro. Todo no puede ser, como ahora sabemos demasiado bien.

Volvimos a encontrarnos hace poco, después de unos quince años. Parecía el guión de un telefilme edulcorado: Ella, con la familia y una hija de siete años, acudía de provincias a presentar su primera novela y yo, en pleno síndrome de Peter Pan, pasaba por la feria del libro camino de un ensayo con la vieja banda de rock, esa que nunca va a ninguna parte. A la vida le gusta travestir las cosas así. pero fue hermoso. Y lo recuerdo todo. Durante años tuve el poster de "Birdy" sobre mi cama, hasta que acabó roto y deshecho. Ah, el amor se apaga y se deshace, eso es normal. Lo raro es que sus rescoldos nos sigan concediendo calor. Después de tanto.// LUIS BOULLOSA.

lunes, abril 12, 2010

Caballeros de vacaciones (Y II) - Delfines y otros hippies con éxito

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(Texto publicado originalmente el 25-5-09)

«I´m going where the sun keeps shining», cantaba Nilsson, que no era precisamente Baudelaire, ni falta que hacía. En realidad la canción es de Fred Neil, un prodigioso músico salido de las sucesivas camadas del hervidero folk de Greenwich Village (Nueva York) a principios de los sesenta con al menos dos álbumes imprescindibles: "Bleecker & MacDougal" (65) y "Fred Neil" (66).

Suyo es el mérito pues, de crear una de las canciones de evasión definitivas, esas que sirven en mañanas de resaca para proporcionarnos un sutil hilo de fe que seguir: «Todo el mundo me habla/y no oigo ni una palabra de lo que dicen/solo los ecos de mi mente//La gente se para y me mira/no puedo ver sus caras/sólo las sombras de sus ojos//Voy hacia donde el sol sigue brillando/a través de la lluvia que cae/hacia donde el clima encaje con mis ropas/alejándome del viento del noreste/navegando en la brisa de verano/saltándo sobre el océano como una piedra». Y suyo el mérito aún mayor de cumplir sus propias expectativas y liberarse, retirándose realmente a donde el sol brilla para ocuparse en otra de sus pasiones, los delfines.

Yo y los Goodby Mass, mi banda de entonces (un entonces universitario e inocente, visto con doce años de distancia) solíamos hacer el tema en directo. No se si la idea fue de Julio Martín o mía, pero él lo cantaba con ese deje anglo y afectado que era su marca de la casa y había sugerido una variación que la hacía ligeramente más fría. Nos salía bien, aunque no pegaba demasiado con el resto del repertorio, una amalgama de instrumentales y temas cantados por donde se colaban influencias de la época, supongo (Radiohead, Mogway), y algunas intemporales (Jules siempre ha tenido ese necesario punto de caballero de vacaciones: cerca de los beatles o los kinks, lejos de los extremismos y los alardes inútiles).

Claro que en aquella época ninguno quería huir, exactamente; habíamos conseguido escapar, más bien, de la familia, y el reino que transitábamos se mostraba complicado pero pleno. De nuestro paso musical queda una maqueta que aún enseño a las amistades de cuando en cuando y que grabamos en una casa de campo en Galicia, usando el enorme salón como estudio improvisado, creyendo que había una vida mejor, notándola casi sobre nosotros, cuatro pistas de guitarra más allá. No fue así, claro, aunque hubo otra vida, inesperada, como siempre pasa, vivida casi siempre sin darse cuenta; condenada a existir lejos de la ribera ideal de los viejos sueños.

Si volviéramos a tocar «Everybody is talking» ahora, todo sería distinto. La urgencia de la huida se acentúa con los años. La breve tonada evocadora de paraisos junto al mar se torna ácido retrato de lo que siempre quisimos hacer y nunca hicimos. De lo banal de las conversaciones y las gentes que nos atosigan pensando, como nosotros, que tienen algo importante que decir exactamente ahora, a las tres de la mañana y después de diez copas de anís. De lo constante de la intoxicación en la que se desarrollan todos los teatros. Arribar a costas de pacharán con serrín por arena no era la idea. Sigue sin serlo. Pero pedimos otra, a la espera de un soplo de vida que nos levante y nos haga andar, como lazaros a medio amortajar, hacia una vida mejor. Con los delfines, que, como alguien le dijo en California a Edgar Morin «son hippies que han tenido éxito».

Caballeros de vacaciones (I)

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(Texto publicado originalmente el 5-6-09)

Decía Billy Childish de él y de su banda que eran «caballeros de vacaciones». Así deberiamos pensar, supongo, y nos iría mejor. Vacaciones, vacaciones... La promesa de otra vida encapsulada en el corto tramo de un mes. ¿No es eso ponernos la miel en los labios? ¿No es una crueldad tan intolerable como una tienda de caramelos camino del colegio? Breve, como el amor de mujer, que decía el incierto Señor Don Hamlet, principe de Dinamarca. E igualmente agridulce. Y es que, que quieren que les diga, en esta parte de mi vida estoy contra Kavafis. Él afirmaba lleva uno su ruina vital allá donde se mueva, que nos acompaña por mucho que cambiemos de ciudad en improbable, deseperada huida. Yo digo que una mierda, que soy mejor persona en Galicia, al borde del mar, que en esta querida y puta ciudad de Madrid. En una de estas sigo la inteligente indicación de mi amigo el partisano Aserius y contraemigro. En el lapso, mientras no podemos fingir que huimos, siempre queda ese embrujo doméstico y no menos temporal... la musique!. y estas son mis recomendaciones de los últimos tiempos.

Para perderse en la calma chicha que precede al crepúsculo en el desierto australiano, rodeado por coches desguazados, perros dingo y colegas con serios problemas alcohólicos, van de maravilla los Kill Devil Hills, ejemplo de como la reciedumbre heterosexual puede albergar una inesperada y amplia siensibilidad (bueno, yo ya lo sabía, pero parece que el mundo entero lo duda, lately).

Para cuando la oscuridad caiga sobre ese mismo paisaje, los sonidos se vuelvan extraños, y los hombres empiecen a estar amenazados más por ellos mismos que por nadie -bonita perspectiva, ¿verdad?- mejor los Drones de «Sixteen Straws», y si preferimos escupir nuestro odio en una pesadilla digital, mitad laberinto del rey Minos mitad Playstation, los Drones también, pero para odiar hacia fuera, expeliendo el pestifero aliento del vacío interior. Pincha «The Minotaur», la mejor canción de este año a millas de distancia (de su disco «Havilah») y vuela, gorrión.

Luego, barbacoa en esa playa que todos soñamos desde nuestros cubículos ciuidadanos. Eddie Current Suppression Ring o los Ooga Boogas, ambos con recientes discos van de puta madre: Rock&Roll vuelta y vuelta, lata de cerveza en la mano y muchas mujeres de perverso aspecto y maravilloso corazón, o al revés. Un polvo rápido y sucio no amarga a nadie.

Y dejando australia, que al cabo es donde se hace el mejor rock de guitarras del mundo a día de hoy, un paseo por la pradera interior, la cabaña de las montañas y el metro de Nueva York bajo la nevada de la mano de los espléndidos Felice Brothers. Su último álbum, «Yonder is the Clock», ha bajado algo el listón, pero el primero («Tonight at the Arizona») y el segundo («Felice Brothers») son obras maestras de nuestro tiempo, y me río del último de Dylan. Aunque ese también lo puedes escuchar, con una escupidera a mano, mascando tabaco y gruñendo por lo bajo obscenidades de Cowboy. Es un divertimento, pero disfrutable, al cabo.

Si en algún momento del viaje echas de menos la realidad ciudadana (raro sería), basta con que pinches el «Liars and Prayers» de la antimusa Thalia Zedek, es puritita angustia existencial. Lo juro.

Yo, creo, elegiré hoy la música en directo, ese paisaje abrupto y siempre imprevisible. Me largo al concierto de mi amigo Javier Colis (en la imagen), quizá el talento más en forma del estado. Sobre las tablas es un burlón viento de punzada eléctrica y temple existencial, con sus Malas Lenguas, que usted, caballero, ya debería conocer (tercer y magnífico disco, «Otra Nube», recién salido del horno). Luego, claro, me tocará perderme en un amanecer de Swansea dorado por una niebla de cerveza espesa y pausa emocional. Los Pogues, claro, que siempre están de actualidad, porque son eternos.