jueves, febrero 26, 2009

El corazón lleno de vino

Siguiendo el rastro de nuestro querido Rafa berrio -uno de los mejores compositores de canciones de este país, si no el mejor, por lo que respecta a esta casa- nos encontramos con tres nuevos temas suyos creados para una exposición titulada "Lieder" e inaugurada el pasado 6 de febrero en la galería Arteko de Donosti. Participan en el esfuerzo colectivo, además del inefable Berrio, Diego Vasallo, Suso Sáiz, Joserra Senperena y Thomas Canet. Prometemos reflexiones más serias sobre el personaje y su arte en cuanto logremos arrancarnos del estado de perpleja meditación sobre la belleza, la desolación y el vino en que nos ha sumido la escucha.





domingo, febrero 22, 2009

El sutil brillo del terciopelo ajado (THE ONLY ONES en El Sol)


En una conversación con unos cuantos empleados de seguridad privada sobre el uso de armas de fuego (inquietante, ¿verdad?) surge otra vez el viejo axioma: "La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento"; que en España podría reformularse, para definir un poco al país, como "el conocimiento de la ley no exime de su incumplimiento". Salteadores como somos, furtivos y cabrones por naturaleza, y cobardes, de paso (eso quizá es de tiempos recientes, aunque no lo aseguraría en público), la frase resultaría un emblema difícil de negar. Sea como sea el espíritu nacional, seamos sinceros, para variar: conocía a los Only Ones sólo de pasada cuando el otro día un colega me convenció para ir a verlos al Sol (eran 22 euros, tampoco una ganga). Había escuchado cuatrocientas veces en los bares "Another Girl, Another Planet" sin saber siquiera quién había facturado esa urgente tonada con gancho melódico de primera calidad y arrastrada nostalgia en la entonación. Pues eran ellos. Así, un poco a ciegas pero sabiendo que se trataba de un clásico (menor) de finales de los setenta, me fui hasta El Sol con los amigos Felix (guitarrista de 5 Cobras, dispensador de píldoras del sueño y el olvido) y Agua (fotógrafa y otros menesteres). Inmejorable compañía para una noche madrileña, saliese el bolo bien, mal o peor. Y salio bien, muy bien, al menos para mí, que me veo obligado a ejercer de cronista por instinto, con las únicas armas (aunque al cabo sean las más importantes) del propio gusto y la opinión; a calibrar qué es lo que una banda que no conozco desata en mi fuero interno a partir del simple y puro impacto de la primera vez. Es, en cierto modo, una posición de privilegio: eres al tiempo el niño pequeño carente de prejuicios y el rockero perro viejo que, si no los ha visto a ellos en concreto, si se conoce de sobra el ritual del Rock&Roll, sus tics, sus modismos, su disfraz y su fibra, y puede discernir. Para mí fue un gran bolo, pero eran bastantes los que arqueaban una ceja al final y consideraban simplemente que vale, que no había estado del todo mal. Fue un gran bolo porque me encontré con cuatro tipos que, sin hacerse lios, facturaban un tipo de Rock&Roll que me es especialmente querido; esa angosta vía en la vena Johnny Thunders que también se ocupan de conservar otras viejas glorias suburbiales como Kevin K, sin ir muy lejos en tiempo ni en maestros. Un cocktail de influencias reconocibles y marca personal que, pasados los años, reposada la juvenil ira punk, todavía levanta un amargo poso de polvo existencial; turbias partículas de desarraigo en suspensión azuzadas por canciones urgentes y algo desmañadas que, al cabo, se me antojan reales como la vida misma. Me agrada esa falta de perfección formal, el tono desafiante pero amigable que parece decir: "sí, estamos vivos, y sabemos que de esto sobre lo que cantamos tú sabes también bastante". Había, además, algunos puntos extra a favor. El bajista y sobre todo el guitarrista (Un John Perry algo puesto pero pletórico en su jovial volumen) subían el nivel instrumental y apuntalaban el hueso de cada canción, llevándolas a una dimensión no muy lejana pero sí bastante más rica. Pete Perret parece una proyección de Ron Wood en versión cloaca, es cierto, un sardónico holograma usable en charlas didácticas sobre los efectos del jamaro; la estampa siempre a punto de quebrarse (casi igual, pienso a hora, a la de John Cooper Clark). Sin embargo, hay en su voz algo emocionante que me recuerda intensamente -el timbre, supongo- al añorado Nikki Sudden, otro de esos bandidos urbanos que vendieron su alma a un romanticismo imposible en nuestra época a cambio de un puñado de canciones maestras (tampoco muchas) y unas cuantas drogas gratis. Echo de menos a Sudden, aunque sólo lo conociera fugazmente, echo de menos ese sutil y correoso brillo de terciopelo ajado, y en El Sol estaba, esa noche, flotaba algo de ese espíritu al tiempo indomable e indolente que compartía con el mundo. La música fue intensa, circulando por esa línea que va de Faces y Stones a Thunders y luego se infecta inevitablemente por una urgencia punk y un cariz melódico que la vivifica y le da espacio y aire. Alas de la extinta New Wave, supongo. Un generoso show de música de contrabando, rock para perros sin raza definida. Ruido directo al corazón entendido éste como fibra y víscera, gloriosamente defectuoso ya de fábrica y generado con cierta lúdica chulería por una pandilla de tíos a los que una gira intensiva mataría, con toda seguridad, pero que en la distancia corta aún enganchan unos cuantos "japs" jodidamente dañinos. Y que, además, mantienen el tipo con los temas menos viejos (La efectiva "Black Operations" y una emocionante "C Voyager"). A medio tiempo, y a ras de suelo, pero volando, vamos. Tan parecidos a cualquiera de las personas con las que uno convive a diario que su discurso emociona y conecta más. Eso a mí, claro. Un amigo, de cuyo criterio no dudo resumía el bolo así, en cambio: "Bah, la canción que conoce todo el mundo y poco más". Quizá funcionamos en líneas de pensamiento distintas, divergentes o sólo paralelas a distintos niveles de profundidad. Él observa lo musical y la decadencia inevitable de las personas. Yo rasco debajo de ello y encuentro algo misterioso, una agreste comunión entre iguales que, a través del tiempo, se tocan por primera y quizá única vez. Aunque, claro, es algo que podría considerarse estrictamente personal. Y ahí viene la pregunta. ¿Es realmente algo estrictamente personal? No lo sé, pero la verdad es que lo dudo mucho. Apuesto a que un buen número de los que estuvieron allí esa noche sintieron algo muy similar a eso que sentí yo. Sean capaces de expresarlo o no.

(Reflexión originalmente publicada en el blog "Twistin' The Night Away")

viernes, febrero 13, 2009

Telegrama nocturno para Jennifer H.

Photobucket

(texto originalmente publicado en el blog TWISTIN THE NIGHT AWAY, en el diario LA RAZÓN)


Telegrama nocturno para Jennifer H.



Ella sabe quién es si se la nombra con el ruido adecuado, un chillido de metal, purpurina y ron barato; dos cuartos de tintineo -pendientes de aro- y otro más de oscuridad cegada por la luz - El lobo abriendo su boca para el odontólogo. Y el resto es pesadilla y sueño.

Según para quién.
Según si para ti o para mí
o para nadie.

No escribo esto desde lugares oscuros. ¿Quién podría? El barco se va a pique y a todos les parece motivo de festejos. Escribo esto de madrugada, malamente inclinado sobre una silla que encontré hace años en la calle. Es tarde, y por costumbre, quizá, todo ha vuelto a derrumbarse en torno a mí. Escribo esto en papeles plateados arrancados de los paquetes de fortuna, en el reverso de la tarjeta del gerente del circo Roma, en las servilletas del Burger King y las facturas de bebida borradas por el tiempo. Olvida tus números, deja tus cábalas, camina, simplemente, con el despreocupado semblante girado hacia la muerte. Eres tú el hijo. Eres tú el padre. Eres tú la paloma con la pata amputada que espera en un rincón de la plaza, tragándose el cielo con avidez, como si fuera un hombre. Un hombre de Dios. Lenguas de fuego sobre todo cristo. Un ardor de estómago general, terrible, ahora que, por eso de cumplir, nos hemos devorado unos a otros el corazón.
No son sitios seguros, en todo caso. Los sitios donde escribo. En ellos todo tiene un resplandor seco que se parece demasiado a la verdad. Ayer fui al barbero. Le dije "córtame esta cabeza de sarraceno, neng. De nada me sirve ya".

Según, claro, para quién.
Según si para ti o para mí
o para nadie.

Esto es un telegrama para J. H. Ella sabe responder si se la invoca entonando con el correspondiente aliento a alcohol. Quiero tener lechuzas algún día, para enseñarles a silbar su nombre, como una cuerda blanca deshilachándose de punta a punta de la noche. Ese es mi regalo póstumo para toda la tierra que he pisado hasta hoy y que, ahora, bajo ese tonel rodante y amarillo, se despereza tímida, casi como si no fuese eterna. Tierra llamando a J.H. Y el resto es pesadilla

o sueño de un verano incierto
que has conocido sólo de
mano de pintores y
boca de discípulos.

de quién
o de qué
o de nadie.

Hundo mis pies en los días, cada vez más hondo. Y las cartas que escribo se pierden en las zarzas. Humo blanquecino y macilento que trae la inquietud del alma por toda revelación. Al menos hoy. Y ayer.

Claro que depende de qué
y de cómo
y de para quién.

Dime, J. ¿Vendrás hasta mí en estos pobres moteles que frecuento y has aprendido a amar por las películas? Tiene una rima extraña, Castilla, de ventas abandonadas, maquinaria pesada y silos a lo lejos, donde la sota de espadas, viejo paje sin dientes, escupe sobre el cielo un mejunje pálido de gachas y huesecillos de perdiz. Te gustaría. Hace siglos que no pisa por esta tierra alguien como tú. Te espero en mi habitación, bajo el burlón aleteo de la Biblia (tumbado en una cama de roble).

Dime, J. ¿Vendrás a visitarme al bar Modelo, donde aguardo impaciente la impresión de mi libro, tomando carajillos? Desde la mesa que comparto con Florín, el rumano, pueden avistarse las torres blancuzcas, desconchadas, y la alhambrada de óxido que cubre la muralla. Y el barman sonríe a los gitanos y a las putas y se atusa el pelo blanco que aún no ha empezado a ralear. Te gustaría. Aqui estaré todo este mes lento como un sol, si quieres encontrarme.

Dime, J. ¿vendrás? Hoy hago noche en Cáceres, una carreta espectral tirada por hilos invisibles. Alta tensión de días como ojos y noches de papel donde derramo el vino que permite olvidar y como, en cambio, con avidez, los sucios jirones del traje que un día tuve, resesos como pan de hostia. Y recuerdo.

Claro que depende de qué,
de cómo,
de para quién.

Ya nadie escribe, en todo caso. Ese dulzor sangrante es para ti y para mí, aunque tu no contestes. Odio estas mañanas. No me gustan las tardes. Las noches tienden sobre mí su mortuoria mueca de hilandera. Queda ese punto antes de amanecer (el cigarro que perfora la tela) donde los dedos silenciosos separan materia gris y escoria, equivocándose a menudo, y se posan, ausentes, sobre la barra vacía, presagios, cuervos y átomos... Me friego la cara con agua y manos, frente al espejo. Ya nadie contestará jamás, ¿verdad?

¿Vendrás?
Da igual, de veras,
para quién
y cómo
y para qué.

(Madrugada del 3 al 4 de enero de 09)

jueves, febrero 12, 2009

COLT DE ANTIMONIO (Demonios Tus Ojos)

Photobucket

En homenaje a mi buen amigo Pedro y las noches que aún pasamos juntos en la zona abisal (Madrid, Distrito Apache), al muy querido Marqués de Colis, actualmente en modo eremita-creador y, secundariamente, a Corcobado, el único individuo capaz de mantener el (merecido) respeto del pueblo pese a no haber sabido cantar en la puta vida.// Cowboy Iscariot


COLT DE ANTIMONIO


Nadie vende nada, todo está comprado,
menos mi colt de antimonio que me regaló el demonio.

Entro con mis muchachos en un ojo protegido
por pestañas canosas y organizamos una trifulca chillona.
Sorbemos la rabia del ojo del cerebro del hombre
del rojo brazo inhumano.

Uso nerviosamente mi colt de antimonio que me regaló el demonio.

Y aquí en este trozo de España,
me gusta beber tu grasa, amor,
llevar el pelo sucio como las cabras
con las que afino mi puntería
con mi colt, mi colt, mi colt, mi colt,
mi colt de antimonio que me regaló el demonio.

Jesús ya no volverá por aquí,
sabe que he nacido yo,
hijo de todos los perros y perras que han poblado el mundo,
y además sabe que poseo, además sabe que poseo,
además sabe que poseo, además sabe que poseo,
mi colt, mi colt, mi colt, mi colt ...
mi colt de antimonio que me regaló el demonio.

Uso rabiosamente mi colt de antimonio que me regaló el demonio ... s tus ojos.

martes, febrero 10, 2009

THE HUNCHES - "Exit Dreams" (In The Red)



Urbanitas tribales de un futuro postnuclear en busca de una salida. Jovenes infectados de rabia y practicando un Rock&Roll dadaista y buscadamente infantiloide a veces; ruidista, onomatopéyico y tocacojones. Los Hunches Levantan a mala hostia su "wall of sound" particular, un calcinante estertor de ruido en el que incrustan melodías igual que un niño añade conchas rotas a su churrigueresco castillo de arena. No es difícil descubrir influencias en ese magma sónico, pero lo suyo está lejos de la copia o el ejercicio de estilo. Lo suyo no es caligrafía, es un escupitajo sanguinolento en la cara. Y sí, en el bajón a medio tema de la salvaje “Ate My Teeth” hay una fuerte reminiscencia Pixies (también en “Not Invited” y otro par de temas, básicamente por el timbre vocal), pero son unos Pixies bien remojados en aceite hirviendo. Y sí, “Unraveling” es un acercamiento a los primeros Mercury Rev, pero es muy dudoso que sea un acercamiento amistoso. Y sí, igual que en su debut habían elegido a Cramps y Swell maps, aquí todo el artefacto transpira una cierta atmósfera que lo transporta a uno a finales de los ochenta y principios de los noventa (incluso en ese forzado feismo del libreto), cuando Sebadoh, Sonic Youth, Dinosaur Jr. y los Jesus & Mary Chain eran entes creativos activados; pero lejos de ser un trabajo de recreación, se trata de una concienzuda tarea de derribo. Una reducción a escombros realizada con lúcido fanatismo. Un noise librepensador sin prisioneros. Y, entre los cascotes del desolado paisaje se elevan todavía, de vez en cuando, luminosos edificios de electricidad estática y nihilismo en feedback. Te lo aseguro, amigo, su receta para freir cráneos y extraer posteriormente el cerebro con una jeringa es de las que no se ven todos los días y alcanza cotas abrasadoras en aberres como “Carnival Debris”, en la pura maldad agónica de “Street Sweeper”, que los acerca más a la visión agrestemente urbana de los primeros Unsane, o en el devastador bicho chungo de dos cabezas que articulan “Pinweel Spins” y “Fall Drive”, un tsunami de preclaro ruido blanco y melodía con las rodillas rotas que le arrastra a uno los sesos, sin remedio, y deja un eco extraño flotando en el vacío posterior. Definitivamente vedados a quienes no sean capaces de disfrutar con la amputación sin anestesia y la malformaciones fetales hechas canción. Yes Wave!!! //Cowboy iscariot.

(...y una segunda versión más sucinta)

Urbanitas infectados de rabia empeñados en un rock&roll dadaista y buscadamente infantiloide, ruidista, onomatopéyico y tocacojones. Los Hunches Levantan su "wall of sound" particular, un calcinante estertor de ruido en el que incrustan melodías igual que un niño añade conchas rotas a su macizo castillo de arena. Hay influencias claras en ese magma sónico, pero lo suyo no es caligrafía, es un escupitajo sanguinolento en la cara. Y sí, en el bajón a medio tema de la salvaje "Ate My Teeth" asoma una fuerte reminiscencia Pixies, pero son unos Pixies bien remojados en aceite hirviendo. Y sí, "Unraveling" es un acercamiento a los primeros Mercury Rev, pero es muy dudoso que sea un acercamiento amistoso. Y sí, la atmósfera transporta a finales de los ochenta y principios de los noventa (incluso en ese forzado feismo del libreto), cuando Sebadoh, Sonic Youth, Dinosaur Jr. y los Jesus & Mary Chain eran fuerzas vivas; pero lejos de ser un trabajo de recreación, se trata de una concienzuda tarea de derribo. Y entre los cascotes del desolado paisaje se elevan todavía, de vez en cuando, luminosos edificios de electricidad estática y nihilismo en feedback. Su receta para freir cerebros alcanza cotas abrasadoras en aberres como "Carnival Debris", en la pura maldad agónica de "Street Sweeper", o en el bicho chungo de dos cabezas que articulan "Pinweel Spins" y "Fall Drive", un tsunami devastador de preclaro ruido blanco y melodía con las rodillas rotas. No hay cerebro que quede intacto. Definitivamente vedados a quienes no sean capaces de disfrutar con la amputación sin anestesia y las malformaciones fetales hechas canción. Yes Wave!!!

lunes, febrero 09, 2009

LUX IS DEAD



Nuestras más sentidas condolencias a POISON IVY

STEVE WYNN (Sala El Sol, Madrid)



El problema que tiene ser grande (o muy grande, pero tampoco hay que exagerar) es que se te compara contigo mismo, o mejor dicho, con aquello que fuiste. Cada nuevo asalto ha de ser resuelto al menos con igual brillantez que el anterior y, si se puede, con más. De lo contrario se corre el riesgo de que el receptor se sienta estafado. Así, un grupo normalillo en crecimiento te puede dejar con buen sabor de boca, mientras que un artista magnífico, con historial impecable y capacidad para el riesgo, te puede decepcionar a poco que él mismo baje el listón de autoexigencia. Y eso pasó con Wynn en su última comparecencia en El Sol. Me decía un colega, al acabar, que era la primera vez en su vida que salía de un concierto del hombre de los milagros sin la sensación de haber asistido a algo acojonante. Y ahí, bajo esa subjetividad inevitable, de poco vale reconocer que la cosa ha estado objetivamente bien, correcta, porque la sensación de pérdida y de vacío es superior a lo racional. Por la misma regla de tres, los que fuesen vírgenes en el asunto o simplemente sufran de esa extendida enfermedad de fan que infecta a demasiados críticos (el amor incondicional) habrán salido con una sonrisa plena que tampoco hace verdadera justicia a la situación. Por mi parte, soy más de los primeros. Los tres últimos bolos que le había visto a Wynn habían sido arrolladores. En concreto, su concierto abriendo para Jayhawks en la sala Arena (ahora heineken) en 2001, cuando barrió del mapa a los supuestos cabeza de cartel, pese a que estos facturaron un concierto más que bueno (aunque espantosamente largo). Lo entrevisté, en aquella ocasión, para un fanzine que nunca llegó a salir, y en un momento de la charla (es un tipo ENCANTADOR), me dijo que le encantaban los Hüsker Dü y que el consideraba lo que había hecho con Dream Syndicate como “psychedelic hardcore” (hardcore psicodélico). “verás algo de eso esta noche”, me advirtió. Y vaya si lo vi. No me dedicaba a la crítica en esa época feliz, así que no queda nada escrito de mi percepción de entonces, pero el show permanece grabado en mi mente como uno de los más intensos que recuerdo. Pura comunicación estallando, chisporroteante, entre las manos de una banda que iba al nucleo del rock americano sin concesiones melífluas ni pretendidas auras de artista. Sencillamente brutal. Comparar aquello con lo del otro día es como preferir el te tibio al bourbon de Tennesee. Una opción pusilánime. Un consuelo forzado. Una estupidez. Lo cierto es que, rebajando expectativas, la cosa fue decente. Cuando abordó temas de su nuevo disco “Crossing Dragon Bridge”, la formación -Contrabajo/bajo eléctrico, violín, batería, guitarra y teclados a cargo de Chris Cacavas, que también tomaba ocasionalmente una segunda guitarra- funcionaba relativamente bien. No había excesiva mordiente, pero es cierto que el tipo de composiciones exije un tono más meditativo y menos eléctrico. El problema venía en los momentos en que la evolución del concierto requería que las canciones no sólo crecieran, sino que desbordaran sus propios límites. Ese ha sido siempre la extraña magia de Wynn: conseguir que unos temas que en disco son correctos o buenos adquieran en directo, progresivamente y después de un rato de calentamiento, un empaque muy superior al que se les supone. Es difícil de explicar cómo lo hace, pero yo doy fe de que lo hace y de que entonces, un artista aparentemente menor como él trasciende y entra en otro reino, inesperado y cautivador, con una inédita capacidad para conectar con su propio público. No pasó esto en El Sol, por desgracia, y una de las explicaciones, aunque pueda parecer excesivamente sencilla, es la de que un violín es un instrumento válido, según para que cosas, pero jamás podrá suplir a una guitarra eléctrica cuando se trata de facturar rock expansivo y encabritado, que al cabo es la baza ganadora de Wynn. Otras razones pueden ser una duración normal para un concierto, pero corta para aquello a lo que nos había acostumbrado (hora y media, aproximadamente) y una actitud en absoluto desganada, pero lejos de la optimista y contagiosa hiperactividad de antaño. Sonó a toma de contacto, a rodaje, a prueba, aunque sonase indudablemente bien. Y dejó un poso agridulce, por mucho que los temas nuevos, con un eco más centroeuropeo que americano, den la talla (me gustaron especialmente la limpia “Bring the Magic”, “Punching Holes in the Sky”, que hizo a duo con el del violín, y ese “Manhattan Faultline” que hubiera firmado el Reed de New York o Magic&Loss) y que los clásicos aportados con cuentagotas (“Medicine Show”. “Days of Wine and Roses”, “Boston”, favorita de la casa), sean temazos que funcionan siempre. Nos debe una. Aunque es cierto que nosotros le debemos todavía muchas, muchas más. Hasta la póxima, Steve.// Luis Boullosa

Y como para gustos hay colores, he aquí una opinión de peso sobre el mismo evento: Mr. Manuel Beteta